Bestiario III: Demonios, fantasmas, licántropos y vampirismo


 Hécate, reina de los fantasmas. Escultura romana de triple cuerpo, copia de una original helenística (Museo Chiaramonti, Vaticano).

Demonios

1) Seres del Inframundo: 

El mundo de los vivos y el mundo de los muertos están separados por grandes ríos y arroyos terribles. Las hijas de estos ríos son las ninfas infernales, las Lámpades. Por sus orillas, cubiertas por las tinieblas infernales o Érebo, vagan las almas de los insepultos. Érebo es el dios primordial de la oscuridad y el consorte de Nyx (Noche). Sus neblinas oscuras rodean el mundo y llenan los huecos profundos de la tierra. El barquero Caronte transporta en su barca las sombras errantes de los difuntos recientes. Cerbero guarda las puertas del Hades. Ante la entrada al Hades viven una serie de personificaciones negativas: Dolor y Ansiedad, junto con las Enfermedades y la Vejez (Geras, hija de Érebo y Noche en Hig. Pref. Fab.), Miedo, Hambre (Limos), Muerte, Agonía e Hipnos (el sueño) habitan en este lugar. En el umbral opuesto está la Guerra, las Erinias y Eris (la discordia). Cerca de las puertas, existen muchos otros seres híbridos: Cerbero, Centauros, Gorgonas, la Hidra de Lerna, la Quimera, las Harpías y otros.

Aqlis (Oscuridad, Tinieblas) puede ser una divinidad anterior a los dioses ("Ex Caligne, Chaos", dice Higigino en el Prefacio).

En el escudo de Heracles estaba representado Aqlis, al lado de las Keres y las Moiras, lamentable y terriblemente pálida, negra y exhausta por el hambre, con las rodillas hinchadas, grandes uñas al extremo de sus manos, de sus fosas nasales corrían mocos y la sangre resbalaba desde sus mejillas al suelo. Estaba en pie con terrible sonrisa, y en sus hombros se había acumulado gran caritidad de polvo, mojado por el llanto. (Hes., Escudo 267).

Hera convierte a los hijos de las Híades, niñeras del joven Dioniso en los Centauros cornudos de Feres con unas flores tesalias que obtiene de Aqlis (Nono XIV 160). Hera consiguió de Aqlis unas flores traicioneras del campo y derramó un sueño encantado sobre sus cabezas; destiló las drogas envenenadas sobre sus cabellos, untó un ungüento mágico sutil sobre sus caras y cambió su forma humana anterior. Así tomaron la forma de una criatura con orejas largas, y la cola de un caballo asomando directamente de los lomos y azotando los flancos de su dueño de cresta peluda; de las sienes brotaban cuernos de vaca, sus ojos se ensanchaban debajo de la frente cornuda, el pelo corría por sus cabezas en mechones, de sus mandíbulas crecían largos dientes blancos, una extraña especie de melena crecía por sí misma, cubriendo sus cuellos con pelo áspero, y corrió desde los lomos hasta los pies por debajo.

Alástor (Ἀλάστωρ).

Es la personificación del castigo contra la descendencia de quienes cometieron crímenes contra la familia. Es el daimon de la venganza en las generaciones más jóvenes, de la sangre derramada por los crímenes de sus antepasados. Se relaciona con las Erinias, vengadoras del asesinato, pero las represalias de Alástor son dirigidas contra la familia del asesino en lugar del asesino mismo. Alástor cae sobre la casa de Tántalo en sus dos descendientes, Agamenón y Menelao (Esq., Agamenón 1468).

Aras. 

Son los espiritus de las maldiciones de los muertos (Esq. Coéforas 400). Las Erinias son llamadas Aras en sus mansiones bajo la tierra (Esq., Euménides 415).

Ascálafo. (Ἀσκάλαφος),

Ascálafo es el hijo del río Aqueron y la ninfa Orfne (llamada Gorgira en Apolodoro, Estige en Servio ) que atendían los huertos del Inframundo. Zeus le ordenó a Hades que le diese libertad a Perséfone para poder estar con su madre Deméter, que había prometido dejar la tierra baldía si no recuperaba a su hija. Hades aceptó siempre que Perséfone no hubiera comido nada en su estancia en el Hades (quien probara la comida de los muertos no puede volver a la vida). Ya se preparaba la joven para regresar junto a su madre cuando Ascálafo, que habitaba en el Hades, declaró haberla visto comer el grano de una granada, por lo que Perséfone tuvo que quedarse junto a su marido. Zeus sentenció que Perséfone permanecería en el Hades un tercio del año (el invierno), o la mitad según los autores, y con su madre el resto

Castigo de Ascálafo. Perséfone transformó a Ascálafo en búho rociándolo con agua del río Flegetonte (Ovidio, Met. V 543). En castigo por su declaración, Deméter sepultó a Ascálafo bajo una enorme piedra. Heracles en su visita a los infiernos pudo liberarle. Entonces Deméter lo transformó en un búho, animal que desde entonces vigila en la oscuridad. (Apd. II 5, 12).

Campe. (Κάμπη, «oruga»,​ o quizá de κάμπος, «monstruo marino»). La carcelera de los Cíclopes y los Hecatonquiros en el Tártaro. 

Era doble su naturaleza, la mitad de su cuerpo se aparecía a una mujer, con cabellos de serpiente que lanzaban veneno. Su híbrida y enorme figura, desde lo más alto del pecho hasta la articulación del muslo, estaba cubierta de escamas como un monstruo acuático. Las garras de sus manos se doblaban como una hoz de uñas corvas, y desde lo alto de la espalda, reptaba un escorpión enroscado sobre sí mismo a través de su pavoroso lomo, con una cola afilada con un agudo aguijón que se levantaba sobre su cuello. En tomo a su cuello cincuenta cabezas de diversas fieras florecían. Algunas de ellas rugían con figura leonina, con la apariencia de la intrigante Esfinge de terrible rostro. Otras eran de jabalí y rezumaban espuma de sus colmillos, en una perfecta imitación de la faz de Escila, con una cohorte reunida de cabezas de muchos perros (Nono XVIII, 237). Zeus lo mató cuando buscaba la ayuda de los Cíclopes contra los Titanes (Apd. I 2.1). Diodoro (III 72) menciona un monstruo del mismo nombre, que fue asesinado por Dioniso. 

Cerbero (Κέρβερος). Un perro monstruoso guarda las puertas del Hades.

Su padre es el Tifón en Hesíodo (Teogonía 300) aunque en Higino (Fabulas Prefacio 39) y en Quinto de Esmirna (Posthomerica VI 260) Cerbero es la descendencia de Tifón y Equidna, mientras que en Baquílides (Oda 5.56), Sófocles (Las traquínias1097) y Ovidio (Met. IV 500), Cerbero es hijo de Equidna. sin nombrar padre. Cerbero es el hermano de otros tres monstruos de múltiples cabezas, la Hidra de Lerna de nueve cabezas de serpiente; Orto, el perro de dos cabezas que custodiaba los ganados de Gerión; y la Quimera, que tenía tres cabezas, la de un león, una cabra y una serpiente. 

En la descripción más antigua de Cerbero, la Teogonía de Hesíodo (s. VIII - VII a. C.), Cerbero tiene cincuenta cabezas, mientras que Píndaro (522 - 443 a. C.) son cien cabezas (Píndaro, fragmento F249a / b SM, de un poema perdido de Píndaro sobre Heracles en el inframundo, según un escolio de la Ilíada). Los escritores posteriores le dan a Cerbero tres cabezas: Sófocles, Traquinias 1097 ("tres cuerpos"); Eurípides, Heracles 610 ("fiera de tres cabezas"), 1276 ("perro de tres cabezas"); Virgilio, Eneida VI 417 ("triple garganta", "tres bocas feroces"), Georgicas IV 483 ("triple mandíbula"); Ovidio, Metamorfosis IV 449 ("bocas de tres rostros", "triple ladrido"), IX 185 ("triple forma"), X 21 y 65 ("tres cuellos"), Heroidas 9. 93 ("tres cuellos "); Séneca, Agamenón 859 ("cadenas triples"), Hércules Loco 60, 782 ("cuellos triples"); Estacio, Silvas II 1.183 ("triple mandíbula"), III 3.27 ("triple"), Tebaida, II 31, ("triple"), II 53 ("tri-formado"); Propercio, Elegías III 5.44 ("tres gargantas"), III 18.23 ("tres cabezas"); Apolodoro II 5.12 ("tres cabezas de perro"). En el poeta latino Horacio, tiene una sola cabeza de perro con tres lenguas y cien cabezas de serpiente (Odas III 11.17; II 13.33; II 19.29). El Cerbero de Apolodoro (II 5.12) tiene tres cabezas de perro y cabezas de "todo tipo de serpientes" a lo largo de su espalda. El poeta bizantino Juan Tzetzes le da a Cerbero cincuenta cabezas, tres de ellas eran cabezas de perro y el resto eran "cabezas de otras bestias de todo tipo" (Quilíades II 36.389).

Caronte o Caron (Χάρων), barquero del Hades.

En las imágenes más antiguas Caronte aparece casi siempre representado como un hombre increíblemente viejo y de apariencia vulgar, aunque con el paso del tiempo se le retrata cada vez más feo y escuálido, como en Las ranas de Aristófanes, la Eneida de Virgilio y Diálogos de los muertos de Luciano. Virgilio lo describe como loco y repulsivo, con una maraña de pelo blanco en su barbilla, ojos fieros y un jubón sucio como vestimenta. 

Excepto en una dudosa referencia que lo hace hijo de Acmón (un ser que fue en algunos casos considerado el padre de Urano), no existe genealogía sobre él, por lo que podría posiblemente ser considerado como un daimon o divinidad menor. 

Su deber es asegurarse de que sólo se permita pasar al mundo de los muertos a los que estén debidamente cualificados. Se cuenta que en una ocasión fue encadenado durante un año por llevar en su barca a Heracles vivo (cuando el héroe viajaba a las profundidades a buscar a Cerbero). Como el barquero de los muertos esperaba ser recompensado por sus servicios, los muertos eran enterrados con una pequeña moneda en su boca, el óbolo de Caronte. Pausanias (X 28) asocia a Caronte con los pantanos del río Aqueronte. Las fuentes literarias griegas más antiguas, como Píndaro (Frag. 143), Esquilo (Siete contra Tebas 854), Eurípides, Platón (Fedón 112e) y Calímaco, sitúan a Caronte en el río Aqueronte. Los poetas romanos, incluidos Propercio y Ovidio nombran al río Estigia, tal vez siguiendo la geografía del Inframundo de Virgilio en la Eneida (VI 383). En Estacio, el barquero conduce su barca por el río Estigia (Tebaida IV 410) y luego por la corriente del Leteo, donde aparta a los insepultos de la puerta de Estigia y los mantiene flotando dudosamente entre los mundos del cielo y el infierno (Tebaida XII 557).

Ceutónimo (Κευθόνυμος).

Es un espíritu del inframundo y padre de Menetes, guardián de los bueyes de Hades (Apd. II 5.12).

Eurínomo. (Εὐρύνομος, "el que manda ampliamente").

En lesque de Delfos levantado por el pueblo de Cnido decorado con las pinturas de Polignoto está representado Eurínomo. Dicen los guías de Delfos que Eurínomo es un demon del Hades y que come las carnes de los cadáveres, dejando sólo sus huesos. Su piel es entre azul y negra, como la de las moscas que se posan sobre la carne, enseña los dientes, está sentado y bajo él se extiende una piel de buitre (Paus. X 28.7).

Reconstrucción de la Nekya de Polignoto

Equidna (Ἔχιδνα, víbora).

Hesíodo (siglos VIII - VII a. C.) considera que Equidna nació de una "ella" que podría ser la diosa del mar Ceto, lo que probablemente convierte al padre de Equidna en el dios del mar Forcis; o la Oceánide Callíroe, mujer de Crisaor, hijo de Medusa (Teog. 270). Ferecides de Atenas (siglo V a.C.) tiene a Equidna como la hija de Forcis, sin mencionar una madre (fr. 7 Fowler = FGrHist 3 F 7). Pausanias (siglo II d.C.), citando a Epiménides (siglo VII o VI a.C.), tenía a Equidna como hija de la oceánide Estigia (diosa del río Estigia) y un tal Peiras (Paus. VIII 18.2). En Apolodoro (siglo I o II d.C.), Equidna es la hija del Tártaro y Gaia (Apd. II 1.2). En la tradición órfica, Equidna es la hija de Fanes (Atenágoras, Apología 20).

La Equidna de Hesíodo era mitad hermosa doncella y mitad serpiente temible. Hesíodo describe a "la diosa Equidna feroz" como un "monstruo carnívoro, irresistible", que no se parecía ni a los "hombres mortales" ni a los "dioses eternos", sino que era "mitad ninfa de ojos penetrantes y mejillas rubias, y mitad otra vez una enorme serpiente, grande y terrible, con piel moteada ", que" no muere ni envejece en todos sus días" (Teog. 295). Aristófanes (fin del siglo V a. C.), la convierte en una habitante del Inframundo, le da a Equidna cien cabezas (igualando las cien cabezas de serpiente que tenía su compañero Tifón): "la Equidna de cien cabezas, que te desgarrará las entrañas; de tus pulmones se agarrará una murena tartesia y tus dos riñones, ensangrentados, junto con las otras visceras, te los harán trocitos las Gorgonas titrasias" (Aristófanes, Ranas 475).

Según la Teogonía de Hesíodo, el "terrible" y "sin ley" Tifón "se unió por amor a Equidna, la doncella de ojos penetrantes" y dio a luz a "una fiera descendencia" (Teog. 306): Ortro el perro de dos cabezas que custodiaba el ganado de Gerión (Apd. II 2.6), Cerbero, el perro de múltiples cabezas que custodiaba las puertas del Hades (Baquílides, Oda 5.62; Sófocles, Las traquínias 1097; Ovid., Met. IV 500, VII 406; Higino, Prefacio 151) y la Hidra de Lerna (Hig., Fab. 151), la Esfinge, un monstruo con cabeza de mujer y cuerpo de león alado, y el león de Nemea, asesinado por Heracles como su primer trabajo. Acusilao (siglo VI a. C.) agrega el Águila Caucásica que comía el hígado de Prometeo (fr. 13 Fowler). Ferécides además del águila de Prometeo (fr. 7 Fowler) agrega al dragón que guardaba las manzanas de oro en el Jardín de las Hespérides.

Érebo (Ἔρεβος), el dios primigenio de la oscuridad, sus nieblas rodearon el inframundo y llenaron los huecos de la tierra.

Érebo es el lugar debajo de la tierra al que Zeus envía al violento Menetio, hijo de Japeto, y desde donde los Hecatonquiros vigilan a los Titanes (Hesíodo, Teogonía, 510). También se usa varias veces en Homero para referirse al Inframundo (Iliada, VIII 366, IX 565, XVI 325; Odisea, X 526, XI 37). En Ovidio, Proserpina es llamada la "reina de Erebo" (Metamorfosis V 573),  las deidades del Inframundo son llamadas los "dioses de Érebo" (Metamorfosis X 74) y Circe invoca la ayuda de la Noche y todos los dioses de la noche, de Érebo y de Caos (Metamorfosis XIV 394). Quinto de Esmirna, en Posthoméricas XII 118, al nacer el día, Eos expulsa a Érebo, la oscuridad de la noche.

En Hesíodo (Teog. 123) Érebo es el descendiente del Caos, y el hermano de Nyx (Noche), por quien es el padre de Éter y Hemera, el día. 

En Aristófanes (Las pájaros 690) Caos, Érebo, Nyx (Noche) y Tártaro fueron los primeros seres, antes de la existencia de la Tierra, el aire o el cielo. Nyx "puso un huevo huero en el seno de las infinitas profundidades de Érebo", de donde salió Eros.

En Higino (Fábulas, Prefacio 1) Érebo, Nox (Noche), Éter y Dies (Día) son descendientes de Caos y Caligine (tinieblas). Érebo con Nyx, es el padre de las Hespérides, las Parcas, las Keres, Némesis, Eros, Tánatos, Hipnos, Geras, Estige, Caronte, Moros, Porfirión, Eris, Momo, Epafo, Ezis (miseria), Hibris, pero también Eufrósine, Filotes y Eleos.

En Cicerón (Sobre la naturaleza de los dioses 3.44) los hijos de Érebo y Nox son: Éter, Dies (Día), Amor (Amor), Dolus (Guile), Metus (Miedo), Labor (Trabajo) , Invidentia (Envidia), Fatum (Destino), Senectus (Vejez), Mors (Muerte), Tenebrae (Oscuridad), Miseria (Miseria), Querella (Lamentación), Gratia (Favor), Fraus (Fraude), Pertinacia (Obstinación ), las Parcae (las Parcas), las Hespérides y los Somnia (los Sueños).

Gorgonas. (γοργώ o γοργών, "terrible"). Tres monstruosas hermanas con caras anchas, ojos fijos, fosas nasales dilatadas, barbas hirsutas, colmillos y lenguas prominentes. Sus cabezas estaban envueltas en serpientes, un par de alas doradas surgían de sus espaldas, y en lugar de manos tenían garras de bronce.

Homero, en la Ilíada, solo menciona una Gorgona, Medusa, sujeta a la égida de Zeus (Il. V 735).

Hesíodo, imagina a las Gorgonas como demonios marinos y aumenta el número de ellos a tres: Esteno (poderosa), Euríale (ancho mar) y Medusa (reina), y hace ellas las hijas de dos deidades del mar, Ceto y Forcis. Su hogar está en el lado más lejano del océano occidental; según escolios posteriores, en Libia. De las tres Gorgonas de la mitología clásica, solo Medusa es mortal. Hesíodo describe que Poseidón yació con la hermosa Medusa en un prado entre flores primaverales (Teog. 270).

Eurípides (Ión), consideraba a la Gorgona como un monstruo, producido por Gaia para ayudar a sus hijos, los Titanes, contra las nuevas deidades olímpicas. Las interpretaciones clásicas sugieren que Gorgona fue muerta por Atenea, quien usó su piel en su escudo a partir de entonces.

Apolodoro describe a tres gorgonas, las hermanas Esteno, Euríale y Medusa. Las Górgonas tenían cabezas rodeadas de escamas de dragón, grandes colmillos como de jabalí, manos broncíneas y alas doradas con las que volaban; petrificaban a quien las miraba. Perseo decapitó a Medusa mientras dormía, mirando su imagen en el reflejo del escudo, mientras Atenea guiaba su mano. Del cuello de Medusa brotó la descendencia de Poseidón, el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor (Apd. II 4). Cuando Heracles descendió al reino de Hades, todas las almas que lo vieron huyeron, excepto Meleagro y Medusa. Heracles desenvainó su espada contra la Gorgona, asumiendo que estaba viva, pero Hermes le avisó de que era un espectro (eidolon) vacío (Apd. II 12).

Ovidio describe solo a Medusa con serpientes en el pelo debido a que Atenea (Minerva) la maldijo. Medusa habría copulado con Poseidón en un templo de Atenea después de que el color dorado del cabello de Medusa lo excitara. Atenea transformó los seductores mechones dorados en repugnantes serpientes (Metamorfosis IV 770).

Virgilio menciona que las Gorgonas vivían en el vestíbulo del Inframundo (Eneida VI 288).

Plinio (H.N. IV 31) pensaba que eran una raza de mujeres salvajes, veloces y velludas; y Diodoro (III 55) las considera como una raza de mujeres que habitaban las partes occidentales de Libia, que habían sido expulsadas por Heracles.

Grayas (quizá Γραῖαι Graĩai, ‘viejas’).

Las Grayas eran hijas de las deidades marinas Forcis y Ceto (de las cuales derivó su nombre Forcides) y hermanas de las Gorgonas. Las grises tomaron la forma de ancianas canas desde su nacimiento. En Teogonía, Hesíodo las describe como "de mejillas claras". En Prometeo encadenado, las Grayas se describen con forma de cisne ("κυκνόμορφοι") (Esquilo, Prometeo encadenado 795).

Hesíodo nombra sólo dos Grayas, Pemfredo (Πεμφρηδώ "alarma") de bello peplo y el "vestido azafrán" Enyo (Ἐνυώ "horror") de peplo azafranado (Hes. Teog. 270).

Apolodoro añade a Deino (Δεινώ "pavor", la terrible anticipación del horror) como una tercera (Apd. II 4.1). Higino, además de Pemfredo y Enyo, agrega Persis señalando que otros le llaman Dino (Hig. Prefacio). 

Las Grayas compartían un solo ojo y un solo diente, que se turnaban para usar. Al robarles el ojo mientras se lo pasaban entre ellas, el héroe Perseo las obligó a decir el paradero de las ninfas que poseían los tres objetos necesarios para matar a Medusa: las sandalias aladas, la kíbisis y el casco de Hades (Apd. II 4.2).

Harpias (Ἇρπυια, ‘que vuela y saquea’). Monstruos híbridos llamados a veces los sabuesos de Zeus. Tenían cuerpo de pájaro y cara de mujer, y arrebataban alimentos y seres vivos. 

Eran las hijas de Taumante y Electra, por tanto hermanas de Iris y Arce (Hesíodo Teogonía 265; Apd. I10; Hig. Prefacio), de Tifoeo (Val. Flaco IV 425) o de Taumante y Ozomene (Hig. Fáb. 14).

Homero menciona a la harpía Podarge, madre por el viento Céfiro, de los caballos de Aquíles, Janto y Balio (Il. XVI 148). Hesíodo menciona dos llamadas Ocípete y Aello. Las imaginaba como doncellas aladas y de hermoso pelo rubio, que volaban tan rápido como el viento y se lanzan en picado desde lo alto (Hes. Teog. 265). 

Esquilo las describe como monstruos repugnantes con alas, y las compara con las Gorgonas y con la Euménides (Esq. Euménides 50).

Virgilio describe seres con cuerpo de pájaro y cara de mujer; abominables sus excrementos, sus manos son garras, y sus rostros ojerosos de hambre insaciable. La harpía Celeno profetiza a los troyanos que pasarán un hambre que les obligará a comer a dentelladas hasta las mesas (Eneida III 216, aunque las mesas eran hogazas de pan).

Higino dice que tenían plumas, cabeza de gallo, alas y brazos humanos, con grandes garras; pechos, vientres y partes femeninas humanas (Fab. 14).

Hécate (Ἑκάτη)

Hécate, hija de Perses y Asteria, de donde se la llama Perseide (Apd. I. 2. 4; Ap. Rd. III 478); hija de Zeus y Deméter, enviada por su padre en busca de Perséfone (Escolio A Teocrito II 12); hija de Zeus por Ferea o por Hera (Tzetz. Sobre Licofrón 1175); hija de Leto o Tartaro (Proclo, Sobre Crátilo de Platón P. 112; Argonáticas órficas 975). 

Gobernaba en el cielo, la tierra y el mar. Otorgaba a los mortales riqueza, victoria, sabiduría, buena suerte a los marineros y cazadores, y prosperidad a la juventud y a los rebaños de ganado; pero todas estas bendiciones podrían al mismo tiempo ser retenidas por ella, si los mortales no las merecieran. Es la única entre los Titanes que retuvo este poder bajo el gobierno de Zeus, y fue honrada por todos los dioses inmortales. Durante la Gigantomaquia mató a Clitio (Hes. Teog. 411; Apd. I. 6. 2). Ella fue, además de Helios, la única divinidad que, desde su cueva, observó el rapto de Perséfone. Con una antorcha en la mano, acompañó a Deméter en la búsqueda de Perséfone. Cuando la encontró, Hécate permaneció con ella como su asistente y compañera (Himno homérico A Deméter). Se convierte así en una deidad del mundo inferior; pero esta noción no aparece hasta la época de los trágicos griegos. Se la describe como una divinidad poderosa y formidable, que gobierna las almas de los difuntos; ella es la diosa de las purificaciones y expiaciones, y está acompañada de perros estigios (Himno órfico I A Hécate; Ap. Rd. III 1211; Licofrón 1175; Horacio Sat. I 8. 35; Virg. Eneida VI 257). Por Forcos se convirtió en la madre de Escila (Ap. Rd. IV 829; comp. Hom. Od. XII 124). 

Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral y que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salvajes, sin ceñidor en su cintura y con una figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz (Himno órfico I, A Hécate). Ella misma también deambula con las almas de los muertos, y su acercamiento es anunciado por los lloriqueos y aullidos de los perros (Ap. Rd. III 529, 861, IV 829; Ov. Heroidas XII 168, Met. XIV 405; Estacio Teb. IV 428; Virg. Eneida IV 609; Diod. IV 45).

Keres. Demonios de la muerte de alas oscuras que acechaban los campos de batalla de los hombres y se alimentaban de la sangre de los hombres moribundos. Eran brujas pálidas y feas con manos con garras y dientes crujientes. 

La Keres son hijas de la Noche y hermanas de los Moiras (Teog. 211, 217), hijas de la Noche y Erebo (Hig. Pref. identifica a Ker con Letum; Cicerón en Sobre la naturaleza de los dioses, las Keres son las Tinieblas). Las Keres se describen espíritus oscuros y odiosos, que llevan a los hombres a las mansiones tristes del Hades (Il. II 859, III 454; Od. III 410, XIV 207). Ningún ser vivo puede escapar de ellas, aunque están bajo el poder de Zeus y los dioses, que pueden detenerlas en su curso o acelerarlo (Il. XII 402, XVIII 115; Od. XI 397). Cuando aparecen en las batallas se acompañan de Eris y Cidoimos vistiendo con ropas ensangrentadas y moviéndose como los hombres entre los heridos, a los muertos se llevan arrastrándolos por los pies (Il. XVIII 535). Los mortales huyen de ellas e intentan evitarlas (Il. III 32, XVI47).

Como las Erinias también castigan a los hombres por sus crímenes (Paus. V 19.1; Esq. Siete contra Tebas 1055; Ap. Rd. IV 1665). Las enfermedades epidémicas a veces se personifican como Keres (Himno Órfico XIII 12).

Lámpades (Λαμπάδες). Las Lámpades son ninfas del Inframundo que acompañan a Hécate y portan antorchas  (Alcmán, fr. 63). 

Leuce (Λεύκη, "White", se refiere al "álamo blanco"). Leuce es una ninfa, una hija de Océano, que fue secuestrada por Hades. Después de su muerte, fue transformada en un álamo blanco en el Elíseo. El álamo blanco era sagrado para Hades. Cuando Heracles regresó del inframundo, fue coronado con hojas de álamo. (Servio en Églogas IV 250 de Virgilio).

Macaria ('Mακαρία',  'bendecida'). Según el Suidas, es hija de Hades (no se menciona ninguna madre). Parece haber encarnado una muerte bendita; en el la Suidas se conecta su nombre con la figura retórica "vete a la bienaventuranza", en lugar de la miseria o la condenación, que puede ser eufemística, en la forma en que se hace referencia a los muertos como "los bienaventurados". La frase era proverbial para aquellos cuyo coraje ponía en peligro.

Melínoe (Μελινόη, de color μῆλον o membrillo). Melínoe, hija de Zeus o Hades, y de Perséfone quien presidió las propiciaciones ofrecidas a los fantasmas de los muertos. Un demonio espectral del que salió del Inframundo para aterrorizar a los hombres. Un lado de su cuerpo era negro como la tinta y el otro blanco como el hueso. Doncella infernal de azafranado peplo (krokopeplos), a la que dio a luz, en la desembocadura del Cócito, la venerable Perséfone en el sagrado lecho del crónida Zeus. Engañó éste a Plutón y se unió a ella con perfidia falaz, y en su furor desgarró la piel de dos colores de Perséfone, que empuja a los mortales a la locura con sus fantasmas aéreos, pues se manifiesta caracterizada en figura de apariencia impresionante, unas veces a la vista de todos, otras en medio de sombras, o bien también brillando en la oscuridad, mediante contactos hostiles en la noche tenebrosa. Diosa, soberana infernal, que envía el desvarío del alma a los confines de la tierra y muestra un rostro amable y piadoso a sus iniciados. (Himno órfico 71. A Melinoe).

◦  Menta (Minthe). Una vez fue una vez una doncella bajo la tierra, una ninfa del Cócito que yació en la cama de Hades; pero cuando violó a la doncella Perséfone de la colina del Etna, ella se quejó en voz alta con palabras arrogantes y enloqueció tontamente por los celos, y Deméter, enojada, la pisoteó con sus pies y la destruyó. Porque ella había dicho que era más noble de forma y más excelente en belleza que Perséfone de ojos oscuros y se jactaba de que Hades volvería con ella y desterraría a la otra de sus salones, tal enamoramiento saltó a su lengua. Y de la tierra surgió la hierba débil que lleva su nombre. (Opiano, Haliéutica 346).

Gorgira (Γοργύρα) u Orfne (Ορφνη), una ninfa lámpade de Hades, madre de Ascálafo con el río Aqueron (Ov. Met. V 533).

Quizá por los agradables silencios del río Leteo la Ninfas Avernales (ninfas del inframundo) se mezclan y se divierten; y Proserpina lo observa con una mirada de reojo (Estacio, Silvas II 6. 100).


Tableta triangular de bronce encontrada en Pérgamo. Representa a tres diosas coronadas, con su cabeza apuntando el ángulo y sus pies hacia el centro. El nombre de la diosa aparece sobre su cabeza: Dione (ΔΙΟΝΗ), Phoebe (ΦΟΙΒΙΗ) y Nyche (ΝΥΧΙΗ). Amibousa, una palabra que se refiere a las fases de la luna, está escrita debajo de los pies de cada diosa. Hechizos densamente inscritos enmarcan a cada diosa: las inscripciones alrededor de Dione y Nyche son voces mágicas, sílabas de encantamiento ("palabras mágicas") intraducibles. Melinoë aparece en una triple invocación que forma parte de la inscripción alrededor de Phoebe: "O Perséfone, O Melinoë, O Leucophryne".

Limos (Λιμός,  'hambre'). El demonio del hambre era una criatura hambrienta y desperdiciada con piel de pergamino y articulaciones hinchadas.

Limos es una de las hijas de la diosa Eris, que era la hija de Nyx (Teog. 227). En la Eneida de Virgilio, Limos es uno de los espíritus y monstruos que están a la entrada del Inframundo (Virg., Eneida 276). Séneca el Joven escribe que ella "yace con la mandíbula desgastada" por Cócito, el río de lamentación del Inframundo (Hércules Loco 276).

Su cabello era áspero, su rostro cetrino, sus ojos hundidos; sus labios blancos y costrosos; su garganta escamosa de caspa. Su piel de pergamino revelaba las entrañas del interior; debajo de su lomo hundido sobresalían sus caderas marchitas; sus pechos caídos apenas parecían pegados a las costillas; su estómago solo un vacío; sus articulaciones atrofiadas y enormes, sus rodillas como bolas, sus tobillos muy hinchados (Ov. Met. VIII 791).

En las Metamorfosis de Ovidio, se dice que Limos tiene su hogar en un páramo helado y sombrío en el extremo más lejano de Escitia, donde el suelo es estéril y nada crece. Deméter busca la ayuda de su poder opuesto, enojada con Erisictón porque cortó una arboleda que era sagrada para la diosa. A través de una ninfa oréade (ya que los dos opuestos nunca se pueden conocer en persona), Deméter le pide a Limos que maldiga a Erisictón con un hambre interminable.

Limos hace lo que Deméter ordena; a la medianoche entra en la cámara de Erisictón, envuelve al rey en sus brazos y respira sobre él, "llenando con ella su boca, garganta y pulmones, y canalizando a través de sus venas huecas su ansia de vacío". A partir de entonces, Erisictón se llena de un hambre insaciable que finalmente lo llevará a comerse a él mismo.

Menetes (Μενοίτης), el pastor de Hades.

Es el espíritu del inframundo que pastorea el ganado de Hades. La primera mención es en la Geroneida de Estesicoro (630 -550 a. C.). Menetes se dirige al gigante Gerión instándolo a pensar en sus padres y evitar una batalla con Heracles. (Fragmentos de la Gerioneida S11 - 12, Papiro Oxirrinco 2617). 

Cuando Heracles viaja a Eritía en su búsqueda del ganado de Gerión, acampó en el monte Abas. El perro Ortro lo olió allí y fue tras él, pero lo golpeó con su garrote, y cuando el pastor de vacas Euritión vino a ayudar al perro, también lo mató. Menetes, que estaba allí cuidando el ganado de Hades, informó de estos hechos a Gerión (Apd. II 5.10).

Cuando Heracles viaja al inframundo en su búsqueda del sabueso Cerbero, quiso suministrar sangre a las almas y sacrificó uno de los ganados de Hades. Su pastor, Menetes, hijo de Ceutónimo, desafió a Heracles a un combate de lucha libre. Heracles abrazó su torso y le rompió las costillas, pero lo dejó en el suelo a petición de Perséfone. (Apd. II 5.12).

Quimera (Χίμαιρα, significa 'cabra'). Quimera, un monstruo híbrido que escupe fuego.

Según Hesíodo (Teog. 319), era una hija de Tifoeo y Equidna, y tenía tres cabezas, la parte delantera de su cuerpo era la de un león y la parte trasera la de un dragón, mientras que la parte central era la de una cabra (Hom. Il. VI 180, XVI 328; Ov. Met. IX 646). Fue criada por Amisodaro, rey de Caria. Causó grandes estragos en todo el país y fue asesinada por Belerofonte. Virgilio (Eneida VI 288) la situa junto con otros monstruos a la entrada de Orco. La monstruosa Quimera despedaza a un sacrílego ladrón de templos por orden de Minos (Luc. Dial. de los muertos 24.1). 

El origen de la noción de este monstruo que escupe fuego probablemente debe buscarse en el volcán llamado Quimera, en Licia (Plin. HN II 106) o en el valle volcánico cerca del Cragus (Estrabón XIV p. 665), que se describe como el escenario de los eventos relacionados con la Quimera.

Quimera de Arezzo, una de las esculturas de animales más fascinantes y la obra maestra suprema de la fundición de bronce etrusca (ca. 400 a, C.). Museo arqueológico nacional de Florencia.

 

Ríos del Inframundo.

En la Odisea (Hom. Od. X 513) se mencionan cuatro ríos infernales: Estigia (detestable), Aqueronte (río del dolor), Cocito (rio de la lamentación, descrito como un afluente del Estigia) y Piriflegetonte o Flegetonte (río ardiente); el Leteo (río del olvido), fue añadido en la tradición posterior (Cf. Pl. Rep. 10.621c; Virg. En. VI 714).

Estigia, Cocito y Aqueronte tienen sus equivalentes en el mundo superior: Estigia, en Arcadia, Cocito y Aqueronte en Tesprotia al noroeste de Grecia (Paus. I 17.5). 
 

Aquerón (Αχέρων), el río del dolor.

En la Eneida (Virgilio, Eneida VI 297, con la nota de Servio) el Aqueronte es el principal río del Tártaro, de donde brotan el río Estigia y el Cocito. Aqueronte fue un hijo de Helios y Gea o Deméter, y fue metamorfoseado al río que lleva su nombre en el mundo inferior, porque había refrescado a los Titanes con bebida durante su guerra con Zeus. Ascálafo era un hijo de Aqueronte y la ninfa Orfne o Gorgira (Ov. Met. V 539). Su nombre también se utilizó, por extensión, como término poético para designar los Infiernos (Virg. En. VII 312).

El río Aqueronte de Tesprotia que pasaba por profundos desfiladeros en un paisaje agreste y en un punto desaparecía bajo tierra y formaba un pantanoso lago, el lago de Aquerusia (Tuc. I 46. 1), antes de emerger y desembocar en el mar Jónico. A orillas del Aquerón en Tesprotia había un oráculo de los muertos (Hdt. V 92.1).

Cocito (Kωκυτός), el río de llanto 

Las asquerosas aguas estancadas del Cocito yacen inertes. Aquí gime el buitre, allí el lúgubre búho y resuena el funesto presagio de la infausta lechuza. Se eriza un negruzco follaje en una oscura fronda en la cual sobresale el tejo, en el que no se asienta el perezoso Sopor, y el Hambre yace triste con los labios podridos y el Remordimiento tardío se cubre el rostro consciente de su culpa. (Séneca, Hércules loco 686).

Menta, que yació en la cama de Hades, fue una vez una doncella bajo la tierra, una ninfa de Cocito. (Opiano de Cilicia, Haliéutica III 485).

Lete (Λήθη), el río del olvido.

La personificación del olvido (Teog. 227) es hija de Eris. El río del olvido aparece por primera vez en la República de Platón como río de los Infiernos (Platón Rep. 621a). Las almas olvidan su vida pasada al cruzarlo (Pl. Rep. X 621; En. VI 714) o al beber de sus aguas (láminas de Hiponion). Un pasaje de Teognis observa a partir de este hecho que Perséfone confiere el olvido, a los mortales perturbando su juicio, y Platón y Aristófanes hacen referencia a un campo del Olvido (Teog. 705; Arist. Ranas 186). Los recién llegados son privados de su memoria al beber un trago de sus aguas y por eso las almas reencarnadas no recordarían nada del otro mundo o de sus vidas previas. Las personas que habían fallecido recientemente que poseyeran el conocimiento necesario podrían abstenerse de beber de las aguas de Leteo y así retener toda su memoria y conocimiento. En una de las laminillas órficas de Hiponion, en el sureste de Italia (aprox. del 400 a.C.) se le indica al iniciado que evite un manantial que hay en el lado derecho, bajo un ciprés blanco, a la entrada del Hades, pero que por el contrario beba de las frescas aguas que fluyen desde el lago de Mnemósine (la Memoria). También el peregrino que deseara consultar el oráculo de Trofonio en Lebadea bebía de dos manantiales cercanos, primero del de Leteo, para aclarar su mente de cualquier pensamiento previo, y luego del de Mnemósine para así ser capaz de recordar lo que el oráculo revelaba (Paus. IX 39.4).

Laminilla de oro órfico (s.IV a. C.). Museo Getty, Los Ángeles.

Existe en el país de los cimerios, en un largo receso, una caverna, un monte cavo, la casa y los penetrales del indolente Sueño, en donde nunca con sus rayos, al amanecer, al mediodía o al atardecer, Febo puede acercarse. Nieblas con bruma mezcladas exhala la tierra, y crepúsculos de dudosa luz. Allí la vigilante ave allí, con los cantos de su encrestado busto, no evoca a la Aurora, ni los perros con su ladridos rompen los silencios, ni el más sagaz ganso. La muda quietud lo habita. De una roca, aun así, honda, sale el arroyo del agua del Olvido, el cual, con su murmullo resbalando, invita a los sueños su onda con sus crepitantes guijarros. (Ov. Met. XI 602).

En el Hades, Eneas divisó en lo profundo de un valle, un bosquecillo apartado cuyas ramas se agitaban con el viento, y el río Leteo pasando por los lugares tranquilos. Por los alrededores revoloteaban una multitud de fantasmas. Son las almas que están destinados a la reencarnación; y ahora en el arroyo del Leteo están bebiendo las aguas que sacian los problemas del hombre, la profunda corriente del olvido. Vienen en multitudes al río Leteo, para que, con la memoria lavada, puedan volver a visitar la tierra arriba. (Virgilio, Eneida VI 705).

En el interior de una inmensa hoya se desliza manso el Leteo con plácida corriente y hace olvidar las inquietudes y, para no ofrecer posibilidad alguna de regresar, retuerce su pesado caudal en múltiples renieltas: como el Meandro sin rumbo fijo juega con sus aguas errantes y se aparta de sí mismo para luego volver a replegarse, sin saber si dirigirse hacia la costa o hacia la fuente. (Séneca, Hércules loco 680).

Existen varios ríos con el nombre de Leteo en el mundo superior. El Leteo es el manantial cerca del oráculo de Trofonio (Paus. IX 39.4). El río Leteo situado en el límite de la tierra conocida se identifica con el río Limia en Gallaecia (Apiano, Historia de Roma VI Sobre Iberia, 71). Otros cuatro ríos Leteo: en Magnesia junto al Menandro, en Gortrina (Creta), en Trica (Tesalia) lugar de nacimiento de Asclepio; y en Libia de Hesperia (Natalis Comes, III 20).

Flegetonte (Φλεγέθων), el río de fuego.

Flegetonte (Virgilio: Eneida VI 265, 550; Estacio Teb. IV 522) o Piriflegetonte (Homero: Odisea X 313; Estrabón: V 244). Platón lo describe como una corriente de fuego, que se enrosca alrededor de la tierra y fluye hacia las profundidades del Tártaro (Platón. Fedón. 112b).

Deméter arrojó al rostro de Ascálafo agua de Flegeton, y así se transformó en un búho chillón (Ovidio, Metamorfosis V 543).

Eneas vio el Tartaro, la prisión de los condenados, ceñido con una pared triple y rodeado por una avalancha de llamas torrenciales, el Flegetón tártaro, que rueda a lo largo de rocas atronadoras. En el frente hay una puerta enorme, y pilares de sólido adamante, que ningún poder del hombre, ni siquiera los hijos del cielo, podrían desarraigar en la guerra; hay una torre de hierro, altísima, y Tisífone, sentada, envuelta en un manto ensangrentado, vigila el portal noche y día sin dormir (Virgilio, Eneida VI 548).

Estigia (Στύξ), el río de los juramentos.

En la Teogonía (Hes. Teog. 183) se menciona sólo a Estigia, que corre hacia las profundidades desde el océano tomando una décima parte de su agua. Los dioses juran solemnemente tomando sus aguas por testigo.

El río Estigia de Arcadia que tenía una caída de muchos metros por una escarpada pendiente cerca de Nonacris (las cataratas Mavronero) de modo similar a como Hesíodo relata la manera en la que el río infernal fluye cayendo desde un enorme precipicio. Heródoto menciona que los arcadios hacían juramentos en su nombre y creían que las aguas del río infernal desembocaban en él (Hdt. VI 74). Pausanias da cuenta, por ejemplo, de la creencia de que podían dar muerte a los animales y humanos que bebían de ellas, y que tenían el poder de disolver o corromper casi todo, incluido el cristal, el ágata e incluso la cerámica. Una tradición afirmaba que Alejandro Magno fue envenenado con agua de la Estigia, enviada a Asia en una pezuña de caballo, la única sustancia a la que no afectaban sus poderes (Paus. VIII 18.4).

Tisífone (Τισιφόνη), fue una de las tres Erinias o Furias.

Virgilio la describe como la guardiana de las puertas del Tártaro, "vestida con un vestido empapado de sangre" (Eneida VI 268) y látigo en mano, salta vengadora y azota a los culpables, y azuzando con la izquierda el manojo de sus horrendas sierpes llama en su ayuda a la tropa feroz de sus hermanas (En. VI 570). Sin embargo en la Eneida XII 845, Megera habita en el Infierno y sus dos hermanas guardan el trono de Júpiter. 

Ovidio la describe como una habitante de Dis que viste una túnica roja que gotea y que tiene una serpiente enrollada alrededor de su cintura. A instancias de Juno, Tisífone vuelve locos a Atamante e Ino con el aliento de una serpiente extraído de su cabello y un veneno hecho de la espuma de la boca de Cerbero y el veneno de Equidna (Metamorfosis IV 464).

Tisífone tiene un papel destacado en Tebaida de Estacio, donde estimula la guerra entre Polinices y Eteocles a instancias de su padre, Edipo. En una escena extrañamente pastoral, Tisífone aparece por primera vez en el épico descanso junto al río Cócito en el inframundo, dejando que sus mechones de serpientes beban las aguas sulfúricas (Tebaida I 46).

Tisífone se enamoró una vez de un joven muy hermoso que se llamaba Citerón, y no pudiendo contener la impaciencia de sus deseos, le declaró su afecto en una carta, que no tuvo ninguna respuesta. La Furia, fracasando en su plan, soltó una de las serpientes de sus cabellos y la arrojó sobre el joven que estaba criando sus ovejas en la cima de la montaña Asterión. La serpiente enroscada alrededor de su cuello lo estranguló hasta la muerte (Plut., Sobre los ríos 2).


2) Demonios terrenales:

Los «démones sub lunares», esto es, debajo de la esfera divina; son semejantes a las almas, pueden experimentar placer y dolor (Jenocrates fr.15 Heinze). Entre estos daímones hay seres malvados, sedientos de sangre y sexualidad. Estos daímones, como su función se relaciona con las cosas impuras, son a su vez «impuros» ellos mismos.

Demonios asustadores de niños:

Alfito. (Ἀλφιτώ, harina blanca).

Una mujer blanca como la harina que era utilizada para asustar a los niño y lograr que se comportasen correctamente (Plutarco, Moralia, Sobre las contradicciones de los estoicos 1040B). Su nombre puede estar relacionado con la harina blanca (alfita) y con la alfitomancia, método adivinatorio para lograr la confesión de un reo dándole a comer una holgaza de pan de cebada, a la cual se le habían practicado ritos mágicos, resultando culpable si le sentaba mal.

Acco (Ἀκκώ, Ἀκκός según Hesíquio y Μακκώ según Juan Tzetzes).

Acco era un demonio de aspecto femenino que los padres mencionaban a los niños para asustarlos y evitar que cometieran malas acciones. ‌ ‌‌ ‌ ‌ ‌ ‌‌ ‌‌‌‌

El origen del nombre tendría la misma raíz que el verbo akkìzomai ("hago muecas", "sonrío"). El nombre, de derivación protoindoeuropea con el probable significado de "madre", se transmite posteriormente a los etruscos y romanos donde se convierte en Acca que tiene en Acca Larentia a la persona más conocida. También penetró levemente en otros pequeños idiomas europeos (compárese con Madder-akka y Jabme-akka en la mitología sami).
 

Équeto. (ἔχω significa tener, por lo tanto significaría "el poseedor"; también podría ser una forma abreviada de Ἐχέτιμος, "honrado", "que tiene honor").

Rey de Epiro, hijo de Eucenor y Flogea (escolio a Odisea XVIII 35; el geógrafo Mnaseas ca. 200 a. C. vio a Équeto como un rey de los sicilianos), famoso por su violencia y crueldad. Se cuenta que el rey Équeto tenía una hija llamada Metope, que tenía un un amante secreto. Como castigo, Équeto mutiló al amante y cegó a Métope atravesándole los ojos con agujas de bronce. Luego la encarceló en una torre y le dio granos de bronce, prometiéndole que recuperaría la vista cuando los hubiera convertido en harina. Ahora se consume moliendo bronce en una oscura cabaña (Ap. Rd., Argonauticas IV 1093).

En la Odisea, el pretendiente Antinoo amenaza al mendigo Iro, que ha perdido su lucha contra Ulises disfrazado, con entregarlo al rey Équeto, quien le habría cortado la nariz, las orejas y los testículos y arrojado a sus perros (Od. XVIII 85). Posteriormente, Antinoo, uno de los pretendientes de Penélope, lo describe como el "destructor de todos los mortales" (Od. XXI 307). Eustacio en su escolio de la Odisea llama Amfisa a la hija y a su amante Emódico.

Se piensa que Équeto es una creación mitológica utilizada para asustar a los niños desobedientes o utilizada como el villano en los cuentos para dormir. No se sabe nada acerca de su naturaleza pero dos hechos orientan a pensar en su naturaleza sobrehumana. Primero su longevidad porque estaba vivo en tiempos de las Argonauticas (de Apolonio) donde ya tenía una hija casadera y seguía reinando en Epiro al final de la Odisea, que transcurre 30 o 50 años después. Segundo el poder devolver la vista a su hija si cumplía una determinada prueba, lo que indica un poder sobrenatural. 

Gelo (Γελλους παιδοφιλωτέρας, Gelo monstruo amigo de los niños). Se trata de fantasmas crueles, capaces de matar a la gente. Safo la mencionó en el siglo VI a.C., implicando que era temida por los niños.

"Más cariñoso con los niños que Gelo" es un dicho que se aplica a las mujeres que mueren prematuramente (aōros), o a las que les gustan tanto los niños que los arruinan con su crianza. Porque Gelo era una doncella que murió prematuramente  y, como dice la gente de Lesbos, su fantasma persigue a los niños pequeños y ella es la culpable de las muertes prematuras. 

Zenobio contó en el siglo II d.C. que Gelo era una joven que murió virgen, volviendo como un fantasma para dañar a los hijos de otros. Hesiquio de Alejandría la definió como un fantasma (eidolon) que atacaba a las vírgenes y a los niños recién nacidos. 

Se desarrolló  a partir de la historia de una sola mujer en la antigua Grecia. Junto con Lamia y Mormo, convirtiéndose en un tipo de demonios o apariciones.

 

Amuleto judio encontrado en Arbel (s. V-VI d.C.). En una de las caras del colgante aparece la figura de un jinete a caballo, representado en el acto de lanzar a una figura femenina en el suelo, identificada como Gello. La figura está rodeada por la inscripción en griego ‘El único Dios que vence el mal’. Bajo el caballo se encuentran las letras griegas IAWΘ (equivalente al hebreo YHWH).

Amuleto bizantino contra Gelo. Schumberger 1892, nº1. La leyenda pone "Huye odiada Solomón te persigue, Sisinnio y Sisinnario".

Glauce:

Glauce era la hija del rey Creonte de Corinto. Con ella se casó Jasón abandonando a Medea. Ésta, para
vengarse, le envió un vestido que envolvió a Glauce en fuego cuando se lo puso. Glauce se arrojó a la fuente que se encuentra en el camino desde el ágora a Sición, pensando que el agua sería un remedio contra las pócimas de Medea. Más arriba de esta fuente está el llamado Odeón, y junto a él está el sepulcro de los hijos de Medea; Mérmero y Feres, y se dice que ellos fueron apedreados por los corintios a causa de los regalos que le llevaron a Glauce. Como su muerte fue violenta e injusta, Glauce aniquilaba a los niños pequeños de los corintios, hasta que por vaticinio del dios se establecieron sacrificios anuales en su honor y se erigió una estatua de Deima (Terror). Ésta todavía existe; es la figura de una mujer que inspira terror. (Paus. II 3.7).

Lamia (Λάμια).

Un demonio femenino del inframundo o ser vampírico del séquito de Hécate. Originalmente era una reina libia, de gran belleza e hija de Belo. Zeus la amaba, y Hera, en sus celos, le robó a sus hijos. Lamia, por venganza y desesperación, robó a otros sus hijos y los asesinó; y la crueldad salvaje a la que ahora se permitía la volvía fea, y su rostro se deformaba terriblemente. Zeus le dio el poder de quitarse los ojos de la cabeza y volver a ponerlos (Diod. XX 41). Para algunos escritores antiguos se trataria de la madre de la monstruosa Escila (Eustacio, escolio sobre Homero P. 1714; Arist. De Mor. 7.5).

En épocas posteriores, las Lamias fueron concebidas como hermosas mujeres fantasmales, que por voluptuosos artificios atraían a los hombres jóvenes, para disfrutar de su carne fresca, juvenil y pura y sangre. Así eran en la antigüedad lo que son los vampiros en la leyenda moderna (Horacio, De Art. Poet. 340; Isidoro, Orig. 8.11; Apuleyo, El asno de oro I P. 57).

Mormo (griego antiguo: Μορμώ, Μορμών).

Era un monstruo que mordia a los niños malos (se le dice a un niño pequeño "Mormo, caballo muerde", es decir: "Coco, caballo, pupa", aparece en Teocrito Idilios 15.40), y, se decía que Mormo había sido compañera de la diosa Hécate. Era una criatura parecida una vampiresa en historias contadas a los niños griegos por sus niñeras para evitar que se portaran mal (Aristófanes Arcanianos 582, La Paz 474). La Mormo original era una mujer de Corinto, que se comió a sus hijos y luego salió volando; según un relato sólo atestiguado en un escolio a Aristides (Dindorf, p. 41). Mormo raptaba a los niños en venganza de la reina Lestrigones que fue privada de sus hijos (escolio a Teocrito Idilios 15.40).

Durante la guerra del Peloponeso, los aliados de los espartanos temían a los peltastas atenienses como los niños a Mormo (Jenofonte, Helénicas IV 4.17). Existe una referencia a Mormo en la Alexiada (Ana Comneno, Alexiada I 12), lo que viene a demostrar que Mormo todavía asustaba a los niños durante la época bizantina. .

La variante mormolyce se traduce como "lobos terribles", con la raíz -lykeios que significa "de un lobo". Mormolyce es uno de los nombres dados a la empusa (Filóstrato Vida de Apolonio IV 25). Mormolyca (como aparece el nombre en Griego dórico: μορμολύκα) es el nombre de la ama de leche (en griego: τιθήνη) de Aqueron por Sofrón (ca. 430 a.C.) (Sofron frag. 9, ed. Kaibel). 

Espiritus burlones:

Cabiros:

Los Cabiros eran dioses gemelos (daimones) que presidían las danzas orgiásticas de los misterios de Samotracia en honor a las diosas Deméter, Perséfone y Hécate. Eran famosos obreros metalúrgicos, hijos enanos del dios Hefesto, que servían a su padre en su fragua de Lemnos. Al igual que su madre Cabiro, la pareja también eran divinidades marinas que acudían en ayuda de los marineros en peligro.

Según Clemente, los Cabiros eran tres, pero dos de los hermanos cometieron un acto de fratricidio. Posteriormente, la pareja recuperó el falo de Zagreo que había sido desmembrado por los titanes y lo establecieron en el santuario de los misterios.

Los Cabiros se identifican estrechamente con una serie de otros daimones: los Curetes de Creta, los Dáctilos de Troya y los Coribantes frigios. Según algunos, los Cabiros de Samotracia eran un grupo más grande de deidades que incluía no solo a los hijos de Hefesto, sino también a varios hijos del dios Apolo. Ambos grupos fueron retratados como guerreros danzantes de las orgías que chocan con los escudos.

La primera mención de los Cabiros está en el drama perdido de Esquilo, titulado Los Cabiros, en el que el poeta los pone en contacto con los argonautas en Lemnos (Ateneo, El banquete de los eruditos X 33. 428F). Esquilo presentó por primera vez a los borrachos a la vista de los espectadores de la 'tragedia' (quizá drama satírico), en la que representaba a Jason y su compañeros como borrachos. En un fragmento trata de la recepción hospitalaria de los argonautas por parte de los cabiros, quienes les proporcionaron vino en abundancia al desembarcar en Lemnos, la primera parada del Argo en su viaje hacia el este.

Algunos consideran a los Coribantes hijos de Crono, mientras que otros afirman que eran hijos de Zeus y de Calíope, y los identifican a los Cabiros; éstos habrían dejado su lugar de origen para ir a Samotracia, que anteriormente se llamaba Mélite, y sus actividades se caracterizaban por el secreto de los misterios. Acusilao de Argos afirma que de Cabiro y Hefesto nació Cadmilo, y que éste fue el padre de tres Cabiros y las ninfas Cabírides. Ferecides se refiere por una parte a nueve Cirbantes, que serían hijos de Apolo y Retia y que se habrían establecido en Samotracia, y por otra a la unión de Cabiro, hija de Proteo, y Hefesto, de la que nacerían los tres Cabiros y las tres ninfas Cabírides, unos y otras objetos de culto.

Herodoto (III 37) cuenta que Cambises saqueó el templo de los Cabiros y se burló de sus estatuas. Compara a los Cabiros con los Patecos, hijos y ayudantes de Ptah (equivalente a Hefesto) y protectores de los trabajos metalúrgicos que se representan como enanos con la cabeza calva o con cabeza de halcón, desnudos y con las manos en la cintura.


El geógrafo Estrabón explica (Geografía  X 3. 21) que en Lemnos, la madre (no había padre) de los Cabiros era Kabeiro (Καβειρώ), una hija de Nereo (uno de los "ancianos de la mar ") y una diosa a quien los griegos podrían haber llamado Rea. Algunas personas piensan que los coribantes son los hijos de Cronos, otros que son los hijos de Zeus y Calíope, que los coribantes fueron a Samotracia y fueron lo mismo que los llamados Cabiros. Pero como se conocen generalmente las acciones de los coribantes, mientras que no se sabe nada de los cabiros samotracios, estas personas están obligadas a recurrir a decir que las acciones de estos últimos coribantes se mantienen en secreto o son místicas. Demetrio de Escepsis afirma que nada fue revelado en los misterios ni de los hechos de los Cabiros ni de que hayan acompañado a Rea o de que hayan criado a Zeus y Dionisio.


Los escritores áticos de este período no ofrecen nada de importancia sobre los Cabiros, pero dan a entender que sus misterios fueron especialmente calculados para proteger la vida de los iniciados (Aristófanes, La paz 298). Escritores posteriores al hacer la misma observación no mencionan el nombre Cabiros, pero hablan de los dioses samotracios en general (Diod. IV 43, 49; Calímaco Ep. 36; Luciano, Ep. 15). Hay varios casos conocidos de amantes que juraron por los Cabiros fidelidad mutua (Juvenal, Sátiras III 144; Himerio, Ora. I 12). En el Suidas (v. Dialamdanei) se menciona el caso de una joven que invoca a los Cabiros como sus vengadores contra un amante que había roto su juramento. De estos juramentos no podemos inferir más del carácter real de los Cabiros que el hecho de que protegen las vidas de los iniciados; rasgos que tienen en común con varias otras divinidades. 

Los nombres de los Cabiros. En las Dionisiacas, cuando Rea convocó a los daimones para que se unieran al ejército de Dioniso en  su campaña contra los indios, en primer lugar desde Lemnos, la montaña de la ignea cumbre, la llamada que se convocaba junto a la mística antorcha de Samotracia, hizo que los dos hijos de Hefesto, los Cabiros vistieran sus armas. Los dos hijos de Hefesto que la tracia Cabiro había dado a luz al herrero celestial, Alconte y Eurimedonte, muy hábiles en la fragua, que llevan el nombre tribal de su madre (Nono 14.17). Calímaco menciona a uno de los Cabiros de nombre Ones. Y a escondidas junto a la fragua de Hefesto se criaron y aprendiendo a trabajar con los martillos (Aitía 115). En Tebas, junto a la puerta Neista, existió un día una ciudad y unos hombres llamados Cabiros, y cuando Deméter vino a conocer a Prometeo, uno de los Cabiros, y a Etneo, su hijo, les confió algo para que lo guardaran (Paus. IX 25.5).

El "carro" de los Cabiros (Nono XXIX 193). En la Dinonisíaca, los dos hijos de la lemnia Cabiro, se lanzaron en delirio a la bacanal del combate. Sus ojos lanzaban las chispas congénitas que, con aliento de fuego encamado habían heredado de su padre Hefesto. Poseían un carro de adamante, cuyos potros hacían resonar los cascos broncíneos arañando el polvo y lanzaron un fiero relincho desde sus gargantas. Su padre Hefesto los había fabricado con arte inimitable y respiraban fuego amenazador por entre los dientes. 

Cércopes:

Eran traviesas criaturas de los bosques que vivían en las Termópilas o en Eubea, pero vagaban por el mundo y podían aparecer en cualquier lugar donde ocurriesen travesuras. Eran dos hermanos, pero sus nombres cambian —Pásalo y Acmón, Oíos y Euríbato o Silos y Tribalos— dependiendo del contexto, si bien suelen ser considerados hijos de Tea, hija de Memnón, y Océano, y por tanto espíritus antiguos. Eran proverbiales mentirosos, tramposos y brillantes truhanes (Suidas).

En Lidia, durante la época en la que Heracles era esclavo de Ónfale, los Cercopes intentaron robarle sus armas, a pesar de la advertencia de su madre para que evitasen al «gran trasero negro» (melampigo). Heracles les castigó colgándolos cabeza abajo de un palo que se echó al hombro. Así vieron los Cercopes el trasero bronceado tras años de exponerlo al sol de Heracles y se echaron a reír con tantas ganas que éste, divertido, terminó liberándolos (Apd. II 6.3).

En otro mito, concebido para explicar su nombre (‘hombres con cola’ en griego), Zeus los transformó en monos (Ovidio, Metamorfosis XIV 89).  

Hércules y los Cércopes. Metopa del templo de Selinunte.
 

Kóbalos: 

Kóbalos era una criatura traviesa aficionada a los mortales engañosos y aterradores. Se representan a los kobaloi como pequeños duendes tramposos de naturaleza fálica. Eran compañeros de Dioniso y, como aiolomorfos - cambiaformas - podían disfrazarse de Dioniso. Una vez robaron a Heracles mientras él dormía. Los capturó en venganza, pero se compadeció de ellos cuando los encontró divertidos y se los regaló a la reina lidia Ónfale.

El demon Coalemos (puede derivar de koeô y êleos que significan "escuchar tonterías", escolio a Aristófanes, Los caballeros 198)) puede estar relacionado con el Kobalos. En Aristófanes (Aves 220) se ofrece una libación a Coalemos el dios de la tupidez y cuida de luchar con fuerza. En Plutarco (Vida de Cimón 4, 3) un hombre tenía la mala fama de ser disoluto y baboso, y de parecerse a su abuelo Cimon, por su sencillez, fue apodado Coalemos, el estúpido.

Los padres contaban cuentos de los kobalos para asustar a los niños para que se comporten. El kobalos está relacionado con otros dos seres, los Cabiros y los Cércopes. Los cabiros son pigmeos con falos grandes y eventualmente se equipararon con los cobalos.  Los nombres de muchos espíritus europeos pueden derivarse de la palabra 'kobalos'. La palabra llegó en latín como 'cobalus', luego posiblemente en francés como 'gobelin'. De esto pueden derivarse los ingleses 'goblin' y galés 'coblyn'.

Se pensaba que los kobalos vivían en Eubea o cerca de las Termópilas. 

Demonios familiares:

El espíritu del hombre después que ha salido del cuerpo se trasforma en una especie de demonio que los antiguos latinos llamaban lemures. Las almas de aquellos difuntos que habían sido buenos y tenían cuidado y vigilancia sobre la suerte de sus descendientes, se llamaban lares familiares pero las de aquellos otros inquietos, turbulentos y maléficos que espantaban los hombres con apariciones nocturnas se llamaban larvae y cuando se ignoraba la suerte que le había cabido al alma de un difunto, es decir, que no se sabía si había sido trasformada en lar o en larva, entonces se la llamaba manes (Apuleyo, El dios de Sócrates).

Figurillas de Lares portando un ritón y una patena. Las familias romanas sentían una gran veneración por los lares, que representaban en forma de pequeñas estatuas. Museo aqueológico nacional de Nápoles. 

Lares:

Lar es un nombre etrusco y significa señor, rey o héroe. El culto de los lares en Roma estaba estrechamente relacionado con el de los manes, y era análogo al culto a los héroes o los daimones de los griegos y como tales poseían un dominio material limitado. Los Lares pueden dividirse en dos clases, los lares domésticos (Lar familiaris) y los lares públicos o estatales.

Los lares públicos eran los lares praestites «los que están delante» y los lares compitales o «de las encrucijadas», protectores de la ciudad. Los lares rurales eran venerados en el campo y su origen probablemente se remonta a ciertos héroes que en algún momento beneficiaron a la república (Cic. Leyes 2.11). Los lares viales protegían a los viajeros que los adoraban en las carreteras (Plaut. Merc. 5.2, 22). Los lares marini o permarini, protegían a los marinos y P. Emilio les dedicó un santuario en recuerdo de su victoria naval sobre Antíoco (Liv. 40.52). Los lares grundules recibieron un altar y culto por Rómulo o Eneas donde una cerda produjo un prodigioso parto de 30 lechones (Dionisio de Halicarnaso, I 57, 1; Virgilio, Eneida III 390; VIII 43 y 81) que representan las 30 ciudades de la liga Latina fundada por Eneas (Licofrón, Alejandra 1255) o quizá las 30 curias de Roma.

Los lares familiares eran los manes de una casa elevados a la dignidad de héroes. Mientras la casa fue el lugar donde se enterraba a los muertos (Servio, Comentario a la Eneida V 64, VI 152), los manes y lares fueron casi idénticos, aunque los manes estaban más estrechamente relacionados con el lugar del entierro (diis manibus) mientras que los lares eran más particularmente las divinidades que presidían el hogar.

Lar familiaris.

Los lares domésticos estaban encabezados por el Lar familiaris, quien fue considerado como el primer creador de la familia, correspondiendo en cierta medida con el héroe epónimo griego (ἥρως ἐπώνυμος).

En el reinado de Tarquinio Prisco, se dice, apareció en su hogar una semejanza del órgano generativo masculino en medio de las cenizas. La esclava Ocrisia, una sirvienta de la reina Tanaquil, que casualmente estaba sentada allí, se levantó de su asiento en un estado de embarazo y se convirtió en la madre de Servio Tulio, quien eventualmente sucedió en el trono. También se afirma que mientras el niño dormía en el palacio, se vio una llama jugando alrededor de su cabeza; la consecuencia de lo cual fue que se creía que el lar de la casa era su progenitor (Dionisio Hal. IV.2 cf. Tabla de Lyon. ILS, 212.I.8-27). Fue por este motivo que se instituyó la Compitalia, juegos en honor a los Lares (Plin., H.N. 36.70).

Las referencias a la práctica religiosa doméstica a menudo emparejan a los Lares con los Penates. Los Penates, aunque también espíritus guardianes domésticos, eran más específicamente protectores del amo de la casa y de su familia inmediata. El Lar familiaris, en cambio, protegía a todos los miembros del hogar, libres o esclavos, y estaba asociado a un lugar en particular, por lo que no acompañaba a una familia que se trasladaba. La tradición sostiene que el Lar de una familia ayudaría generosamente a quienes lo honraran con devociones y sacrificios, pero le daría la espalda a quienes no le daban las gracias o lo descuidaban.

Una historia sobre estos espíritus ocurre en la Aulularia de Plauto (254 - 184 a. de C.). Un abuelo le ruega a su Lar que esconda el oro de la familia, por lo que Lar lo entierra en la chimenea. Cuando el abuelo muere, el Lar no le muestra al hijo dónde estaba escondido el oro porque el hijo nunca se había acordado de honrar al Lar. Los Lares mantuvieron el oro escondido hasta que Euclio, el nieto del hombre, tuvo una hija que estaba lista para casarse, pero no tenía suficiente dinero para una dote. Euclio, un avaro espantoso, también descuidó al Lar. Pero su hija tenía era mucho más piadosa y se había quedado embarazada de un hombre cuyo nombre no conocía. El espíritu pone en marcha una complicada cadena de acontecimientos mediante los cuales Euclio encuentra el oro, pero al final ve el error de sus avaros caminos y se lo concede a su hija como dote. Plauto describe al Lar Familiaris como una figura joven y esbelta vestida con botas altas, túnica corta y una ropa interior con cinturón. Las guirnaldas adornan su cabeza y es ágil, elegante y ágil.

El Lar familiaris era inseparable de la familia; y cuando estos últimos cambiaban de domicilio, los Lares marchaban con ellos (Plaut. Trin. 39).

El larario​ es un pequeño altar sagrado de la antigua vivienda romana donde se realizaban las ofrendas y oraciones a los dioses lares. El genius loci a menudo se representaba por una serpiente y apartir de Augusto se identificó con los dioses lares.


Mater larum:

Los registros de los sacerdotes Arvales, escritos en una forma de latín primitivo, nombran una Madre de los Lares (Mater Larum). Sus hijos son invocados por la oscura y fragmentaria fórmula del Himno Arval (Carmen Arvale): «enos Lases iuvate» ("ayúdanos, Lares").  

Ovidio (43 a. C. - 17 d. C.) trasmite un mito de origen para Mater Larum como una ninfa una vez locuaz, Lara o Larunda, cuya lengua es cortada como castigo por su traición a los amores secretos de Júpiter y Juturna. Lara se convierte así en Muta (la muda). Mercurio la lleva a la morada de los muertos en el inframundo (ad Manes); en este lugar de silencio ella se convierte en Dea Tacita (la silenciosa). En el camino, la deja embarazada y da a a luz a dos gemelos, los lares (Ov., Fast. II 583).

Lemures y larvas:


Lémures, espectros o espíritus de los muertos, que los romanos creían que regresaban al mundo superior y dañaban a los vivos. Algunos escritores describen a los lémures como el nombre común de todos los espíritus de los muertos (Apul., El dios de Sócrates P. 237; Serv. Sobre la Eneida III 63; Ov. Fast. V 483), y dividen a todos los lémures en dos clases: las almas de los que han sido buenos se convierten en Lares, mientras que las de los malvados se convierten en Larvas, pero la idea más común era que los lémures y las larvas eran los mismos (Agustín, La ciudad de Dios IX 11). Se dice que los lémures deambulan de noche como espectros y atormentan y atemorizan a los vivos (Hor. Ep. 2.2. 209; Pers. 5.185). Con el fin de propiciarlos y purificar las habitaciones humanas, se realizaban ciertas ceremonias en las tres noches del 9, 11 y 13 de mayo de cada año. El pater familias se levantaba a medianoche y salía por la puerta haciendo ciertas señales con la mano para mantener el espectro a distancia. Luego se lavaba la mano tres veces con agua de manantial, se daba la vuelta y se llevaba frijoles negros a la boca, que luego arrojaba detrás de él. Se creía que los espectros recolectaban estos frijoles. Después de haber dicho algunas palabras sin mirar a su alrededor, volvía a lavarse las manos, hacía ruido con palanganas de latón y gritaba a los espectros nueve veces: "¡Fuera, espectros de la casa!" Una vez hecho esto, podía mirar a su alrededor, ya que los espectros se volvían inofensivos. Los días en los que se realizaban estos ritos se consideraban desafortunados y los templos permanecían cerrados durante ese período (Ov. Fast. V. 419).

Las larvas serán representadas como esqueletos siniestros. A finales de la República se las representará en las lámparas sepulcrales, lápidas y copas, acompañando a otro tipo de muertos, como a los filósofos y otros personajes célebres. Estos esqueletos pueden danzar sin descanso, ser músicos y tocar instrumentos. Algunas veces aparece una mariposa, símbolo del alma, o jarras de vino, cornucopias, guirnaldas o fuentes conteniendo comida.

Los lemuria. Para aplacar el poder maléfico de los lémures, los romanos celebraban las Lemuria o Remuria el 9 de mayo (Ov. Fastos V 419). Ovidio expuso que el fantasma de Remo, hermano asesinado en sacrificio por Rómulo, se aparecía por la noche para atormentar, pidiendo un festival a la gloria de su nombre. También daba nombre al lugar donde fue muerto y enterrado, relacionado con la colina del Aventino, donde se celebraron las primeras fiestas en su honor. Los lémures con el tiempo pasaron a englobar a todas las personas fallecidas por asesinatos o muertes prematuras, y finalmente, a todos los difuntos.

Manes:

Los dii manes, "dioses manes" quizás significaban "los buenos", es el nombre general con el que los romanos designaban las almas de los difuntos y fueron adorados con honores divinos (Cicerón, Leyes II 9, 22; Ov. Fast. II 842; Hor. Carm. 2.8 .9).

Se les llamaba dii parentes "dioses padres" porque parentare significa rendir homenaje al difunto, para vengar su memoria si es necesario (El asno de oro VI 12).

Se les llamaba dii inferi, a partir de inferi «situados debajo» y de ferre «llevar», porque entonces llevan (ferunt) viandas al sepulcro los que tienen el derecho de celebrar una ceremonia fúnebre allí (Varrón 6.13). En un pasaje de Tácito, Agripina invoca a Claudio divinizado y a los manes infernales de los Silanos (Tácito, Anales XIII 14).

Se les llamaba dii animales «dioses de las almas» a los Manes porque los antiguos creían que los muertos se convertían en dioses en cuanto la llama los devoraba; y de ahí la consagración de los entierros: Diis Manibus Sacrum. Virgilio usa la palabra Manes para designar la morada profunda de los muertos (Eneida IV, 387 ; XI, 181 ; XII, 884) o el destino de los muertos en el inframundo (Eneida VI, 743).

Los juegos de gladiadores, originalmente celebrados en los funerales, pueden haber sido instituidos en honor a los Manes. Según Cicerón, los Manes podrían salir de las cuevas cercanas al lago Averno. 

El lapis manialis.Los muertos pueden regresar al mundo en fechas concretas: el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre, momentos en los que se ofrecían los frutos de la cosecha. Regresan a la ciudad a través del mundus cereris, oqurdad que comunica con el más allá. Esta cavidad permanece cerrada por el lapis manialis (piedra de los manes) que solo se abría en las fechas determinadas en que los muertos podían regresar.

Los Feralia. El 21 de febrero se celebraban los Feralia, festividad dedicada a agasajar a los Manes. La buena voluntad les es más grata que las ofrendas costosas; la profunda Estigia no alberga dioses codiciosos. Es suficiente con una teja cubierta de unas guirnaldas desplegadas, o unas semillas esparcidas, o un prudente pellizco de sal, o un pan mojado en vino puro y unas violetas sueltas: lo que vale un puchero tirado en medio de la calle. (Ov. Fastos II 533).

Estela funeraria de Licinia Amias. Necrópolis del Vaticano (Roma). S. III d. C. por debajo de la dedicatoria a los dioses manes aparece una fórmula cristiana en griego con las letras ΙΧΘΥC ΖΩΝΤΩΝ/ Ikhthus zōntōn (pez de los que viven)

Mana Genita:

En la antigua religión romana, Mana Genita es una diosa oscura que preside los nacimientos mencionada por Plinio (Plinio, H. N. 29. 14) y Plutarco (Cuestiones romanas 52). Plutarco deriva Mana del verbo latino manare, "manar" que el polígrafo Varrón (116 - 27 a. C.) relaciona  con la diosa Manía (La lengua latina IX, 60). Sus ritos se llevaban a cabo mediante el sacrificio de un cachorro lactante o una perra. Plutarco relaciona el sacrificio de la perra con el culto a la diosa Hécate y la práctica del sacrificio argivo de perros con el culto a Ilitía, la diosa del nacimiento.
Mana Genita se ha comparado con la osca Deiua Geneta (diosa del nacimiento), mientras que otros consideran que Genita Mana puede ser solo un epíteto vago como Bona Dea en lugar de un teónimo real.

Apuleyo (125 - 180) considera que la divinidad suprema, la reina de los Manes tiene muchos nombres (El asno de oro XI 5). Los frigios, primeros habitantes del orbe, le llaman diosa de Pessinunte y madre de los dioses; Minerva Cecropia para los atenienses autóctonos; Venus Pafia para los isleños de Chipre; Diana Dictymna para los saeteros de Creta; Prosérpina Estigia para los sicilianos trilingües; Ceres Actea para la antigua Eleusis; para unos es Juno, para otros Bellona, para los de más allá Ramnusia; los pueblos del Sol naciente y los que reciben sus últimos rayos de poniente, las dos Etiopías y los egipcios poderosos por su antigua sabiduría le honran con su verdadero nombre, la reina Isis.


Fantasmas

Los fantasmas en el mundo clásico a menudo aparecían en forma de vapor o humo, pero en otras ocasiones se los describía como sustanciales, apareciendo como habían sido en el momento de la muerte, con las heridas que los mataron. En la Odisea y la Ilíada de Homero, son descritos desapareciendo "como un vapor, balbuceando y gimiendo en la tierra". Los fantasmas para Homero no parecen ser especialmente temidos y tenían poca interacción con el mundo de los vivos aunque se les podía pedir consejos o profecías.

Hacia el siglo V a. C., los fantasmas griegos son descritos como seres aterradores que podían actuar con propósitos buenos o malos. Se creía que el espíritu de los muertos flotaba cerca del lugar de descanso del cadáver, y los cementerios eran lugares que los vivos evitaban (Platón, Fedón 81c). Los muertos debían ser llorados ritualmente a través de ceremonias públicas, sacrificios y libaciones, o de lo contrario podrían regresar para perseguir a sus familias. Los antiguos griegos celebraban fiestas anuales para honrar y aplacar a los espíritus de los muertos, a las que se invitaba a los fantasmas de la familia, y después de las cuales se les "invitaba firmemente a partir hasta la misma fecha el año próximo".

La obra de teatro Oresteia, del siglo V a. C., incluye la aparición del fantasma de Clitemnestra, uno de los primeros fantasmas en aparecer en una obra de ficción.

Para Ovidio (s.I a.C.) las sombras de los muertos que se han perdido en el camino descendente a la casa de Dite:

Deambulan las sombras exangües sin cuerpo y sin huesos, y unas frecuentan el foro, otras la residencia del déspota infernal, otras ejercen algunas habilidades, imitación de las que tuvieron en vida, (...) contra otras se ejecuta el castigo que les corresponde (Ov. Met. IV 440).

Los Lémures eran los espíritus de los muertos que una vez por año, coincidiendo con el festival de las Lemuria, en mayo (asi llamado por los antepasados, los  mayores), volvían a la tierra y a los que había que conjurar para que dejaran en paz a los vivos. La tradición tuvo su origen cuando Rómulo enterraba en la tumba los restos de su hermano Remo, asesinado por Céler. Sus padres adoptivos, el infortunado pastor Fáustulo y su esposa Aca, con e1 pelo suelto, humedecían con sus 1ágrimas los huesos abrasados. Al llegar a casa al caer la tarde, se arrojaron en el duro lecho y se apareció la sombra ensangrentada de Remo. El fantasma pide a su hermano el que señale en su honor la celebración de este dia. Quisieron abrazar a quien hacía tal encargo y alargaron los brazos: la sombra escurridiza se escapó de las manos que trataban de atenazarla. Cuando la imagen fugitiva se llevó consigo el sueño, los dos contaron al rey las palabras de su hermano. Rómulo llamó Remuria a aquel día, en que se cumple con el deber para con los antepasados enterrados (la primera letra áspera del nombre, se cambió a lo largo del tiempo en una ele suave). Por extensión se llamaron también «lémures» a las almas de los silenciosos. (Ovidio, Fastos VI 412).

Plutarco, en el siglo I d.C., describió el fantasma de un hombre asesinado en los baños de Queronea. Los fuertes y espantosos gemidos del fantasma hicieron que la gente del pueblo sellara las puertas del edificio.

Plinio (c. 50 d.C.) describe el embrujo de una casa en Atenas, que fue comprada por el filósofo estoico Atenodoro, que vivió unos 100 años antes. Atenodoro instaló su escritorio en la habitación donde aparecía el espectro y se sentó allí escribiendo hasta altas horas de la noche cuando fue molestado por un fantasma encadenado. Siguió al fantasma afuera donde indicaba un lugar en el suelo. Cuando Atenodoro excavó más tarde el área, se desenterró un esqueleto con grilletes. La inquietud cesó cuando el esqueleto recibió un entierro adecuado. Los escritores Plauto y Luciano también escribieron historias sobre casas encantadas.  

Luciano de Samosata en el siglo II d.C. en su novela satírica El amante de las mentiras, relata cómo Demócrito "el sabio de Abdera en Tracia" vivía en una tumba fuera de las puertas de la ciudad para demostrar que los cementerios no estaban obsesionados por los espíritus de los difuntos. Luciano relata cómo persistió en su incredulidad a pesar de las bromas pesadas perpetradas por "unos jóvenes de Abdera" que se vistieron con túnicas negras con máscaras de calaveras para asustarlo. 

Según Apuleyo (s.II d.C.) el alma humana, acabado su tiempo de servicio en la vida, abandona su cuerpo. A ésta en la antigua lengua latina se la llama a menudo Lémur. De entre estos Lémures, los que tienen a su cargo la protección de sus descendientes y posee la casa con su poder benévolo y tranquilo, son los Lares familiares; en cambio, los que por causa de sus malas acciones en la vida son castigados a vagar errantes, sin asiento fijo, como si fuera una especie de exilio, como vanos fantasmas para los hombres de bien, pero dañinos para los malvados, se llaman Larvas. (Apuleyo, El dios de Sócrates).

Características de los fantasmas

La imagen:

* Se describen como phasma (fantasma), eidolon (imagen especular de un ser vivo), eikon (ícono o imagen fija), opsis (visión, relacionada con los sueños), skia (sombras).

* Son incorpóreos, al tocarlos se desvanecen. Aquiles tendía sus brazos hacia Patroclo pero no podía tocarle; el alma, como el humo, bajo tierra se desvaneció entre susurros (Il. XXIII 99). Lo mismo sucedía cuando Ulises intentaba abrazar a su madre (Od. XI 205).

* Su apariencia recuerda al cuerpo físico. Así, Odiseo puede reconocer a Elpénor, a Tiresias, a su madre Anticlea; a Agamenón y a sus compañeros Aquiles, Antíloco y Ayax (Od. XI). 

* Son de color blanco, que recuerda a la palidez cadavérica, como el Tiresias que encuentra Menipo (Luciano, Menipo 21). Cuando se describen como negros, indica que son violentos o malignos como el fantasma de Temesa en la pintura de Olimpia (PAus. 6. 11).

El sonido:

* Patroclo habla de manera delicada en los sueños de Aquiles (Il. XXIII 62).

* El fantasma de Aquiles habla con voz potente a los dánaos (Eur. Hécuba 110).

* Los gritos y lamentos de los soldados y los relinchos de los caballos de la batalla de Maratón (Paus. I 32.4).

* El lamento aterrador de Damón en los baños de Queronea (Plut., Cimón 1.8). 

* El damon de César se aparece a Bruto y le habla en voz baja (Plut., Bruto 36. 5).

Almas errantes:

1. Aôroi: "privados del tiempo". Ahoros (ἄωρος,"prematuro"). Aquellos a los que se les privó de su período completo de vida se quedaron amargamente para perseguir en la tierra la vida de la que habían sido privados. En teoría, cualquier persona que muriera en la vejez por causas no naturales podría convertirse en un aôros, aunque como clase los aôroi tendía a conceptualizarse principalmente como fantasmas de niños o bebés.

Si el alma se separa del cuerpo contaminada e impura, por su trato continuo con el cuerpo y por atenderlo y amarlo, estando incluso hechizada por él, y por los deseos y placeres, hasta el punto de no apreciar como verdadera ninguna otra cosa sino lo corpóreo, lo que uno puede tocar, ver, y beber y comer y utilizar para los placeres del sexo, mientras que lo que para los ojos es oscuro e invisible, y solo aprehensible por el entendimiento y la filosofía, eso está acostumbrada a odiarlo, temerlo y rechazarlo... Así que el alma, deformada por lo corpóreo, se hace pesada y es arrastrada de nuevo hacia el terreno visible, por temor a lo invisible y al Hades, dando vueltas en torno a los monumentos fúnebres y las tumbas, en torno a los que se ven algunos fantasmas sombríos de almas; y tales espectros los proporcionan las almas de esa clase, las que no se han liberado con pureza, sino que participan de lo visible. (Platon, Fedon 81 c-d).

Se cree que las almas de los muertos insepultos no son aceptadas en el Inframundo hasta que hayan recibido los ritos debidos. Las almas que experimentan la muerte antes de su tiempo vagan hasta que completan el periodo restante que podría haber vivido si no fallecieran prematuramente (Tertuliano, De anima 56).

La bruja Canidia:

Canidia, ayudada por sus secuaces Sagana, Velia y Folia, ha secuestrado a un muchacho con cuyas visceras pretende elaborar un hechizo que le devuelva a su amante. Canidia inicia su conjuro de magia negra,  mientras Veya cava una fosa en la que el muchacho será enterrado hasta el cuello hasta
que muera de hambre. Canidia, después de invocar a las divinidades infernales, se queja del abandono de su amado Varo. Elabora un bebedizo infalible que lo haga volver a sus brazos. El infeliz muchacho, maldice a las criminales hechiceras: los dioses serán sus vengadores y él mismo se les aparecerá en la noche para atormentarlas y por fin, serán lapidadas y descuartizadas por la plebe, y sus restos dejados a merced de las aves carroñevas y las alimañas. (Horacio, Epodos 5).

2. Biaiothanatoi: "muertos por violencia". Estos incluyen a los criminales muertos y ejecutados, las víctimas de asesinato y los suicidios y por último, un fantasma también puede crear a otro.

Fantasma de Tesalia:

En Tesalia, un molinero que había descubierto al amante de su esposa escondido en la casa, lo ha castigado y expulsado. La mujer pide a una bruja la reconciliación con su marido o si fracasa, que mande un fantasma para matarlo. El fantasma de una mujer muerta a mano armada con el atuendo de los acusados y desfigurada por una indecible tristeza se presenta en el molino. Tiene un color amarillento y demacrado parecido a un cadáver; los pies descalzos y el cabello alborotado le caía por delante para ocultar el rostro, como el de los acusados que comparecen ante un juez. El fantasma se lleva al molinero a una habitación donde se encierran durante horas. Cuando los trabajadores del molino rompen la puerta, encuentran al molinero muerto, colgado por una sioga de una viga. El fantasma lo mató con la fuerza física superior (como en Flegón de Trales, Sobre los prodigios 2) o quizá el mero contacto con la mujer muerta suficiente por sí mismo para transmitir el estado de muerte, como un fantasma creando a otro). Después de su propia muerte violenta, el fantasma del molinero se aparece a su hija en un sueño. (Apuleyo, El asno de oro 9.29).

Damón de Queronea:

En el año 88 a. C., cuando los romanos estaban en campaña contra Mitrídates, un joven de Queronea llamado Damon se rebeló contra los romanos por causa de un romano, jefe de una cohorte que invernaba en Queronea que se había enamorado de él. Como no pudo atraerle con  persuasiones ni con dádivas, se tenía por cierto que no se abstendría de la violencia, mayormente hallándose abatida la ciudad y reducida a la pequeñez y la pobreza. Damón, por temor a estas circunstancias, y enfurecido a la vez, urdió un plan y junto con algunos de sus compañeros de la misma edad; se untaron  el rostro de ceniza por la noche y, tras haber bebido vino abundantemente por el día, cayeron sobre el romano, que estaba oficiando un sacrificio en el ágora, y le dieron muerte a él y a los pocos que le acompañaban. El Consejo de Queronea se reunió y los condenó a muerte, lo que sirvió a modo de  disculpa de la ciudad ante el cónsul Lucio Licino Lúculo. Por la tarde, cuando los magistrados de la ciudad cenaban juntos, Damón y los suyos irrumpieron en el palacio y los pasaron a cuchillo, y se dieron a la fuga abandonando la ciudad. Los ciudadanos entonces atrajeron mediante embajadas y decretos de disculpa a Damón, que estaba devastando la región con pillajes e incursiones y amenazaba la ciudad. Cuando regresó lo nombraron prefecto del Gimnasio. Un día, mientras se ungía en el calidario, lo asesinaron. Durante mucho tiempo se aparecieron fantasmas y se escucharon lamentos en aquel lugar, según dicen nuestros padres, y las puertas del baño fueron tapiadas por ello. Hasta hoy día, los que habitan cerca de allí creen que hay visiones y sonidos aterradores. Damón era descendiente del adivino Peripoltas de Tesalia, que condujo hasta Beocia al rey Ofeltas y a los pueblos sometidos a él. A los descendientes de su estirpe se les llaman «enhollinados», porque Damón se untó el rostro con ceniza para ejecutar su crimen. (Plut., Cimón 1.4).

Maschalismos:

Los maschalismos (μασχαλισμός) son las prácticas de hacer físicamente a los muertos incapaces de levantarse o perseguir a los vivos para vengarse de sus asesinos. Un método común era cortar los pies, las manos, las orejas, la nariz y atarlos debajo de las axilas del cadáver. La perforación de los pies del infante Edipo en el momento de su abandono puede tratarse una especie de maschalismos sobre un niño abandonado a la muerte. Clitemnestra realiza maschalismos en el cuerpo de Agamenón después de su asesinato, para evitar que se vengue de ella (Esquilo, Las coéforas; Sófocles, Electra). Jasón realiza maschalismos en el cuerpo del hermano de Medea , Apsirto después de asesinarlo a traición; además de cortarle las extremidades, Jason lame la sangre del muerto tres veces y la escupe tres veces en la boca del difunto (Argonáutica de Apolonio de Rodas).

3. Agamoi: "privados del matrimonio", son aquellos que no han podido disfrutar del matrimonio, sexo o maternidad. Tanto a los fantasmas masculinos como femeninos se les podría asignar esta categoría, aunque a los fantasmas femeninos se les consideraba particularmente tristes, puesto que el matrimonio y la maternidad eran los derechos definitorios de la mujer en la antigüedad.

La novia de Anfípolis:

Durante el reinado de Filipo II (359-36 a.C., conquistó Anfípolis en 357) el fantasma de Filinio, que estaba recién casada cuando falleció, mantiene relaciones durante tres noches con el inquilino de la casa de sus padres, llamado Macates. Los fantasmas desaparecen cuando el canto del gallo anuncia la mañana (Filóstrato, Vida de Apolonio 4.16). La nodriza de Filinio los descubre y avisa a los padres de la joven, Caritó y Demóstrato. Macates enseña a Caritó los regalos que le había dado Filinio, un anillo y un pectoral. La noche siguiente, los padres avisados por Macates se presentan en la habitación. Filinio reprocha a sus padres su curiosidad y se convierte en un cadáver (como Orfeo perdió la posibilidad de restaurar la vida de Eurídice, Virg. Georg. 4.443; Ov. Met. 10.1). Cuando abren la tumba familiar, notan la falta del cuerpo pero encuentran un anillo y un pectoral, regalos de Macates a Filinio el primer dia que se conocieron. Hilo, el augur, pide que el cuerpo se entierre fuera de las murallas de la ciudad y se realicen sacrificios a Hermes y a las Euménides. El huésped, Macates, a quien se había presentado la aparición, se dejó morir de desanimo (Flegón de Trales, Sobre los prodigios 1).

El fantasma de Polícrito:

Polícrito después de su elección como etolarca (líder de la confederación de Etolia), se casó con una joven de Lócride. Pero sólo estuvo tres noches con su esposa porque murió a la cuarta. Después de nueve meses, la viuda dio a luz a un hijo, que poseía, a la vez, el sexo masculino y el femenino. Asustada, llevó la criatura al ágora. Los especialistas opinaron que se trataba de una maldición divina, y que lo conveniente era llevarse a la madre y al hijo más allá de las fronteras del país y quemarlos. Entonces apareció Polícrito vestido con atuendos negros y reclamó a su hijo. Suplicó que debían apurarse a dárselo, porque los dioses infernales sólo le habían concedido unos instantes de libertad. Como el pueblo, asustado, vacilaba en acceder a su ruego, el fantasma cogió al niño, lo despedazó y lo devoró completamente, dejando solamente la cabeza,; y luego desapareció. Los etolios quisieron enviar una embajada a Delfos para consultar al oráculo. Entonces la cabeza del niño, que había rodado por el suelo, se puso a profetizar. Prohibió a los habitantes que enviasen la embajada a Delfos y predijo que habría una guerra. Pidió que no enterrasen la cabeza, sino que la depositaran en a la aurora. Al año siguiente se desencadenó una guerra entre etolios y acarnianos que produjo una gran masacre. (Flegón de Trales, Sobre los prodigios 2).

4. Ataphoi: “privados de entierro”

Cualesquiera que sean las circunstancias de la muerte, el alma no puede descansar sin los debidos derechos funerarios. Por ese motivo, Odiseo llama tres veces a las almas de sus compañeros muertos por los Cicones (Od. IX 62) y los atenienses construyeron cenotafios cerca de la orillla para los fallecidos en el mar, privados de las ceremonias fúnebres. No basta la mera inserción del cadáver en un agujero en el suelo y, de hecho, el ocultamiento de un cadáver precisamente de esta manera se presenta a menudo como el principal obstáculo para la paz de su alma. Los insepultos vagan a la orilla del lado vivo de la Estigia durante cien años antes de que puedan cruzar. Al otro lado del río, las almas se dividen en dos grandes grupos, según hayan muerto por causa natural o por violencia. En el primer grupo destacan las almas de los niños, privados de la dulce vida en sus mismos umbrales que continúan llorando y chillando. El grupo muerto por violencia se subdivide en cuatro: los ejecutados injustamente, los suicidas, los muertos por amor y los muertos en la batalla (Eneida VI 325).

Patroclo:

Aquiles encuentra el fantasma de su amigo Patroclo a través del sueño. Se están realizando los preparativos para un funeral magnífico y apropiado para el gran guerrero, pero al fantasma ya no le importa esto. Lo único que quiere son los ritos básicos para que pueda lograr la paz y unirse a los demás fantasmas. Los espíritus de los muertos parecen estar separados de la tierra de los vivos por un río y el fantasma mismo no parece saber si está en el Hades (Iliada XXII 62).

Elpénor:

Elpénor, marinero de Ulises, no era especialmente notable por su inteligencia o fuerza, pero sobrevivió a la Guerra de Troya. Fue el hombre más joven que sobrevivió al ataque de los Lestrigones. Mientras Odiseo se alojaba en Eea, la isla de Circe, Elpénor se emborrachó y se subió al tejado del palacio de Circe para dormir. A la mañana siguiente, al escuchar a sus compañeros hacer los preparativos para viajar al Hades, se olvidó de que estaba en el techo y cayó, rompiéndose el cuello, y murió en el acto. Cuando Odiseo llegó al Hades, Elpénor fue la primera sombra en encontrarse con Odiseo y le suplicó que regresara a Eea y le diera un entierro adecuados. Después de terminar su tarea en el inframundo, Odiseo regresó a Eea, incineró el cuerpo de Elpenor, lo enterró con su armadura y marcó la tumba con un remo de su barco. (Od. XI 51, su historia recuerda a la de Palinuro, piloto de la nave de Eneas).

Polites, el héroe de Temesa:

Odiseo, después de la toma de Ilión, llegó errante a Temesa con sus naves. Uno de sus marineros, Polites (Estrabón VI 1.5), que se había emborrachado, violó a una muchacha y fue lapidado por los nativos. Odiseo se despreocupó por su muerte y se marchó, pero el espíritu del hombre lapidado no dejaba nunca de dar muerte a los de Temesa ni de atacar a los de todas las edades, hasta que, cuando se disponían a huir de Italia, la Pitia no les permitió que abandonasen Temesa y les ordenó que se propiciaran al héroe y le construyesen un templo y le ofreciesen cada año como mujer la más hermosa de las doncellas de Temesa. Ellos cumplían lo ordenado por el dios y no tenían ya ningún temor del espíritu. Eutimo, pugilista de Locri, hijo del rio Cecino, después de vencer en la 74 olimpiada (484 a.C.)  regresó a Italia luchó contra el héroe. Había llegado a Temesa cuando se cumplían los rituales del espíritu, se enteró de lo que sucedía y sintió deseos de entrar en el templo y ver a la muchacha. Cuando la vio, se enamoró de ella. La muchacha le juró que se casaría con él si la salvaba. Eutimo se armó y esperó el ataque del dios. Venció en la lucha y el héroe fue expulsado del país y desapareció sumergiéndose en el mar. Eutimo tuvo una gloriosa boda y los hombres de allí se vieron libres para siempre del espíritu. Eutimo llegó a una vejez extrema y escapó de la muerte, partió de una manera diferente al resto de los hombro (Pausanías, Descripción de Grecia VI 6.5; Eliano, Historias curiosas VI 17). Eutimo de Locros recibió culto en vida (Plinio, H.N. VII 152).

Melisa:

Melisa fue la esposa de Periandro, tirano de Corinto (s. VII a.C.), hijo y sucesor de Cipselo. Asesinó a su esposa Melisa, hija de Procles, tirano de Epidauro, debido a las calumnias de las sirvientas (a las que después quemó vivas cuando descubrió que las acusaciones eran falsas). Desués del asesinato de su esposa, Periandro acudió al nekuomanteion del rio Aqueronte en el país de los Tesprotos, para invocar su fantasma y preguntarle donde había enterrado un tesoro un huésped suyo. Pero no contestó porque  tenía frío, estaba desnuda porque los vestidos que su marido había enterrado con ella no le valían porque no habían sido incinerados. Para demostrarle que era real le trasmitió que había introducido sus panes en un horno frío, es decir, abusó del cadaver de su esposa. Periandro hizo que todas las mujeres de Corinto acudieran con sus mejores galas al templo de Hera, les quitó los vestidos y los incineró en una fosa dirigiendo una plegaria. Entonces el fantasma de Melisa les indicó a los consultores donde estaba enterrado el dinero confiado al huésped. (Heródoto V 92, 2-4).

Demeneta:

Demeneta, esposa de Éucrates, siete días después de su incineración, se presentó en forma de fantasma y se sentó al lado de su esposo. Demeneta le reprochaba que no había incinerado una de sus sandalias de oro que había caído de su caja. El fantasma huyó al oír un perro ladrando. Buscaron la sandalia y la incineraron para cumplir su voluntad y quedar enterrada de todo. (Luciano, Filopseudes o El aficionado a la mentira 27).

Batalla de Maratón:

Los túmulos. En este demo del Ática desembarcaron los persas, fueron vencidos en la batalla y perdieron algunas naves cuando se hicieron a la mar (490 a.C.). Está la tumba de los atenienses en la llanura, y sobre ella las estelas con los nombres de los que murieron por tribus, y hay otra tumba para los beocios de Platea y otra para los esclavos; pues entonces por primera vez lucharon los esclavos. A los medos los enterraron porque es piadoso enterrar el cadáver de un hombre en la tierra, pero no se ha encontrado ninguna tumba. Allí no es posible ver ni un túmulo ni ninguna otra señal, pues debieron de llevarlos a un foso y arrojarlos de cualquier manera. Aquí también se encuentra el sepulcro del general ateniense Milcíades II, hijo de Cimón el Viejo, que murió más tarde, después de fracasar en Paros y a causa de ello fue llamado a juicio por los atenienses. Durante toda la noche se puede percibir el relinchar de los caballos y la lucha de los hombres. Nadie ha sido capaz de llegar allí a propósito para verlo directamente, solo cuando eso sucede sin que se busque o de cualquier otro modo no incurra en la ira de los espíritus. Los fantasmas continúan acechando el campo de batalla como muertos por la violencia, y los persas, como privados del debido funeral.

Los de Maratón honran a los que murieron en la batalla llamándolos héroes, a Maratón, por quien el demo tiene su nombre; y a Heracles, porque dicen que ellos fueron los primeros griegos que consideraron a Heracles como un dios.

Equetlo. Además, en la batalla se presentó un hombre de apariencia y equipo de campesino. Éste, tras dar muerte a muchos bárbaros con un arado, después de su hazaña desapareció. Cuando consultaron los atenienses el oráculo, no les respondió con respecto a él ninguna cosa, pero les ordenó honrar al héroe Equetlo. Tiene también un trofeo de mármol blanco. (Paus. I 32.4).

Los persas. Un ateniense, Epicelo, hijo de Cufágoras, vió la aparición de un gigantesco hoplita persa, cuya barba cubría todo su escudo, en medio de la batalla. La aparición pasó a su lado y mató al soldado que estaba junto a él. Desde ese instante, Epicelo perdió la vista por el resto de su vida. (Heródoto VI 117, 2-3).

Baralla de Salamina:

Durabte la batalla de Salamina (450 a.C.) los fantasmas de los Eácidas ayudaron el bando griego contra los persas (Plut. Temístocles 15.2). Se vió el fantasma de una mujer que incitaba a los atenienses a la lucha (Heródoto VIII 84.2).

Batalla de Leuctra:

El fantasma de Aristómenes de Mesenia, que había luchado en vida contra los espartanos (685 a.C.) participó en la batalla de Leuctra (371 a.C.) que enfrentó a los tebanos contra los espartanos y supuso el fin de la hegemonía de Esparta. Si el alma es inmortal no se puede negar que Aristómenes mantuvo el odio contra los lacedemonios por toda la eternidad (Paus. 4.32, 4).

Casas encantadas:

La casa de Eubántidas:

En Corinto se encuentra la casa de Eubátidas, junto al Cráneion. Desde hacía mucho tiempo, el miedo hacía que fuese imposible vivir en ella. Si alguien se instalaba allí, huía enseguida espantado, perseguido por una alucinación terrible y turbulenta. Se metía dentro y se desplomaba el tejado, de manera que nadie tenía el valor suficiente para entrar en ella. El pitagórico Arignoto (s. II a.C.) exorcizó un espíritu y lo hizo salir y consiguió que, a partir de entonces, se pudiera vivir en la casa. Arignoto entró y se sentó en el suelo a leer libros de brujería egipcia. El fantasma se materializó a su lado, creyendo que venía sobre uno cualquiera de tantos y esperando amedrentarlo, como había hecho con los demás, polvoriento, melenudo y más negro que las tinieblas. Pegándose a él, lo tanteó acechándolo por todas partes a ver por dónde podía dominarlo, adoptando la forma unas veces de perro, otras de toro, otras de león. Arignoto, echando mano de la más terrible de las maldiciones, encantándolo en lengua egipcia, lo acorraló hacia una esquina de una tenebrosa habitación y desapareció. Al amanecer, excavó con pico y palas junto al lugar en donde había visto bajar al demonio y apareció un cadáver amojamado, enterrado a una braza de profundidad, que sólo tenía los huesos en su forma normal. Tras sacarlo del hoyo se enterró, y a partir de aquel momento la casa dejó de ser molestada por los fantasmas. (Luciano, Filopseudes o El aficionado a la mentira 20).

Atenodoro Cananita (s. I a.C.):

Existió en Atenas una casa grande y espaciosa, pero de mala fama y peligrosa para vivir en ella. En medio del silencio de la noche se oia el sonido del hierro, el ruido de cadenas y después aparecía un espectro, un anciano extenuado por la delgadez y la suciedad, con una larga barba y cabellos hirsutos, que llevaba grilletes en las piemas y cadenas en las manos,  que movia al caminar. Llegó a Atenas el fi1ósofo Atenodoro, alquila la casa. Cuando empezó a oscurecer, ordena que le sea preparado un lecho en la parte delantera de la casa, pide unas tablillas, un estilete y una lampara, y envia a sus sirvientes al fondo de la casa; e1 mismo se concentra por completamente, ojos y manos, en escribir, para que su mente, al no estar desocupada, no oyese falsos ruidos, ni se inventase vanos temores. Al principio, como siempre, el silencio de la noche; despues, los golpes sobre hierro y el arrastrar de cadenas. Él ni levantaba los ojos, ni dejaba de escribir, sinoque se concentraba alin mas en el trabajo y en mantener sus oidos sordos. Entonces, el estruendo continuaba creciendo, se aproximaba y se oia como si ya estuviese en el umbral, como si ya estuviese dentro de la habitación. Levanta la vista, mira y reconoce el espectro que le habian descrito. Alli estaba de pie y hacia señas con un dedo como si le llamase. Atenodoro coge la lampara y le sigue. Caminaba con paso lento, como si le pesasen las cadenas. Después que salió al patio de la casa, desvaneciendose repentinamente abandonó a su acompañante. Una vez solo, este arranca unas hierbas y hojas y las coloca para marcar el lugar. Al día siguiente se dirige a los magistrados y les pide que ordenen realizar una excavación en aquel lugar. Se encontraron unos huesos, incrustados y mezclados con las cadenas, que el cuerpo putrefacto por la acción del tiempo y la humedad de la tierra habia dejado desnudos y consumidos por los grilletes; los huesos fueron recogidos y se les dio una sepultura pública. Así la casa se vio libre de los Manes, debidamente sepultados. (Plinio el Joven, Cartas VII 25.5).

La casa natal de Augusto (s. I d.C):

El emperador Augusto fue criado en una finca perteneciente a su familia cerca de Vélitras, de dimensiones muy reducidas y parecido a una despensa; las gentes del lugar mantienen la creencia de que nacio tambien alli. Un escrupulo religioso les impide penetrar en esta habitacion, a no ser por necesidad y con animo piadoso, porque es creencia concebida desde antiguo que los que entran por capricho son victimas de una cierta conmocion y espanto, creencia que incluso se ha visto mas tarde confirmada. Un nuevo propietario de la casa se traslado una vez a dormir alli, sea sin intencion, sea para hacer el experimento, y sucedio que una fuerza subita y desconocida le arranco del sitio, pasadas apenas unas pocas horas de la noche, y se le encontro casi medio muerto delante de la puerta junto con su cama. (Suetonio, Vida del divino Augusto 6).

El fantasma de Calígula (s. I d.C):

Calígula vivió veintinueve años y fue emperador durante tres anos, diez meses y ocho dias. Su cadaver fue transportado en secreto a los Jardines de Lamia y medio quemado en una pira levantada a toda prisa tras lo cual se le enterro bajo una pequena capa de cesped; luego, cuando sus hermanas regresaron del exilio, fue exhumado, incinerado y sepultado. Es bien sabido que, antes de que esto sucediera, los guardias de los jardines fueron inquietados por espectros y que no transcurrio ni una sola noche sin que se produjera algun suceso terrorifico en la casa en la que él pereció, hasta que la propia casa fue devorada por un incendio. Con él perecieron su mujer Cesonia, atravesada por la espada de un centurión, y su hija, que fue estrellada contra la pared. (Suetonio, Calígula 59).

Eidolones y posesiones:

El eidolon es una imagen que tiene la misma apariencia externa de una persona como si la misma persona habitara en su interior (un ser humano que habita en el cuerpo de un fantasma). En el Hades, el espíritu del difunto perdía su identidad, y su espíritu volaba como un eidolon, en forma de imagen descarnada. Cuando Ulises desciende al Hades y puede ver los eidola de los muertos, entre ellos el de su madre, semejante a una sombra y cuando Ulises intenta abrazarla, la imagen se desvanece (en la Odisea, es solo una imagen vacía, al principio no la reconoce). Durante el sacrificio de Políxena; el espíritu de Aquiles aparece como eidolon cuando la joven hija del rey Príamo de Troya es conducida por Neoptólemo a la tumba de Aquiles para ser sacrificada. El eidolon de Helena de Troya fue mencionado tanto por Homero como por Eurípides. Sin embargo, mientras Homero usa el concepto de eidolon como una idea independiente que otorga una vida después de la muerte a Helena, Eurípides entronca aquí con la idea del kleos (gloria), siendo el eidolon y el Kleos de Helena uno producto del otro. En el canto XI de la Odisea, al descender al infierno, Ulises ve al fornido Hércules o, mejor dicho, su imagen; pues él está con los inmortales dioses, se deleita en sus banquetes, y tiene por esposa a Hebe, la de los pies hermosos, hija de Júpiter y de Juno, la de las áureas sandalias (Odisea XI 161). En la Palinodia de Estesícoro (s. VII-VI a.C.) el eidolon de Helena es secuestrado por París mientras ella permanece en Egipto: no es cierta esta esa historia; ni te embarcaste en naves de hermosos bancos ni llegaste a los alcázares troyanos (Estesícoro, fr. 12D).

La posesión se produce cuando los espíritus o fantasmas habitan en el cuerpo de los vivos (siguen teniendo la misma apariencia pero son otras personas). Apolonio de Tiana (s. I d.C.) se enfrentó a dos casos de posesión en Atenas y en la India. Durante el viaje de Apolonio a la India, una mujer pidió ayuda a Apolonio porque su hijo estaba poseido por el fantasma de un hombre muerto en tiempos de guerra, enamorado de su mujer. Como su su mujer se casó al tercer dia de su muerte con otro hombre, aborreció a las mujeres y se poseyó  al joven. No le permite ir a casa del maestro sino que lo lleva a lugares desiertos. Cuando el muchacho habla, uttiliza su porpia voz en un tono bajo y huieco como un ventrilocuo. El fantasma-poseedor está enamorado de su víctima. Promete a su madre de que otorgaría excelentes cualidades a el chico. Al hablar con su propia voz a través del boca, el fantasma poseedor se comporta como los demonios que habitaban los ventrílocuos. El tono imperioso es de rigor al dirigirse a los fantasmas poseedores y demonios. (Filóstrato, Vida de Apolonio III 36).

En Atenas, una vez que Apolonio discutía sobre las libaciones, se acercó cun jovencito que tenía fama en la ciudad de desvergonzado. Su patria era Corcira y su ascendencia remontaba hasta el feacio Alcinoo, que hospedó a Ulises. Apolonio conferenciaba sobre las libaciones y les exhortaba a no beber de esa copa, sino a guardarla para los dioses intacta y sin que nadie bebiera en ella, como se debe hacer. Y cuando aconsejó que la copa tuviese asa y que se hiciera la libación por el asa, lugar por el cual nunca beben los hombres, el jovencito soltó sobre su discurso una carcajada extensa y se burlaba. Apolonio, levantando su mirada, dijo que un demon le impulsaba sin saberlo. Se reía y pasaba al llanto sin tener motivo. Además, conversaba y cantaba para si mismo. La gente creía que era su juventud retozona la que le impulsaba a aquello, pero él realmente era el intérprete del demon y daba la impresión de estar embriagado, con el comportamiento propio de un borracho que tenia entonces. Al verlo Apolonio, el espectro prorrumpió en cuantos gritos de pavor y cólera son propios de quienes se están quemando o sometidos a tormento, y juraba que saldría del jovencito y que no se apoderaria de ningún hombre. Apolonio habló con cólera, como un amo a un esclavo pícaro, ruin, descarado y demás, y al exhortarle a que se marchara dejando constancia de ello. El demón al huir tumbó una estatua junto al Pórtico Real del Ágora de Atenas, ante el que esto sucedía. El chico, como acabado de despertar de un sueño, se frotó los ojos y miró hacia los rayos del sol. Sintió entonces vergüenza al tener todos la atención vuelta hacia él, y ya no se mostraba desvergonzado, ni tenía la mirada perdida, sino que volvió a su propia naturaleza mejor que si hubiera usado un bebedizo; así que cambiando sus mantitos, sus sucintas tuniquitas y demás sibaritismo, se volvió al amor de la severidad y del manto de filósofo y quedó casi desnudo para adoptar los hábitos de Apolonio. (Filóstrato, Vida de Apolonio IV 20).

Taraxipo:

Ταράξιππος, "excitador de caballos" es una presencia que asusta a los caballos en los hipódromos en toda Grecia. Algunos taraxippoi se relacionan con cultos de héroes griegos o con el dios Poseidón en su aspecto de dios de los caballos (Poseidón Hipio, en griego antiguo: Ποσειδῶν ῐ̔́πποs) que causó la muerte de Hipólito, hijo de Teseo.​  

Juegos Olímpicos:

El hipódromo de Olimpia tiene un lado más largo que el otro, y en el lado más largo, no lejos del sitio en que los carros de caballos debían dar la vuelta, se encuentra, el Taraxipo, el terror de los caballos. Tiene la forma de un altar redondo y los caballos son presas de un miedo repentino, sin razón aparente, y el miedo produce un accidente en las carreras. Los carros frecuentemente se estrellan y los aurigas resultan heridos. Por esto, los aurigas ofrecen sacrificios y rezan a Taraxipo para que les sea propicio.

Se decía que la fuente del terror en Olimpia era el fantasma de Enómao, que dañaba a los aurigas como había dañado anteriormente a los pretendientes de Hipodamía. Algunos dicen que fue el espectro del auriga Mírtilo, quien causó la muerte de Enómao (Paus. VI 20.19).​ Otros, que era la tumba de un gigante nacido en la Tierra, Isqueno (Licofrón, Alejandra 31).

Juegos Ístmicos:

El Taraxippos Ismios era el fantasma de Glauco de Potnias, que fue devorado por sus propios caballos. (Paus. VI 19).

Juegos Nemeos:

Causaban pánico en los caballos durante los Juegos Nemeos. En Nemea de los argivos no había ningún héroe que dañara a los caballos, pero sobre el punto de giro de los carros se levantaba una roca de color rojo que con su destello aterrorizaba a los caballos, como si hubiera un fuego (Paus. VI 20.19).

Fantasmas en los sueños:

Anuncio de muerte:

  • Aristodemo fue rey mesenio en la primera guerra contra Esparta. Los dioses le pidieron el sacrificio de una doncella de la familia de los Epítidas y ofreció a su hija. El prometido intentó convencerle de que esperaba un hijo. Entonces Aristodemo abrió el vientre de su hijo delante de todo el pueblo para demostrar que era falso y realizar el sacrificio. Antes de la batalla, Aristodemo soño con su hija vestida de negro que le mostraba el pecho y el vientre abiertos y tiraba las vísceras de las víctimas del altar de sacrificios. Después le quitó sus armas, le vistió de blanco y le puso una corona de oro. Después de esta visión, Aristodemo se dirigió a la tumba de su hija y se suicidó. (Paus. IV 13. 2).
  • Alejandro Magno soñó  con Clito el Negro sentado entre los hijos de Parmenión que ya habían muerto. Alejandro llamó a Clito, que acudió abandonando un sacrificio. Durante el banquete y después de una discusión, Alejandro mató a Clito con su lanza (Plut., Alejandro 50. 6).
  • Timandra, la hetera de Alcibíades, soñó como Begeo, hermano de Farnabazo, cortaba la cabeza de Alcibíades. En otra versión del sueño, vió a Alcibíades vestido con sus ropas de mujer mientras le peinaba el cabello. El sueño se cumplió cuando los asesinos mataron a Alcibíades y Timandra lo envolvió con sus propias túnicas. (Plut., Alcibíades 39. 2, 3).

El fantasma de Alejandro Magno:

  • Seleuco, durante las guerras de los Diádocos, antes de la batalla contra Antígono y Demetrio, soñó que Alejandro le pronosticaba la victoria (Diod. Síc. 10, 90. 4). 
  • Eumenes, antes de la batalla contra Crátero y Neoptólemo, soñó con dos Alejandros, uno guiado por Demétes y otro por Atenea, que se enfrentaban. Elganador fue el Alejandro de Deméter que le ofreció una corona de espigas (Plut., Eumenes 6. 5-6).
  • Pirro soñó con Alejandro antes de la toma de Berea y después trató a sus prisioneros de forma benévola y humana (Plut,. Pirro 11, 1-5).
  • Alejandro apareció en sueños a Demetrio antes de la batalla de Ipsos para preguntarle cuál sería la señal de inicio de la batalla "Zeus y Victoria" por lo que Alejandro se pasó al otro bando que tenía por lema  "Zeus y Alejandro" y fue derrotado (Plut., Demetrio 29, 1).

Sueños premonitorios:

  • El sueño de Pelópidas (Plut., Pelópidas 21, 1-2). En Leuctra (Tebas) unos espartanos habían violado y asesinado a las hijas de Esquedaso. El padre no obtuvo justicia de Lacedemonia y desesperado se degolló sobre las tumbas de sus hijas. Antes de la batalla, Pelópidas soñó con las muchachas llorando en torno a sus sepulcros y Esquedaso pidiendo el sacrificio de una vírgen rubia si quería vencer al enemigo. Teócrito el adivino sacrificó una yegua rojiza sobre las tumbas de las muchachas y Pelópidas aplastó a los espartanos.
  • Simónides el poeta, vió a un muerto desconocido sin enterrar y le rindió honores fúnebres. El fantasma del muerto le advirtió en sueños que no subiese al día siguiente a un barco porque iba a naufragar. El barco se hundió y los tripulantes murieron. (Cic., Sobre la adivinación 1.56).
  • Eliso de Terina, después de  la muerte de su hijo Eutínoo acudió al templo para conocer la causa de su muerte y se quedó dormido. Soñó con su padre que le pidió que tomara lo que le ofrecía alguien que venía detrás de él. Al retirarse, apareció el espíritu de Eutínoo que le encontró un rollo de papel (Plut., Consolación a Apolonio 14).
  • Los arcadios de Megara (Cicerón, Sobre la adivinación 1.57). Dos amigos arcadios llegaron a Megara y se hospedaron en distintas casas. Uno de ellos soñó que su amigo le pedía ayuda porque el posadero quería matarlo. Despertó pero volvió a quedarse dormido. Entonces soñó que su amigo le pedía, ya que no pudo ayudarlo, que recogiera su cadáver y que su asesinato no quedara impune. Le indicó que su cuerpo estaba en un carro cubierto de estiércol. Su amigo esperó el carro con las primeras luces en la entrada de la ciudad y descubrió el cadáver. El posader fue castigado.
  • Polidoro se apareció en sueños a su madre Hécuba para avisarla que había sido asesinado por Poliméstor para congraciarse con los griegos y quedarse con sus riquezas. Le pedía también su cadáver en la costa y que lo enterrara. Y también el cuerpo de su hermana Polixena, sacrificada sobre la tumba de Aquiles por los griegos. (Eur., Hécuba).


Licántropos (Hombres-lobo).

En el s. I, Plinio el viejo trasmite de manera escéptica, algunas leyendas sobre hombres que se convierten en lobos a las que atribuye un origen griego muy antiguo. Utiliza el término versipelles (cambiapieles).

Escitia: los Neuri.  

Herodoto, en sus Historias, escribió que los Neuri, una tribu que él ubica al noreste de Escitia, se transformaban todos en lobos una vez al año durante varios días, y luego volvían a cambiar a su forma humana. (Hdto.  IV. 105; Cf. Pomponio Mela, Cronografia 2.14).

Arcadia. 

Licaón. En el siglo II a. C., el geógrafo griego Pausanias relató la historia del rey Licaón de Arcadia, que se transformó en lobo porque había sacrificado a un niño en el altar de Zeus Lycaeus (Paus. VIII 2). En la versión de la leyenda contada por Ovidio en su Metamorfosis (Ovid.  Met. I 219) cuando Zeus visita Licaón disfrazado de hombre común, Licaón quiere probar si realmente es un dios. Con ese fin, mata a un rehén moloso y le sirve sus entrañas a Zeus. Disgustado, el dios convierte a Licaón en lobo. Sin embargo, en otros relatos de la leyenda, como el de la Biblioteca de Apolodoro,  Zeus lo lanza a él ya sus hijos con rayos como castigo (Apd. III 8.1).

El clan Anto. Plinio el Viejo, citando a Evantes,  menciona que en Arcadia, una vez al año, un hombre era elegido por sorteo del clan Anto. El hombre elegido era escoltado a un pantano en el área, donde colgaba su ropa en un roble, nadaba a través del pantano y se transformaba en un lobo, uniéndose a una manada durante nueve años. Si durante estos nueve años se abstenía de probar la carne humana, regresaba al mismo pantano, nadaba de regreso y recuperaba su forma humana anterior, con nueve años agregados a su apariencia.  Ovidio también relata historias de hombres que vagaban por los bosques de Arcadia en forma de lobos. (Plinio, H.N. VIII 22; Cf. San Agustín, Ciudad de Dios XVIII 17: en Plinio el licántropo recupera su forma humana después de 9 años alejado de la civilización; en San Agustín, tomado de la obra perdida de Varrón, debe estar nueve años sin probar carne humana).

Damarco. Damarco de Parrasia (de Parraso, hijo de Licaón, epónimo de la región de Arcadia), que se convirtió en lobo después de probar las entrañas de un niño humano sacrificado a Zeus Liceo (Lobuno). Fue restaurado a su forma humana 10 años después y se convirtió en campeón olímpico (Pausanias 6.8.2 ). Este cuento también es relatado por Plinio el Viejo, quien llama al hombre Demaneto citando a Agriopas (Plinio, H.N. VIII 82). Según Pausanias, este no fue un evento único, sino que los hombres se han transformado en lobos durante los sacrificios a Zeus Lycaeus desde la época de Licaón. Si se abstienen de probar la carne humana mientras son lobos, serán restaurados a su forma humana nueve años después, pero si lo hacen, seguirán siendo lobos para siempre. 

Roma:

Tíbulo (s. I a.C) describe a una bruja alcahuetas de que se contratan para conseguir a la amante esquiva, capaz de convertirse en una bestia parecida a un lobo (Tíbulo, Elegías I 5, 37).

Virgilio, en su obra poética Églogas VIII 98, cuenta cómo Alfesibeo vió a un hombre llamado Meris, que usó hierbas  recogidas en su Ponto natal, para convertirse en lobo (fallax herba veneni, la engañosa hierba del veneno, no está claro si la hierba produce la transformación producen alucinaciones). (Virg. Églogas VIII 95, el Idilio de las hechiceras).

Petronio (60 d.C.) escribió en el Satiricón, como uno de los personajes, Niceros, cuenta una historia en un banquete sobre un amigo que se convirtió en lobo. Describe el incidente de la siguiente manera: "Cuando busco a mi amigo, veo que se había desnudado y apilado su ropa al borde de la carretera ... ¡Orina en un círculo alrededor de su ropa y luego, así, se convierte en un lobo!" ... después de convertirse en lobo, comenzó a aullar y luego se escapó al bosque".

Constantinopla:

Aecio de Amida (s. II d.C.) reconoce la licantropía como una enfermedad mental. Los hombres afligidos con la enfermedad de la llamada cantropía ("hombre perro") o licantropía ("hombre lobo") aparecen de noche en el mes de febrero, imitan a lobos o perros en todos los aspectos, y tienden a rondar alrededor de las tumbas hasta el amanecer. Estos son los síntomas que te permitirán reconocer los que padecen esta enfermedad. Están pálidos, su mirada es apática, sus ojos se secan y no pueden producir lágrimas. Observará que sus ojos están hundidos y su lengua está seca y son completamente incapaces de aumentar de peso. Ellos sienten sed, y sus espinillas están cubiertas de laceraciones que no pueden sanar porque continuamente se caen y son mordidos por perros. Tales son sus síntomas. Hay que reconocer que la licantropía es una forma de melancolía. Lo tratarás por abrir una vena en el momento de su manifestación y drenar la sangre hasta que punto de desmayo. Luego alimente al paciente con alimentos propicios para el buen humor. Él es para que le den dulces baños. Después de eso, usando el suero de la leche, límpielo tres días con la medicina de calabaza de Rufus o Archigenes o Justus. Repita esto una segunda y tercera vez después de intervalos. Después de las purificaciones, se debe usar el antídoto de las mordeduras de víbora. Tome las otras medidas prescritas anteriormente para la melancolía. A medida que llega la noche y la enfermedad se manifiesta, aplique en la cabeza las lociones que suelen inducir el sueño y ungir las fosas nasales con aromas de este tipo y opio. Ocasionalmente, suministre bebidas para inducir el sueño. (Aecio de Amida VI 11).

Vampirismo.

El adivino Tiresias. 

En el Canto XI de la Odisea, Ulises atrae a los muertos (y a Tiresias) con la sangre de unos corderos. Después de que éstos se hayan alimentado, puede hablar con ellos.

El adivino Tiresias, hijo de Everes, hijo esparto Udeo, y de la ninfa Cariclo, del séquito de Atenea. Su vida fue muy longeva, sobrevivió hasta siete generaciones de hombres según Higino. En su juventud, habiendo encontrado en el monte Cilene a dos serpientes que se apareaban, las separó con su vara tocando a la hembra, y al instante se convirtió en mujer; siete años después, al volver a encontrarlas en el mismo lugar, recuperó su forma de hombre. Como había conocido las dos condiciones, fue nombrado juez en la discusión entre Zeus y Hera sobre cuál era el sexo más dichosos. Tiresias falló en favor de los hombres y Hera le castigó privándoles de la vista. Zeus le compensó con el don de la profecía y una vida siete veces más larga que las de los demás hombres (Ovidio, Higino). En Apolodoro, Calímaco y Propercio, la ceguera fue un castigo por ver a Atenea desnuda cuando se bañaba en la fuente Hipocrene. En atención a Cariclo compensó a su hijo convirtiéndole en el adivino más excelente del mundo y le entregó un báculo que le permitía una guía tan segura como si tuviese vista. Tiresias se convirtió en el adivino más famoso de Tebas. Extraía todas sus predicciones del vuelo y del canto de las aves. Tiresias fue padre de Manto (Descripción de Grecia, IX-10, 3) y de Históride la que engañó a las Farmácides permitiendo a Alcmena el parto de Hercules (Paus. IX-11, 3). Falleció después de la caída de Tebas en el monte Tilfuso, después de beber agua helada de la cercana fuente Haliarte. En las moradas sombrías, Tiresias tiene vida, piensa y profetiza. Ulises descendió a los infiernos solo para consultarle y a su regreso a Ítaca, inmolo un carnero al adivino de las regiones subterráneas.

Ulises pone rumbo al oeste, hacia la puesta de sol, cruzando el océano exterior, y llega a la tierra envuelta en neblina de los cimerios, un pueblo que nunca veía la luz del sol. Vara allí su barco y se dirige al límite de los Infiernos, el lugar donde se cruzan dos ríos infernales (Od. X I 13-22). Odiseo los invoca a los espiritus derramando libaciones en su honor. Cava una fosa y degüella sobre ella un cordero y una oveja para que tengan sangre para beber. Las ánimas ascienden y beben la sangre,
recuperando parte de su consistencia corporal y el suficiente juicio para poder conversar con Ulises. Los espíritus que se agolpan en los Infiernos son las meras sombras de hombres y mujeres, las «almas» que parte del cuerpo en el momento de la muerte y va al encuentro de los muertos.
 

La psyche (nombre que está relacionado con la palabra griega para respiración, psychein) incluye las funciones mentales de los vivos, sino que se refiere al conjunto de «facultades» que dependen del cuerpo en vida para llevar a cabo su actividad. El alma es el principio del movimiento, lo que distingue a seres animados de los inanimados (para los griegos, lo vivo está directamente relacionado con el movimiento). Platón la compara con un carro tirado por dos caballos alados y conducido por un auriga. Platón pinta la imagen de un auriga conduciendo un carro tirado por dos caballos alados: el auriga representa el intelecto, que debe guiar al alma a la verdad dirigiendo un caballo bueno o impulso racional o moral y el caballo malo que representa las pasiones irracionales, los apetitos. El auriga dirige todo el carro/alma, tratando de evitar que los caballos vayan por diferentes caminos (Platón, Fedro 246a).

La psyche, privada de razón, entendimiento y pasiones es un espectro tan insustancial como el aliento o el humo, pero se asemeja a la persona muerta en su apariencia exterior, y puede así ser considerado un eidolon o doble. Pero las almas deben poseer algún residuo de consciencia que les permita mantener alejados a los espíritus de los insepultos o  beber la sangre que Ulises había vertido para ellos (Hom. Od. X 492, XI 476; Cf.  Il. XXIII 72; Od. X I36). Después de verter sangre en una zanja para que las sombras la beban y recuperen su juicio (los caballos deben abrevar para seguir volando), Ulises logra hablar con los muertos, como su madre Anticlea, que había muerto (posiblemente se había suicidado) durante su ausencia. Tiresias, el único que conserva intacta su razón, inteligencia y voluntad profetiza que Ulises volverá a casa a pesar de la oposición de Poseidón (enfurecido por la ceguera de Polifemo), pero le previene que perderá a sus compañeros y su barco si en el camino dañan el ganado de Helios. Cueando regrese, encontrará su casa abarrotada de pretendientes que cortejan a su esposa y esquilman sus bienes. Después de matar a los pretendientes deberá viajar al extranjero portando un remo hasta encontrar gente que no sepa nada del mar y que confunda el remo con un bieldo. Deberá entonces plantar el remo en tierra y hacer las paces con Poseidón sacrificando un cordero, un toro y un jabalí en su honor. Al final, tras todas sus tribulaciones, le llegará la muerte en tierra desde fuera del mar (la espina de la lanza de Telégono) a una edad muy avanzada. 

Estirge:

La estirge (στρίξ, στριγός) era una criatura que lloraba durante la noche y que colocaba sus pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo, según un mito de origen griego anterior al s. IV a. C. (terminus ante quem porque la leyenda era conocida por el atidógrafo Filócoro).

Origen de la estirge:

La primera mención es en la Ornitologia de Beo donde se cuenta la historia de Polifonte que Antonino Liberal ha conservado en su Metamorfosis 21. Su autor es Boios en masculino para Antonino Liberal en Metamorfosis y para Alejandro de Mindo en Ateneo IX, 393e; pero Boio en femenino para Filócoro FGrH 328, fr. 214 y para Pausanias X 5. 7; Boio era la sacerdotisa de Delfos.

Trasa, hija de Tereine (hija del río Estrimón) y de Ares, se casó con Hipónoo, hijo de Tribalo, y de su unión nació una niña llamada Polifonte. Ésta, cuando se hizo adulta, rechazó a Afrodita y se fue a las montañas como compañera de Ártemis en sus cacerías. Enfurecida por su desprecio, la diosa hizo que se enamorara locamente de un oso. Al descubrir su difícil situación, Artemis, con amargo odio, volvió a las bestias salvajes en su contra. Entonces Polifonte huyó asustada a la casa de su padre y a su debido tiempo dio a luz a dos hijos, Agrio y Oreio. Éstos se convirtieron en hombres de enorme tamaño e inmensa fuerza. No mostraban ningún honor a Dios ni al hombre, sino que eran desenfrenadamente insolentes con todos. Se llevaban a todos los extraños con los que se encontraban y se deleitaban con su carne. Así incurrieron en la ira de Zeus, quien envió a Hermes para castigarlos. Iba a cortarles las manos y los pies, pero Ares, abuelo materno de Polifonte, los salvó de este destino. Sin embargo, tanto la madre como los hijos y sus sirvientes se transformaron en pájaros. Polifonte se convirtió en "una estirge que emite sonidos durante la noche, sin comida ni bebida, con la cabeza abajo y la punta de los pies arriba, un presagio de guerra y contienda civil para los hombres". Oreio se convirtió en un lagos, "un pájaro que no se ve para nada", y Agrios se transformó en un buitre, "de todos los pájaros más detestados por dioses y hombres y poseído por un constante anhelo de carne y sangre humana". (Ant. Lib. Met. 21).

Características esenciales de la leyenda original de la estirge:

1. Como mujer tiene las características típicas de una bruja:
(1) la devoción a Ártemis (pero podría ser de Diana, Hécate, Herodías, Domitia Abundia, Frau Holle, Perchta, Richella, Madonna Oriente, Aradia,  Artio, la gran madre de Engio, las matronae, Epona...).
(2) el erotismo. En el relato de Boio, es un castigo por rechazar a Afrodita. El elemento es especialmente pronunciado en las concubitus daemoum medievales y las orgías del Sabbat.
(3) la relación con la magia y la brujería. Esto es sugerido por los nombres epónimos, Estrimón, Trasa y Tribalos, en la introducción genealógica de la historia, ya que estos apuntan a la región macedonio-tracia, una tierra natal de magos y brujas.

2. Como ave tiene las características típicas de un murciélago:
(1) es nocturna;
(2) emite el "grito agudo y estriduloso" de un murciélago en vuelo;
(3) no come ni bebe, la asitia de un murciélago en su periodo de hibernación;
(4) descansa con la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba, como un murciélago en reposo;
(5) es un presagio del mal. Para los escritores antiguos en general, el murciélago es un ave (Cf. Ant. Lib. X, 4; Luciano, Hist. curiosas 11, 33; Plinio, H. N. XI, I64 y 232; Eliano, Historia de los animales I, 37; VI, 45; Aristóteles en Parte. animales IV 697b lo considera intermedio; un pájaro que no es un pájaro en Platón Rep. V 479 y Ateneo, X 76).

3. Como mujer y como pájaro es:
(1) odiada por dioses y hombres;
(2) poseída de un anhelo de carne y sangre humana. Beo transfiere esta cualidad a su descendencia en forma humana y en particular a Agrio en su forma aviar.

Leyendas de la Estirge:

Plauto (254 - 184 a. C.) representa la primera alusión latina se encuentra en la comedia Pséudolo (191 a. C., pero esta escena es copia de un original griego perteneciente a la Comedia Media del siglo IV a.C., esta referencia puede ser tan antigua como la obra de Beo). Las estirges devoran las vísceras de sus víctimas mientras aún están vivas. En la obra, un cocinero critica a sus rivales diciendo que condimentan los alimentos con las estirges ("búhos vampiros") que devoran los intestinos de los comensales mientras aún viven (Pséudolo, acto III escena 2). Existe un licor dulce llamado Strega, fabricado en Benevento, a partir del supuesto encuentro, durante siglos, de todos los streghe o brujas de Italia, compuesto de una infusión de hierbas aromáticas y especias que a veces se utiliza como condimento en salsas para ensaladas.

Titinio (s. II a.C) en una de sus fabulas togatae perdidas proporciona otra referencia latina temprana a la estirge. Ésta se ha conservado en el Liber Medicinalis de Quinto Sereno Samónico (s. III d. C.) en el capítulo titulado “Infantibus dentibus vel strige inquietatis” (Sobre los dientes del bebé o la inquietud de la estirge). En este pasaje por primera vez aparece la creencia, de una estirge como un mamífero de color oscuro y fétido, que asusta a los niños en su habitación. El “strix lactates” ofrece leche en los labios del bebé. Titinio señaló que la colocación de ajo en el bebé era el amuleto prescrito para prevenirlo. La relación de la estirge con la infancia parece un sincretismo entre Gelo y la estirge (Zenobio Centuria III 3) y tiene un gran parecido con los mitos de la Lamia helénica, el vampiro eslavo, la Lilith hebrea y la Ghiil árabe. La estirge titiniana es un mamífero, probablemente un murciélago.

Ovidio (43 a. C. - 17 d. C.) duda si las estirges son aves de la naturaleza o son creación de la magia, brujas transformadas en pájaros por los hechizos y encantos de los Marsos (Ov. Fastos VI 131). En Amores sospecha que la vieja bruja Dipsas convertida en pájaro, revolotea a través de las sombras de la noche y su cuerpo de anciana se recubre de plumas (Ov. Amores I 8, 13; también la bruja Pánfila se convierte en ave nocturna en Apuleyo, El asno de oro III 21. 6).

Las estirges son pájaros voraces que descienden de las Harpías que engañaban las fauces de Fineo con los manjares. Aves con una cabeza grande, ojos fijos, picos aptos para la rapiña, las plumas blancas y anzuelos por uñas. Vuelan de noche y atacan a los niños, desamparados de nodriza, y maltratan sus cuerpos, que desgarran en la cuna. Dicen que desgarran con el pico las vísceras de los lactantes y por eso tienen las fauces llenas de la sangre que beben. Su nombre es «striges» porque acostumbran a graznar (stridere) durante la noche en forma escalofriante.

Las estirges se atrevieron a meterse en la habitación del infante Proca (futuro rey de Alba Longa, padre de Númitor y Amulio). Con sus cinco días de vida era un botín fresco para los pájaros, que chupaban el pecho del niño con sus lenguas voraces; el desgraciado muchacho gemía y pedía socorro. Asustada por el llanto del niño, la nodriza acudió corriendo y vió sus mejillas arañadas por las garras. Su cara tenía el color de las hojas tardías marchitadas al inicio del invierno. La criada fue en busca de la ayuda de Crane. La ninfa realizó un encantamiento. Primero tocó tres veces consecutivas las jambas de la puerta con hojas de madroño; tres veces con hojas de madroño señaló el umbral. Salpicó con agua la entrada (el agua también era medicinal) mientras sostenía las entrañas crudas de una marrana de dos meses. Y dijo del siguiente modo: «Pájaros nocturnos, respetad el cuerpo del niño; por un pequeño es sacrificada una víctima pequeña. Tomad, os lo ruego, corazón por corazón y entrañas por entrañas. Esta vida os entregamos por otra mejor». Cuando hubo sacrificado de esta manera, colocó al aire libre las entrañas partidas y prohibió a los que estaban presentes en la ceremonia volver la vista atrás (la prohibición de mirar atrás: Deucalión al arrojar las piedras, Orfeo en el retorno de Eurídice, Ulises con el manto de Ino…). Crane tocó con la varita mágica de Jano, formada de un espino blanco, donde una pequeña ventana daba luz a la habitación. Después de aquel rito, los pájaros no volvieron a ultrajar la cuna, y el niño recobró el color que tenía antes.

Petronio (mediados del siglo I d. C.) en su novela El Satiricón incluye una historia contada por el personaje Trimalción, que describe las estriges no como aves sino brujas nocturnas que arrebataron el cuerpo de un niño que ya había muerto y lo sustituyeron por un muñeco de paja. Las estirges dieron a conocer su presencia con su grito, y un capadocio que descubrió la intrusión atravesó a una de ellas con una espada. Cuando regresó de la lucha, todo su cuerpo estaba lívido, como herido por latigazos; y murió unos días después. (El Satiricón II 63).

Plinio el viejo (finales s. I d. C.) rechaza que las estirges sean aves porque entre las aves, sólo tiene mamas el murciélago y considera que es una fábula lo de las estirges, que ofrecen sus ubres a los labios de los niños pequeños. Ya entre los antiguos se convino que la estirge era un ser maldito, pero de qué tipo de ave sea, de eso creo que no hay constancia (Plinio, H.N. XI 95).

Sexto Pompeyo Festo (finales del siglo II) citando el resumen de Marco Verrio Flaco (Festus XVII; Fr. 314, 33 Muller) define la estirge (strix) como "mujeres que practican la brujería" (maleficis mulieribus) o "mujeres voladoras". Hay varios ejemplos del plumaje del estirge que se dice que se usa como ingrediente en la magia.

Las pócimas de las brujas:

Horacio (s. I a. C.) es el primero que utiliza a la estirge como ingrediente de los sortilegios de amor. Así, la bruja Canidia cuando realiza su encantamiento para conseguir el amor del anciano Varo “unta huevos asquerosos de rana y sangre y una pluma de nocturna estirge” (Epod. V 11). A partir de Horacio, que menciona las plumas de la estirge, escoliastas y lexicógrafos suelen identificar a la estirge con el chillido estridente del búho. Striges se ha convertido en la denominación ornitológica de todo el suborden de los búhos.

Propercio (s. I a. C.) también relaciona a la estirge con los conjuros de enamoramiento. En sus Elegías, Cintia acusa a su rival de usar un filtro mágico para seducir a su amante “lo arrastran los efectos prodigiosos de la rana hinchada, de la zarza, los huesos recogidos de serpientes disecadas, plumas de estirge encontradas en tumbas abandonadas y cintas de lana colocadas sobre una pira fúnebre” (Elegías III 6, 29). Posteriormente, Cintia se queja que la vieja alcahueta Acántide  en sus intentos de alienar sus afectos, “ha consultado a las estirges sobre la sangre y ha recogido el flujo genital de una yegua preñada” para elaborar un filtro de amor (Elegías IV 5. I7).

Ovidio (43 a. C. - 17 d. C.) utiliza las alas de la estirge como filtro no de amor sino rejuvenecedor. Cuando Medea se prepara para restaurar al anciano Eson a la juventud, pone en su caldero añade escarchas recogidas en noche de luna llena, y siniestras alas de estirge con trozos de carne, y entrañas de dúplice lobo, que acostumbra a transformar en hombre sus rasgos de fiera” (Met. VII, 269).

Séneca (4 a. C. - 65 d. C.) considera las vísceras de la estirge un potente veneno. Medea toma las mortíferas hierbas y exprime la ponzoña de las serpientes y les mezcla también aves siniestras y el corazón de un lúgubre búho y vísceras de ronca estirge extraídas aún viva al preparar las potentes drogas en las que sumerge la túnica nupcial de su rival Creusa (Séneca, Med. 73I).

Las maldiciones:

La estirge era considerada como un verdadero pájaro del infierno y asociada con el castigo de los condenados. Séneca cuando describe el río Cócito del infierno: “aquí gime el buitre, allá el lúgubre búho y resuena el triste presagio de la infausta estirge”(Hércules loco 686). Higino, cuando describe el castigo de Oto y Efialtes, quienes apilaron el monte Ossa sobre el Pelión e intentaron violar a Ártemis: “fueron atados por serpientes a un pilar de espaldas uno a otro; una estirge (styx) está sentada entre los pilares a los que están atados” (Hig. Fábula 28).

Albio Tibulo (54 - 19 a. C.) incluye a las estirges en su maldición a la lena Frine porque le ha quitado el amor de Delia. “Revoloteen en torno a ella las almas que lamentan su destino y siempre desde los tejados grazne la violenta estirge” (Elegías I 5, 52).

La maldición del poeta contra las tablillas porque le han traído el mensaje que su amada no puede verlo: "aquel árbol del cual se extrajeron las tablillas ofreció a un cuello desgraciado una lugar donde ahorcarse, aquél ofreció cruces terribles al verdugo, aquél dio sombras nefastas a los roncos búhos y tuvo en sus ramas los huevos del buitre y de la estirge”. (Ov. Amores I 12).

La adivinación:

Lucano (39 - 65 d. C.) da cuenta del arte mántico de la estirge. Cuando la bruja tesalia Ericto recurre a la nigromancia para revelar el futuro a Sexto, “contiene aquella voz los ladridos de los perros y los gemidos de los lobos, las quejumbres del búho asustadizo y de la estirge nocturna, los estridentes aullidos de las fieras y el silbido de la serpiente; expresa también los lamentos de la onda estrellada en los acantilados, el ruido de los bosques y los truenos de la nube al romperse: de tantos sonidos se formó una sola voz”. (Lucano, Farsalia VI, 688).

Estacio (45 - 96 d. C.) describe una escena de ornitomancia. Entre los presagios funestos (peiora omina) observados en el monte Apesas por Anfiarao, augur peritissimus, y Melampo, celeberrimus vates, encontramos que “no hay cuervos (aves de profecía), no hay águilas con rayos, no hay mochuelos (los pájaros de pico ganchudo y ululantes de la rubia Minerva) que pueden traer los mejores augurios. ¿Por qué hay buitres en lo alto y desde arriba los halcones que se regocijan en su presa? Los monstruos vuelan; los pájaros del mal chillan alto en las nubes;  y gime la nocturna estirge y el mortal búho cantos de daño”. (Tebaida III, 508).

Empusa

La Empusa ha sido definida en Suda y por Crates de Malos como un "fantasma demoníaco"  (φάντασμα δαιμονιῶδες) con habilidades para cambiar de forma. , adoptando apariencia de animal doméstico (perro, vaca) o de bella hetaira. La Empusa tiene una sola pierna, es decir, que tiene una pierna de bronce, o una pierna de burro, por lo que se le conoce con el alias Onokole.  Una etimología popular interpreta que el nombre significa "con un pie" (del griego * έμπούς, * empous: en-, one + pous, foot); con los verbos κατ-εμπάζω, "sorprender", ἐμπάζωμαι, "interesarse por",
ἐμποδίζω,"obstaculizar", interpretándolo como "la que obstaculiza" o bien como "la que tiene un solo pie". Las fuentes principales de la empousa en la antigüedad son las obras de Aristófanes (Las ranas y Las asambleístas) y Filóstrato (Vida de Apolonio de Tiana).

En la comedia de Aristófanes Las ranas, la Empusa aparece ante Dioniso y su esclavo Jantias en su camino al inframundo, aunque esto puede ser una broma práctica del esclavo para asustar a su amo. Jantias finge ver a la empusa transformarse en buey, mula, mujer hermosa y perro. Su cara brilla como el fuego. El esclavo también asegura que tiene una pata de bronce y otra pata de estiércol de vaca.

En Las Asambleístas, el joven protagonista compara a una de las  viejas acosadoras con Empusa cubierta de costras sanguinolentas (Las asambleístas 1058).

La Empusa era un ser enviado por Hécate (como señaló el escoliasta de Aristófanes) o era la propia Hécate, según un fragmento de la obra Tagenistae (“Los freidores”, comedia perdida de Aristófanes).

Filóstrato (s. I d. C.) relata dos apariciones de una empusa a Apolonio de Tiana, como si existiera una categoría de distintos seres demoníacos. La primera se presenta como una aparición fantasmal y la segunda vez con la forma de una mujer atractiva.

Cuando Apolonio viajaba de Persia a la India, se encontró con una empousa (Filóstrato, Vida de Apolonio II 4). Una vez que pasaron el Cáucaso, afirman que vieron hombres de cuatro codos que eran ya negros, y otros de cinco codos, cuando pasaron el río Indo. Caminaban efectivamente bajo una luna brillante y se les presentó la aparición de una ernpusa, que se vuelve ya una cosa, ya otra, y que desaparece. Apolonio advirtió lo que era, así que se puso a insultar a la empusa él mismo y encargó a los que iban con él que hicieran lo mismo, pues este es el remedio contra tal irrupción. La aparición se dio a la fuga chillando como los fantasma.

En Corinto, uno de los discípulos de Apolonio fue Menipo de Licia, de veinticinco años de edad, bastante dotado de inteligencia y bien proporcionado de cuerpo, pues parecía un atleta hermoso y de noble estirpe en su porte. La gente pensaba que a Menipo lo amaba una mujer extranjera. La mujer parecía hermosa y bastante elegante. Afirmaba que era rica, pero al parecer no era sencillamente nada de eso, sino sólo lo parecía. La conoció una vez que caminaba el solo por el camino de Cencreas, se le presentó una aparición y se convirtió en mujer. Lo tomo de la mano, asegurando que lo amaba hacía mucho tiempo; que era fenicia y vivía en un arrabal de Corinto. Dándole su dirección, le prometió “por la tarde, habrá para ti una canción, pues yo te cantaré, y vino como nunca lo bebiste. Además, no te molestará ningún competidor; sino que yo, hermosa, viviré con un hombre hermoso”. Seducido el joven, que para la filosofía en general poesía gran vigor, pero de lo amoroso era un esclavo, la visitó por la tarde, y la frecuentó en adelante como a su amiga, sin reconocer al fantasma. Pero Apolonio, mirando a Menipo al modo de un escultor, delineó al joven y lo escrutó y llegando a una conclusión negativa, dijo: “Tu, hermoso sin duda, y objeto de acecho de las mujeres hermosas, acaricias una serpiente. El dia de la boda, Apolonio reveló que la buena novia es una de las empusas, a las que la gente considera lamias o mormolicias. Esas pueden amar, y aman los placeres sexuales, pero sobre todo la carne humana, y seducen con los placeres sexuales a quienes desean devorar”. Y ella se enfadó por lo que oía y se burlaba de los filósofos, de que charlataneaban continuamente. No obstante, cuando las copas de oro y lo que parecía plata demostraron ser cosas vanas y volaron todas de sus ojos, y los escanciadores, cocineros y toda la servidumbre de este jaez se esfumaron al ser refutados por Apolonio, la aparición pareció echarse a llorar y pedía que no se la torturara ni se la forzara a reconocer lo que era. Al insistir Apolonio y no dejarla escapar, reconoció que era una empusa y que cebaba de placeres a Menipo con vistas a devorar su cuerpo, pues acostumbraba a comer cuerpos hermosos. 

Orestes en Delfos, python ca. 380 aC
Orestes en Delfos, python ca. 380 aC

Erinias (Ἐρινύες)

Erinias, las Furias, diosas de la retribución, conocidas como "Las benévolas". Según la Teogonía de Hesíodo, cuando Cronos castró a su padre, Urano, y arrojó sus genitales al mar, las Erinias, los Gigantes y las Melias, emergieron de las gotas de sangre que cayeron sobre la tierra (Gea), mientras Afrodita nació de las crestas de la espuma del mar (Teog. 173). Según versiones variantes, emergieron de un nivel aún más primordial: de Nyx (Esq. Eumenides 321;  Licofrón 432; Ovid, Metamorfosis 4.453), en la Eneida de Virgilio, son hijas de Plutón y Nyx (Virgil, Eneida  VI 250) y sus nombres son: Alecto (Ἀληκτώ), el incesante; Tisífone (Τισιφόνη), vengador de asesinato; Megera (Μέγαιρα), la celosa.

Nocturnas, clandestinas, habitan en las profundidades, en una cueva sombría, junto a la sagrada agua de la Estigia, y os encolerizáis contra los impíos proyectos de los mortales; rabiosas, arrogantes, que lanzan alegres gritos impulsadas por la Necesidad, vistiendo salvajes peplos. Vengadoras, robustas, víctimas de un profundo dolor, que moran en la región subterránea de Hades, temibles doncellas, de variadas formas, aéreas, invisibles, veloces como el pensamiento, porque ni las raudas llamas del sol o de la luna, ni el esplendor de la sabiduría, de la virtud, ni de una arriesgada empresa, hecha con agrado, ni tampoco el de una vida en su pleno vigor, esto es, de una hermosísima juventud, suscita los goces de la vida sin vuestra ayuda. Pero sobre las infinitas tribus de todos los mortales siempre la mirada de Dice su acción ejerce, porque jueces constantes sois. Diosas del destino, que tienen serpientes por cabellos, polimorfas (Himno órfico LXIX, A las Erinias).

Su tarea es escuchar las quejas presentadas por los mortales contra la insolencia de los jóvenes a los ancianos, de los niños a los padres, de los anfitriones a los invitados y de los reyes a los suplicantes, y castigar esos delitos acosando implacablemente a los culpables. Las Erinias son ancianas y, según los autores, se las describe con serpientes por pelo, cabezas de perro, cuerpos negros como el carbón, alas de murciélago y ojos inyectados de sangre. En sus manos llevan azotes tachonados de bronce y para tormento de sus víctimas.

En las Coéforas de Esquilo, Orestes ha alcanzado la edad adulta y el oráculo de Apolo le ha ordenado vengar el asesinato de su padre Agamenón a manos de su madre. Al regresar a casa y revelarse a su hermana Electra, Orestes finge ser un mensajero que trae la noticia de su propia muerte a Clitemnestra. Luego mata a su madre y su amante Egisto. Aunque las acciones de Orestes fueron las que Apolo le había ordenado que hiciera, Orestes aún ha cometido matricidio, un grave sacrilegio. Debido a esto, es perseguido y atormentado por las terribles Erinias, que exigen aún más venganza de sangre.

En las Benévolas de Esquilo, cuando Apolo expulsa a las Erinias del templo, las identifica con los monstruos devoradores de sangre: "Vuestro lugar está allá donde se cortan las cabezas, donde se sacan los ojos, donde hay torturas, donde se degüella, donde se siegan los órganos y se destruye el licor seminal de los infantes en flor, donde se amputan las extremidades de los miembros, donde gimen los lapidados y empalados, donde la estaca hundida en el espinazo provoca espantosos chillidos... ¡Esos gritos oís como si fuesen cantos de júbilo y de ellos hacéis vuestras delicias! ¡Oh diosas de quienes los dioses tienen terror! La morada que conviene a monstruos como vos es el antro del león bebedor de sangre… ¡Fuera de aquí! ¡lo mando! ¡Salid pronto de este templo! ¡Desapareced del Santuario fatídico, no sea que os envíe la sierpe de alas de plata que brota del arco de oro! ¡Entonces, de dolor, echaríais la negra espuma que de los hombres sacasteis, vomitaríais los coágulos de sangre que lamisteis en los degüellos! ¡No os conviene mancillar el Santuario de los Oráculos! ¡Id y vagad sin pastor por vuestros prados, que ningún Dios se cuida de tal rebaño!"

Apolo le dice a Orestes en Delfos que debe ir a Atenas para buscar la ayuda de la diosa Atenea. En Atenas, Atenea arregla que Orestes sea juzgado por un jurado de ciudadanos atenienses, presidido por ella. Las Erinias aparecen como las acusadoras de Orestes, mientras que Apolo habla en su defensa.

El juicio se convierte en un debate sobre la necesidad de la venganza de sangre, el honor que se debe a una madre en comparación con el debido a un padre, y el respeto que se debe rendir a las deidades antiguas como las Erinias en comparación con la nueva generación de Apolo y Atenea. El voto del jurado está dividido en partes iguales. Atenea declara absuelto a Orestes por las reglas que estableció para el juicio. A pesar del veredicto, las Erinias amenazan con atormentar a todos los habitantes de Atenas y envenenar el campo circundante. Atenea, sin embargo, ofrece a las diosas antiguas un nuevo papel, como protectoras de la justicia, en lugar de la venganza, y de la ciudad. Ella los persuade de romper el ciclo de sangre por sangre (excepto en el caso de la guerra, que se lucha por la gloria, no por la venganza). Mientras promete que las diosas recibirán el debido honor de los atenienses y de Atenea, también les recuerda que posee la llave del almacén donde Zeus guarda los rayos que derrotaron a las otras deidades más antiguas. Esta mezcla de sobornos y amenazas veladas satisface a las Erinias, que luego son conducidas por Atenea en una procesión hacia su nueva morada. En la obra, las "Furias" se denominan "Semnai" (Venerables), ya que ahora serán honradas por los ciudadanos de Atenas y garantizarán la prosperidad de la ciudad.