Por regla general, los mitos antiguos no ofrecen una historia sencilla y coherente, y por ello nadie debe extrañarse si algunos detalles de intención no coinciden con los de cada poeta o historiador (Diodoro IV, 44. 5-6)
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Cosmogonía y Teogonía
El Cielo es una semiesfera sólida similar a una bóveda o domo (Il. XVII, 425; Pind. Nem. 6, 3-4; Od. XV, 329 y XVII, 565) que cubre la Tierra que es plana. Los elementos se ordenan según su peso: el fuego y el aire por ser más livianos ascienden, el agua y la tierra los sostienen. La Tierra es incapaz de retener el agua en su superficie y ésta se situa alrededor formando un ancho río que es el Océano. Los materiales más pesados se situan en el fondo de la tierra y este es el motivo de la riqueza de Plutón, señor del Inframundo.
El Aire o neblina (Aer) se situa sobre la tierra y el agua y en su parte superior se encuentra el Éter o aire brillante o ígneo (Aether).
El Océano circunda la tierra y es la fuente de todas sus aguas, tanto dulces como salobres (Il. XXI, 194). El Sol, después de cruzar el cielo con sus caballos, navega en un cuenco de oro sobre la corriente del océano desde las regiones occidentales de las Hespérides hasta regresar al Este, la tierra de los etíopes, antes del alba (Mimnermo, Fr. 10 Diehl).
La Tierra se haya dividida en cuatro zonas, reflejo de la división del cielo. La del centro no es habitable debido al intenso calor; en los extremos se encuentran dos zonas cubiertas por una densa capa de nieve; las dos partes del medio tienen un clima templado (Ov. Met. I, 50). Bajo la superficie de la tierra se extiende el Tártaro a gran profundidad, separado por unas puertas de bronce (Il. VIII, 13).
Hay una vía que se distingue en la noche cuando el cielo está sereno y por su color recibe el nombre de Láctea. Por ella transcurre el camino hacia las mansiones de los nobles dioses (Met. Ov. I 170). Existe una multitud de semidioses, divinidades campestres, ninfas, faunos, sátiros y silvanos que habitan los montes pues aún no se consideran dignos del cielo (Ov. Met. I 190).
Los dioses no son los creadores del cosmos, pues surgen de él, sino una especie de reyes que gobiernan todos o determinados aspectos de la existencia.
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