Musa Urania, ca. 150 a.C. Museo del Prado |
La palabra daimon o δαίμων puede derivar del griego δαίομαι que siginifica "repartir, proveer" de la raíz indoeuropea *da- "dividir" (en la Odisea se lee "Βοηθοΐδης κρέα δαίετο καὶ νέμε μοίρας", el hijo de Boeto dividía las carnes y hacía las raciones, en Od. XV 140). Los daimones son seres animados, dotados de razón, de alma susceptible de pasión, de cuerpo de naturaleza aérea y eternos (Apuleyo, El daimon de Socrates). Entre los poetas épicos (s. VIII a.C.) se usa libremente para expresar la divinidad, bien como sinónimo de theós (Homero), bien como designación de seres divinos de rango inferior a los theoi (Hesíodo), o como hijos de los dioses (cf. Platón, Apol. 27b-e). Los daimones son divinidades tutelares o espíritus guía, seres que interaccionan con dioses y seres humanos. Sin embargo los daimones no designan a una clase concreta de seres divinos sino una forma de actuar. Lo que define a un daímon es su actividad y por tanto, un dios puede actuar como un daimon en un determinado momento, como Atenea cuando es la mensajera de Aquiles (Il. I 222) o Afrodita cuando guía a Helena (Il. III 420). Sin embargo, Isócrates (s. IV a.C.) distingue a los dioses olímpicos, aquellos que nos bendicen con cosas buenas, y los daimones, aquellos que son agentes de calamidades y castigos. A los primeros, los particulares y las ciudades les construyen templos y altares, pero los segundos no son honrados en las súplicas ni en los sacrificios sino que nosotros les hacemos conjuros (Isocrates, Filipo 117).
Los daímones se distinguen según su acción sobre un aspecto particular de la realidad en el que ejercen su función o dominio: Hipnos, el Sueño, actua sobre los seres que pueden soñar. La función operatoria y su descripción o hipotiposis dependen solo del punto de vista del poeta o del mitógrafo. Recuerda a la antigua dualidad onda-partícula, siendo el daimon una partícula y entendiendo por onda la alteración de alguna propiedad del campo que provoca esa partícula. Como una función de onda el daimon puede manifestar su acción a distancia y al mismo tiempo (Cf. Neil Gaiman, The Sandman vol. 2 #48). Además, los daímones se relacionan entre ellos como unos nodos que se unen a otros como si fueran aristas formando una trama o symploké pero no hay ninguno que esté aislado por completo, ni tampoco ninguno al que estén subordinados todos las demás (por eso Hera pide ayuda a Hipnos ante quien el mismo Océano o incluso Zeus deben ceder, Ilíada XIV 242). Las Musas, divinidades rectoras que ejercen su acción sobre las distintas artes, pueden sufrir la acción de la ira y castigar a las Piérides convirtiéndolas en urracas (Ant. Lib. 21; Ov. Met. V). Existe una clasificación de los daimones al comienzo de los himnos órficos cuando Orfeo invoca "al Demón benefactor de los mortales, y al nocivo; a los Démones celestes, a los aéreos, a los que moran en las aguas, a los terrenales, a los subterráneos y a los que se mueven por el fuego" (Himno órfico, Proemio).
Se pueden clasificar cada Daímon según el campo sobre el que interaccionan. En un primer género de materialidad, los daímones de la naturaleza física o del «mundo externo» designa el conjunto de entidades físicas, perceptibles por los sentidos y situadas en un espacio individual: montes, ríos, edificios, colores, Luna, Tierra. Cada fenómeno de la naturaleza está habitado por una voluntad comparable a la humana, tiene una decisión que se puede dominar o ganarse. Algunos de estos entes son impalpables aunque su presencia se adivina en el rumor del viento, el movimiento de los árboles, los reflejos del agua. Aunque hay cosas que no se pueden someter ni persuadir, fácil es que ellas nos gobiernen y son por eso las más temibles: rayos, huracanes, tempestades y terremotos (Alfonso Reyes). El segundo son los «daímones del alma» que se ocupan de los procesos internos o psicológicos: emociones, dolor, afecto, sueños, pensamientos, recuerdos, sentimientos y las imágenes que aparecen en los sueños. No ocupan un espacio físico pero si pueden ubicarse en un tiempo, el momento en que se hacen presentes. El tercer género está formado formado por conceptos abstractos que no son fuerzas naturales ni creaciones de la conciencia: esencias eternas que gobiernan las relaciones del mundo y de la sociedad humana como las normas morales o los principios geométricos (la relación entre el diametro y su circunferencia es transcendente) y también realidades pasadas (no necesariamente ligadas a un lugar del espacio ni a un tiempo concreto). Son las ideas transcedentes, independientes de la realidad física o de que exista alguien que pueda pensarlos. Aquí se encontrarían todos aquellos daímones que no forman parte ni de la realidad exterior ni de la interior de la persona pero que tienen una existencia independiente del medio físico o del pensamiento. Una misma realidad puede analizarse desde este mismo esquema. El cuerpo de Aquiles no es menos real (sus cenizas están enterradas en la isla de Leuce, Plinio H.N. IV 83), que aquellos procesos psicológicos, pensamientos y sensaciones, que tuvo Aquiles en un momento determinado (Odiseo habla con el alma de Aquiles en Od. IX 465) o que la idea de Aquiles que lleva a los hombres a escribir las tragedias perdidas de la Aquileida o Los mirmidones de Esquilo o Los amantes de Aquiles de Sófocles, a levantar palacios (como el Aquileón de Corfú). También los hombres de la Edad de Oro se transformaron en daimones por la voluntad de Zeus, para servir a los mortales benévolamente como sus espíritus guardianes; «buenos seres que dispensan riquezas ... sin embargo, permanecen ocultos, conocidos solo por sus actos» (Hes., Los trabajos y los días 122). En Roma, los Lares, Lemures, Genios y Penates se representan como deidades que pertenecían al culto doméstico y familiar. Las almas de los hombres son demonios, y esos hombres se convierten en Lares si son buenos, en Lemures o en Larvas si son malos, y en Manes si no se sabe si se merecen bien o no. Los benditos son llamados en griego εὐδαίμονες (eudaimones), porque son buenas almas, es decir, buenos demonios, confirmando su opinión de que las almas de los hombres son demonios (San Agustín, Ciudad de Dios IX 11).
I. Seres divinos y semidivinos, intermediarios entre los dioses superiores y los hombres.
Doctrina de los démones.
Existe una jerarquía divina entre dioses, démones y héroes. Los démones, junto con los héroes, ocupan el espacio intermedio entre los dioses y los hombres. Los démones establecen un vínculo entre el mundo humano y el divino y viceversa: actuan como guías de los hombres en su vida y descenso al Hades y llevan preceptos divinos a los hombres, además las plegarias de los hombres a los dioses. En el cielo viven los astros ígneos y, en la tierra, los seres vivos terrestres; se puede postular que también los otros elementos, agua, aire y éter, forman cada uno sus propios seres vivos. Los «semidioses», los héroes, que aparecen de forma poco clara como fantasmas, son de naturaleza acuática; al Aire y al Éter pertenecen los daímones, que son completamente invisibles; no obstante, son espíritus fuertes que conocen todos nuestros pensamientos, se alegran de lo bueno y odian lo malo; los dioses, en cambio, no experimentan pasiones. Además, los démones pueden intervenir según les corresponda y por ello es recomendable honrarlos con oraciones (Epínomis, 984b).
Los hombres también podían valerse de un daimon para sus propios fines, usando todo tipo de conjuros. Todo el arte de la adivinación y de los sacerdotes se realiza en realidad a través de los démones. A los caídos en las guerras ya no se les llama solo «héroes» sino daímones (Platón, Leyes 732d, 799a y 906a). Sócrates considera a los démomes "hijos bastardos de los dioses", nacidos de una ninfa y un mortal, de aquí su naturaleza dividida entre hombres y dioses.
Abraxas, demon famoso por su nombre cósmico, que gobierna el eje y el coro de estrellas y la helada luz de las Osas (Textos de magia en papiros griegos XXXIII). «Pero tú, Isis y Osiris y démones de la tierra Ablamgounchotho, Abraxas, y démones subterráneos, levantaos, los que procedéis del abismo, y haced que fulana, hija de mengana, padezca sed, no encuentre el sueño, y me ame a mí, fulano, hijo de fulana, con el amor de sus entrañas, hasta que venga y una su sexo femenino con el mío masculino» (Textos de magia en papiros griegos XXXVI, 145).
Daímones mensajeros (άγγελοι).
Los άγγελοι son entidades divinas que vinculan a los dioses con los hombres como mensajeros de las órdenes divinas. La sacerdotisa Diotima (Platón, El Banquete 202e) define a Eros como un ser que no es ni dios ni mortal, sino algo «intermedio», un daímon, pues ésta es la naturaleza de los daímones: se sitúan en el medio entre los dioses y los hombres, son «intérpretes y barqueros» que transmiten mensajes y dones de los hombres a los dioses y de los dioses a los hombres: oraciones y sacrificios por unos y órdenes y premios, por los otros. La divinidad no tiene contacto con el hombre, sino que es a través de este demon como se produce todo contacto y diálogo entre dioses y hombres, tanto como si están despiertos como si están durmiendo (Zeus se comunica con Agamenón a través del sueño, Il. II 5).
Angelia:
Angelia (Ἀγγελία) es la personificación de mensajes, noticias y proclamas. Era compañera de Arete, virtud, y Eucleia, excelencia.
De la hija de Hermes, Angelia, oyó el difunto Ifión la victoria de su sobrino Alcimedonte y anunció a su hermano Calímaco el refulgente honor, en Olimpia logrado, que Zeus a su hijo otorgó (Pínd. Olimp. VIII, himno de la victoria de Alcimedonte de Egina en la palestra infantil).
Feme:
Feme (Φήμη) u Ossa (Ὄσσα) es la personificación de rumores, chismes y fama. Feme (Rumor) es algo malvado, por naturaleza, la mala reputación es un peso ligero para levantar, pero pesado de transportar y difícil de dejar. Feme nunca desaparece por completo una vez que muchas personas han difundido un rumor. De hecho, ella realmente es una especie de diosa (Hes., Trabajos y Dias 760). Algunos la consideran la hija de Élpis, la Esperanza (Sof., Edipo Rey 151), Afrodita, Oceano y Tetis, o la última hija de Gea (Vir., En. IV 174).
En el centro del mundo se encuentra un lugar entre las tierras y los mares y las regiones del cielo, los límites del triple universo, de donde todas las cosas en todas partes, por muy lejanas, se espian y miran, y cada voz y palabra llega a sus oídos. Aquí Fama tiene su hogar elegido en el pico más alto construido con mil aberturas e innumerables entradas y nunca una puerta. Está abierto día y noche y construido en bronce resonante; todo reverbera, repitiendo voces, duplicando lo que escucha. En el interior, no hay paz, no hay silencio en ninguna parte, y sin embargo no hay ruido, sino murmullos silenciosos como olas que se escuchan en un mar lejano, o como un último trueno tardío, cuando Júpiter hace que las nubes de lluvia cayeran. Multitudes abarrotan sus pasillos, una población liviana que va y viene, y rumores en todas partes, miles, falsos mezclados con verdaderos, vagan de aquí para allá, y las palabras revolotean por frases confundidas. Algunos vierten sus chismes en oídos inactivos, otros transmiten lo que han reunido, y a medida que cada chisme agrega algo nuevo, la historia crece. Aquí habitan Credulidad (Credulitas), Error temerario, Delicia (Laetitia) sin fundamento, Susurri (Susurros) de fuente desconocida, Sedición (Seditio) repentina y Miedos (Timores) abrumadores. Todo lo que sucede en el cielo, el mar o la tierra, Fama observa y recorre todo el mundo. (Ov., Met. XII 39).
Veloz de pies, de raudas alas, horrendo monstruo, enorme, cela bajo las plumas de su pecho, maravilla decirlo, igual número de ojos siempre alerta, tantas son sus lenguas, tantas como sus bocas vocingleras y sus orejas erizadas. De noche se desliza con estridente vuelo entre el cielo y la tierra por las sombras y no rinde sus párpados ni un punto al dulce sueño. Vela durante el día sentada en el tejado de las casas o en lo alto de las torres infundiendo incesante terror por las grandes ciudades, tan tenaz difusora de mentira y maldad como de lo que es cierto. Iba entonces gozosa propalando los más varios rumores por los pueblos; divulga a la par nuevas ciertas y falsas (Vir., Eneida IV 174). Para castigar a las mujeres de Lemnos por despreciar sus ritos, Afrodita hace que Fama difunda el rumor de que sus esposos planean abandonarlas e incitarlas a asesinarlos. En la oscuridad Afrodita siguió a Fama errante, a quien el Padre todopoderoso ha alejado de su pacífico mundo celestial, cuya voz suena siempre bien y mal y esparce pánico. Con ira ella habita en lo profundo de las nubes, un espíritu que no es del infierno ni del cielo, y perturba la tierra, porque esto se le permite. Fama la ve primero, y ahora sin previo aviso vuela impaciente; ella ya pone su semblante, ya levanta las orejas. Afrodita la inflama aún más y la inspira cuenta cómo vienen los hombres, esclavizados por la vida delicada y la lujuria vergonzosa, y traen mujeres de Tracia para compartir la cama del amor. Así el resentimiento picara y enloqueciera a todas las mujeres por todas partes (Ap. Rd. II 115). Fama también llevó a Deyanira la noticia de que su esposo Heracles se había enamorado de la princesa cautiva Yole. Heracles recién llegado de su triunfo en Ecalia había hecho planes para pagar sus votos a Jove en Cenaeum, cuando Fama se adelantó. Fama que habla y ama enredarse con lo falso y casi nada florece en sus propias mentiras, rápidamente llegó a los oídos de Deyanira, el rumor de que su señor estaba cautivado por el amor de Yole (Ov., Met. IX 137). Fama habría volado desde las colinas de Tebas hasta Autónoe, proclamando el destino de Acteón, su hijo destrozado por sus perros (Nono, Dionisíaca 5.370). Fama vuela a través de las ciudades y es llevada de un lado a otro en las tierras vecinas hasta Licaonia y más allá de los claros de Partenia y el campo de Éfira, y la misma diosa tumultuosa desciende sobre la ogigia Tebas. Con las alas completamente estiradas, se posa sobre esas paredes, trayendo terror que concuerda con la noche anterior al jefe labdácida Eteocles: la bienvenida recibida por su hermano exiliado Polinices en Argos y el matrimonio con Deípile, hija de Adrasto, y el pacto real y la unión de casas y al fin ella habla de la guerra que lleva a las puertas de Tebas (Estacio, Tebaida II 202). En Ítaca, Ossa como heraldo corrió a toda velocidad por la ciudad, llorando la noticia de la horrible muerte y condena de los pretendientes de Penélope (Od. XIV 412).
Como a menudo es imposible rastrear un rumor hasta su origen, se dice que proviene de Zeus y, por eso, Ossa es la mensajera de Zeus (Hom. Od. I 282, II 216, XXIV 412, Il. II 93). En Atenas fue honrada con un altar, al lado de Aidos y Hormes (Paus. I 17.1).
Némesis, estatua dedicada por Ptollanubis. Encontrada en Egipto, s. II d.C. Museo de Louvre. |
Némesis (Νέμεσις, en lat. Invidia) es nacida de la Noche sola (Hesíodo Teogonía 223; Paus. VII 5.3); de Erebos y la Noche (Higino Prefacio; Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses III 17); de Océano (Pausanias VII 5.3; Nono, Dionisíaca 48.375) o hija de Zeus (Cipria Frag. 8). Se la menciona con frecuencia bajo los nombres de Adrastea y
Ramnusia. Adrastea por el rey Adrasto de Argos, que construyó el primer
santuario de Némesis junto al río Asopo (Estrabón XIII P. 588). Ramnusia por el demo de Ramnunte en Ática, donde tenía un famoso santuario (Paus. I 33.2).
Es la diosa de la indignación y la retribución por los actos malvados y la buena fortuna inmerecida. Némesis es la mensajera de la Justicia (Platón, Leyes IV 717d, 3). Némesis, espectadora de la vida de los mortales que se distribuyen en diferentes pueblos, eterna, venerable, porque eres la única que se alegra con la justicia y transforma las varias actitudes, que siempre son inestables; a quien todos los mortales temen, echándose el yugo a su cuello, porque siempre le preocupa el sentir de todos, y no te pasa desapercibida la mente que, por un deseo irreflexivo, desprecia las normas. Pues todo lo ve, todo lo oye y todo lo rige; en ella residen las normas de justicia de los mortales (Himno órfico 61 A Némesis).
En sus mitos, Némesis parece particularmente interesada por los asuntos del amor. Se representa en las obras de arte como una divinidad virgen, parecida a Afrodita, como en la famosa estatua de Ramnunte (Plinio, H.N. XXXVI 4; Paus. I 33. 2; Estrabón IX 390; un fragmento de la cabeza se conserva en el Museo Británico).
Al final de la Quinta Edad del hombre Aidos (Modestia) y Némesis (Indignación), con sus dulces formas envueltas en túnicas blancas, se irán de la amplia tierra y abandonarán a la humanidad para unirse a la compañía de los dioses inmortales; y amargos dolores quedarán para los hombres mortales, y no habrá ayuda contra el mal (Hes. Trabajos y Dias 170).
Narciso. El joven Narciso huía del abrazo de Eco, burlándose de la ninfa. Avergonzada y rechazada en el bosque, se esconde y su cuerpo se disuelve hasta dejar solo el eco de su voz. De la misma manera se había burlado Narciso de otras ninfas de montaña y del agua; hasta que un joven despreciado, con las manos levantadas, pidió a los diose que Narciso nunca gane su amor. Y Ramnusia (Némesis) aprobó su oración justa e hizo que Narciso se enamorara de su propio reflejo y se desvaneciera (Ov. Met. III 402).
Nicea. La hija del río Sangario y de Cibeles, era una hermosa ninfa de la corte de Ártemis que despreciaba el amor y adoraba la caza. Himno, pastor de Frigia, se enamoró de ella. Angustiada por su persistencia, le disparó en el corazón y le mató. Eros, furioso por su crueldad, despertó un fuerte deseo en Dioniso por ella. Eros espió a Nicea durmiendo y la señaló a Baco, compadeciéndose de Himno. Némesis se rió al verlo. Dioniso persiguió durante mucho tiempo a la joven, quien se resistió continuamente hasta que se las arregló para emborracharla convirtiendo el agua de un manantial en vino. Cuando se durmió la ninfa, el astuto Dioniso se deslizó silenciosamente hacia su novia cibélide. De esta unión nació Teleté (la consagración, la iniciación), que se convertiría en seguidora de su padre. Junto al lago de vino se levantó la ciudad de Nicea (Nono 48. 865).
Aura. La ninfa Aura, hija de Lelanto, había ofendido a la diosa Ártemis burlándose de su virilidad. Marchó entonces a ver a Némesis y encontró a la doncella en las cumbres del Tauro, alto como las nubes, donde estaba descansando tras poner fin a la jactancia del amenazador Tifón. Tenía allá una rueda que rodaba por sí sola junto a los pies de su soberana, indicando que a todos los valientes les puede arrastrar por el suelo, desde lo alto, a través de su rueda vengadora de la justicia, siempre rodante, la diosa que todo lo puede y que da la vuelta a los caminos de la vida. En su derredor volaba en tomo a su trono un ave justiciera, el alado Grifo, que se elevaba a sí mismo por un impulso de sus cuatro garras, es mensajero natural de la divinidad alada, porque también ella recorre así los cuatro rincones en que está dividido el mundo. Supo ella, según vio a la diosa con pálido semblante, que Ártemis estaba dolida y repleta de un resentimiento letal. Así, se aproximó a Aura la orgullosa y golpeó con su látigo viperino el cuello altanero de la desdichada, y la hizo girar de arriba abajo en su rueda de la justicia circular. En torno al ceñidor de la doncella enrolló su fusta serpentina la argólide Adrastea. Concediéndole esta gracia a la divinidad Ártemis y a la vez a Dioniso, su hermano, pues mientras estaba afligido, puso armas a otro amor (aunque ella misma era inexperta en amores después llegaría la seducción por Zeus). Dioniso, loco de deseo por una flecha del arco de Eros, persiguió a Aura pero la ninfa siempre escapa porque corre más que él. Sabiendo que nunca la podrá seducir, Dionisio adormece a Aura con vino, la ata y la viola mientras está inconsciente e inmóvil. Cuando Aura despiertó, descubriendo que ya no es virgen, pero sin saber quién es el responsable, enfurecida, comenzó a matar a cada hombre que encuentra. Cuando descubrió que estaba embarazada, intentó suicidarse pero no pudo. Aura dio a luz a sus gemelos y los abandonó en la selva. Se los dio a comer a una pantera, pero ésta los amamantó con sabio pecho. Entonces Aura agarró a uno de los chicos, lo arrojó alto en el aire, y lo devoró. Ártemis alejó al otro gemelo de manera segura, el joven Yaco. Aura enloquecida se ahogó en el río Sangario, donde Zeus la convirtió en un manantial (Nono 48, 210).
Helena. En algunas versiones de la Guerra de Troya, Némesis es la madre de Helena. Némesis, mientras huía del abrazo de Zeus, tomó la forma de un ganso. Zeus convertido en cisne tuvo relaciones sexuales con ella. Némesis puso un huevo, que un pastor encontró entre los árboles y se lo entregó a Leda, esposa de Tindáreo de Esparta. La reina lo guardó en una caja, y cuando Helena salió del cascarón después del tiempo adecuado, la crió como si fuera la suya (Apd. III 10.7), de donde viene el nombre de Helena Ramnúside (Calím. Himno A Diana 232; Paus. I 33. 7).
Cabeza de Nemesis de Ramnunte. Museo Británico. |
Daímon es un poder impenetrable, una fuerza que impulsa al hombre sin que pueda nombrarse su «agente». El hombre siente como si, cuando las cosas están a su favor, estuviera «con el demon» (syn daímoni, Il. XI 791) y, por el contrario, cuando todo se vuelve contra él, entonces está «contra el demon» (pros daímona), especialmente si un dios favorece a su adversario (Il. XVII 98). Las enfermedades pueden describirse como «un odiado demon» que «ataca » al que las sufre; pero entonces son los «dioses» (theoí) los que lo salvan (Od. V 396). Daímones o amphípoloi («servidores») y própoloi («asistentes») están asociados a una de las grandes divinidades olímpicas o a la Madre de los Dioses, que son líderes de su coro (Estr. X 466).
Las personificaciones arcaicas son mediadoras entre los dioses y las diversas facetas de la realidad. Temis, el orden, y Metis, la sabiduría, se convierten en consortes de Zeus (Hes. Teog. 886). La hija de Zeus es Dike, la Justicia. Cuando con torcidas sentencias los hombres devoradores de regalos consiguen arrastrar con violencia a esta virgen por las calles, se sienta junto a su padre y le habla de la mente malvada de los hombres y Zeus hace que todo el pueblo pague por ello (Hes., Trabajos y días 220). Ares, el dios de la guerra, va acompañado del «Miedo» y el «Terror» (Fobos y Deimos). Afrodita lleva en su cortejo a Eros, el amor, a Hímeros, el anhelo, y a Peito, la persuasión. Dioniso guía a las «Horas», las estaciones del año agrícola. También pueden formar parte de su cortejo Tragodía, como Ménade, Comos, el cortejo festivo, en forma de joven sátiro, Pompé, la procesión festiva, en forma de virgen que lleva un cesto (RML = fr. 7 Davies, Cratino).
Zeus:
Titanomaquia. Los hijos de Estige. Estige, hija de Océano, enamorada de Palas, dio a luz a Zelos (Ζῆλος, la rivalidad) , Bías (Βία, la personificación de la
fuerza), Cratos (Κράτος, el poder) y Nike (Νίκη, la victoria), que son sus conspicuos hijos, y estos no tienen hogar que no sea el hogar de Zeus, ni lugar de descanso ni camino, excepto donde ese dios los haya guiado, pero siempre están alojados por Zeus. Porque esta fue la voluntad de la eterna Estige desde aquel día en que Zeus convocara a todos los dioses inmortales al alto Olimpo y dijo que cualquier dios que luchara de su lado con los Titanes nunca sería expulsado de su privilegio, sino mantendría la posición que había tenido antes entre los inmortales, y también, que aquellos que bajo Cronos se había quedado sin posición o privilegio deberían ser elevados a estos por justicia. Estige la imperecedera fue la primera en llegar al Olimpo con sus hijos, como le había aconsejado su propio padre Océano. Por esta razón, su nombre recibió el honor de ser un juramento vinculante para las deidades (Hes. Teog. 383; Apd. I 2.2).
Antropogonia: Dolos y Aletheia. Aletheia (Veritas) que significa verdad, es la hija de Cronos (Plutarco) y madre de Virtus. También se la considera hija de Zeus (Pind. Ol. 11) o una creación de Prometeo (Esopo, Fedro 530). La esquiva diosa habita en el fondo de un pozo sagrado (Diógenes Laercio; Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres IX, 72). Se la representa como una virgen vestida de blanco y como la "verdad desnuda" (nuda veritas) sosteniendo un espejo de mano. Prometeo, ese alfarero que dio forma a nuestra nueva generación, decidió un día esculpir la forma de Veritas (Verdad) usando toda su habilidad para que ella pudiera regular el comportamiento de las personas. Mientras trabajaba, recibió una llamada inesperada del poderoso Júpiter. Prometeo dejó al astuto Dolos (Δόλος, Engaño) a cargo de su taller. Dolos, hijo de Gea y Éter (Hig. Pref.) o de Erebo y Nyx (Cic., Sobre la naturaleza de los dioses 3.17) se había convertido recientemente en uno de sus aprendices. Impulsado por la ambición, Dolos utilizó el tiempo a su disposición para modelar con sus dedos astutos una figura del mismo tamaño y apariencia que Veritas con rasgos idénticos. Cuando casi había terminado la pieza, que era realmente notable, se quedó sin arcilla para hacer sus pies. El maestro regresó pronto y Dolus se sentó rápidamente en su asiento, temblando de miedo. Prometeo estaba asombrado por la similitud de las dos estatuas y quiso que pareciera que todo el crédito se debía a su propia habilidad. Puso ambas estatuas en el horno y cuando estuvieron bien cocidas, les infundió vida a las dos: la sagrada Veritas caminaba con pasos mesurados, mientras que su gemela inacabada permanecía estancada en sus huellas. Esta falsificación recibió el nombre de Mendacium (Mentira), y tiene las piernas cortas: de vez en cuando algo que es falso puede comenzar con éxito, pero con el tiempo Veritas seguramente prevalecerá.
Aesquine (Αἰσχύνη) era la personificación de la vergüenza, la deshonra, representando el sentimiento de dignidad humana, teniendo como calidad el respeto o la vergüenza que reprime a los hombres de lo inapropiado. Después de haber creado personas, Zeus inmediatamente implantó en ellos todos los rasgos de carácter humano posibles, pero se olvidó del Pudor (Aesquine). Como no sabía cómo meter a Aesquine (Vergüenza) dentro del cuerpo humano, le ordenó que entrara por detrás. Al principio, Aesquine protestó, considerando la solicitud de Zeus de estar por debajo de su dignidad. Cuando Zeus siguió insistiendo, ella dijo: ¨Muy bien, iré allí, con la condición de que si Eros (Amor Carnal) viene después de mí, me iré inmediatamente¨ (Esopo Fab. 109 Hsr.111 Ch.118).
Es completamente noble y venera el trono de Aesquine y detesta el discurso orgulloso. Es lento para actuar con vergüenza, y no tiene una naturaleza cobarde. (Esquilo, Siete contra Tebas 409).
Aedos (Αἰδώς, Modestia), hija de Prometeo (Previsión), da a los hombres virtud y alegría de valor (Pínd. Ol. VII 44)
Al final de la Quinta Edad del hombre, Aidos (Aedos, Modestia) y Némesis (Indignación), con sus dulces formas envueltas en túnicas blancas, saldrán de la tierra de amplias anchas y abandonarán a la humanidad para unirse a la compañía de los dioses inmortales y se dejarán amargas penas para los hombres mortales, y no habrá ayuda contra el mal (Hes. Los trabajos y los dias 170).
La imagen de Aidos (Aedos, Modestia), a unos treinta estadios de distancia de la ciudad de Esparta, fue dedicada por Icario, cuando le dio a Penélope en matrimonio a Odiseo. Quería que el mismo Odiseo se estableciera en Lacedemonia, pero fracasó en el intento. Luego le suplicó a su hija que se quedara, y, cuando ella partía hacia Ítaca, él siguió el carro, rogándole que regresara. Odiseo lo soportó por un tiempo, pero finalmente le ordenó a Penélope que lo acompañara voluntariamente, o si ella prefería a su padre, volviera a Esparta. Dicen que no respondió, pero se cubrió la cara con un velo en respuesta a la pregunta, de modo que Icario, al darse cuenta de que deseaba partir con Odiseo, la dejó ir y dedicó una imagen de Aidos (Modestia); porque Penélope, dicen, había llegado a este punto del camino cuando se cubrió con un velo. (Paus. III 20.10).
Compañeras de Aedos (Modestia) son Eulábeia (Εὐλάβεια), la personificación de la discreción y la precaución, Afeleia (Ἀφέλεια), la personificación de la humildad y la simplicidad, y Profasis (Πρόφασις) la personificación de la humildad y el perdón, que excusa los males causados por los hombres, por la mentira, la mentira y la difamación. Todos ellos huyeron al cielo con Aedos y Némesis cuando el hombre fue vencido por estos sentimientos.
Momo (Μωμος, burla) era la personificación del sarcasmo. Momo era una hija de Nyx, la noche (Teogonía, 214). Se burló de Hefesto por haber fabricado a los hombres sin puertas en sus pechos a través de las cuales se pudiera conocer si sus pensamientos y sentimientos eran verdaderos (Luciano, Hermotimus 20; Ateneo 15.50, Cf. Esopo Fáb. 520 Babrio 59). Buscó defectos en Afrodita, aunque todo lo que pudo hallar fue que era parlanchina y llevaba sandalias chirriantes (Filostrato, Epístolas 21).
En algún momento entre las guerras de Tebas y la guerra de Troya, Momo actua como una consejera de Zeus. Recomienda desencadenar una guerra para aliviar a la Tierra de su carga humana (Cipria, resumen en la Crestomatía de Proclo, Focio 239).
La edad de Hierro: la huida de la justicia. Zeus destruirá igualmente esta estirpe de hombres de voz articulada. El anfitrión no apreciará a su huésped ni el amigo a su amigo y no se querrá al hermano como antes. Despreciarán a sus padres apenas se hagan viejos y les insultarán con duras palabras, cruelmente, sin advertir la vigilancia de los dioses, no podrían dar el sustento debido a sus padres ancianos aquellos cuya justicia es la violencia, y unos saquearán las ciudades de los otros. Ningún reconocimiento habrá para el que cumpla su palabra ni para el justo ni el honrado, sino que tendrán en más consideración al malhechor y al hombre violento. La justicia estará en la fuerza de las manos y no existirá pudor; el malvado tratará de perjudicar al varón más virtuoso con retorcidos discursos y además se valdrá del juramento. La Envidia murmuradora, gustosa del mal y repugnante, acompañará a todos los hombres miserables (Trabajos y Dias 175).
La guerra de Troya: espíritus de la égida de Zeus: Alque, Yoque y Fobos. Alque
(Ἀλκή) es la personificación de la fuerza, la valentía y el coraje, y
que acompañaba a Ares, el dios de la guerra, en sus batallas. Yoque (Ἰωκή) es la personificación de la persecución en el campo de batalla. Durante la guerra, Atenea se
vistió la túnica de Zeus, el que nubes reúne, y se armó con las armas
que llevan el llanto al combate. Suspendió de sus hombros la égida
horrible y floqueada, que corona Fobos (el Terror), Eris
(la Discordia), Alque (la Fuerza) también y Yoque (la Persecución)
espantosa; también la cabeza de la horripilante Gorgona, monstruo
cruel, el portento de Zeus el que lleva la égida. Se caló un casco de
oro de doble cimera y de cuatro anteojeras, que ornaban soldados de a
pie de cien villas. (Homero, Ilíada V 738).
Hera dió una fiesta para celebrar el séptimo día después del nacimiento de su hija Hebe. Los dioses tienen una discusión amistosa sobre quién dará el mejor regalo, con Atenea, Poseidón, Apolo y Hefesto. Todos entregan juguetes excepto Apolo, que regala canciones (Calímaco, Yambos fr. 22, compuso un poema para la celebración del séptimo día después del nacimiento de una hija de su amigo León, usó el regalo de Apolo de una canción como ejemplo divino para su propio regalo).
Hebe realiza tareas domésticas típicas de las hijas solteras de clase alta en la antigua Grecia. En las fiestas de los dioses llena sus copas con néctar (Il. IV 1; Cic. Sobre la naturaleza de los dioses I 40, pero Ganímedes es el único que sirve la copa de Zeus en Il. XX 230), prepara el baño para su hermano Ares (Il. V 905) y ayuda a Hera a entrar en su carro (Il. V 722). La más bella de las diosas siempre está al lado de su madre en el Olimpo (Píndaro Nemea 10). Hebe se reconoce con el epíteto Dia, que se puede traducir como "Hija de Zeus". Su padre Zeus le regaló dos palomas que tenían voces humanas, y una voló hacia donde se estableció el Oráculo de Dodona. Hebe a menudo estaba conectada con Afrodita y se le describe bailando y actuando como su heraldo o asistente, como la asociación clásica entre la belleza y juventud (Himno homérico A Apolo III). Helena, hija de Zeus, se sienta en un trono al lado de Hera y Hebe después de obtener la inmortalidad (Eurípides, Orestes).
Hidria Ricci mostrando a Hebe llevando a Heracles al Olimpo tras su apoteosis, ca. 530 a.C. (Museo Nacional Etrusco) |
Hebe y Heracles tuvieron dos hijos llamados Alexiares y Anicetos (Od. XI 601; Teog. 950; Apd.
II 7.7) en un parto atendido por su hermana Ilítia (Calímaco fr. 524). Alexiares (Αλεξιάρης) y Anicetos (Ανίκητος) son dos dioses
olímpicos menores, que presidieron la defensa de ciudades fortificadas y
ciudadelas.
Diosa de la juventud. Hebe es responsable de mantener la juventud y la inmortalidad de los dioses, ella es la razón por la que los otros dioses son eternamente jóvenes (Filóstrato, Imagenes 2; Baquílides fr. 41; equivalente al papel de Iðunn en la mitologia germana, Gylfaginning 26). Hebe también concede el deseo de Yolao, sobrino de Heracles de volver a ser joven para luchar contra Euristeo (Eur. Heráclidas; Ov. Met. IX 400).
Afrodita:
Las Cárites (Χάριτες).
1) Hijas de Zeus y Eurínome (Hes. Teog. 907; Apd. I 3.1) eran tres diosas de la gracia, la belleza, los adornos, la alegría, la fiesta, el baile y la canción. Sus nombres son Aglaya (‘Belleza’), Eufrósine (‘Júbilo’) y Talia (‘Abundancia’). En Atenas, donde solo había dos Cárites, se las conocía como Auxo (generadora de crecimiento) y Hegemona (la que conduce) (Paus. IX 35.1).
Las Gracias tienen el papel de asistir a los otros Olímpicos. Asistieron a Afrodita bañándola y ungiéndola en Pafos antes de su seducción de Anquises (Himno Homerico A Afrodita 18) y al abandonar el Olimpo cuando se descubrió su aventura con Ares (Iliada VIII 360; Od. VIII 359). Además, se dice que tejen sus peplos (Iliada V 338). Junto con Peito, le regalaron a Pandora, la primera mujer, collares para que fuera más atractiva (Hesiodo, Trabajos y Días 69).
Las Cárites organizaban fiestas y bailes para los olímpicos (Pínd. Olímp. 14). También bailaron para celebrar el nacimiento de Apolo, junto a Afrodita, Hebe y Harmonia (Himno Homerico A Apolo III 19). También se relacionan con Apolo y las Musas en sus bailes y cantos (Hesíodo Teogonia 63).
Pandaisia (Banquete) probablemente fuese otro nombre de Talia. Su nombre aparece como compañera de Afrodita en la pintura de jarrones atenienses. Talia también significa "floración", en el sentido de la vegetación y las flores de primavera (y es el nombre de una de las Horas).
Eudaimonia (Εὐδαιμονία) fue la personificación de la alegría y la
felicidad. Se representa como una de los tres Carites,
posiblemente Eufrosine.
Cale (Καλή) o Calis (Καλλείς) fue la personificación de la belleza y la
gracia, generalmente representada como una de las tres Caritas,
posiblemente Aglaya, esposa de Hefesto, madre de otra generación de Cárites.
Una de las más jovenes de las Gracias, Pasitea (Πασιθεα, relajación), hija de Dioniso (Nono 15. 87) y de Hera (Nono 31.103) es la esposa de Hipnos (Il. XIV 231; Paus. IX 35.1). Por orden de Hera, Iris, disfrazada de la Noche, prometió a Hipnos la mano de Pasitea, a quien amaba, como recompensa por su ayuda para inducir el sueño a Zeus (Hes. Teog. 945; Hom. Il. XIV 264; Nono 31.124).
Las Horas (Ὧραι).
1) Porteras del Olímpo. Las Horas, hijas de Zeus y Temis son Eunomía, Dice y Eirene, es decir, Buena ley, Justicia y Paz (Hes. 901; en Hig. Fab. 183 se añaden los nombres de Auxo, Ferusa, Carpo, Euporie, Ortosie y Talo hasta completar nueve hermanas; en Atenas, se conocían dos llamadas Talo y Carpo, Paus. IX 35.1). Al igual que las Gracias, son acompañantes de las divinidades olímpicas, especialmente de Afrodita, y como bailarinas en las reuniones de los dioses. En el Himno homérico a Afrodita. Las Horas vistieron a la diosa Afrodita recién nacida cuando emergió del mar en Chipre, y la adornaron con oro y joyas antes de llevarla al Olimpo para reunirse con el resto de los dioses (Himn. Hom., A Afrodita 1-15) y a Pandora, recién creada para castigo de los hombres (Hes. Trabajos y días 73). Son las guardianas de las puertas del Olimpo, responsables de abrir y cerrar las puertas del cielo, idea relacionada con el cambio del clima (Hom. Il. V 749, VIII 393).
2) Las Horas del ciclo anual (las Estaciones). Son hijas de Helios (Nono 12.1) y Selene (Q.E. Posth. X 334). Las cuatro Estaciones, de rosadas mejillas, hijas del cambiante año, ese padre de ligeros pies, marchaban a la casa del Sol. Quimón (Χειμών, invierno) vestía un niveo velo que oscurecía su rostro y enviaba una sutil luz de su resplandor a través de las oscuras nubes. Ajustaba su fríos pies con granizadas sandalias. Ella presionaba sus rizos sobre su acuosa cabeza y ceñía alrededor de su rostro, productor de lluvias, el velo. Llevaba, además, una guirnalda verde pálido sobre su cabeza y cubría su escarchado pecho con una blanca faja de nieve. Eiar (Εἶαρ, primavera) resoplaba y arrojaba una brisa de vientos de golondrinas que traían alegría a los mortales. Ella ceñía su primaveral cabellera alrededor de su cabeza amante del Céfiro con trenzas humedecidas en rocío, al tiempo que floridamente reía y en todas las direcciones desplegaba con su vestido la fragancia de la abierta rosa de la mañana. Incluso armaba una doble fiesta tanto para Adonis como para Citerea. Teros (Θέρος, verano) la estación de las primicias avanzaba con sus hermanas. En su mano derecha levantaba la erizada espiga de elevadas puntas y el filo de la hoz de agudo corte, mensajero de la cosecha. Esta joven cubría su piel con brillante ropa fina. Cuando giraba en la danza mostraba a través de su sutil vestido los secretos de sus muslos, y de su rostro chorreaba un húmedo sudor, mientras el abrazador sol ablandaba sus mejillas. Ftinoporon (Φθινόπωρον, otoño) era la guía de la danza, como realiza el arado, ataba en su sien calva una rama de olivo empapada en las aguas del río Nilo de siete afluentes. A los secos y consumidos cabellos de su sien le seguía un cuerpo desecado. Era mitad del otoño, cuando los vientos, que cortan las hojas, hacían perecer el follaje de los árboles. Ya no fluían más sobre el cuello de la ninfa los racimos de la vid llenos de vino con sus entrelazados ramilletes de dorados rizos. Tampoco podía embriagarse ella junto a la cuba amante del vino con el zumo bañado en el púrpureo rocío de Marón. Y ni siquiera la errante hiedra corría en su remolineante marcha (Nono 11.481).
3) Las Horas del ciclo diurno (Horas del día). Son hijas del Tiempo y acompañan como sirvientas al brillante carro de Helios. Son las guardianas de los misterios del ciclo, cada una a su turno, pues agachan la dócil cerviz ante el venerable ordenador de todo el cosmos (Nono 12.15). Sus nombres son: Pico (Αὐγή), la hora del amanecer), Anatole (Ανατολή, la hora del amanecer), Musique (Μουσική, la hora de la música), Gimnasia (Γυμναστική, el momento del atletismo), Ninfa (Νυμφή, hora del baño), Mesembria (Μεσημβρία, la hora del mediodía), Esponde (Σπονδή, la hora de la libación), Elete (Ηλετή, la hora de la oración), Acte (Ακτή, hora de comer), Hesperis (Ἑσπερίς, el tiempo de la tarde), Disis (Δύσις, la hora del atardecer), Arctos (Άρκτος, la Osa, la hora de la noche) (Hig. Fab. 183).
4) Las criadas de Harmonía (Puntos cardinales). Eran circundadas las cuatro puertas irrompibles del robusto palacio de Harmonía por los cuatro vientos. Y criadas de la casa corrían de aquí para allá alrededor de la mansión circular, imagen del cosmos, distribuidas una en cada puerta: Antolia (Levante) era la doncella que cuidaba de la puerta del Euro. Disis (Poniente), nodriza de Selene, guardaba el pórtico del Céfiro. A Mesembrías (Mediodía) le correspondía el llameante paso del Noto. Y cubierta con espesas nubes y granizo, Arctos (la Osa, Septentrión) era la criada que se ocupaba de abrir la puerta de Bóreas (Nono 41 280).
Los Erotes (Ἔρωτες).
Son un grupo de dioses alados de amor y deseo sexual, y son parte de la procesión de Afrodita, que acompaña a Eros y Anteros. Individualmente, los Erotes a veces están vinculados a los aspectos particulares del amor, y a menudo se asocian con el deseo del mismo sexo.
Anteros (Ἀντέρως) era el dios del amor mutuo entre hombres. Castigaba a los que despreciaban el amor y el cortejo del otro, por lo que era el vengador del amor. Poseidon fue amante de Nerites, hijo de Nereo, y Nerites correspondió a su amor, y ese fue el origen de la adoración a Anteros (Eliano, Sobre los animales 14.28). En Atenas, delante de la entrada a la Academia hay un altar a Eros (Amor), con una inscripción de Carmo, el primer ateniense en dedicar un altar a ese dios. El altar dentro de la ciudad llamado el altar de Anteros fue dedicado por los metecos, cuando el ateniense Meles, despreciando el amor de Timágoras, un residente extranjero, le obligó a ascender al punto más alto de una roca y arrojarse. Cuando Meles vio que Timágoras estaba muerto, sufrió tal remordimiento que se arrojó de la misma roca y murió. Desde entonces, los metecos adoraron a Anteros como el espíritu vengador de Timágoras (Paus. I 30.1).
Eros (Ἔρως) es el Daimon o Dios responsable de la atracción sexual, el amor y el deseo, también venerado como un dios de la fertilidad. En una versión, podría ser un dios primordial, nacido junto al Caos, o un hijo de Nix y Erebos, pero generalmente se lo considera un hijo de Ares y Afrodita. Eros es padre de Hêdone con la mortal Psique. Hêdone (Ἡδονή) es la personificación de todo tipo de placeres en la vida, pero principalmente el placer sexual.
Filotes (Φιλότης) es la personificación de la amistad y el afecto, la ternura y el afecto, tanto emocional como sexual, estaban relacionados con el amor entre los miembros de la familia, o entre el maestro y su alumno. Ella era la hija de Noche (Hes., Teog. 224) y Erebo (Hig., Prefacio; Cic., Sobre la naturaleza de los dioses 2.24).
Hermafrodito (Ἑρμαφρόδιτος) era un hijo de Hermes y Afrodita, llamado Atlantiades que fue amado por la Ninfa Salmacis. Atlantiades negó a la ninfa su alegría; ella lo amarró con fuerza; su cuerpo aferrado parecía fijo rápidamente al de él y rogó a los dioses que ambos cuerpos se fusionaran en uno, mezclados en una forma y cara. Como un jardinero coloca un injerto y ve que el crecimiento sella la unión y ambos maduran juntos, por lo tanto, cuando en el abrazo rápido se les unieron las extremidades, ya no eran dos, un cuerpo que no parecía ni hombre ni mujer y era ambos al mismo tiempo. Cuando vio las aguas del estanque donde se había sumergido como un hombre y lo habían convertido en media mujer y sus extremidades ahora débiles y suaves, levantando las manos, Hermafrodito lloró. Rezó a sus padre Hermes y a su querida madre Afrodita, que quien en estas aguas baña a un hombre emerge como media mujer, debilitado instantáneamente. Ambos padres oyen; ambos, movidos para satisfacer a su hijo bisexual, maldijeron el agua brillante con ese poder impuro (Ov. Met. IV 28).
Hímero (Ἵμερος, el deseo). Himeros (Ἵμερος) es la personificación de la pasión y la lujuria causada por el deseo sexual. Cerca del pico más alto del nevado Olímpo, tienen las Musas sus lugares de baile, brillantes y hermosas casas, y junto a ellos, las Cárites e Hímero viven encantados (Hesiodo, Teogonía 53).
Poros (Πόρος) hijo de Metis, es la personificación de la oportunidad, la conveniencia, el medio para lograr algo y la utilidad, unido a Penia (la Pobreza) es el padre de un Eros. Podría ser identificado con Cairos o Aeon, como un dios primordial (Cosmogonía de Alcmán). Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y, entre otros, estaba también Poros, el hijo de Metis. Después que terminaron de comer, vino a mendigar Penía (Pobreza), como era de esperar en una ocasión festiva, y se situó cerca de la puerta. Poros, embriagado de néctar (aún no se había inventado el vino), entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. Entonces Penía, maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acuesta a su lado y concibió a Eros (Platón, Banquete 203b).
Poto (Πόθος) era la personificación del anhelo y la nostalgia provocada por la pasión, en un estado de ánimo voluble, hijo de Zéfiro e Íris (Nono 47, 340). También es considerado uno de los Erotes e hijo de Afrodita (Esquilo, Suplicantes 1034).
Ánfora de figuras rojas (Licurgo, ca. 350 a.C). A la derecha, Afrodita con Ptono apoyado contra ella. Museo Arqueológico de Nápoles. |
Las sirvientas de Afrodita.
Afrodita, junto con Hera, tiene el poder más cercano a Zeus, y esta diosa fecunda en artimañas es honrada en solemnes ritos por sus santas acciones. Y en el séquito de su madre están Poto (Deseo) y aquella a quien no se le niega nada, la ganadora Peito (Persuasión); y a Harmonía se le ha dado un lugar en el séquito de Afrodita, y también a los toques susurrantes de los Erotes (Esquilo, Suplicantes 1035).
Peito (Πειθώ) era la personificación de la persuasión y las palabras seductoras. Puede tratarse de la misma Oceánide, hija de Océano y Tetis (Hes. Teog. 346 ), una hija de Afrodita (Safo, frag. 96 y 200) quizá con Prometeo (Alcmán fr. 64) o de la perversa Ate (Esquilo, Agamenón 384) y también se ha consideado una de la Cárites (Paus. IX 35.1). Por orden de Afrodita, Peito guía a Cadmo al encuentro de Harmonía, su prometida, envuelto en una nube de los pies a la cabeza, camino del palacio de Samotracia (Nono, III 83, aquí Harmonía es hija de Zeus y de la Pléyade Electra). Peito es la primera mujer de Foroneo, rey de Argos, con quien tuvo a Apis y a Egialeo (Escolio a Orestes de Eurípides; esto explicaría su culto en Argos y Sición)
Paregoros (Παρηγόρος) fue la personificación de la comodidad, la comodidad y las palabras suaves. Ella era una compañera de Afrodita, al igual que Peito, la persuasión (Paus. I 43.6). Podría ser la hija de Hermes y Afrodita, o de Océano y Tetis.
Apolo:
Las Musas:
Las antiguas Musas eran hijas de Urano y Gea (D.S, IV 7.1, citando a Alcmán; Paus., IX 29.2, citando a Mimnermo). Sus compañeras posteriores que eran hijas de Zeus y Mnemosine (la Memoria) (Hes. Teog. 52, 915). Las nueve musas (Hes. Teog. 77) son: Calíope, la de la bella voz, musa específica de la poesía épica; Polimnia, musa de los himnos a los dioses, y después como la musa de las pantomimas, Terpsícore, como la musa de la lírica coral y de la danza; Clío, musa de la historia, que celebra los hechos gloriosos (kleia) de los héroes y heroínas del pasado; Talía (Alegría) musa de la comedia; Urania (Celestial) como la musa de la astronomía; Erato (Amorosa), musa de la poesía lírica; Euterpe (Buen deleite) como la musa de la música interpretada con flauta; Melpómene, que preside la tragedia. Músicos como Orfeo, Lino, las Sirenas y los Coríbantes son a menudo nombrados como hijos de una musa (Apd. I 3.2). Las Musas del Helicón eran tres: Melete (Estudio), Mneme (Memoria) y Aoide (Canción) (Paus. IX 29.2). Las tres musas de Delfos eran Nete (aguda), Mese (media) e Hípate (grave) por las cuerdas de la lira (D.S. 4.7.2). En Roma se identificaron con las cuatro Camenas: Carmenta o Carmentis, Egeria, Antevorta y Postvorta, que tenían una cueva sagrada y un arroyo fuera de la puerta Capena en Roma.
Homero y Hesíodo. Las Musas son las diosas en las que el poeta épico confía su inspiración, su arte y su recuerdo. Las Musas del monte Helicon se le acercaron a Hesíodo mientras pastoreaba sus rebanos y le obsequiaron con el don del canto, inspirándole una voz divina que le permitía cantar las cosas que vendrían en el futuro y las que habían ocurrido en el pasados (Hes. Teog. 22). Homero invoca a las Musas al comienzo de la Ilíada y antes de emprender su largo catálogo de naves (Hom. Il. I 1 y II 484) necesita su ayuda porque son diosas que lo saben todo, mientras que los humanos no conocen más que rumores y no tienen un conocimiento firme.
Támiris. El hijo de Filamón y Argíope se volvió tan hábil en el canto con la cítara que proclamó que podía cantar mejor que las Musas. En Dóride, en el reino de Néstor, se enojaron tanto con su presunción que lo dejaron lisiado, el canto portentoso le quitaron e hicieron que olvidase tañer la cítara (Hom. Il. II 594). Támiris compitió en un certamen con las musas en Tracia: el pacto era que se casaría con ellas si resultaba vencedor, por el contrarío, ellas harían lo que quisieran con él si perdía la competición. Resultó derrotado y le arrancaron los ojos (Asclep. 12F10; Hes. fr. 65 Támirís cegado en los campos dorios; Miniada fr. 4 Davies, Támiris paga su castigo en el Hades; Paus. IV 33.7; Eur. Res. 923-5; Apd. I 3.3). Támiris fue pupilo de Lino (D.S. III 67), padre de Menipe, la madre de Orfeo con Eagro (Tzetzes, Chiliades, 1.12 line 306) y amante de Jacinto (Apd. I 3.3).
Las Emátides. Píero, rey nacido de Ematia, tenía nueve hijas, las Emátides, que formaban un coro que rivalizaba con el de las Musas. Los dos grupos enfrentaron en una competición en el monte Helicón. Cuando las Emátides alzaron sus voces, la naturaleza entera se oscureció y nada en ella les prestó atención; sin embargo, cuando lo hicieron las Musas, el cielo, las estrellas, el mar y los ríos detuvieron sus cursos y el monte Helicón, henchido de placer, se elevó al cielo hasta que Pegaso, por orden de Poseidón, lo detuvo al darle una coz en la cima. Para castigar a las Emátides por haberse atrevido a retarlas, las Musas las convirtieron en pájaros (Ant. Lib. 9; Ov. Met. V 294).
Las Sirenas. Hera persuadió a las Sirenas a competir en voz con las Musas, Cuando estas últimas resultaron vencedoras, arrancaron las plumas de las alas de las Sirenas, que tenían cuerpo de pájaro, para hacerse coronas con ellas (Paus. 9.34.2).
Ares:
Enio
(Ἐνυώ) era una antigua diosa destructora de ciudades y está
representada cubierta de sangre y portando armas de guerra. Estaba siempre
con Fobos y Deimos, compañeros de Ares, y algunos decían que era como
su hermana, pero por él ella Ares fue padre de Enialios.
Enialio (Ἐνυάλιος), epíteto de Ares en la guerra de Troya (Ilíada XVII 211, II 651, VII 166, VIII 264 y 519, XVII 259, XVIII 309, XX 69). Enialio fue considerado como un hijo de Ares y Enio, o de Cronos y Rea. (Arist. Paz, 457; Dion. Hal. III 48). Enialio tracio, que recibió en su casa a aquellos que solo lo conquistó en combate individual, y por la misma razón se negó a recibir a Ares, pero este lo mató (Eustacio P. 673). Los jóvenes de Esparta sacrificaban perros jóvenes a Ares bajo el nombre de Enialio (Paus. III 14.9), y cerca del templo de Hipostenes, en Esparta, allí estaba la antigua estatua encadenada de Enialio (Paus. III 15. 5).
Pólemo (Πολέμος, Combate). Pólemo es el padre de Alala, diosa del grito de guerra (Pind. Ditirambos fr. 78) y hermano de la diosa de la guerra Enio (Q.E. VIII 424). Cuando los dioses se casaron y cada uno tuvo su cónyuge se presentó Pólemo (Guerra) a elegir en el último turno del sorteo. Se casó Hibris (Arrogancia), hija de Erebo y Noche (Hig. Prefacio) o de Disebia (la Impiedad, Esq. Euménides 532) que era la única que quedaba y lo amó de manera tan extraordinaria, que se hicieron inseparables (Esopo Fab. de Fedro 71, "Guerra y arrogancia"). Casado con Hibris a quien sigue
dondequiera que vaya. Cuando Hibris visita a las naciones de los hombres
y sonríe con cariño a la multitud, Polemos llegará tras ella.
Alala (Ἀλαλά) fue la personificación del
grito de batalla. Él era parte de la comitiva de Ares, cuyo grito de
batalla era su nombre. Alala, hija de Polemos, preludio de lanzas, quien
los soldados son sacrificados por el bien de su ciudad en el sacrificio
sagrado de la muerte (Pind. Dit. Fr. 78).
Cidomos (Tumulto), aparece retaratado en el escudo de Heracles y en el de Aquiles. Un ateniense llamado Trigeo, montado en un escarabajo, llegó hasta el Olimpo donde se encuentró con Hermes. Los dioses, enfadados con los griegos, se habían ido del cielo. Polemos y Cidomos retenían a Irene (Paz) encerrada en un pozo cuya entrada taponan con piedras y se dispone a triturar a las ciudades griegas en un gran mortero. Pero les falta un mazo, y aunque envía a buscarlo a Atenas y a Esparta, no lo consigue, porque sus aliados Cleón y Brásidas han muerto (en la batalla de Anfípolis, durante la Guerra del Peloponeso). Trigeo y los campesinos liberaron a Irene, y con ella a sus compañeras Opora (Cosecha) y Teoría (Festival). Llegan a Atenas donde Trigeo se casa con Opora y entrega a Teoría a la asamblea. Irene sigue enfadada por el trato que había recibido de los griegos (Aristófanes, La paz).
Los Macas (espiritus de las batallas). Fuge (Φύγη) era la personificación del escape o el exilio, compañero de Fobos, miedo, y Deimos, terror. Frice (Φρίκη) era la personificación del horror, el pánico y la desesperación, compañero de Fobos, el miedo, y Deimos, el terror. Enédra (Ἐνέδρα) era la personificación de la emboscada.
Deméter:
Deméter se representaba a menudo en compañía de los semidioses de Eleusis. Disaules era el semidiós del campo sagrado de Rharos de los misterios eleusinos donde se sembró el primer grano. El campo también contenía una era y un altar para el hijo de Disaules, Triptolemo. Disaules era un hombre nacido en la tierra cuyo nombre indica un trabajador de campo (literalmente "el de los duros alojamientos" de las palabras griegas dys y aulê). Eubouleo, hijo de Carmanor y padre de Carme (Paus. II 30. 3) aparece como apellido de varias divinidades que fueron consideradas autores de buenos consejos, pues el nombre de Eubouleo Εὐϐουλεὑς significa "buen consejero" de la palabra griega "euboulos". También podría significar "buenos terrones" de las palabras bôlos "terrón de tierra" y bôlostropheô "para levantar terrones arando". Eubouleo aparece en el mito cretense, era hijo de la diosa del grano Deméter y su consorte, el recolector Carmanor. En los mitos eleusino y argivo era hermano de Triptolemo, el dueño de la manada de cerdos que fueron devorados por la tierra cuando Hades se apoderó de Perséfone. Eubouleo es representado en el arte antiguo entre las deidades de los Misterios de Eleusis donde aparece como un joven sosteniendo una antorcha. Triptolemo era hijo de Celeuso y Metanira o Polimnia, de Oceano y Gea, de Troquilo por una mujer de Eleusis, de Raro por una hija de Anfictión, o un hijo de Disaules (Hig. Fab. 147; Apd. I 5. 2; Paus. I 14. 2). Triptólemo fue el favorito de Deméter, y el inventor del arado y la agricultura, y por tanto, de la civilización. Fue el gran héroe de los misterios eleusinos. (Plin. HN VII 56; Virg. Georg. I. 19). Deméter, a su llegada a Eleusis en Ática, asumió el cuidado de Demofón, un hermano de Triptolemo que acababa de nacer. Para inmortalizar al niño, Deméter por la noche lo arrojó al fuego, pero como Metanira al descubrir el procedimiento, gritó, el niño fue consumido por las llamas. Como compensación por este duelo, la diosa le dio a Triptolemo un carro con dragones alados y semillas de trigo. Triptolemo primero sembró cebada en la llanura de Raro, y desde allí extendió el cultivo de cereales por toda la tierra; en épocas posteriores se mostró allí un altar y una era de Triptolemo (Paus. I 38. 6).
Adefagia (Ἀδηφαγία) fue la personificación de la gula, la prosperidad agrícola y la abundancia en el hogar. Oporia (Ὀπωρία) fue la personificación de la prosperidad y la abundancia agrícola, asociada con la generosidad de las cosechas ricas. Ptoqueea (Πτωχεία) era la personificación de la mendicidad, por lo tanto, era odiada y marginada por todos los hombres. Amecania (Ἀμηχανία) o Aporia (Ἀπορία) era la personificación de la impotencia, la dificultad, la impotencia y la falta de medios. Penia (Πενία) era la personificación de la pobreza, la necesidad, la dificultad, la falta de medios. Tecmor (Τέκμωρ) fue la personificación de la meta, objetivo y propósito. Podría estar asociado con Penia, la pobreza, así como con una dios primordial.
Hécate. Hija de Perses y Asteria, de donde su nombre Perseide (Apd. I 2. 4; Ap. Rd. III 478) o hija de Zeus y Deméter, enviada por su padre en busca de Perséfone (Escolio Teocrit. II 12). Se
la describe como de apariencia terrible, ya sea con tres cuerpos o tres
cabezas, la de un caballo, la segunda de un perro y la tercera de un
león (Arg. Orf. 975). Ayudó a los dioses en su guerra con los Gigantes y mató a Clitio (Hes. Teog. 411; Apd. I 6. 2). Ella fue, además de Helios, la única divinidad que, desde su cueva, descubrió el secuestro de Perséfone. Con una antorcha en la mano, acompañó a Deméter en la búsqueda de Perséfone y cuando la encontró, Hécate permaneció con ella como su asistente y compañera. Se la describe como una divinidad poderosa y formidable, que gobierna las almas de los difuntos; ella es la diosa de las purificaciones y expiaciones, y está acompañada por perros de Estigia (Ap. Rd. III 1211; Lic. 1175; Horat. Sat. I 8. 35; Virg. En. VI 257). Por Forcos se convirtió en la madre de la monstruosa Escila (Ap. Rd. IV 829). Por la noche enviaba desde el mundo inferior toda clase de demonios y fantasmas terribles, que enseñaban hechicería y brujería, que habitaban en lugares donde dos caminos se cruzaban, en tumbas y cerca de la sangre de personas asesinadas. Ella misma deambula con las almas de los muertos, y su acercamiento es anunciado por los lloriqueos y aullidos de los perros (Ap. Rd. III 529, 861, IV 829; Ov. Hero. XII 168, Met. XIV 405; Est. Teb. IV 428; Virg. En. IV 609; Diod. IV 45).
Iaco. Dios niño de los misterios de Eleusis. Hijo de Dioniso (Nono 48.887) con Afrodita (Himno órfico 57), también se le describe como el hijo de Deméter (Deo o Calligeneia) y Zeus, y como el hermano de Core (Aris. Ranas 338; Sóf. Antig. 1121; Himno órfico 51, 11). En Atenas, una estatua de Iaco, con una antorcha en la mano, estaba al lado de las de Deméter y Core. (Paus. I. 2.4, 37.3). En la celebración de los grandes misterios eleusinos en honor de Deméter, Perséfone y Iaco, la estatua de la última divinidad, portando una antorcha y adornada con una corona de mirto, se llevaba en procesión el sexto día de la fiesta (el 20 de Boedromion) desde el templo de Deméter a través de la llanura Triasia hasta Eleusis, acompañado por una numerosa y desenfrenada procesión de iniciados, quienes cantaron el Iaco, llevaban cestas místicas y bailaban entre los sonidos de platillos y trompetas (Plut. Temist. 15, Camilo 19;Virg. Georg. I. 166). En algunas tradiciones, Iaco se describe como el compañero de Baubo, la anciana que se empeñaba en animar a la doliente Deméter con gestos lascivos.
Perséfone. La diosa del inframundo y el crecimiento primaveral. Pasó las estaciones de primavera y verano en compañía de su madre Deméter, pero pasó el invierno en la tierra de Haides.
Pluto. Plutos (Πλούτος) o Eniatos (Ἐνιάτος) fue la personificación de la riqueza y la prosperidad. En el pasado se asociaba exclusivamente con la generosidad de las ricas cosechas. Más tarde llegó a representar la riqueza en términos más generales. A veces también llamado Pluton (Aristóf. Plut. 727), la personificación de la riqueza, se describe como un hijo de Iasion y Demeter (Hes. Teog. 969; Od. V 125). Se dice que Zeus lo cegó, para que no concediera sus favores exclusivamente a los justos, sino para distribuir sus dones a ciegas y sin tener en cuenta el mérito (Aristof. Plut. 90). En Tebas había una estatua de Tique, en Atenas una de Irene y en Tespias una de Atenea Ergane; y en cada uno de estos casos Pluto fue representado como el hijo de esas divinidades, expresando simbólicamente las fuentes de riqueza (Paus. IX 16. 1, 26. 5). Se representa comúnmente como un niño sosteniendo una Cornucopia.
Dioniso:
Comos (Procesión). Hijo de Baco y Circe (Milton). Se representa en la antigua pintura de cerámica como un satirisco (sátiro niño) borracho y lánguido después de la comida, con la cabeza hundida en el pecho que se dormía en actitud de pie y tenía las piernas cruzadas (Filóstrato I 2). Después de la derrota de Tifoeo, los dioses, con su forma recuperada, retornaron al Olimpo junto al vencedor Zeus, tras cambiar el alado aspecto de su rostro. Atenea, con su suave túnica, desprovista de armas, volvió al cielo, donde emprendió una festejosa danza con Ares, convertido en Comos, cantando en honor de Nike (Victoria). Y Temis suspendió las armas del derrotado Gigante en lo alto del vestíbulo del Olimpo, a fin de exponerlas como objeto de terror ante la insensata Tierra, madre de futuros Gigantes (Nono II 705).
Gelos (Risa). Cuando Dioniso va a zarpar de Andros hacia un cortejo báquico y su nave, todavía amarrada en puerto lleva un cortejo de Sátiros, de Lenas y todos los Silenos. Lleva también a la Gelo y a Como, dos divinidades muy dadas a la algazara y al banquete, para que el río, con sumo placer, haga con ellos la cosecha (Filóstrato, Cuadros I 25).
Pompe. Era la diosa o espíritu de las procesiones religiosas del dios Dioniso. En la pintura de vasijas atenienses, Pompe y Dioniso se miran afectuosamente en compañía de Eros.
Teleté (Τελέτη) fue una ninfa de Baco que personificó los ritos de iniciación y consagración de las orgías báquicas. Ella era la hija de Dioniso con Ninfa Nicea, y seguía la procesión de su padre.
Nicea amada por el pastor Himno, era seguidora de Ártemis. Angustiada por su persistencia le disparó en el corazón con una flecha. Eros, furioso por su crueldad, inspiró a Dioniso amor por ella. Dioniso persiguió a la ninfa durante mucho tiempo hasta que él logró emborracharla convirtiendo el agua de un manantial en vino y la violó. La ninfa Nicea buscó un remedio en la muerte y rodeó su cuello con un lazo de estrangulamiento para evitar la malicia de sus burlones compañeros. Pero vió a Aura, otra ninfa también violada y preñada por Dioniso de la misma manera, en parto y dando a luz a Yaco. Con pena, abandonó el antiguo bosque y la caza de bestias, avergonzada para mostrarse a Ártemis.
Embarazada de la semilla de Dioniso, cuando Selene (la luna) completó sus nueve círculos y llegó el momento de su parto, las cálidas Horas actuaron de parteras para una niña, a la que llamó Teleté (Consagración), quien se regocija en los festivales, una bailarina nocturna, que sigue a Dioniso, disfrutando de los aplausos y el sonido de la doble piel de buey. (Nono 48, 827).
Tragodia. En algunas pinturas de vasijas de la época clásica aparece una ménade del séquito de Dioniso vestida con un peplo dórico y acompañada del pequeño Como.
Hefesto:
Cabiros. Dos hijos de Hefesto, llamados Alcmón y Eurimedón (Nono 14.17) de ojos ardientes que trabajaban con el dios en su fragua en la isla de Lemnos. Eurimedón defendió la fragua de su padre cuando Deo (Deméter) se apoderó de tres acantilados de Sicilia, buscando Perséfone escondida allí, y derribó sus fuelles arrastrados por el viento en el oeste, la amplia forja y las tenazas. Defendió a su padre y la asustó, protegiendo su yunque (Nono 20.42).
Cedalión. El rey de Quíos, Enopion cegó al gigante Orión por violar a su hija y lo expulsó del país. Llegó hasta Lemnos como un mendigo y allí se encontró con Hefesto, quien se compadeció de él y le dio a Cedalión su propio sirviente para que lo guiara. Así que Orión tomó a Cedalión sobre sus hombros y solía llevarlo mientras él señalaba el camino (Apd. I 26.27; Hig. Astr. II 34)..
Core criseai. Las doncellas de oro eran estatuas femeninas animadas que asistieron a Hefesto en su palacio y forja en el Monte Olimpo. Hefesto dejó el fuelle y tomó un pesado palo en la mano y se dirigió a la puerta cojeando. Y en apoyo de su amo llegaron sus asistentas. Éstas son doradas y en apariencia como mujeres jóvenes vivas. Hay inteligencia en sus corazones, y hay habla en ellos y fuerza, y de los dioses inmortales han aprendido a hacer las cosas. Éstas se mueven ágilmente en apoyo de su amo (Il. XVIII 416).
Cíclopes. Estos tres gigantes de un solo ojo y sus hijos asistieron a las forjas volcánicas de Hefesto en el monte Etna en Sicilia o las cercanas islas Lipara.
Pálicos. Eran diosess sicilianos, hijos gemelos de Zeus y la ninfa Talia, la hija de Hefesto. Talia, por miedo a Hera, deseaba ser devorada por la tierra; esto se hizo, pero a su debido tiempo ella tuvo a los gemelos. Eron adorados en las cercanías del monte Etna, cerca de Palice; y en los primeros tiempos se les ofrecían sacrificios humanos. Su santuario era un asilo para esclavos fugitivos, y cerca de él brotaron de la tierra dos manantiales sulfurosos en los cuales se tomaban juramentos solemnes. Los juramentos se escribían en tablas y se arrojaban a uno de los pozos. Si la tablilla nadaba en el agua, el juramento se consideraba verdadero, pero si se hundía, el juramento se consideraba perjurio, que se castigaba instantáneamente con ceguera o muerte (Diod. XI 89; Estrabón VI P. 275; Cic. De Nat. Deor. III 22; Virg. En. IX 585, con escolio de Servio; Ov. Met. v. 406; Macrob. Sat. V 19).
II. Fuerzas que rigen los elementos naturales.
Heráclito que todo está lleno de ánimas y daimones y los pitagóricos que el aire está lleno de ánimas, eso que llamamos daimones, héroes, etc.
Entre
las divinidades del olimpo y los mortales existen un número infinito de
espíritus de la naturaleza que aparecían en las aguas y en los campos.
Las Ninfas eran muy populares en el culto rural; sus equivalentes
masculinos, los Sátiros y Silenos, en el mundo del arte y la literatura,
se representan como siervos de Dioniso.
Los Vientos:
Astreo tuvo con Eos (Aurora) a los Vientos que son beneficiosos para los hombres: Céfiro (Favonio) viento del Oeste, anunciador de la primavera; Bóreas (Aquilón) viento frío e impetuoso del Norte, anunciador del invierno; Noto (Austro) viento cálido y tormentoso del Sur que trae la lluvia y anuncia el final del verano); Euro (Vulturno), viento del Este portador de lluvias y tormentas (Hes. Teog. 378).
El Hacedor del mundo no permitió a los vientos ocupar el aire a su gusto; todavía ahora cuesta impedirles que destrocen el mundo, aunque cada uno dirige sus soplos en regiones distintas: tan grande es la discordia entre los hermanos. Euro se retiró junto a la Aurora (Eos, su madre) a los reinos Nabateos (Jordania), a Persia y a las cumbres que se extienden bajo los rayos matutinos. El véspero y las costas que se calientan con el sol de poniente están cercanos al Céfiro. El frío Bóreas ocupó Escitia (Norte entre Europa y Asia) y los Siete Triones. La parte opuesta de la tierra se humedece con las asiduas nubes y la lluvia del Austro. Por encima de éstos colocó al límpido éter, que carece de peso y no contiene nada de las heces de la tierra. (Ov. Met. I 57).
Se conocen otros tres llamados Meses, Cecias y Apeliotes, situados entre Bóreas (N) y Euro (E); entre Euro (E) y Noto (S) a Fenicias; entre Noto (S) y Céfiro (O) a Libis, y entre Céfiro y Bóreas sitúa a Argestes, también llamado Olimpias o Escirón (que en Ap. Rd. II 955; Hes. Teog. 869 es uno de los vientos buenos) y a Trascias (Aristóteles, Meteorológicos II 363b)
Los Vientos hijos de Tifón soplan caprichosamente sobre el mar, unas dejándose caer en el ponto sombrío, azote terrible para los mortales, se precipitan en funesto vendaval y, unas veces en un lugar, otras en otro, con sus ráfagas destruyen las naves y hacen perecer a los navegantes. No hay escapatoria del mal para los hombres que se topan con ellas en el ponto. A lo largo de la tierra sin límites cubierta de flores arrasan los deliciosos campos de los hombres nacidos en el suelo, llenándolos de polvo y de atroz confusión (Hes. Teog. 869).
El rey Éolo sujeta con su mando a los vientos que luchan y a las tempestades sonoras y los frena con cadenas y cárcel. Ellos enfurecidos hacen sonar su encierro del monte con gran ruido. Éolo se sienta en lo alto de su fortaleza, empuña su cetro y suaviza los ánimos y atempera su enojo. Si no lo hiciera, en su arrebato se llevarían los mares sin duda y las tierras y el cielo profundo y los arrastrarían por los aires. Pero el padre todo poderoso, Júpiter, los escondió en negros antros, eso temiendo, y la mole de un monte elevado puso encima y les puso por rey a Éolo que con criterio cierto supiera sujetar o aflojar sus riendas según se le ordenase (Vir. Eneida I 52).
Bóreas:
Bóreas raptó a Oritía, hija del rey Erecteo de Atenas, mientras ella danzaba en un coro muy cerca del río Iliso. Llevándola lejos, a un sitio que se llama roca de Sarpedón, a orillas de las corrientes del río Ergino, la forzó tras haberla previamente cubierto en derredor de nubes sombrías. De su unión nacieron dos hijas, Cleopatra y Quíone, y dos hijos alados, Zetes y Calais (Apd. III 15.2) que en las sienes y a ambos lados del talón de los pies, batían al subir en el aire unas alas oscuras que brillaban con plumas doradas. En torno a sus hombros, cayendo de lo alto de su cabeza y de una y otra parte del cuello, se agitaban con los soplos del viento sus oscuros cabellos. (Ap. Rd. I 211).
Céfiro:
Céfiro se enamoró de Jacinto, hijo de Píero (Apd. I 3.1) o de Amiclas (Apd. III 10.3) sin ser correspondido y no podía soportar sus desprecios, celoso de su relación con el dios Apolo. Mientras los amantes jugaban al lanzamiento de disco, Céfiro se puso a soplar desde el Taigeto, dirigió el disco y lo hizo caer sobre la cabeza del muchacho, con tanta fuerza que, a consecuencia del golpe, brotó mucha sangre y el muchacho murió en el acto. Apolo se vengó de él hiriéndole con sus flechas y le perseguió en su fuga hasta la montaña. Al muchacho levantó un túmulo en Amiclas, en el mismo lugar en que lo derribó el disco, y de su sangre la tierra brotó una flor muy hermosa, la más delicada de todas, con una inscripción que contiene el lamento funerario del muerto. (Luciano, Diálogo de los dioses 14).
Céfiro era el marido de Iris, diosa del arco iris, con quien tiene a Eros (Alceo, fr. 327) y a Potos (Nono 47.340). Él secuestró a la ninfa Cloris y le dio el dominio de las flores. Con Cloris, engendró a Carpo ("fruta"). Compitió por el amor de Cloris con su hermano Boreas, y finalmente ganó su mano (Ov. Fastos V 197). Además, con otra hermana y amante, la arpía Podarge (o Celeno), Céfiro fue el padre de Balio y Janto, los caballos de Aquiles (Hom. Il. XVI 149). Los tigres son también descendientes de Céfiro (Opiano de Apamea, Cinegética I 320).
Euro:
En el funeral de Ofeltes, compañero de Dionisio en la guerra contra los Indios, el fuego no prendía la pira del muerto; así que Dionisio se acercó, y fijando sus ojos en Faetón, llamó a Euro, el viento del este, para que le trajera una brisa que sople sobre su pira y lo ayudara. Como llamó Bromios, Eosforo, el lucero de la mañana, escuchó su súplica y envió a su hermano, para hacer arder la leña con su aliento más enérgico. El Viento abandonó la habitación rosada de Eos, su madre, y avivó la pira ardiente durante toda la noche, agitando el fuego saltarín alimentado por el viento mientras las brisas salvajes (Auras), vecinas del sol, lanzaban destellos al aire. (Nono 37.70).
Noto:
Cuando Júpiter quiso castigar al género humano por su maldad y hacer desaperecer al género humano bajo las aguas, liberó a Noto. El Viento Sur se lanza volando con sus alas humedecidas cubriendo su terrible rostro de negra oscuridad: tiene la barba cargada de nubes, mana agua de sus blancos cabellos, en la frente se asientan las nubes y destilan rocío las alas y el pecho; y cuando con sus grandes manos oprimió las nubes colgantes, se produjo un estruendo y al punto se derraman densos nubarrones desde el cielo. (Ov. Met. I 262).
Las ninfas son espíritus de la naturaleza con la apariencia de mujeres bellas y jóvenes, con gusto por la música y el baile, que a menudo aparecen como amantes de dioses y mortales. Tienen poderes proféticos y poseen un extraño poder mágico sobre los mortales, haciendo que los hombres se vuelvan nympholeptai, enloquecidos por las ninfas, y son nymphios antes de alcanzar el propósito de su virilidad. Ninfas podrían ser lo mismo una gran diosa como una hija de Zeus o una doncella mortal. Su longevidad depende de su naturaleza. Así, las Nereidas son eternas como lo es su elemento, el mar (es inmortal la nereida Tetis, Ilíada XII 78). Las Náyades de las fuentes no son más duraderas que las fuentes mismas. Las Dríadas o «Ninfas de los robles» mueren cuando sus árboles son talados. Estas ninfas de hermoso pecho, que no se encuentran entre los mortales ni entre los inmortales, viven una larga vida alimentándose de manjares divinos y uniéndose en encantadoras danzas con los inmortales, y con ellas, los Silenos y el Argifonte de astuta mirada, se unen en amores en las profundidades de amables cuevas; pero en el momento de su nacimiento, pinos o robles de alta copa brotan de la tierra a la vez sobre la tierra nutricia y cuando su mortal hado se les aproxima, estos bellos árboles se marchitan en la tierra, la corteza se seca y sus ramajes se quiebran y entonces parten de la luz del sol las almas de sus ninfas (Himno homérico A Afrodita 257). Ve envejecer nueve generaciones de hombres la corneja parlanchína; un ciervo tanto como cuatro cornejas; un cuervo tanto como tres ciervos; una palma tanto como nueve ciervos; y tanto como diez palmas viven las ninfas de hermosas cabelleras, las hijas de Zeus (Hes. fr. 304).
Viven separadas de los dioses olímpicos, pero cuando Zeus ordena a Temis que convoque una asamblea general de dioses, no faltó ninguno de los ríos, excepto Océano, y ninguna de las ninfas, que moran las hermosas forestas, los manantiales de los ríos y los herbosos prados (Hom. Il. XX 7). Las Ninfas ayudan a Ártemis en sus monterías (Od. VI 102). Las que acompañan a Ártemis son ochenta (Calímaco Himno A Diana 13 y 15), cien (Gratio Cineg. 16) o mil (Virgilio En. I 498). Aparecen como nodrizas de dioses niños, como Zeus (Arato, Fenomenos 27) y Dioniso (las Nisíades, Himno homérico 36 A Dioniso; Hig. Fab. 182), al igual que de mortales, como en el caso de Eneas (las ninfas del monte Ida, Himno homérico A Afrodita).
Ninfas, hijas del magnánimo Océano, habitan en los recónditos cursos de agua de la tierra, de secretos pasos, nodrizas de Baco, infernales, jocosas, fructíferas; se mueven por el prado con sinuosas carreras, puras, gustan de las cuevas y oquedades y se mueven por los aires y por los cursos de agua. Cubiertas de rocío dejan ligeras huellas en su presurosa carrera, apareciendo y desapareciendo, en los valles, recubiertas de flores, danzando por los montes con Pan y emitiendo los rituales gritos, se deslizan por las rocas, armoniosas, retumbantes, y transitan por los montes. Campestres doncellas, que frecuentan las fuentes y los bosques; olorosas vírgenes de albos vestidos, impulsadas por suaves brisas; caprinas, protectoras de los pastos, gratas a las fieras, que logran espléndidos frutos y disfrutan con el frío. Tiernas, nutricias y acrecentadoras, doncellas que os relacionáis estrechamente con las encinas. Nisias, delirantes, remediadoras, amigas de la primavera, que con Baco y Deo traéis el contento a los mortales. (Himno órfico 51 A las ninfas).
Las ninfas del Cielo. Son las Auras (brisas) podían se hijas de Océano (Od. IV 561) o del viento Bóreas (Q. E. I 683); las Néfeles (nubes) que formaban parte del cortejo de Ártemis y ascendían al cielo para provocar la lluvia, como Crócale (Κροκάλη ‘orilla del mar’), Néfele (Νεφέλη, ‘nube’), Híale (Ὑάλη, ‘cristal’), Ránide (Ῥανίς, ‘gota’), Psécade (Ψεκάς, ‘lluvia’) y Fíale (Φιάλη, ‘cuenco’) (Met. III 168) y las catasterizadas hijas de Atlas y Pléyone: las Hespérides (pueden ser hamadriades porque custodiaban el jardín del árbol de las manzanas doradas), las Híades (son también Néfeles o hacedoras de lluvias) y las Pléyades (pueden ser Oréades del monte Cilene).
Ninfas del agua (Hidríades, ἱδριάδες). Las ninfas del mar son las hijas de Océano o Oceánides (Hes., Teogonía 346; Calímaco, Himno A Diana 13; Ap.Rd. IV141) y las hijas de Nereo o Nereidas (Hes. 240). Las ninfas del agua dulce son las Náyades (Νηΐδες), aunque tengan además sus nombres específicos, como Creneas (fuentes), Pegeas (cascadas), Limnátides (lagos) (Od. XVII 240; Ap. Rd. III 1219; Himnos órficos 50.6; Argonáuticas órficas 644). Las ninfas hijas de los ríos son las Potámides (Ποταμηΐδες), que recibían el nombre de su padre, Aqueloides, Anígrides, Amnisíades o Pactólides (Virg., Eneida VIII 70; Paus. V 5.6, I 31.2; Calímaco, Himno A Diana 15; Ovidio, Met. VI 16). También en los ríos del Inframundo existen las Ninfas del pantano infernal y las Avernales (Ovidio, Met. V 540; Fastos II 610), las Cocitias (hijas del río Cocito), las Lampades (portadoras de antorchas en la comitiva de Hécate), algunas se las conoce por su nombre propio como Górgira, Leuce (álamo blanco, amante de Hades), Mente (menta, amante de Hades), Melinoe (hija de Perséfone y de Zeus disfrazado de Plutón, Himno órfico 71) y Orfne (Oscuridad, Caligo) la oscuridad del río Estige, es la consorte de Aqueron (río del Hades) y la madre de Ascálafo (el huerto de Hades).
Oceánides. Las tres mil Oceánides nacieron de Océano (hijo de Gea y Urano) y la titánide Tetys, sagrada estirpe que por la tierra se encargan de la crianza de los hombres en compañía del soberano Apolo y de los Ríos, pues han recibido de Zeus ese destino (Teogonía 346). Perséfone fue raptada por Hades cuando estaba jugando con las muchachas de profundo regazo, hijas de Océano (Himno homérico II A Deméter 416). Una Oceánide, Anfítrite se casó con Poseidón y tuvo por hijos a Tritón y Rode, esposa de Heliso (Apd. I 4). De Océano y Tetys nació el Río Ínaco que tuvo con Melia, otra hija de Océano, a Foroneo y Egialeo; como Egialeo murió sin hijos, toda la comarca se llamó Egialea; en cuanto a Foroneo, reinó en la región que más tarde se llamó Peloponeso y tuvo de la ninfa Telédica a Apis y a Níobe (Apd. II 1.1). De Atlas y Pléyone, hija de Océano, nacieron en Cilene las Siete Pléyades: Alcíone, Mérope, Electra, Estérope, Taigete y Maya (Apd. III 10.1).
Nereidas. Las Nereidas nacieron de Nereo (hijo de Gea y Ponto) y de Doris (hija de Océano y su hermana Tetys) que habitan en el abismo del mar (Il. XVIII 35; Teog. 240; Apd. I 2.7; Hig. Pref. 8). Las Nereidas habitan bosques, ciudades y casas bajo las aguas, ocupan los sotos los delfines que corretean por las altas ramas y golpean y zarandean los robles (Ov. Met. I 301). La Nereida Tetis fue la madre de Aquiles, hijo de Peleo (Apd. III 13; Ov. Met. XI 250). La nereida Galatea fue pretendida por el Cíclope Polifemo aunque amaba al pastor Acis (Ov. Met. XIII 740).
Náyades. Las Náyades son las ninfas de los ríos, lagos, fuentes y manantiales. En Ítaca se encuentra el puerto de Forcis, el anciano del mar, y junto a él hay un olivo de largas hojas y muy cerca una gruta agradable, sombría, consagrada a ninfas Náyades. Allí existen crateras y ánforas de piedra donde las abejas fabrican los panales. Allí pueden verse unos telares también de piedra, muy largos, donde tejen las ninfas mantos de color de púrpura. Allí el agua constantemente nace. Dos puertas tiene el antro: la una mira al Bóreas y es accesible a los hombres; la otra, situada frente al Noto, es más divina, pues por ella no entran los humanos, siendo el camino de los inmortales (Od. XIII 102). Ulises sacrificaba a las ninfas de las fuentes los muslos de corderos y cabritos (Od. XVII 239). Las ninfas acercan un rebaño de cabras para alimentar a Ulises y sus compañeros cuando llegan a la isla de los Cíclopes (Od.IX 154). Eumeo, el piadoso porquerizo de la Ulises, aparta una porción para Hermes y las ninfas en el banquete sacrificial (Od. XIV 235).
De Endimión y una Náyade era hijo Etolo, quien mató accidentalmente al rey Apis, hijo de Foroneo, y tuvo que huir al país de los Curetes. Allí tras derrotar a los tres hijos de Apolo y Ftía, Doro, Laódoco y Polipetes, llamó a la región Etolia (Apd. I 7.6).
Épafo, hijo de Níobe, reinó sobre los egipcios y se casó con Menfis, hija del Río Nilo. Con su nombre fundó la ciudad de Menfis y engendró una hija, Libia, de la cual tomó su nombre todo el país. Belo, hijo de Libia y Poseidón, reinó después en Egipto, se cadsó con Anquínoe, hija del Nilo y tuvo a los gemelos Egipto y Dánao (Apd. II 1.4).
El Río Asopo, hijo de Océano y Tetys, casado con Métiope, hija del Río Ladón, tuvo dos hijos y veinte hijas. Egina, raptada por Zeus, fue llevada a la isla que ahora toma su nombre. Allí fue madre de Éaco. Juno, celosa de su rival, hizo que una peste arrasara el territorio de Egina. Cómo Éaco se encontró solo en la isla, rezó a su padre y entonces Zeus convirtió en hombres a las hormigas, la raza de los Mirmidones. Éaco tuvo por segunda mujer a Psámate, hija de Nereo, que se había transformado en foca porque no quería este enlace (Apd. III 12.6), con quien tuvo a Foco (Teog. 1003).
El Río Peneo fue padre de Dafne, el primer amor de Apolo, convertida en laurel (Ov. Met. I 452) y de Cirene, madre de Aristeo (Ap. Rd., Arg. II 500; Vir., Geórgicas IV 333).
Heracles, viajando a través de Iliria, se dirigió al río Erídano y llegó hasta las ninfas, hijas de Zeus y la titánide Temis. Ellas le mostraron el paradero de Nereo, a quien Heracles ató mientras dormía, a pesar de que adoptaba todo tipo de formas, y no lo soltó hasta que le reveló el camino del huerto de las Hespérides (Apd. II 5.11).
En la guerra de Troya, Euríalo, rey de Argos, se enfrentó a Esepo y Pédaso, sobrinos de Príamo, a quienes la ninfa de las aguas, Abarbárea alumbró por obra del intachable Bucolión (Il. VI 20). Aquiles, lanzando poderosos alaridos, capturó a Ifitión, a quien por obra de Otrinteo, saqueador de ciudades, alumbró una Náyade al pie del nevado Tmolo (Il. XX 381).
El pastor Dafnis, hijo de Hermes, mientras cuidaba sus rebaños en Sicilia, se enamoró de una náyade (llamada Equenais en Partenio 29, Jénea en Teócrito Idilios 7.73, Nomia en Servio Sobre las Bucólicas VIII 68, Lice en Junio Filargirio Sobre las Églogas V 20) y le tuvo por amante. La ninfa le amenazó que perdería la vista si le era infiel alguna vez. Cuando la hija del gobernante de la región se quedó prendada de él y le emborrachó para llevárselo, la encolerizada ninfa le cegó (en Ov. Met. IV 276 la ninfa lo convierte en piedra; en Serv. Buc. V 20 la ninfa lo ciega pero su padre Hermes lo lleva a los cielos; en Teócrito Idilio IV, Dafnis intenta rivalizar con Eros y sufre el castigo de Afrodita con una pasión abrasadora que fue causa de su muerte). Dafnis encontró consuelo para sus desgracias inventando la poesía pastoril (D.S. IV 84.2).
Ninfas de las montañas, las Oréades (Ὀρειάδες), son denominadas con el nombre de cada monte que habitaban, como Citerónides (Κιθαιρωνίδες), Pelíades (Πηλιάδες), Coricias (Κορύκιαι) (Teócrito VII137; Virgilio, Eneida I 168; Paus. V 5.6, IX 3.5, X 32.5; Ap. Rd. I 550, II 711; Ov., Heroidas XX 221; Virgilio, Églogas VI 56). Las Oréades nacieron de Hecátero y una hija de Foroneo (Estrabón X 3.19). Las ninfas Trías que habitaban el monte Párnaso enseñaron el arte de la adivinación mediante guijarros (ϑριαί) al dios Apolo (Himno Homérico IV A Hermes).
La ninfa Eco, diosa de las montañas era compañera de Pan (Apuleyo, El asno de Oro V 25.3). Fue castigada por Juno porque la retenía constantemente con su verborrea, impidiendole sorprender a Júpiter en sus infidelidades con otras ninfas y repite solo el final de frases y devuelve las palabras que ha oído (Ov. Met. III 356). Eco, despreciada por el hermoso Narciso, se escondió en cuevas solitarias hasta que no quedó de ella más que su voz y sus huesos.
Cariclo, ninfa del monte Helicón, fue la madre del adivino Tiresias (Apd. III 6.6). Un dia mientras Atenea y su amiga Cariclo se bañaban el la fuente Hipocrene fueron sorprendidas por Tiresias. La diosa castigó al joven con la ceguera (Calímaco, Himno V Al baño de Palas) pero luego fue recompensado haciendo que comprendiese el lenguaje de los pájaros.
Ninfas de los bosques, arboledas y praderas, donde se creía que a veces se aparecían y asustaban a los viajeros solitarios. Eran designadas por los nombres Alseides (flores), Auloníades (herbales), Limonides (praderas) y Napeas (bosques) (Ap. Rd. I1066, 1227; Ovidio, Met. XV 490; Virgilio, Geórgicas IV 535).
Ninfas de los árboles eran llamadas Dríades (Δρυάδες), Hamadríades (Ἁμαδρυάδες) o Adríades (Ἀδρυάδες), de δρῦς, ‘roble’. La Dríade Eurídice (Virg. Georg. IV 460; Ovidio Met. X 8-85, XI 61-66) esposa de Orfeo, al huir de la persecución de Aristeo (hijo de la Náyade Cirene y de Apolo, que se había enamorado de Cirene al verla luchando contra un león, Pind. Pít. IX 18), muere de la mordedura de un hidro o serpiente acuática (una serpiente, sin mayor especificación, Apd. I 3, 2). Las ninfas de los árboles frutales eran Mélides, Melíades, Epimélides o Hamamélides (Paus. VIII 4.2; Ap. Rd. II 477; Antonino Liberal 31, 32; Himno Homérico A Venus 259). Las ninfas Melias o de los fresnos brotaron de la Tierra empapada con la sangre de Urano castrado (Teog. 182).
Siringe era la más célebre entre las hamadríades de Nonacris. Huyendo del abrazo de Pan, pidió a sus hermanas que la transformaran en cañas. Cuando Pan, anhelando sujetar el cuerpo de la ninfa agarró unas cañas del pantano y el viento sobre ellas produjo un sonido parecido a un lamento. Pan, uniendo cañas dispares con cere inventó el instrumento musical que conserva el nombre de la ninfa (Ov. Met. I 689).
Erisictón de Tesalia ordenó una vez talar todos los árboles en el bosque sagrado de Demeter. Un enorme roble estaba cubierto de coronas votivas, un símbolo de cada oración que Deméter había otorgado, por lo que los hombres se negaron a cortarlo. Erisictón agarró un hacha y la cortó él mismo, matando a una ninfa de dríada en el proceso. Las últimas palabras de la ninfa fueron una maldición sobre Erisictón. Deméter lo castigó rogándole a Limos (el hambre) que se colocara en su estómago. La comida actuaba como combustible en el fuego: cuanto más comía, más hambre tenía. Erisictón vendió todas sus posesiones para comprar comida, pero todavía tenía hambre. Finalmente vendió a su propia hija Mestra como esclava. Mestra fue liberada de la esclavitud por su antiguo amante Poseidón, quien le concedió el don de cambiar de forma para escapar de sus ataduras. Erisictón pudo venderla en numerosas ocasiones para ganar dinero y alimentarse, pero ninguna cantidad de comida fue suficiente. Finalmente, Erisictón se comió a si mismo. (Ovid. Met. VIII, 738; Calímaco, Himno A Deméter 34).
Arcas, héroe epónimo de Arcadia, tuvo dos hijos, Élato y Afidas, con una ninfa hamadríada cuyo árbol había salvado. Un día se encontraba de cacería y se le apareció la ninfa Crisopelea que le suplica que salve su árbol, que corría el peligro de ser destruido por una torrentera de agua. Arcas cambió el curso del agua y dio firmeza a la tierra que cubría sus raíces (Apd. III 9.1).
Reco, un joven de Cnido, en la costa oeste de Asia Menor, llegó junto a un roble a punto de caer y ordenó a sus sirvientes que lo enraizaran. La ninfa del árbol, agradecida, se convirtió en su amante. Una abeja actuaba como mensajera entre ellos y ella le aseguró que su deseo se cumpliría siempre y cuando no mantuviera relaciones con otra mujer. Sin embargo, un día la abeja fue a convocarle mientras él se encontraba en medio de una partida de damas. Bruscamente apartó a la abeja, por lo que la ninfa se encolerizó con él y le dejó ciego (Escolio a Ap.Rd. II 477).
Parebio, un amigo del adivino tracio Fineo, hizo que cayera sobre él y sus hijos una maldición por ignorar las lágrimas y plegarias de una ninfa hamadríada que le suplicó que no cortara su roble. Fineo ordenó que construyera un altarde la ninfa Tiníade y le hiciera sacrificios expiatorios, rogándole que lo librase del destino heredado de su padre (Ap. Rd. II 462).
Orfeo ruega a las ninfas Hespérides que le señalen dónde encontrar agua para los Argonáutas. Las ninfas se apiadaron de sus penas. Hicieron brotar de la tierra tres tallos, Héspere se transformó de un chopo, Éride a partir de un olmo y Egle del tronco sagrado de un sauce (Ap. Rd., Arg. IV 1411).
En tiempos del rey Proca, vivió Pomona; entre las hamadríades del Lacio ninguna cultivaba sus jardines con más pericia que ella, ni hubo otra más apasionada por los frutos de los árboles (de ellos toma su nombre). Con su hoz poda la hojarasca y recorta las ramas y hendiendo la corteza, injerta una púa y proporciona savia a un vástago ajeno; tampoco permite que pasen sed y riega con agua de acequia las retorcidas barbas de las sedientas raíces (Ov. Met. XIV 622).
Athos, monte de Tracia. Queirócrates, el mismo arquitecto que construyó Alejandría, propuso a Alejandros Magno modelar el Monte Athos a su semejanza, representándolo como vertiendo una libación de una especie de jarra en un cuenco ancho, y hacer dos ciudades, una a la derecha de la montaña y el otro a la izquierda, y un río que fluye de una a otra (Estrabón XIV 1.23).
Citerón, monte de Beocia. Derrotado en una competición de canto por el Mt. Helicón (Corina, Frag. 654), es el hogar de terribles monstruos como el León de Citerón. Existió un rey mítico de Beocia, de quien se creía que el monte Citerón deriva su nombre. Una vez que Hera estaba enojada con Zeus, Citerón aconsejó a este último que tomara en su carro una estatua de madera y la vistiera para que se pareciera a Platea, la hija de Asopo. Zeus siguió su consejo, y mientras cabalgaba con su supuesta esposa, Hera, vencida por sus celos, corrió hacia él, le arrancó la cubierta a la supuesta novia y, al descubrir que era una estatua, se reconcilió con Zeus (Paus. IX 1.2, IX 3.1).
Etna, volcán siciliano, una hija de Urano y Gea (Alcimus ap. Schol. Teocrit. I 65) que había actuado como árbitro entre Hefesto y Deméter respecto a la posesión de Sicilia. Por Zeus o Hefesto se convirtió en la madre de los Pálicos (Serv. Sobre la Eneida IX 584). Se creía que el monte Etna en Sicilia había derivado su nombre de ella, y bajo él Zeus enterró a Tifón, Encelado o Briáreo. Se creía que la montaña misma era el lugar en el que Hefesto y los Cíclopes construyeron los rayos para Zeus (Eurip. Cícl. 296; Propercio III 15. 21; Cic. Sobre los dioses II 19). Los Pálicos, eran divinidades sicilianas, hijos gemelos de Zeus y la ninfa Talia, la hija de Hefesto, o de Etna, hija de Océano, y de Hefesto o de Adrano (antiguo dios siciliano del fuego). Talia, por miedo a Hera, se ocultó en el interior de la tierra. A su debido tiempo surgieron de la tierra a dos gemelos, que fueron llamados Pálicos. Fueron adorados en las cercanías del monte Etna, cerca de la ciudad de Pálice; y en los primeros tiempos se les ofrecieron sacrificios humanos. Su santuario era un asilo para esclavos fugitivos, y cerca de él brotaron de la tierra dos manantiales sulfurosos de los Palicos; en el cual se tomaban juramentos solemnes. Los juramentos se escribían en tablas y se arrojaban a uno de los pozos. Si la tablilla flotaba en el agua, el juramento se consideraba verdadero, pero si se hundía, el juramento se consideraba perjurio, castigado instantáneamente con la ceguera o la muerte.
Helicón, monte de Beocia dedicado a las Musas. Hubo un concurso musical entre Musas y Piérides en Helicón. Cuando las Musas cantaron, el cielo, las estrellas, el mar y los ríos se detuvieron, mientras que el monte Helicón, seducido por el placer, se elevó hacia el cielo hasta que, por la voluntad de Poseidón, Pegaso (Pegaso) lo detuvo golpeando la cima con su casco. (Ant Lib. 9).
Nisa, monte donde fue criado Dioniso. Zeus manifestándose con relámpagos y truenos, quemó a Semele hasta la muerte. De su vientre nació Liber (Dionisio). Hermes lo arrebató del fuego y se lo dio a Nisa para que lo criara (Hig. Fab. 179). Cuando Dionisio dirigía su ejército hacia la India, le dio la autoridad sobre su reino tebano a su nodriza Nisa hasta que regresara. Pero después de que Liber regresó de allí, Nisa no estaba dispuesto a ceder el reino. Como Liber no quería pelear con su nodriza, le permitió quedarse con el reino hasta que llegara la oportunidad de recuperarlo. Y así, tres años después, arregló la disputa con ella y fingió que quería celebrar en su estado los ritos sagrados denominados trietericos, porque los realizó después del tercer año. Presentó a los soldados como Bacanales vestidos de mujer, capturó a Nisa y recuperó su reino (Hig. Fab. 131).
Olimpo, existen cuatro montañas con el mismo nombre, en Creta, Misia, Frigia y en Tesalia. Olimpo, hijo de Cres fue confiado a Zeus por Crono para que lo educase, rebeló a los gigantes contra Zeus y éste lo fulminó (Ptolomeo Hefestión Nueva Historia 2, resumen en Focio 190). El monte Olimpo de Misia fue el primer marido de Cibeles, antes que Yasión (Diod. V 49). Olimpo de Frigia, inventor de la flauta, es el padre de Marsias, que fue despellejado por Apolo (Apd. I 4.2; Banquete 215b; Ov. Met. VI 393; Hig. Fab. 273; Estrabón XX 3.14). La montaña de Tesalia es el hogar de los dioses olímpicos.
Orio, es una montaña en Grecia Central, probablemente el Otris. Tuvo por hijo a Óxilo que se unió con su hermana, una Hamadríade, y engendró a las Ninfas Hamadríades: Caria (Nuez), Bálano (Bellota), Cránea (Cornejo), Mórea (Moral), Egero (Chopo), Ptélea (Olmo), Ámpelo (Vid), Sice (Higuera) y de ellas reciben el nombre muchos árboles (Ateneo, Banquete de los eruditos III 78B).
Parnés, montaña del Ática. Las montañas del Ática son Pentélico, donde hay canteras, Parnes, donde se caza el jabalí y el oso, e Himeto, que cultiva los pastos más adecuados para las abejas, excepto los de los Alazones (¿Halizones?). Los atenienses tienen estatuas de dioses en sus montañas. En el Pentélico hay una estatua de Atenea, en Himeto una de Zeus Himetio. Hay altares tanto de Zeus Ombrio (de la lluvia) como de Apolo Proopsio (previsor). En Parnes hay un Zeus Parnetio de bronce y un altar a Zeus Semaleo (el que da presagios). Hay en Parnes otro altar, y en él hacen sacrificios, llamando a Zeus a veces el dios de la lluvia (Ombrio), a veces el evitador de males (Apemio). Anquesmio es una montaña no muy grande, con una imagen de Zeus Anquesmio (Paus. I 32.1).
Tmolo, montaña de Lidia. El dios del monte Tmolo en Lidia, es descrito como el esposo de Plutón (u Onfale) y padre de Tántalo, y se dice que decidió el concurso musical entre Apolo y Pan (Apd. II 6. 3; Ov. Met. XI 146).
Los Ríos:
Ríos de África.
Aqueloo es el príncipe de los ríos (Il. XXI 192; Paus. VIII 38.10). Separa a Acarnania de Etolia. Aqueloo lucha contra Hércules por la mano de Deyanira, en forma de toro, y se rompió un cuerno que recuperó dándole el cuerno de Amaltea en su lugar. Acoge a Teseo, después de la caza de Calidón, a quien narra la metamorfosis de Perimela y de las ninfas en islas Equínadas (Ov. Met. VIII, 725-879). Salvó a Perimede, quien fue arrojada desde un alto acantilado por su padre Eolo, y junto con ella tuvo a Orestes y a Hipodamante, padre de Éurite que se casó con Portaón y fueron padres del rey Eneo de Calidón, en Etolia.
Entre la descendencia de Aqueloo se encuentran las Fuentes: Castalia del Parnaso, Dirce de Tebas, Pirene de Corinto (distinta de la princesa Pirene, que da nombre al Pirineo) y Calírroe de Etolia. Poseidón y Pirene son los padres de Lequeo y Céncreas que son los puertos occidental y oriental de Corinto (Paus. II, 2.3). Calírroe es la segunda mujer de Alcmeón después que su padre le hubiera absuelto del asesinato de Erífile (Apd. III 88)
Aqueloo unido a la Musa Melpómene (Apd. I.18), a la Musa Terpsícore (Ap. Rd. Arg. IV 892; Nono 13, 313) o a Estérope (hermana de Eneo, Apd. I 63) es el padre de las Sirenas, seres femeninos híbridos con cabeza y busto de mujer y cuerpo, alas y patas de pájaro (a partir del siglo VI d.C., con el Liber monstrorum de diversis generibus, son mujeres con cola de pez, antes solo Eurínome y Dérceto). Sus nombres son Pisínoe, Agláope y Telxiepía, o bien Parténope, Leucosia y Ligia.
Ínaco, fundador de la más antigua dinastía, la casa real de Argos y el río Enipeo de Tesalia, amado por la princesa Tiro, hija de Salmoneo (Apd. I, 9.2; pero estos ríos no son mencionados en la Teogonía de Hesíodo).
Escamandro. El principal río de la Tróade es Escamandro aunque los dioses le llaman Janto (Il. XX 74). Teucro, primer rey de Troya es hijo de Escamandro y la ninfa del monte Ida (Diod. Síc. IV 75) y los siguientes reyes, Tros y Laomedonte se casaron con Calírroe y Estrimo, hijas de Escamandro (Apd. III 12). El nombre viene de Escamandro, el hijo de Corybas y Demodice, quien fue castigado por contemplar las ceremonias secretas de los misterios de Rea, se volvió loco de inmediato y se arrojó al río Janto, que desde entonces se llamó Escamandro. Otro nombre de Escamandro es Janto porque volvía el ganado de color amarillo (Arist. Investigación sobre los animales 3.12; Eliano 8.21). Las diosas Hera, Atenea y Afrodita tiñen su cabello en el río antes del Juício de Paris.
Relieve de Xenocrateia (ca. 410 a.C.). Conmemora la fundación de un santuario para el dios Cefiso por una mujer denominada Xenokrateia. Museo Arqueológico Nacional de Atenas. |
III. Espíritus de la condición humana.
Son las personificaciones de estados diversos de existencia, emociones, acciones y la moralidad. La palabra daimon designa, en este caso, a energías interiores que actúan en el hombre como lo hace el daimon según Sócrates, ya se le entienda como una especie de voz de la conciencia o como la sumisión a la voluntad del dios que actúa en la vida del filósofo como contrapeso de otras inclinaciones o tendencias. Mientras existan los seres que viven, sueñen o destruyan, que deseen o desesperen, que vivan vidas e interaccionen unos con otros, entonces estas abstracciones estarán realizando sus funciones
1) La destrucción:
Eris y los Érides:
Eris (Ἔρις) es la diosa de la discordia, hija de Noche (Hes. Teog. 211; Hig. Pref.), o de Zeus y Hera. La diosa invoca la guerra y la discordia. Deambula, al principio pequeña e insignificante, pero enseguida eleva su cabeza al cielo (Il. IV 441). Es amiga y hermana de Ares, y con él se deleita en el tumulto de la guerra, aumentando el gemido de los hombres (Il. 445, V 518, XX 48). Es insaciable en su deseo de derramamiento de sangre, y después de que todos los demás dioses se hayan retirado del campo de batalla, todavía permanece regocijada por los estragos que se han hecho (Il. V 518). Fue Eris quien arrojó la manzana a la asamblea de los dioses, la causa de tanto sufrimiento y guerra. El poeta la describe como la madre de una variedad de seres alegóricos, que son las causas o representantes de las destrucción del hombre.
Los Érides (Ἔριδες) son un grupo de Daemones, engendrados por Eris, que personifican los males que devastaron a toda la humanidad, asociados con la guerra y la matanza. La odiosa Eris trajo al mundo a los dolorosos Ponos (Πόνος, "Esfuerzo"), Lete ("Olvido") y Limos ("Hambre") y a la llorosa Algos ("Dolores"), Hisminas ("Batallas"), Macas ("Guerras"), Fonos ("Asesinatos") y Androctasias ("Matanzas"), Neicea ("Discordias"), Pseudo-logos ("Historias Falsas"), Anfilogías ("Disputas"), Disnomia ("Anarquía") y Ate ("Ruina"), cerca uno del otro, y Horkos ("Juramento"), el que más aflige a los hombres en la tierra (Hes. Teog. 227).
- Ponos (Πόνος) era la personificación del trabajo duro, el esfuerzo necesario y la fatiga, como el trabajo requerido por los agricultores para sobrevivir. Hijo de Éris.
- Lete (Λήθη), olvido. Lete (Λήθη) era la personificación del olvido, hija de Éris, también es uno de los ríos del infierno que fluye sobre los Campos Elíseos. Beber de sus aguas causó el olvido completo.
- Limos (Λίμος), hambre. Limos (Λίμος), era la personificación del hambre, hija de Eris. a instancias de Deméter, castigó al rey Erisictón con un hambre violenta, porque había violado un bosque sagrado de la diosa.
- Algos (Ἄλγος) o Algea (Ἄλγεα) era un Daemon o un grupo de Daemones que personificaban el sufrimiento y el dolor, tanto físico como emocional, que traían lamentos y lágrimas a los hombres.
Acos (Ἄχος) era dolor físico, el dolor del cuerpo causado por enfermedades, venenos y heridas que pueden conducir a la muerte;
Ania (Ἀνία) era un dolor psicológico, el dolor de la mente causado por el estrés, los problemas y las aflicciones de la vida.
Lipe (Λύπη) era dolor emocional, dolor de corazón causado por sufrimiento, tristeza y los problemas de la vida sentimental.
Pentos (Πένθος) fue la personificación del dolor, el luto, el sufrimiento, la tristeza, el dolor y el lamento, que trajeron lágrimas a los hombres. Compañero de Algea (los dolores), de Limos (el hambre) de Penia (la pobreza), de Ptoqueea, (la mendicidad), de Amecania (la necesidad), y de Oizus (la miseria).
- Hisminas (Ὑσμίναι), disputas. Los Hisminas (Ὑσμίναι) fueron la personificación de combates y disputas que tuvieron lugar fuera del campo de batalla, en la vida cotidiana.
- Macas (Μάχαι), batallas. Las Macas (Μάχαι) fueron la personificación de las batallas y combates que tuvieron lugar durante la guerra. Hijas de Éris, forman un grupo de Daemones que acompañan a Ares. Algunos aparecen retratados en el Escudo de Heracles (Hesíodo):
Heracles tomó el brillante escudo, que nadie consiguió romper con un golpe ni abollarlo, una maravilla verlo. El borde era brilllante por el yeso, el blanco marfil, el ámbar y el resplandeciente oro y láminas de una sustancia azul oscura lo atravesaban. En el centro estaba labrada en acero la imagen de Fobos (Miedo) que no se debe nombrar, mirando hacia atrás con ojos resplandecientes con fuego. Su boca estaba llena de dientes en una fila blanca, terribles y espantosos, y sobre su frente sombría se cernía la espantosa Eris (Discordia) que agrupa a la multitud de hombres, despiadada ella, porque ella se llevó la mente y los sentidos de los pobres miserables que hicieron guerra contra el hijo de Zeus. Sus almas se sumergen en tierra, hacia la morada de Hades y sus huesos, una vez descompuesta la piel a su alrededor, se pudren en la negra tierra bajo el ardiente Sirio. Sobre el escudo se forjaron Proioxis (Persecución) y Palioxis (Contraataque), y Homados (Tumulto), Fobos (Pánico) y Androctasias (Homicidios). Allí se arrojaban Eris (Discordia) y Cidomos (Tumulto); y también la funesta Ker (Destino) estaba allí sosteniendo a un hombre recién herido (Hes. Escudo 139).
Proioxis (Προίωξις,) la carga, es la personificación de la carga, el ataque, el avance en el campo de batalla;
Palioxis (Παλίωξις), la retirada, es la personificación de la escapada, el retiro de los campos de batalla;
Cidomos (Κύδοιμος), desorden u Homados (Ὅμαδος), agitación, es la personificación de la confusión, la agitación, el frenesí de la batalla.
- Los Fonos (Φόνοι), los asesinatos. Los Phonos (Φόνοι) fueron la personificación de los asesinatos y los asesinatos que tuvieron lugar fuera de los campos de batalla, en la vida cotidiana.
- Androctasias (Ἀνδροκτασίαι), masacres. Las androctasias (Ἀνδροκτασίαι) fueron la personificación de los asesinatos y homicidios ocurridos durante las guerras. Hijas de Éris.
- Neicos (Νεικός) o Neicea (Νείκεα), era la personificación del odio, la ira, las disputas, las disputas, las quejas, los argumentos y los delitos. Hijos de Eris.
- Pseudos (Ψεύδος) o Pseudea (Ψεύδεα) fueron la personificación de mentiras y falsedades. Eran compañeros de Apate, el engaño, de Ate, la ruina, de Dolos, los trucos.
- Anfilogías (Ἀμφιλογίαι) eran la personificación de conflictos, disputas y conflictos fuera del campo de batalla, en la vida cotidiana.
- Disnomía (Δύσνομια) fue la personificación del desorden civil y la ilegalidad. La compañera de Adicia, la injusticia, Ate, la ruina y Hibris, el orgullo.
- Ate (Ἄτη), la ruina. Ate (Ἄτη), era la personificación de la ruina, las acciones irreflexivas y sus consecuencias. Ate es una hija de Eris (Hesíodo, Teog. 230) o de Zeus (Homero, Il. XIX 91). Lleva tanto a dioses como a hombres a acciones imprudentes y desconsideradas y también al sufrimiento. Incluso indujo a Zeus, en el nacimiento de Heracles, a prestar un juramento mediante el cual Hera pudo más tarde otorgar a Euristeo el reino de Argos, destinado a Heracles. Cuando Zeus descubrió su temeridad, arrojó a Ate del Olimpo y la desterró para siempre de las moradas de los dioses. (Hom. Il. XIX 126).
- Horcos (Ὅρκος), el juramento. Horcos (Ὅρκος) era la personificación de los juramentos y velaba por su cumplimiento, castigando el perjurio. Hijo de Éris. También podría ser considerado el hijo de Eter y Gea.
Poine (Ποινή) o Poines (Ποιναί) son la personificación de la venganza, el castigo, el castigo y la pena lanzados a los hombres culpables de asesinato. Muy relacionado con las Praxidices, que imponen la justicia, y con las Erinias, vengadoras de los terribles crímenes contra los padres.
Ecequeria (Ἐκεχειρία) es la personificación de la tregua y el cese de las hostilidades, compañera de la diosa Irene, paz. Fue honrada en Olimpia, durante los Juegos Olímpicos, cuando se declaraba una tregua general entre los estados de Grecia.
Apiles (Ἀπειλές) fue la personificación de las amenazas.
Deris (Δηρίς) fue la encarnación de todo tipo de luchas llevadas a cabo por hombres, tanto en la vida diaria como en la guerra.
Daimones ceramici (destructores de hornos)
Cinco espíritus malévolos que plagaron al artesano alfarero. Sus nombres fueron Sintribo (Σύντριβος el destrozador), Smarago (Σμάραγος, el aplastador), Asbetos (Ασβετος, el chamuscador), Sabaktes (Σαβάκτης el destructor), Omodamos (Ωμόδαμος; horneador). (Epigramas Homericos frag. 14).
2) La muerte:
Ker (Κήρ) o Keres son los espítitus de la muerte violenta e inesperada. Son descritos como seres formidables, oscuros y odiosos, porque se llevan a los hombres a la triste morada de Hades (Il. II 859, III 454; Od. III 410, XIV 207). Las Keres, aunque ningún ser vivo puede escapar de ellas, no tienen poder absoluto sobre la vida de los hombres. Zeus y los dioses, pueden detenerlos en su curso o apresurarlos (Il. XII 402, XVIII 115; Od. XI 397). Incluso los mismos mortales pueden escapar por un tiempo e impedir que alcancen su objetivo (Il. III 32, XVI 47). La hechicera Medea pudo invocar a las Keres para matar al gigante Talos (Ap. Rd. IV 1659). En el festival ateniense de las Antesterias, las Keres son expulsadas ritualmente de la ciudad.
Son las hijas de la Noche y hermanas de Moiras, las personificaciones del destino (Teog. 211, 217; Paus. V. 19.1) o de Erebo y Noche (Hig. Pref; Cic., Sobre la naturaleza de los dioses 3.17). En la batalla, las Keres deambulan con Eris y Cidomo con ropas ensangrentadas, peleando por los heridos y los muertos, y arrastrándolos por los pies (Il. XVIII 535). Rechinando sus blancos dientes, las sombrías Keres de terrible mirada, tremendas, sanguinarias y espantosas, reñían por los que iban cayendo (Hes. Escudo 249). Aparecen junto con las Erinias como las diosas que vengan los crímenes de los hombres (Esq. Sept. 1055). Las enfermedades epidémicas, aunque no llevan a una muerte violenta, se personifican como Keres (Himno Órfico XIII 12).
Muerte y Sueño llevan el cadáver de Sarpedón. Representación de una copa de figuras rojas de principios del s. V. BC, Museo Británico, Londres |
Tánato (Θάνατος) fue la personificación de la muerte no violenta. Su toque era gentil, como el de su hermano gemelo Hipnos (Sueño). Los hermanos habitaban en casas vecinas en el confín del mundo, cerca de la morada de su madre, la Noche (Hes. Teog. 758) y discutían cada noche quién se llevaría a cada hombre, o que el Sueño anulaba cada noche a los mortales en un intento de imitar a su hermano mayor.
Los dos hermanos recibieron la orden de Zeus de transportar el cuerpo de su hijo Sarpedón hasta Licia, para que pudiera recibir sepultura. Sarpedón, hijo de Zeus y Laodamía, acudió a la guerra de Troya al frente de los licios, donde murió en el combate con Patroclo. Zeus pidió a Apolo que purificara su sangre en un río, untara su cuerpo con ambrosía, le vistieran como un inmortal y fuera llevado rápidamente a su tierra (Il. XVI 666).
Sísifo, hijo de Éolo y rey de Corinto, el más sabio de los hombres, una vez engañó a Tánatos. Zeus había ordenado a Tánatos que encadenara a Sísifo en el Tártaro. Sísifo le pidió astutamente a Tánato que le demostrara cómo funcionaban las cadenas. Mientras Tánato le estaba concediendo su deseo, Sísifo aprovechó la oportunidad y atrapó a Tánatos en los grilletes. Una vez que Tánatos estuvo atado por las fuertes cadenas, nadie podía morir en la Tierra. Ares, molesto porque sus batallas habían perdido la diversión porque sus oponentes no podían morir, liberó a Tánato y condenó a Sísifo (Fer. 3 119)..
Admeto, rey de Feras, obtuvo de Apolo la gracia de que las Moiras pudieran aceptar que cuando él estuviera a punto de morir, pudiera reemplazarle cualquier persona que aceptara voluntariamente morir en su lugar. Solo su esposa Alcestis se ofreció a morir por él. Heracles luchó con Tánatos hasta obligarle a que esperase a que a la mujer le llegase su hora de forma natural (Eur., Alcestis).
Tánato se casó con Macaria, hija de Hades y Perséfone, reina de la Isla de los Bienaventurados (Zenobio 2.61).
Geras (Γήρας) era la personificación de la vejez, despreciada por dioses y hombres, y que era vista como la inevitable compañera y preludio de la muerte de Tanato. La ciudad de Gadira está situada en el extremo de Europa, y sus habitantes son excesivamente devotos de la religión; tanto es así que han levantado un altar a Geras (Vejez), y a diferencia de cualquier otra raza cantan himnos en honor a Tánatos (Filóstrato, Vida de Apolonio V 4).
3) El deseo:
Agon (Ἀγών) fue la personificación de competiciones, desafíos y disputas solemnes, presentes en los Juegos Olímpicos, en obras de teatro y también en debates y debates filosóficos.
Entre las ofrendas de Micito están Agón llevando unas pesas de saltar, cuya forma es como sigue: son un semicírculo alargado y no exactamente redondo, y están construidas de forma que los dedos de las manos pasen a través de ellas como a través de la empuñadura de un escudo (Paus. V 26.3).
Acrateia (Ἀκράτεια, pérdida de poder o incontinencia) es la personificación de la intemperancia.
Cairos (Καιρός) también llamado Poros (Πόρος), era la personificación de la oportunidad, la conveniencia y el medio para lograr algo. Al igual que Cairos, era hijo de Zeus y Tique, y como Poros era hijo de Métis, pero también podría ser considerado un dios primordial.
Disebia (Δυσσεβεια). Espíritu de la impiedad (por oposición a Eusebia). Habita en lo más profundo de la oscuridad del Hades, muy por debajo de las almas culpables (Séneca, Hércules Loco 90). Su hija es Hibris (Esq., Euménides 532).
Hibris (Ὕβρις) era la personificación de la soberbia y la falta de moderación. La hybris es lo que ocurre cuando un mortal se ensoberbece y desafía la voluntad de algún dios; cuando un hombre pierde el control y transgrede los límites de su propia humanidad, atrayéndose un cruel castigo por parte de la divinidad. Hija de Erebos y Noche (Higino, Pref.) o de Disebia. La hija de Hibris es Coros (Κόρος) la personificación de la insolencia (Pind. Nem. 13.10,; Heródoto VIII 77.1).
A las piedras no labradas sobre las que están en pie los acusados y los acusadores, a una la llaman Hibris (ultraje) y a la otra Anedea (resentimiento) (Paus. I 28, 5).
Las Litas (Λιταί) son las personificaciones de las oraciones y súplicas que los hombres hacían en los momentos en que Ate, la desesperación y la desgracia, generalmente son causadas por su Hibris, orgullo excesivo. Los mismos inmortales pueden moverse; su virtud, su honor y su fuerza son mayores que las nuestras, y sin embargo, con sacrificios y ofrendas por cariño, con libaciones y con sabor, los hombres hacen retroceder incluso a los inmortales en súplicas, cuando alguno hace mal y transgrede. Porque también están Litas (Espíritus de la oración), las hijas del gran Zeus, y tienen los pies cojos, arrugados y miran de reojo, que se afanan en su camino dejado muy atrás por el espíritu de Ate (ruina): pero ella, Ate, es fuerte y sana en sus pies, y por lo tanto, supera con creces a todas las Litas, y gana en todos los países para forzar a los hombres a extraviarse; y las Litai (Oraciones) la siguen como sanadoras. Si un hombre venera a estas hijas de Zeus cuando se acercan, a un hombre así le dan una gran ventaja y escuchan su súplica; pero si un hombre las niega, y obstinadamente con una palabra dura se niega, van a Zeus, hijo de Cronos, en súplica para que Ate pueda apoderarse de este hombre, que sea herido y castigado. (Iliada IX 500).
Trasos (Θράσος) es la personificación de la imprudencia, la audacia, la insolencia y la acción excesiva. Mientras que una antigua Hibris esta destinada a engendrar a una joven Hibris, más pronto o más tarde, en los hombres malvados, y a una deidad contra la que no es posible combate ni guerra, la sacrilega Trasos, y a las negras Ates (maldiciones) para sus hogares, tan semejantes a sus padres (Esq., Agamenón 763).
4) La caja de Pandora:
El engaño de Mecona. Prometeo persuadió a los ciudadanos de Mecona de dividir el buey del sacrificio en honor de Zeus en dos partes. En una de las dos partes del animal ponen los huesos cubiertos de grasa y en la otra la carne y la piel del buey. Pidió al rey de los dioses que eligiese su parte y así engañó a la mente de Zeus. Desdev entonces, en la tierra las estirpes de los hombres queman para los inmortales blancos huesos sobre humeantes altares (Hes. Teog. 555).
Apate (Ἀπάτη) es la personificación de la malicia, el engaño, el fraude y la traición. Ella era la hermana de Ate, la ruina (Hes. Teog. 211) o hermana de Dolos, la falsedad (Cic., Sobre la naturaleza de los dioses III.17). Cuando Hera descubrió que Semele estaba embarazada de un hijo de Zeus no contuvo su fuerte ira. Atravesó el cielo con zapatos voladores, envuelta en este patrón de estrellas brillantes, recorrió innumerables ciudades con pies rápidos, buscando si en algún lugar podía encontrar a la astuta Apate (Engaño). Muy por encima de coribantica Dicte (montaña de Creta) vio las aguas, acogedoras del parto, del vecino Amniso (río de Creta). A la deidad voluble la encontró allí en las colinas porque le gustaban los cretenses que siempre son mentirosos, y solía quedarse junto a la falsa tumba de Zeus. Alrededor de sus caderas llevaba el cinto de Cidonia, que contiene todo el astuto hechizo de la humanidad: el engaño, rico en recursos, y la cálida conversación, la pérfida seducción e incluso los ardides, multiformes y también el engañoso juramento que vuela con los vientos del cielo. Entonces comenzó la sutil mente de Hera para persuadir a Apate (engaño) con palabras astutas, con la esperanza de vengarse de su marido: "¡Salud, dama tamposa y embustera! ¡Ni el mismo Hermes seductor puede superarte con su plausible charlatanería! Préstame también esa faja de muchos colores, que Rea una vez ató a sus costados cuando engañó a su esposo Cronos. No traigo una forma pétrea para mi Cronion (Zeus), no engaño a mi esposo con una piedra astuta. ¡No! ¡La mujer de la tierra me obliga, cuya cama enfurece y Ares declara que ya no se alojará en el cielo! ¿De qué me sirve ser una diosa inmortal? Me desterrará del cielo por la cama de una mujer, asustada ¡puede hacer que Sémele sea la reina de su Olímpo! Si favoreces a Zeus más que a Hera, si no me das tu faja cautivadora para llevarla de nuevo al Olímpo, dejaré el cielo por su matrimonio terrenal, iré a los límites más extremos de Océano y compartiré el hogar de Tetis. Desde allí pasaré a la casa y permaneceré con Ofión. Ven entonces, honra a la madre de todos, la novia de Zeus, y prestame la ayuda de tu faja, para que pueda encantar a mi feroz hijo Ares, para hacer del cielo una vez más su hogar".Cuando ella terminó, la diosa respondió con palabras obedientes: "Madre de Eníalio, ¡la novia entronizada por primera vez de Zeus! Te daré mi faja y todo lo que me pidas. Te obedezco, ya que reinas sobre los dioses con Cronión. Recibe esta faja; átala a tu pecho y podrás traer de vuelta a Ares al cielo. Si quieres, encanta la mente de Zeus, y si es necesario, encanta a Océano también por su ira. El soberano de Zeus en las alturas dejará sus amores terrenales y regresará a sí mismo al cielo, cambiará de opinión con mi faja engañosa. Éste avergüenza el corazón que hechiza la faja del Afrodita de Pafos". Dicho esto, la deidad astuta estaba apagada bajo el viento, cortando el aire con zapatos voladores. La convenció con estos argumentos y, recibiendo de ella su cinturón mágico, lo usó para incitar a Sémele para que pidiera a Zeus que se le mostrase en su forma natural. La ingenua mortal así lo hizo, y Zeus, que ya había dado su palabra, se le apareció como una tormenta de rayos que la abrasó al instante. Entristecido por haber dado muerte a su amante, Zeus recogió el hijo que ella todavía albergaba en su vientre y terminó de gestarlo en su muslo. Por eso al que luego sería el dios Dioniso se le llamaba el nacido dos veces (Nono 8.110).
Castigo a la humanidad. Zeus lo ocultó, encolerizado en sus entrañas, porque el taimado Prometeo lo engañó (ἀλλὰ Ζεὺς ἔκρυψε χολωσάμενος φρεσὶν ᾗσιν, ὅττι μιν ἐξαπάτησε Προμηθεὺς ἀγκυλομήτης). Prometeo, el noble hijo de Jápeto, volvió a robar para los hombres en un tallo de hinojo hueco. Zeus, que recoge las nubes, le dijo con ira: ‘Daré a los hombres como precio del fuego una cosa maligna en la que todos se alegrarán de corazón mientras abrazan su propia destrucción’ y se rió a carcajadas. Y le pidió al famoso Hefesto que se apresurara a mezclar tierra con agua y poner en ella la voz y la fuerza de la humanidad, y formar una dulce y hermosa forma de doncella, Pandora. Cuando hubo terminado la pura y desesperada trampa, Zeus envió al glorioso Hermes, el veloz mensajero de los dioses, para llevárselo a Epimeteo, hermano de Prometeo, como regalo. Epimeteo no pensó en lo que Prometeo le había dicho, pidiéndole que nunca aceptara un regalo de Zeus olímpico, sino que lo devolviera por temor a que pudiera resultar perjudicial para los hombres. Pero tomó el regalo, y luego, cuando el mal ya era suyo, lo entendió. Porque antes de esto, las tribus de hombres vivían en la tierra remotas y libres de males (kakoi) y trabajos duros (ponoi) y enfermedades graves (nosoi) que traen los Keres sobre los hombres; porque en la miseria los hombres envejecen rápidamente. Pero la mujer quitó la gran tapa del frasco (pithos) con sus manos y esparció todo esto y su pensamiento causó dolor y daño a los hombres. Sólo Elpis (Esperanza) permaneció allí en un hogar irrompible dentro del borde de la gran jarra, y no salió volando por la puerta; porque antes de eso, la tapa de la jarra la detuvo, por la voluntad de Zeus que sostiene la égida y que reúne las nubes. Pero el resto, innumerables plagas (lugra), vagan entre los hombres; porque la tierra y el mar están llenos de males. Por sí mismas, las enfermedades (nosoi) caen sobre los hombres continuamente de día y de noche, trayendo daño a los mortales en silencio; porque el sabio Zeus les quitó el habla. Entonces, ¿no hay forma de escapar de la voluntad de Zeus? (Hes., Trabajos y dias 55).
Elpis (Ἐλπίς) era la personificación de la esperanza, la madre de Feme, la fama. Es descrita como una mujer joven que generalmente lleva flores y una cornucopia. Se menciona en el mito de la caja de Pandora, en la que estaba encerrada (los humanos deben afrontar los males sin esperanza como está escrito en el dintel de la puerta de Infierno en Dante, canto III de la Divina Comedia).
Elpis es el único dios bueno que queda entre la humanidad; los otros se fueron al Olímpo. Pistis (Πίστις la personificación de la confianza, la honestidad y la buena fe) un dios poderoso se ha ido, Sofrosina (Σωφροσύνη, la personificación de la moderación, la discreción y el autocontrol) ha huído de los hombres, y las Cárites (Gracias) han abandonado la tierra. Ya no se puede confiar en los juramentos judiciales de los hombres, ni nadie venera a los dioses inmortales. La raza de los hombres piadosos ha perecido y los hombres ya no reconocen las reglas de conducta o los actos de piedad. (Teognis, Frag. 1. 1135).
Lugra (Λυγρά) es la personificación de las plagas que devastan a la humanidad. Se menciona en el mito de la caja de Pandora, en la que estaba cerrada.
Nosoos (Νόσοως) o Nosoi (Νόσοι) fueron la personificación de enfermedades que devastaron a la humanidad. Su equivalente romano es Morbus. La salud verdaderamente floreciente (Higía) no descansa contenta dentro de sus límites debidos; porque la enfermedad (Nosos) siempre se aprieta contra ella, su vecino con un muro común. De modo que la fortuna humana, cuando se mantiene derecho en su camino, golpea un escollo oculto (Esq., Agamenon 1001). Después de quitarse los ojos y dirigirse al exilio, Edipo insta a los daimones pestilentes a dejar Tebas. Aquel que, aunque está cerca de la muerte, todavía tiene una vida débil, ahora puede aspirar libremente bocanadas de aire profundas y vivificantes. Id, socorred a los entregados a la muerte; todos los humores pestilentes de la tierra me llevo conmigo. Vosotros bombardeando Fatae (Destinos), temblando de terror de Morbus (Nosoi), Macies (Desgaste), y Pestis (Pestilencia) y el loco Dolor (Algos), venid conmigo, conmigo. Es dulce tener tales guías (Séneca, Edipo 1062).
5) La locura:
Lisa (Λύσσα) o Lita (Λύττα) es la personificación de la ira o la furia desenfrenada. Su equivalente romano puede ser Ira, Furor o Rabia. Nació de la Noche fertilizada por el helado Urano cuando fue castrado por Cronos (Eurípides, Heracles 815) o de Éter y Gea (Ira en Higinio, Prefacio). Compañero de Colemos, (estupidez), Mania (locura) y Anoia (demencia). Personifica la furia loca y el frenesí, así como la rabia en los animales. Hera la pide para infligir locura al héroe Heracles. Lisa se muestra moderada y mesurada en su papel, profesando no usar sus poderes con ira contra amigos, ni sentir alegría al visitar las casas de los hombres. Aconseja a Iris, que desea cumplir la orden de Hera, que no ataque a Heracles pero, después de no poder persuadirla, obedece las órdenes de la reina de los dioses y le envía a una furia loca que lo lleva a asesinar a su esposa e hijos (Eur. Heracles 815).
Afrodita obligó a las mujeres lemnianas a masacrar a sus maridos infieles. La misma Venus, agitando en círculo una ondeante tea de pino, aglomera tinieblas, y, lista para el combate, se lanza sobre la temblorosa Lemnos. Con nimbos y con luz estrepitosa la secunda el firmamento, y la engrandece el padre con un trueno de honor. Enseguida, furibunda, redobla a través de la pávidas auras un grito insólito, con el que se horrorizó el primero el Atos y el ponto y el ingente pantano tracio y, a la vez, toda madre en su lecho, y se quedaron rígidos los hijos asidos al seno. Se apresuran el Pavor y la loca Discordia procedente de los establos géticos, y las negras Iras de pálidos pómulos y el Dolo y la Rabia y la imagen en apariencia mayor de la Muerte, que alarga las crueles manos, después que tronó la primera con su llamada y dio la señal la esposa de Marte (Val. Flaco, Argonautica 200).
Ira y Furor son algunos de los centinelas del palacio tracio de Marte. Desde la puerta exterior salta salvaje Impetus (Pasión), y la ciega Nefas (Malicia) e Ira enrojecida y el pálido Metus (Miedo) e Insidia (Traición) que acecha con una espada oculta y Discordia sosteniendo una hoja de dos filos. Minis (Amenazas) innumerables claman en la corte, Virtus (Valor) hosco se para en medio, Furor (Rabia), Mors (Muerte) exultante y armado con rostro ensangrentado están sentados allí; no hay sangre sino la de las guerras en los altares, no hay fuego sino arrebatado de las ciudades en llamas (Estacio, Tebaida VII 74).
Mania (Μανία) o Manias (Μανίαι) fueron la personificación de la locura, la demencia, la locura y el frenesí sagrado. Áyax se volvió loco cuando la armadura de Aquiles fue otorgada a Ulises y mató a un rebaño de ovejas imaginando que eran los griegos, pensando que en medio de los asesinados, Odiseo yacía lleno de sangre a sus pies. Pero en ese momento, de su mente y ojos, Atenea arrancó al demonio de la pesadilla, Mania, que respiraba estragos, y de allí pasó rápidamente al río Estigia de paredes rocosas, donde moran las Erínias aladas, que todavía visitan con tormentos a los hombres arrogantes (Q.E. , Posth. 450).
Cólemos (Κοάλεμος) era la personificación de la estupidez. Ven, toma una corona, ofrece una libación a Cólemos el dios de la estupidez y cuida de luchar con fuerza (Eur., Las aves 220). Cimón de Atenas (510-450 a.C.) del tenía la mala fama de ser disoluto y bebedor, parecido a su abuelo Cimón, quien, dicen, por su sencillez, fue apodado Cólemos, el simple (Plut., Cimón 4.3).
Anoia (Ἄνοια) era la personificación de la demencia.
Hipnos. Copia romana de una estatua de bronce original helenística, ca. 325-275 a.C. British Museum |
6) Los Sueños:
Genealogía. Hipnos es el hijo de Nyx (Hes. Teog. 21) y Erebo (Hig., Prefacio; Ov., Sobre la naturaleza de los dioses III 17). Su hermano es Tánatos ("Muerte"). Ambos hermanos viven en el inframundo (Hades) o en Erebus, otro valle del inframundo griego. Hipnos vivía en una gran cueva, de la que proviene el río Leteo ("Olvido") y donde se encuentran la noche y el día. Su cama es de ébano, en la entrada de la cueva crecen una serie de amapolas y otras plantas soporíferas. Era el padre de los Oniros (Sueños) con la Cárite Pasitea (Ovidio, Metamorfosis XI 630).
El palacio del Sueño. Cerca de la casa de Nyx en el inframundo, los hijos de la sombría Nyx tienen sus casas. Estos son Hypnos y Thanatos, divinidades temibles. Nunca sobre ellos Helios, el sol resplandeciente, arroja la luz de los rayos de sus ojos, ni cuando sube al cielo ni cuando desciende de él. Uno de ellos, a través de la tierra y las amplias cordilleras marinas, va silenciosamente de un lado a otro, y es amable con los mortales, pero el corazón del otro es de hierro, y sentimientos descarados sin piedad están dentro de su pecho (Teog. 758). En lo mas hondo de una cueva profunda y rocosa se encuentra los salones del perezoso Somnus (Sueño) y su vivienda imperturbable. El umbral está custodiado por la sombría Quietud (Ἤρεμία, Hesiquia), el aburrido Olvido y la torpe Ignavia (Αἐργία, la Pereza) con semblante siempre somnoliento. Otia (Facilidad) y Silentia con las alas plegadas se sientan mudas en el patio.
Los Sueños (Ὄνειρος u Ὄνειροι). Iris, vestida con sus mil tonalidades, trazó a través del cielo su arco arqueado y llegó al palacio del rey somnoliento, oculto por las nubes. Cerca de los Cimerios (Cimerios) hay una caverna en lo profundo de la ladera de una montaña, el hogar y santuario del perezoso Somnus (Sueño), donde los rayos de Febo (el Sol) nunca pueden llegar a la mañana, al mediodía o al atardecer, sino vapores nublados. levantarse en un crepúsculo dudoso; allí ningún gallo despierto canta a Aurora (Eos), ningún perro guardián rompe el silencio, ni ganso, un guardia más agudo; no se oye ninguna criatura salvaje o domesticada, ningún sonido de clamor humano ni crujir de ramas. Allí habita el silencio: sólo la perezosa corriente del Leteo 'debajo de la roca con susurros bajos sobre guijarros bajíos que gotean arrullos para dormir. Ante la boca de la caverna crecen exuberantes amapolas e innumerables hierbas, de cuyas suaves esencias una infusión somnolienta dewy Nyx (Noche) destila y rocía el sueño a través del mundo cada vez más oscuro. No hay puertas por miedo a que chirríen las bisagras, no hay conserje delante de las gradas de la entrada, pero en el medio hay un diván muy alto de ébano, sable y suave como la piel, y cubierto con una colcha oscura, donde el dios se relaja en languidez, miente. A su alrededor, en todas partes, en diversas formas, se encuentran Somnia (Oneiros) vacíos, innumerables como mazorcas de maíz en la época de la cosecha o arenas arrojadas a la orilla u hojas que caen sobre el suelo del bosque. Allí entró Iris, apartando los Somnia (Sueños), y el resplandor repentino y brillante de su túnica iluminó el lugar sagrado; lentamente el dios sus pesados párpados se alzaron, y hundiéndose una y otra vez, su lánguida cabeza inclinada asintiendo sobre su pecho, por fin se sacudió de sí mismo, e inclinándose la reconoció y le preguntó por qué venía, y ella respondió: Somnus (Hypnos), el más tranquilo de los dioses, Somnus, la paz de todo el mundo, bálsamo del alma, que aleja la preocupación, que da alivio a los miembros cansados después del duro día de trabajo y fuerzas renovadas para hacer frente a las tareas del mañana. , ordena ahora a tu Somnia (Sueños), cuyo perfecto mimetismo coincide con la verdad, a semejanza de Ceyx formado aparecer en Trachis a Alcyone y fingir el naufragio y su querido amor ahogado.Luego, cumplida su tarea, Iris se marchó, porque ya no podía soportar el poder de Somnus (Sueño), mientras la somnolencia se filtraba a través de su cuerpo y huía sobre el arco iris arqueado cuando llegaba. El padre Somnus eligió entre sus hijos, sus miles de hijos, uno que sobresalió en su habilidad para imitar la forma humana; Morfeo su nombre, que nadie puede presentar con más astucia las facciones, el andar y el habla de los hombres, sus ropas habituales y su estilo. Solo refleja a los hombres; otro forma las bestias y los pájaros y las largas serpientes que se deslizan. Los dioses lo han llamado Icelos; aquí abajo la tribu de los mortales lo llama Fobetor. Un tercero, sobresaliente en un arte diverso, es Fantaso; lleva las formas engañosas de la tierra, las rocas, el agua, los árboles, cosas inanimadas. A los reyes y jefes éstos les muestran de noche sus facciones fantasmales; otros sueños deambularán entre la gente, obsesionando a la gente común. Todos estos hermanos del sueño, el dios antiguo, pasó por alto y eligió a Morfeo solo para llevar a cabo las órdenes de Iris; luego, con una dulce somnolencia en su alto sofá, hundió la cabeza para dormir (Ov. Met. XI 585).
Morfeo (Μορφεύς), la forma, que se destaca como jefe de los Oniros, es responsable de producir imágenes humanas en sueños y llevar mensajes a los hombres. El llamado Ícelo (Ἴκελος, el similar) por los dioses y Fobétor (Φοβήτορ, el temido) por el vulgo mortal, aparece en sueños en forma de serpiente, pájaro o cualquier otro animal. Fantaso (Φάντασος, la imagen), que presenta imágenes de tierra, rocas, agua y madera. Epialos (Ἐπιάλος), Epialtes (Ἐπιάλτης) o Epiales (Ἐπιάλης) era la personificación de las pesadillas, mientras que su hermano Oniros era de sueños, eran parte de los innumerables hijos de la diosa Nix, o de Hipnos y Pasitea.
Las puertas de cuerno y de marfil. Los sueños en verdad son desconcertantes, poco claros en su significado y de ninguna manera cumplen en todas las cosas con los hombres. Existen dos puertas de los sueños sombríos. Una es de cuerno (las palabras κέρας, "cuerno" y κραίνω, "cumplir") y la otra de marfil (ἐλέφας, "marfil", y ἐλεφαίρομαι, "engañar"). Aquellos sueños que pasan por la puerta de marfil aserrado engañan a los hombres, trayendo palabras que no encuentran cumplimiento. Pero los que salen por la puerta de cuerno pulido hacen pasar verdaderos problemas cuando cualquier mortal los ve (Odisea XIX 560).
Argonautica. El Dragón de La Cólquide se retorció, cuando vio a la doncella Medea tomar su posición, y la escuchó con su dulce voz invocando a Hipnos (Sueño), el conquistador de los dioses, para encantarlo. También llamó a la Reina Errante del mundo de abajo (Hécate) para que apoyara sus esfuerzos. La serpiente gigante, encantada con su canción, pronto se relajó. Medea, cantando un hechizo, mojó una ramita fresca de enebro en su infusión y le roció los ojos con su droga más potente y cuando el olor mágico que todo lo impregnaba se esparcía por su cabeza, el sueño cayó sobre él (Ap. Rd., Arg. IV 146).
Heracles. Mientras Heracles duerme en Libia después de conquistar Anteo, los pigmeos se lanzaron sobre él con la intención declarada de vengar a Anteo. Avanzan contra Heracles y se comprometen a matarlo mientras duerme; aunque no le temerían aunque estuviera despierto. Mientras tanto, duerme sobre la arena blanda, ya que el cansancio se ha apoderado de él en la lucha; y, lleno de sueño, con la boca abierta, respira profundamente en lo profundo de su pecho, y el propio Hipnos (Sueño) se para sobre él en forma visible, haciendo mucho, creo, de su propia participación en la caída de Heracles. (Filóstrato Cuadros II 2).
Dionisíaca. Durante la guerra de Dioniso, los indios corrían borrachos por los cerros, en ese momento el dulce Hipnos surcando su ala vigorosa, asaltó los ojos vacilantes de los indios persistentes, y los acostó, atormentados en la mente con vino inmoderado, haciendo gracia al padre de Pasitea, Dioniso (Nono 15.87).
Hipnos ayudó a Dioniso a seducir a la ninfa Nicea poniéndola a dormir. Deslizándose en el polvo, Nicea fue arrastrada inconscientemente bajo el ala del Sueño que no estaba muy lejos. Dioniso violó a la ninfa mientras dormía: fue una novia robada en la cama con Hipnos como cómplice. La doncella perdió su virginidad, dormida todavía; veía a Hypnos como mariscal de los Erotes y como sirviente de nupcias engañadas por el vino (Nono, Dionisíaca 16.281).
Hera deseaba enviarla Iris rápida como el viento del cielo con un mensaje para el sombrío Hipnos para que hechice los ojos de Zeus sin cariño por un día, para que pueda ayudar a los indios. Pero cambia tu forma, toma la fea forma de la madre de Hipnos, la diosa Nyx (Noche) de cinturones negros; toma un nombre falso y conviértete en tinieblas. Prométele Pasitea por su esposa, y déjale satisfacer mi necesidad por deseo de su belleza. No necesito decirte que un enamorado hará cualquier cosa por tener esperanza. Ante estas palabras, Iris del arco de oro voló mirando por el aire, buscando la pista errante del vagabundo Hipnos. Lo encontró en las laderas del nupcial Orcómeno, hogar de los Cárites; pues allí se demoró de nuevo y arrastró su pie distraído, un visitante frecuente en la puerta de su amada la Pasitea. Entonces Iris cambió de forma y, sin ser vista, adoptó el aspecto de una Nyx oscura irreconocible. Se acercó a Hipnos, tejiendo astucia; y en el disfraz de su madre pronunció su discurso engañoso en susurros halagadores: "No me dejes ver a Zeus despierto todavía por cuarta noche. ¡Lástima la nación piel negra de los indios nacidos en la tierra! Concede esta bendición. ¡Oh, Alanegra! No provoques a Gaia (Tierra), la compañera de edad de mi padre (Caos), de quien solo brotamos todos, los que habitamos en el Olimpo. ¡Hazme batir tus alas y Zeus yazca inmóvil en la cama, siempre y cuando le ordenes, Hipnos! He oído que quieres a una de los Cárites; entonces, si en tu corazón anhelas su dormitorio, ¡ten cuidado! ¡No provoques a la madre de Pasitea, Hera, la esclava del amor conyugal! Y si vives con Tetis junto a la Roca Leucadia (Blanca), ayuda a Deriades, el hijo de Hidaspes: sé fiel a un vecino, porque el resonante Oceano, fue un antepasado de Deriades". Con esta apelación, ganó su consentimiento. Entonces Hipnos, como quien obedece a una madre, se puso en pie y juró encantar los ojos del inquieto Zeus incluso hasta que llegara el tercer amanecer; pero Iris le rogó que adormeciera a Zeus durante el transcurso de un solo día. Allí permaneció Hipnos, esperando la feliz desenlace del matrimonio. Entonces la diosa Iris regresó volando a gran velocidad y se apresuró a entregar su mensaje de bienvenida a su reina (Nono 31.103). Zeus se despertó sobre los picos de Cáucaso y comprendió el engañoso truco de Hera la traviesa cuando vio a los Silenos en el ejército de Dioniso huyendo, cuando vio a las mujeres Bacantes apresurándose en manadas desde los tres caminos y las murallas, y detrás de ellas al cacique indio Deriades, derribando a los Sátiros y a las mujeres. Entonces Zeus reveló la picardía a Hera y reprochó a su engañosa consorte con palabras punzantes. Y ahora, de hecho, habría encarcelado a Hipnos en el oscuro abismo de la penumbra para habitar junto con el turbio Jápeto, de no haber sido por las oraciones de Nyx (Noche), la vencedora de dioses y hombres. Así que Zeus calmó su salvaje resentimiento con dificultad (Nono 35.262).
Durante la Guerra de los Siete contra Tebas, Juno decide hacer que los tebanos, hundidos en la dicha eterna del sueño, sean presa de la muerte, y pide a su propia Iris que se ciña con sus círculos habituales y se compromete a ella toda su tarea. Obedeciendo a las órdenes, la diosa brillante abandona el poste y se abre camino por su largo arco hacia la tierra. Más allá de las cámaras envueltas en nubes de la penumbra occidental y el otro reino de Etiopía (los etíopes de Occidente hacia el atardecer) se alza un bosquecillo inmóvil, impenetrable por cualquier estrella; debajo de él, los huecos de una cueva profunda y rocosa se adentran en una montaña, donde la mano lenta de Natura ha establecido los pasillos del perezoso Somnus (Hipnos) y su tranquila morada. El umbral está custodiado por la sombría Quies (Hesiquia) y el aburrido Oblivio (Olvido) y la tórpida Ignavia (Pereza) con semblante siempre somnoliento. Otia (Facilidad) y Silentia, con las alas plegadas, se sientan mudas en la explanada y empujan los vientos violentos desde la azotea, y prohíben que las ramas se balanceen, y les quitan sus gorjeos a los pájaros. No hay aquí el rugido del mar, aunque suenen todas las orillas, ni todavía del cielo; el mismo torrente que corre por el profundo valle cerca de la cueva está en silencio entre las rocas y los cantos rodados; a su lado hay rebaños de sable y ovejas reclinadas todas y cada una en el suelo; los brotes frescos se marchitan, y un soplo de la tierra hace que la hierba se hunda y se marchite.Desde el cielo azul llegó en vuelo equilibrado la doncella multicolor (Iris el arco iris); los bosques brillan, y las cañadas sombrías sonríen a la diosa, y herido con sus zonas de resplandor, el palacio asoma desde su sueño; pero él mismo, no despertado ni por el resplandor brillante ni por el sonido o la voz de la diosa, permaneció inmóvil como siempre, hasta que Iris le lanzó todo su esplendor y se hundió profundamente en su visión somnolienta. Entonces así comenzó a hablar el modelador dorado de las nubes: 'Somnus (Sueño), el más gentil de los dioses, Juno te ordena que ates rápidamente a los líderes sidonios (tebanos) y al pueblo del despiadado Cadmo, que ahora, resoplaba por el tema de la lucha, están observando en incesante vigilia la muralla aquea, y rechazan tu dominio. Otorga una petición tan solemne. Rara vez se ofrece esta oportunidad de ganar el favor de Júpiter con Juno de tu lado. Él mismo también impulsó tanto el rápido progreso como sus sienes destrozadas por el viento (estaba dotado de alas en las sienes), y llenando los pliegues de su manto con el aire frío y oscuro se lleva en curso silencioso a través del cielo, y desde lejos desciende con fuerza sobre los campos de Aonios. El viento de su venida hace que las aves, las bestias y el ganado se postran en el suelo, y, en cualquier región del mundo por la que pasa en su vuelo, las olas se deslizan lánguidamente desde las rocas, se aferran más perezosamente a las nubes, los bosques inclinan sus cimas y muchas estrellas caen de la bóveda suelta del cielo. La llanura sintió por primera vez la presencia del dios por la repentina llegada de una niebla, y las innumerables voces y gritos de los hombres se silenciaron; pero cuando meditó con sus alas cubiertas de rocío y entró en el campamento, insustancial como una sombra de brea, los ojos vacilaron y la cabeza se hundió, y las palabras quedaron sin terminar en medio del discurso. A continuación se les sueltan de las manos brillantes escudos y lanzas crueles, y sus rostros caen cansados sobre sus pechos. Y ahora reina el silencio universal, incluso los corceles con patas de cuerno se niegan a pararse, incluso los incendios se apagan en cenizas repentinas. Pero el sueño no atrae a los ansiosos argivos al mismo reposo, y la deidad persuasiva y errante de la noche mantiene sus nieblas lejos del campamento; por todos lados se levantan a las armas, airados por la odiosa oscuridad y los orgullosos centinelas de sus enemigos. Las tropas tebanas del signo dormido fueron masacradas por los argivos. Ninguno de los dormidos levanta la cabeza ni vuelve la mirada, tan profunda la sombra con la que el dios alado se cierne sobre los miserables y les abre los ojos, sino cuando mueren. (Estacio Tebaida X 80).
Durante la Guerra de Troya, Hera vuelve a pedir los servios de Hipnos. En Lemnos, Hera se encontró con Hipnos (Sueño), el hermano de Tánatos (Muerte). Ella se aferró con fuerza a su mano, pronunció una palabra y lo llamó por su nombre: "Hipnos, señor de todos los hombres mortales y de todos los dioses, si alguna vez escuchaste mis palabras, ahora haz también lo que te pido y todos mis días conoceré la gratitud. Poner a dormir los ojos brillantes de Zeus bajo sus cejas tan pronto como me haya acostado a su lado enamorado. Te daré regalos; un hermoso trono, imperecedero para siempre, de oro. Mi propio hijo, el de los brazos fuertes, Hefesto, lo hará con cuidadosa habilidad y hará para tus pies un taburete en el que puedas descansar tus pies brillantes cuando te guste ".Entonces Hipnos, el quieto y suave, le habló en respuesta: 'Hera, diosa honrada e hija del poderoso Cronos, cualquier otro de los dioses, cuya raza es inmortal, me pondría a dormir ligeramente, incluso la corriente de ese Río Océano, de donde nace la semilla de todos los inmortales. Pero no me acercaría demasiado a Zeus, el hijo de Cronos, ni lo haría dormir, a menos que él mismo me lo dijera. Antes de ahora, fue un favor para ti lo que me enseñó sabiduría, el día en que Heracles, el noble hijo de Zeus, zarpaba de Ilion, cuando había saqueado por completo la ciudad de los troyanos. Aquella vez acosté el cerebro en Zeus de la égida y me sumergí en él, quieto y suave, pero tu mente estaba tramando el mal, y levantaste a lo largo del mar las ráfagas de los fuertes vientos, y en estos lo llevaste a Cos, el bien fundado, con todos sus amigos perdidos, pero Zeus despertó con ira y golpeó a los dioses arriba y abajo de su casa, mirando más allá de todos los demás por mí, y me habría hundido fuera de la vista en el mar desde el cielo brillante si no fuera porque Nyx (Noche), que tiene poder sobre los dioses y los hombres, me rescató. La alcancé en mi vuelo, y Zeus la soltó, aunque estaba enojado, asombrado de hacer cualquier cosa para aliviar el disgusto de Nyx. Ahora me pides que haga esta otra cosa imposible por ti. Entonces, a su vez, la dama Hera de ojos de ternera le respondió: "Hipnos, ¿por qué reflexionas sobre esto en tu corazón y dudas? ¿O crees que Zeus de cejas anchas, ayudando a los troyanos, se enojará como estaba enojado por su hijo, Heracles? Ven ahora, hazlo, y te daré una de las jóvenes Cárites para que te cases, y ella será tu dama; Pasitea, desde todos tus días la has amado para siempre". Así que habló, e Hipnos se alegró y le respondió: "¡Ven entonces! Júrame sobre el agua ineludible de Estige. Con una mano agarra la tierra próspera, con la otra agarra el brillante mar salado, para que todos los subdioses que se reúnen alrededor de Cronos puedan ser testigos de nosotros. Jura que me darás a Pasitea, a quien he deseado todos los días ". Él habló, sin dejar de persuadir a la diosa Hera de los brazos blancos, y ella juró como él le ordenó, y llamó por sus nombres a todos aquellos dioses que viven debajo de Tártaro, y que son llamados Titanes. Luego, cuando ella hubo jurado esto, los dos se fueron de Lemnos y de la ciudad de Imbros, se cubrieron de niebla y se abrieron camino con mucha ligereza hasta que llegaron al promontorio Lecto del monte Ida con todos sus manantiales, madre de fieras, donde primero dejaron el agua, y continuaron por tierra seca, y con los pies se sacudió la copa del bosque. Allí se quedó Hipnos, antes de que los ojos de Zeus se posaran sobre él, y subió a lo alto de un pino altísimo, el que crecía más alto en ese momento en Ida, y atravesó el aire cercano hacia el Éter. En esto estaba sentado, cubierto y oculto por las ramas de los pinos, en la semejanza de un pájaro cantor al que en las montañas los dioses inmortales llaman calcis, pero los hombres lo llaman cymindis (Il. XIV 231).
En la Eneida, después de salir de Sicilia hacia Italia, a Palinuro, timonel del barco de Eneas, los dioses sacrificarán para garantizar un paso seguro a Italia para los Troyanos: "unum pro multis dabitur caput", "se ofrecerá una sola vida para salvar a muchos". Drogado por el dios del sueño, cae por la borda; Eneas toma el timón y, sin darse cuenta de la influencia de los dioses, acusa a Palinuro de complacencia: "Tú, Palinuro, depositaste demasiada confianza en el cielo y en el océano. Calma. Yacerás desnudo y muerto en las arenas de una costa desconocida". (Virg. Eneida V 840).
7) El Destino:
Las Moiras (Μοίραι) son tres diosas que personificaban el destino de los
dioses y los hombres. Tres mujeres tristes, vestidas con túnicas
blancas, responsables de hilar, tejer y cortar lo que sería el hilo de
la vida para todas las personas, podrían ser hijas de Nix (Hes., Teog. 217) con Erebo (Hig. Prefacio; Ov. Sobre la naturaleza de los dioses III 17), o de Zeus y
Temis (Apd. I), o incluso de Ananque (Platón, República 617C).
• Cloto (Κλωθώ) la ruleta, sostuvo el huso y teje el hilo de la vida.
• Láquesis (Λάχεσις) el distribuidor, tira y envuelve el hilo tejido y mide su longitud.
• Atropos (Άτροπος) lo inevitable, ella corta el hilo de la vida.
Moira significa propiamente "una parte" y, como personificación, "la deidad que asigna a cada hombre su destino o su parte", o las Parcas. Homero suele hablar de una sola Moira, Aisa (Αἶσα, la que dispensa a cada uno su lote) y sólo una vez menciona a las Moiras en plural (Il. XXIV 29). Moira es el destino personificado, que, en el nacimiento del hombre, teje el hilo de su vida futura, sigue sus pasos y dirige las consecuencias de sus acciones de acuerdo con el consejo de los dioses (Il. V 613, XX 5). Así, Homero, cuando se personifica al Destino, se lo concibe hilando, acto por el cual también se expresa el poder de otros dioses sobre la vida del hombre (Il. XXIV 525; Od. I 17, III 208, IV 208). Su nombre es Aisa (Il. XX 127, XXIV 209; si en Od. VII 197, las terribles hilanderas (kata klôthes) son las Moiras o las Ilítias (divinidades de los partos y del nacimiento), Aisa y las Moiras serías dos seres distintos, pero aunque realizan las mismas funciones.
Las Moiras, como divinidades de la duración de la vida humana, limitada por los dos puntos de nacimiento y de muerte, se conciben como diosas del nacimiento o diosas de la muerte, y por lo tanto su número es dos, como en Delfos (Paus. X 24). Quizá originalmente los griegos concibieron sólo una Moira (llamada Aisa), y que posteriormente una consideración de su naturaleza y atributos llevó a la creencia en dos (Nacimiento y Muerte), y finalmente en tres Moiras. Las tres se describen como hiladoras, aunque esta debería ser la función de Cloto solo, que a menudo se menciona sola (Pind. Olímp. I 40; Ov. Fast. VI 757, Pónticas IV 15 A Sexto Pompeyo 36). Como diosas del nacimiento, que derraman el hilo del comienzo de la vida, e incluso profetizan el destino de los recién nacidos, se mencionan junto con las Ilitías (Paus. VIII 21. 2, Ilitía la hilandera que es más antigua que Cronos, como decía Olén; Plat. Banquete P. 206d; Pind. Olímp. VI 70, Nem. VII 1; Anton. Lib. 29). Siendo diosas del destino, necesariamente deben conocer el futuro, que a veces revelan, y así convertirse en divinidades proféticas (Ov. Met. VIII 454, Trist. V. 3. 25). Cuanto nos acontece, todo lo sabe enteramente la Moira y la mente de Zeus. Mas venid is amables, suaves y complacientes, Átropo, Láquesis y Cloto de hermosas mejillas; aéreas, invisibles, constantes, por siempre inflexibles, que todo lo otorgáis y quitáis, a la vez; imperiosa necesidad para los mortales (Himno órfico LIX A las Moiras). Como diosas de la muerte, aparecen junto con las Keres (Hes. Escudo 258) y las infernales Erínias, con quienes incluso se confunden, y en las cercanías de Sición los sacrificios anuales que se les ofrecían eran los mismos que los ofrecidos a las Erinias (Paus. II 11.4). Junto con los Cárites , conducen a Perséfone fuera del mundo inferior, a las regiones de luz, y se mencionan junto con Plutón y Caronte (Himno Órfico 428; Ov. Fast. VI 157).
Moros (Μόρος) u Oletros (Ὀλέθρος), fue la personificación de la suerte, el destino y la condena inminente de los hombres, junto con sus hermanas, las Moiras, distribuidoras del destino, Ker, la fatalidad, las Keres, muerte violenta y Tánatos, la muerte silenciosa, formaron un grupo de deidades que presidieron el destino, que también podrían relacionarse con Eón, un dios primordial, asimilado al titán Cronos.
IV. Daimones transcendentes:
La ley. Nomos (Νόμος) era el espíritu personificado de la ley cívica, establecida por el estado y por la sociedad, los derechos y deberes, las buenas costumbres, el orden y la armonía entre los hombres y su comportamiento en la sociedad. Nomos solía ser solo un aspecto de Zeus en lugar de una divinidad separada. Nomos, ordenador de los astros, señal distintiva entre las aguas marinas y la tierra, preservador siempre de la solidez firme y tranquila de la naturaleza por las leyes, que él mismo, desde arriba, trae en su recorrido por el ancho cielo y aleja a la Envidia malsana. De los seres vivos compañero, siempre sin dobleces, de los más rectos pensamientos; arcaico y muy experto, convive sin causar molestias con todos los que aceptan la ley e impone una pesada desgracia a los que se apartan de ella. (Himno órfico 64 A Nomos).
Eusebia (Εὐσέβια, en latín Pietas) era la personificación de la piedad, la lealtad y el amor filial. Era la esposa de Nomos, la ley, con quien era la madre de la Diceosina (la Justicia natural), además de Étos (la Ética), Nous (el Pensamiento) y Sofía (Sabiduría). Eusebia, la más grande de los dioses, cuya deidad favorecida por el cielo rara vez contempla la tierra culpable, con cintas en el cabello y engalanada con un niveo manto, como cuando todavía era una diosa presente, antes de que la violencia de los hombres pecaminosos alejara, cuando habitaba entre los pueblos primitivos de la Edad de Oro, ven a estas exequias enternecedoras, contempla el piadoso llanto del doliente Etrusco y enjuga sus loados ojos (Estacio, Silvas 3.3.1, Estacio pide a Piedad que consuele a su amigo Claudio Etrusco).
Piedad es una de las deidades a las que Teseo invoca creyendo que su hijo Hipólito había violado a su esposa Fedra: la santa Piedad, el gobernante de los cielos (Zeus) y Poseidón (Séneca, Fedra 903).
La guerra de Tebas. Ofendida tanto por la tierra como por la compañía de los dioses, Pietas se asentó en una región remota de los cielos. Con un vestido inusual, un semblante perturbado, y el cabello descuidado, lamentaba la lucha fraterna de los hermanos Eteocles y Polinices, igual que una desafortunada hermana o una ansiosa madre de los luchadores, y reprendiendo en voz alta al cruel Jove y a la culpable Parca, amenazaba con dejar el cielo y la luz del día, y descender a Erebo, porque ya prefería las moradas de Estige (Estacio, Tebaida XI 457). Piedad y Virtud abrazaron el cuerpo de Meneceo, que se sacrificó durante la guerra de los Siete contra Tebas para salvar a la ciudad (Estacio, Tebaida X 756) y de su tumba nació un granado (Paus. IX 25.1).
Hijos de Nomos y Eusebia. Étos (Ἤθος) era la personificación de la ética, la inclinación de una personalidad, hijo de Nomos, la ley, y Eusebia, piedad, y hermano de Nous, pensamiento, Sofía, sabiduría y Diceosina, justicia natural.
Diceosina (Δικαιοσύνη) era la personificación de la equidad, de la conducta justa y correcta de los hombres en su vida diaria, a diferencia de Dice, la justicia legal, basada en las leyes propuestas por una sociedad.
Nous (Νούς) era la personificación de la inteligencia, el pensamiento y la razón.
Sofía (Σοφία) fue la personificación de la sabiduría y el conocimiento, generalmente vinculada a la filosofía, a los grandes maestros del pasado, las experiencias de la vida que surgen con la edad, la compañera de Geras, la vejez.
La misericordia. Eleos (Ἔλεος) fue la personificación de la clemencia. Hija de Noche y Erebo (Higino, Prefacio). Había en medio de la ciudad de Atenas (Paus. I 17.1) un altar que no pertenecía a ningún dios sino Clementia (Eleos) tenía allí su asiento, y los miserables lo hacían sagrado; nunca le faltó un nuevo suplicante, de ninguno condenó ni rechazó sus oraciones. Se escuchan todos los ruegos, día y noche, que uno se acerque y gane el corazón de la diosa solo con quejas. Ningún rito costoso es suyo; ella no acepta llama de incienso, ni sangre que brote profundamente; las lágrimas fluyen sobre su altar, triste ofrenda de mechones cortados cuelgan sobre él. Los angustiados siempre están cerca de ella, su recinto siempre está lleno de gente necesitada, solo los prósperos desconocen su santuario. La tradición dice que los hijos de Hércules, salvados en la batalla después de la muerte de su divino padre, levantaron este altar (Cf. Apd. II 8.1). Aquí vinieron reuniendo a los derrotados en la guerra y exiliados de su país, los reyes que habían perdido sus reinos y los culpables de crímenes graves, y buscaban la paz. Esta morada de amabilidad provocó la ira de Edipo y protegió el asesinato de Olinto (Conón, Narr. 4) y defendió a Orestes de su madre. Aquí, guiados por la gente común, llegó la angustiosa banda de Lerna, las viudas del ejército de los Siete contra Tebas que buscan la ayuda de Atenas (Apd. III 7.1). Apenas llegaron, cuando sus problemas se calmaron y sus corazones descansaron. (Estacio, Tebaida XII 481).
La purificación. Epidotes (Ἐπιδώτης, "el que ayuda") es la personificación de la purificación, que desviaba la ira de Zeus. Fue el asistente de Apolo que presidió los ritos de purificación que eliminan la contaminación por los asesinatos.
Epidotes fue adorado en Lacedemonia, y evitó la ira de Zeus Hicesio por el crimen cometido por el espartano Pausanias (Paus. III 17.8). El general Pausanias, vencedor de la batalla de Platea, fue elegido para dirigir la primera expedición de la alianza naval contra los puestos de avanzada persas en territorio griego. Su comportamiento arrogante y violento, especialmente hacia las mujeres, rápidamente llevó a la insatisfacción con el liderazgo espartano entre los aliados griegos. Cuando estaba en el Helesponto con las naves de los griegos, se enamoró de una joven de Bizancio llamada Cleonice. Una noche, mientras el regente dormía, la doncella de Bizancio cuando iba a estar disponible para los aliados, derribó un candil. Pausanias se despertó y la asesinó con su espada.
Epidotes también era un epíteto de otras divinidades, como Zeus en Mantineia y Esparta (Paus. VIII 9.1) y de Hipnos en Sición donde tenía una estatua en el templo de Asclepio, que lo representaba en el acto de enviar a un león a dormir (Paus. II 10.2). El senador Antonino Pitidoro en el s. I construyó un santuario en Epidauro, con una casa donde las mujeres tuvieran un refugio para dar una luz y los enfermos no murieron al aire libre (Paus. II 27.7).
Sóter y Praxídice. Sóter (Σωτήρ) es la personificación de la seguridad, la protección y la liberación del mal, posiblemente un epíteto de Zeus, y Praxídice (Πραξιδίκη) parece ser otro nombre de Perséfone (Argonáuticas órficas 31). Praxídice, de agradables trenzas, sagrado retoño de Deo (Deméter), madre de las Euménides y soberana de1 mundo subterráneo, muchacha a la que en procreación secreta, engendró Zeus, madre del atronador y multiforme Eubuleo (Himno órfico A Perséfone 29).
Cuando Menelao llegó a Laconia, a su regreso de Troya, levantó una estatua a Praxídice cerca de Gitión, no lejos del lugar donde París, al llevarse a Helena, había fundado un santuario de Afrodita Migonitis (Paus. III 22.2). Cerca de Haliarto, en Beocia, se adora a las Praxídices, en plural (Paus. IX 33. 2), hijas de Ogíges, y sus nombres son Alalcomenia, Telxinea y Auilis. Sus imágenes consistían simplemente en cabezas y sus sacrificios solo en cabezas de animales.
Sóter (Salvador) y su hermana Praxídice tuvieron un hijo llamado Ctesios (Κτήσιος, hogar) e hijas Homonoia (Concordia) y Arete (Virtud), que fueron llamadas Praxidices (Πραξιδίκαι) después de su madre (Suidas).
Las Praxidices (eran la personificación de la justicia exacta, imposible de escapar). Eran tres las hijas de Sóter y Praxidice que vivían en el mundo de los muertos al lado de las Erínias.
• Arete (Ἀρέτη), virtud, virtud personificada, excelencia, amabilidad y coraje.
• Homonoia (Ὁμόνοια), unidad, concordia personificada, conciliación y unidad de pensamiento.
• Calocagatia (Καλοκαγαθία), nobleza, honor personificado, nobleza y bondad.
Arete y Kakia. El joven Heracles, fue visitado por las personificaciones femeninas del Vicio (Kakia) y Virtud (Areté). Le ofrecen una opción entre una vida agradable y fácil o una vida severa pero gloriosa, y presentan sus respectivos argumentos (Hércules en la encrucijada, de Pródico de Ceos, en Jenofonte, Recuerdos de Sócrates II 21; Filóstrato, Vida de Apolonio VI 10; Aristófanes lo usó de una manera chistosa en Las Aves, donde Heracles tiene que elegir entre la realeza y una sabrosa comida y casi elige la comida).
Peitarquia (Πειθαρχία, Obediencia) es la madre de Eupraxia (Εὐπραξία, Éxito), esposa de Soter (Salvación). Así es ella, pero el poder de Zeus es supremo, y a menudo en los malos momentos saca al hombre indefenso de la dura miseria, incluso cuando las nubes de tormenta bajan sobre sus ojos (Esq. Siete contra Tebas 223).
Soteria (Σωτηρια). La personificación de la seguridad o la recuperación (lat. Salus) venerada como una divinidad, tenía un templo y una estatua en Patras (Paus. VII 21.2, 24. 2).
Cuando Ilión fue tomada y los griegos se repartieron los despojos, Eurípilo, hijo de Evemón, recibió un arca. En ella había una imagen de Dioniso, según dicen obra de Hefesto, que le fue dada como regalo a Dárdano por Zeus. El arca fue arrojada por Casandra para desdicha del griego que la encontrara. Cuando Eurípilo abrió el arca y vio la imagen, se volvió loco. La mayor parte del tiempo estaba loco y pocas veces en sus cabales. Viajó a Delfos consultó sobre su enfermedad. El oráculo le dijo que donde se encontrara con unos hombres que hacían un sacrificio extraño, allí colocara el arca y se estableciera él. El viento hizo bajar las naves de Eurípilo al mar que hay junto a Ároe. Desembarcó en la tierra y se encontró con un joven y una muchacha que eran llevados al altar de Ártemis Triclaria. Los jonios de Aroe realizaban anualmente el sacrificio de dos jóvenes como penitencia por la profanación del templo consumada por la sacerdotisa Cometo y el joven Melanipo. El sacrificio continuaría hasta la llegada de un rey extranjero con la imagen de un dios. Los nativos se acordaron del oráculo, y cuando vieron a un rey que no habían visto nunca antes, sospecharon respecto al arca que en ella había un dios. Y así cesó la enfermedad de Eurípilo y el sacrificio de los jóvenes de allí (Paus. VIII 19).
Existe un daímon dentro de cada persona desde su nacimiento, y que cada
individuo fue obtenido por un daimon singular antes de su nacimiento por
sorteo. Se dice que cuando una persona muere, el daimon de cualquiera
que se le haya dado en su vida los llevará al lugar donde se juzga a las
almas (Platón Fedon 107d).
Los griegos helenísticos dividieron a los démones en categorías buenas y malas: agathodaímōn (ἀγαθοδαίμων "espíritu noble", de ἀγαθός "bueno, valiente, noble"), y kakodaímōn (κακοδαίμων "espíritu malévolo", de κακός "malvado"). Se parecen al jinni (o genio) árabe, y en sus humildes esfuerzos para ayudar a mediar en la buena y mala fortuna de la vida humana, se parecen al ángel de la guardia cristiano y al demonio adversario, respectivamente. Eudaimonia (εὐδαιμονία), el estado de tener un eudaemon, llegó a significar "bienestar" o "felicidad". El concepto romano comparable es el genio que acompaña y protege a una persona o preside un lugar (genius loci).
Agatodaímon. En el hombre hay dos démones que discurren siempre por la tierra fecunda dispuestos para asistir a los humanos. Zeus, dispensador de todos los bienes y males, fija el tiempo de vida a quienes nacen, tras unir un cuerpo mortal tanto a los buenos como a los malos. Cualquiera que por su sabiduría escogiera como asociado a estos démones y hubiera sabido con qué clase de obras se alegran, esto lo levantaría sobre todos con inteligencia y actos nobles, llevando dones nobles desde alguien noble y huyendo de lo malo. (Oráculos caldeos 215).
Cacodaímon. De cierta manera, es un demon o ser perverso, el que ha sobrevenido por la ilegalidad, el desprecio a los dioses, y aún peor, por la audacia procedente de la ignorancia, de la que arraigan y nacen todos los males y después producen a los que la cultivan el fruto más amargo (Platón, Epístola VII 336b).
Algunos creen que las mujeres y muchachas neuroticas pueden ser incitadas al suicidio por apariciones imaginarias, daímones malignos (Hipocr. VII Sobre las enfermedades de las vírgenes). Una noche, al brutal asesino César, Bruto, se le aparece una figura horrible, que responde a la pregunta quién o qué es: "Bruto, soy tu mal Daimon, ¡me verás en Filipos!" (Plut., VP Bruto 36).
Arimanio. Y ésta es la opinión de la mayoría y de los más sabios; en
efecto, unos piensan que existen dos dioses, como si fueran rivales, uno
artífice del bien, el otro del mal; otros llaman al mejor «dios», al
otro «demon», como Zoroastro el mago, nacido cinco mil
años antes de la guerra de Troya. Éste llamaba a uno
Horomaces, al otro Arimanio (Ahriman). Uno se parecía,
entre las cosas perceptibles, a la luz ante todo, el otro, al contrario, a
la oscuridad y a la ignorancia, y que en medio de ambos estaba Mitra,
por lo cual también a Mitra los persas lo llaman Mesítés («Mediador»);
prescribió hacer a uno sacrificios propiciatorios y de acción de
gracias, al otro apotropaicos y lúgubres. (Plutarcio, Isis y Osiris 41).
Se venera como daímones a personajes grandes y poderosos después de su muerte y a los que mueren luchando por su patria deberían ser honrados en general como daímones (Plat. Rep. 46 9b).
Faeton se convierte en un daimon incorpóreo o un espíritu divino (Hes.Teog. 991). El coro consuela a Admeto por la muerte de Alcestis porque ahora ella es un daímon feliz (Eur. Ale. 1003), Reso, que fue asesinado, se transforma en un daímon» (Eur. Reso 971). El difunto rey Darío es invocado como un daímon (Esq. Persas 641).
Proteo. El daímon egipcio Proteo anuncia a la madre embarazada de Apolonio de Tiana su propio nacimiento (Filóstrato, Vida de Apolonio I, 4).
Manes, Lares, Lemures, Genios y Penates:
Las almas divinizadas de antepasados humanos desde su situación de perfección y bienaventuranza ejercen sobre el mundo de los hombres una función de protección. Los hombres de la Edad de Oro fueron transformados en daimones por la voluntad de Zeus, para servir a los mortales con benevolencia como sus espíritus guardianes; “Seres buenos que dispensan riquezas sin embargo permanecen invisibles, conocidos solo por sus actos” (Hes., Trabajos y dias 122). Los daimones de los héroes venerados fueron ubicados, mediante la construcción de santuarios, para no deambular inquietos, y se creía que conferían protección y buena fortuna a quienes ofrecían sus respetos.
En el culto al gobernante helenístico que comenzó con Alejandro Magno, no era el gobernante, sino su daimon guía el que era venerado. Desde el período Arcaico o Clásico temprano, el daimon democratizado e interiorizado para cada persona, servía para guiar, motivar e inspirar, como poseedor de tan buen espíritu. De manera similar, el culto imperial romano del siglo I comenzó venerando el genio o numen de Augusto, una distinción que se difuminó con el tiempo.En la religión romana antigua, los Manes son deidades ctónicas que a veces se cree que representan las almas de seres queridos fallecidos. Se asociaron con los Lares, Lemures, Genii y Di Penates como deidades que pertenecían al culto doméstico, local y personal. Pertenecían en líneas generales a la categoría de di inferi, "los que habitan abajo", el colectivo indiferenciado de muertos divinos. Los Manes fueron homenajeados durante la Parentalia y Feralia en el mes de febrero.
Apuleyo dice que las almas de los hombres son "demonios", y que los hombres se vuelven Lares si son buenos, Lémures o Larvas si son malos, y Manes si no se sabe si se merecen bien o mal. También afirma que los bienaventurados son llamados en griego εὐδαίμονες (eudaimones), porque son almas buenas, es decir, buenos demonios, confirmando su opinión de que las almas de los hombres son demonios. (Ciudad de Dios IX, 11).
Demogorgon:
Genealogía. Los orígenes del nombre Demogorgon son inciertos, en parte porque el propio nombre de la criatura fue de origen imaginario. Varias teorías sugieren que el nombre se deriva de la palabra griega daimon δαίμων ("daimon") o δῆμος demos ("pueblo") y Γοργών Gorgon ('Siniestro') o γοργός ('terribles'). Otra teoría afirma se deriva de una corrupción de "demiurgo". El Demogorgon es un ser primordial antepasado de todos los dioses paganos que extrajo del Caos a Litigio, Pan, las Parcas, Polo (el polo celeste), Pitón y a la Tierra (Boccaccio, Genealogías de los dioses paganos I, quizá una interpretación del Demiurgo de Platón).
Tebas. Debido a malos presagios sobre la guerra de los Siete, el rey Eteocles consulta con Tiresias. El vidente afirma que convocar espíritus es una forma más segura de predecir el futuro, por lo que Tiresias, Eteocles y Manto van al bosque de Diana para realizar la nigromancia. Tiresias se queja porque los dioses ya no le respetan debido a su avanzada edad, porque no canta como una bruja de Tesalia y no utiliza drogas y venenos como las brujas de la Cólquide. No levanta cuerpos de la tumba, ni profana urnas repletas de huesos antiguos, a los dioses del Cielo y del Erebo por igual, o caza con la espada las caras sin sangre de los muertos y arranca sus tejidos enfermos. Solamente sacrifica a las llamas y vierte copas sobre la tierra consagrada. Pero todavía desahogar su ira porque conoce el nombre temible del señor supremo del mundo triple (está hablando de Demogorgon, el dios supremo, cuyo nombre no está permitido saber, Lactancio Placido Comentario de la Tebaida IV 516). Entonces Manto y Tiresias tienen una visión del inframundo y sus muchos habitantes vienen a beber la sangre ofrecida. Ven el espíritu de Layo a distancia, quien solo se acerca después de que Tiresias lo convence de que su odio es por su hijo Edipo, no por su nieto Eteocles. El espíritu del viejo rey les dice que Tebas será victoriosa, pero la victoria pertenecerá a Edipo.
Roma. Sexto Pompeyo quiere que la hechicera tesalia realice un rito nigromántico para conocer el resultado de la Batalla de Farsalia. Erictón busca un cadáver con los tejidos no dañados de un pulmón rígido. Limpia los órganos del cadáver y llena el cuerpo con una poción, mezcla de sangre tibia, veneno lunar y todo lo malvado de la naturaleza lleva malvadamente, para devolver el cuerpo muerto a la vida. El espíritu convocado se niega a regresar a su antiguo cuerpo, frío y putrefacto. La bruja amenaza a los dioses y al universo mismo y amenaza con llamar a Aquel a cuya invocación jamas la tierra deja de sufrir sacudidas de terror, el que mira a la cara a la Gorgona, castiga a la asustada Erinis con sus propios látigos, el que reina en la zona del Tártaro más abajo del alacance de la mirada d los dioses celestiales y que puede jurar en falso por las ondas de la Estige (Escolio Bernense a Lucano Farsalia VI, 413 - La bruja Erictón).