Bestiario II: Hecatónquiros, Cíclopes y Gigantes

Gigante de tres cuerpos. La primera figura lleva agua en su mano izquierda, la segunda fuego, y la tercera un pájaro que simboliza el aire. El monstruo termina en un cuerpo serpentiforme. Friso del antiguo Hecatompedón. Museo de la Acrópolis, Atenas.

Hecatónquiros:

Los Hecatónquiros (en griego, Έκατόνχειρες  o Έκατόνταχειρας, ‘los de cien manos’) eran gigantes con 100 brazos y 50 cabezas, hijos de Gea y Urano. Su padre los arrojó al Tártaro, pero fueron liberados por Cronos. Tras ayudar a Cronos a derrocar a Urano, éste los encerró de nuevo en el Tártaro, donde permanecieron guardados por Campe hasta que Zeus otra vez los rescató.

Coto, Briáreo y Giges, eran tres gigantes monstruosos con cincuenta cabezas y cien brazos. Fueron los últimos hijos de Urano en nacer (Hes. Teog. 126) o fueron los primeros (Apd. I 1.1). Hecatónquiros y Cíclopes fueron encarcelados por su padre Urano en un escondite en la Tierra y no los dejó salir a la luz (Hesíodo: Teogonía 154), los ató y los arrojó al Tártaro (Apd., I 1.2). Gea indujo a Cronos a castrar a Urano, y así Cronos se hizo cargo de la supremacía del cosmos. Con su hermana titanesa Rea, Cronos engendró varios hijos, pero se los tragó al nacer. El más joven hijo de Cronos, Zeus, fue salvado por Rea. Zeus hizo vomitar a su padre a sus hermanos y hermanas, y juntos, los Olímpicos, comenzaron una gran guerra contra los Titanes, por el control del cosmos. Gea había predicho que, con la ayuda de los Hecatónquiros, los olímpicos saldrían victoriosos, por lo que Zeus los liberó de su cautiverio y así lucharon junto a los dioses y fueron decisivos en la derrota de los Titanes. Al terminar la guerra los Hecatónquiros se establecieron en palacios en el río Océano, convirtiéndose en los guardianes de las puertas del Tártaro, donde Zeus había encerrado a los Titanes.

Según un relato evemerístico racionalizado, Coto y Briareo (y Giges), en lugar de ser gigantes de cien manos, eran en cambio hombres, llamados los Hecatónquiros o Centimanos porque vivían en una ciudad llamada Centimania, en Caonia. Acudieron en ayuda de los residentes de la ciudad de Olimpia para alejar a los titanes de su ciudad (Paléfato 19).

Briáreo:

Briáreo fue el más famoso de los tres hermanos. Se lo destaca como bueno, y es recompensado por Poseidón, quien da a Briáreo su hija Cimapolea por su esposa (Hes. Teog. 817, quizá por eso se le llame hijo de Poseidón). La pareja tuvo por hijas a Oiolica (Íbico fr. 299) y a Etna (Escolio a Teócrito I 65).

Etna fue una ninfa siciliana que habría actuado como árbitro entre Hefesto y Deméter por la posesión de Sicilia. Por Zeus o Hefesto se convirtió en la madre de los Pálicos, deidades de los géiseres de Sicilia (Serv. Sobre la Eneida IX 584). El monte Etna en Sicilia derivaba su nombre de ella, y debajo de él Zeus enterró a Tifoeo, Encelado o Briareo. La montaña misma era el lugar en el que Hefesto y los Cíclopes forjaron los rayos para Zeus (Euríp. Cíclope 296; Prop. III 15. 21).

Saturno fue expulsado de su reino por Jove. Enfurecido, incitó a los poderosos Titanes a las armas y busca la ayuda que le debía el Hado. Había un monstruo impresionante, el "Ofiotauro" nacido de Gea, un toro cuya parte posterior era una serpiente. La violenta Estige, aliada de Zeus, lo encarceló, advertida por las tres Parcas, en un bosque tenebroso tras un triple muro. Existía el oráculo de quien alimentase las entrañas del toro con llamas consumidoras estaba destinado a derrotar a los dioses eternos. Briáreo lo mató con un hacha adamantina y estaba a punto de alimentar las llamas con sus entrañas cuando Júpiter ordenó a los pájaros que las robasen. Un milano se las trajo y por eso una estrella se llama milano (Ov.: Fastos III 793).

Briáreo es el nombre que los dioses le llaman mientras que los mortales lo llaman Egeón (Il. I 330, porque él es más poderoso que su padre, ''Aigaíón" es el que siempre, ''aeí'', está en plenitud y ufano, ''gaíon'', en Aneo Cornuto 17). Durante una revuelta de palacio por los olímpicos Hera, Poseidón y Atenea, que deseaban encadenar a Zeus, la diosa del mar Tetis trajo al Olimpo a Briáreo, el de las cien manos. Se sentó al lado de Zeus, exultante en su gloria, y los dioses benditos fueron capturados por miedo a él y fracasó la rebelión (Hom. Il. I 404):

"Mas tú, oh diosa, ascendiste y lo soltaste de las ataduras,
llamando de inmediato al espacioso Olimpo al Centímano,
a quien los dioses llaman Briáreo, y todos los hombres
Egeón, porque él es a su vez más fuerte que su padre,
quien se sentó al lado del Crónida, ufano de su gloria;
los felices dioses sintieron miedo de él y ya no lo ataron
". (Iliada I 400).

Zeus, una vez asumido el poder en el cielo, abusaba de su libertad de palabra y actuaba con suma arrogancia. Poseidón, Hera, Atenea y también Apolo (en el escolio) se propusieron encadenarlo y someterlo. Tetis, descubriendo por su padre Nereo, que era adivino, la conspiración contra Zeus, se apresuró a socorrerle llevándose consigo a Egeón (Briáreo, pues los humanos confunden su nombre con otra divinidad) contra los dioses conjurados. Era éste una divinidad marina que incluso privaba a su propio padre Posidón de su dignidad. Zeus, habiendo escuchado a Tetis, colgó a Hera con las mismas cadenas que habían sido destinadas a él. Para Posidón y Apolo decretó su servidumbre en la corte de Laomedonte. Como agradecimiento a Tetis, Zeus se encargó de honrar a su hijo Aquiles. (Escolio de Dídimo a Il. I 400).

Los corintios dicen que Poseidón tuvo una disputa con Helios sobre su tierra, y que Briáreo arbitró entre ellos, asignando a Poseidón el Istmo y las partes adyacentes, y dándole a Helios la parte alta o acrópolis de Corinto (Pausanias: Descripción de Grecia II 1. 5).

Las columnas de Hércules fueron una vez conocidos como los pilares de Briáreo. Pero cuando Heracles purificó tanto la tierra como el mar y se convirtió en el gran benefactor de la humanidad, los hombres lo honraron, renombrando a los pilares en honor a Heracles y dejaron de honrar la memoria de Briáreo (Eliano: Historias curiosas 5. 3).

Se cree que el mito del cíclope surgió tras los descubrimientos de cráneos fósiles de un mamut enano (Elephas falconeri) con un orificio enorme en el centro de la cara, lo que hacía que pareciese la cabeza de un hombre con un solo ojo enorme (Othenio Abel, Universidad de Viena, en 1914).

Cíclopes:

En la mitología griega, los Cíclopes (en griego Κύκλωψ Kýklops, plural Κύκλωπες Kýklopes, que viene de κύκλος kyklos, ‘rueda’, ‘círculo’ y ὤψ ops, ‘ojo’) eran los miembros de una raza de gigantes con un solo ojo en mitad de la frente.

Los Cíclopes de la primera generación eran hijos de Urano y Gea y conocidos artesanos y constructores. Eran gigantes semejantes a los dioses en todo menos en que tenían un solo ojo en mitad de la frente (Teog. 142). Son tres y se llaman Brontes, Estéropes y Arges, y son los forjadores del trueno, relámpago y rayo, que es lo que sugieren sus nombres (aunque algunas fuentes cambian a Arges por Acmónides o Piracmón). Estos cíclopes serían también los constructores del Altar donde los dioses juraron lealtad a Zeus al comienzo de la Titanomaquia (Paus. II 2.2).

Urano temía su fuerza y los encerró en el Tártaro. Más tarde Crono, otro hijo de Urano y Gea, liberó a los Cíclopes, junto con los Hecatónquiros y los Gigantes. Le ayudaron a derrocar y castrar a Urano, pero Crono los volvió a encarcelar en Tártaro, donde permanecieron, guardados por Campe.

Después de diez años de lucha, Gea profetizó una victoria para Zeus siempre que tuviera a los prisioneros del Tártaro como sus aliados. Zeus mató a Campe, su carcelera, y los liberó de sus cadenas. A cambio, los Cíclopes le dieron a Zeus truenos, relámpagos y rayos, así como un casco para Plutón y un tridente para Poseidón. Armados los tres dioses vencieron a los Titanes, los confinaron en Tartaro y pusieron a los Hecatónquiros como sus guardianes (Apd. I 1.3).

Acudieron también los Cíclopes a la llamada de Dioniso en guerra con los Indios. Éstos con manos inermes arrojaban colinas enteras en combate, como si se tratase de lanzas de piedra, y sus escudos no eran sino las montañas. Como casco usaban un escarpado promontorio cubierto de colinas, y sus flechas ardientes eran las sicilianas llamas del Etna. Se pertrechaban como guerreros empuñando en sus manos portadoras de fuego el resplandor de la fragua que les es tan familiar. Eran sus nombres Brontes, Estéropes, Euríalio, Elatreo, Arges, Traquio y el ufano Halimedes. Sólo faltaba uno de extraordinarias cualidades, que se había quedado al sur, y era Polifemo (Nono 14.52).  

Cíclopes herreros:

Los Cíclopes forjaban rayos para que Zeus los usase como arma y le ayudaron en la guerra para derrocar a Crono y a los otros Titanes (Titanomaquia). Los rayos que se convirtieron en el arma predilecta de Zeus fueron forjados por los tres Cíclopes: Arges pondría el brillo, Brontes el trueno, y Estéropes el relámpago.

Ártemis fue en busca de los Cíclopes. Los encontró trabajando en la isla de Lípara, aunque entonces su nombre era Meligúnide, junto a los yunques de Hefesto, en torno al hierro incandescente. Una granobra los urgía, fabricaban un abrevadero de caballos para Posidón. Las ninfas se aterrorizaron al ver a los terribles monstruos, semejantes a las rocas del monte Osa, todos con su único ojo bajo la ceja, descomunal como un escudo hecho de cuatro pieles de buey, brillando de manera horrible. Y se aterrorizaron al oír el ruido del yunque que retumbaba en la distancia, y el fuerte resoplido de los fuelles, y el pesado jadeo de los propios Cíclopes. Resonaba el Etna, y resonaba Trinacria, morada de los Sicanos, y resonaba la vecina Italia; la propia Cirno (Córcega) dejaba oír un gran estruendo cuando aquéllos, alzando los martillos por encima de los hombros, golpeando por turno ya el bronce candente al salir del horno, ya el hierro, resoplaban con todas sus fuerzas. Las Oceánidas no podían mirarlos de frente sin temblar, ni recibir en sus oídos el estrépito que producían. No es de extrañar: las mismas hijas de los dioses, ya crecidas, no pueden verlos sin temor; cuando una de ellas desobedece a su madre, ésta llama a los Cíclópes, a Arges o a Estéropes, y de lo más profundo de la casa sale Hermes, untado de negra ceniza, y asusta a la niña, que come a ocultarse en el regazo de su madre, tapándose los ojos con las manos. Ártemis aún era una niña pequeña de solo tres años cuando Leto la llevó en brazos a casa de Hefesto, que las había invitado para darle los regalos de bienvenida. Entonces Brontes la sentó sobre sus robustas rodillas, y la niña se agarró al espeso vello que poblaba su poderoso pecho, y se lo arrancó con fuerza. Sin vello permanece hasta hoy la mitad de su pecho, como sucede cuando la alopecia se establece en la sien de un hombre y devora su cabellera. Después, muy tranquila, les pidió a los Cíclopes un arco cidonio (cretense), y flechas, y una aljaba hueca para los dardos (Calímaco Himno III A Ártemis).

Asclepio, hijo de Apolo, devolvió la vida a Hipólito, cediendo a los ruegos de Ártemis. Zeus, indignado ante esta extralimitación, fulminó a Asclepio con su rayo. Apolo se vengó dando muerte a los Cíclopes, los forjadores del rayo, puesto que nada podía contra el Domador de las Nubes. Zeus estuvo a punto de arrojar a Apolo al Tártaro, pero a  ruego de Leto le condenó a ser el sirviente de Admeto, rey de Feras, durante un año (Apd. III, 10.4; Diod. IV 71.3; Hig. Fab. 49; Hig. Astr. Poét. II 15). Apolo colmó de mercedes al rey de Feras. Apolo averiguó que los Hados preparaban la muerte próxima de Admeto, y agradecido al buen tratamiento de este amo ejemplar, sobornó a los Hados con unos cuantos tragos de vino (Alfonso Reyes, Religión y Mitologia Griega).

Cíclopes constructores:

Los cíclopes fueron los inventores de las torres de mampostería y los primeros en trabajar con hierro y bronce (Plinio: Historia Natural VII 195). Además de levantar murallas, existen otros monumentos fueron atribuidos a los Cíclopes. En Argos había una cabeza de Medusa hecha de piedra, se dice que es otra de las obras de los Cíclopes (Pausanias II 20.7).

Micenas. Perseo trajo los Cíclopes con él de Serifos a Argos, presumiblemente para construir los muros de Micenas (Ferecides fr. 12 Fowler). Heracles condujo el ganado de Gerión a través del "portal ciclópeo" del rey Euristeo (Pind. fr. 169a7; Apd. II 5.8). Los cimientos ciclópeos de Micenas ajustados con plomería roja y martillo de albañil (Eurípides: Heracles 943). Ifigenia llama a Micenas su hogar construido por los cíclopes (Eurípides: Ifigenia en Tauris 845).

Argos. Él llama a Argos la ciudad construida por los cíclopes (Eurípides: Heracles 15) se refiere a los templos que construyeron los cíclopes (Eurípides: Ifigenia en Aulis 152) y describe la fortaleza de Perseo como el trabajo de las manos ciclópeas (Eurípides: Ifigenia en Aulis 1500).

Tirinto. Se decía que Preto, el mítico rey del antiguo Argos, había traído un grupo de siete Cíclopes de Licia para construir los muros de Tirinto (Estrabón VIII 6.11; Cf. Apd. II 2.1). Estos Cíclopes eran siete y se llamaron Gasterócheires, porque obtuvieron su comida a través de su trabajo manual, y vinieron de Licia.

Nauplia. Las cavernas cerca de Nauplia también en Argólida y los laberintos construidos en ellas fueron creadas por los Cíclopes (Estrabón VIII 6.11; Paus. II 16. 5; Escolio Eur. Or. 965; Helánico fr. 88).
 
Cíclopes pastores:

Los Cíclopes formaban una primitiva tribu de enormes monstruos de un solo ojo descubierta por Odiseo en una remota isla, en ocasiones identificada con Sicilia. Son pastores de las cuevas sin cultura. No tienen agricultura, ni vino, y viven de la leche, el queso y la carne de oveja. Viven vidas solitarias y no tienen leyes. Son inhóspitos para los extraños, matan y comen a todos los que vienen a su tierra (Eurípides: El Cíclope).
Ulises y sus compañeros cegando Polifemo. Copa lacedemonia de figuras negras. Pintor de los caballeros ca. 565-560 a.C. Cabinet des Médailles, Paris.
Polifemo:

Polifemo ( Πολύφημος Polyphêmos, ‘de muchas palabras’) es el más famoso de los cíclopes, hijo de Poseidón y la ninfa Toosa. Se le suele representar como un gigante barbudo con un solo ojo en la frente y las orejas puntiagudas de un sátiro.

Cuando Odiseo regresaba de la guerra de Troya, llegó a la isla de los Cíclopes y se adentró en la gran cueva del cíclope. Polifemo descubrió a los intrusos, los encerró en ella y empezó a devorarlos, pero Ulises urdió un astuto plan para escapar. Para hacer que Polifemo se confiase, Ulises le dio un barril lleno de vino muy fuerte sin aguar. Cuando Polifemo le preguntó su nombre, Odiseo le dijo que se llamaba ουτις (outis) «Ningún hombre» o «Nadie». El gigante, borracho, cayó dormido, Odiseo y sus hombres tomaron una lanza fraguada y la clavaron en el único ojo de Polifemo. Éste empezó a gritar a los demás cíclopes que «Nadie» le había herido, por lo que pensaron que Polifemo se había vuelto loco, llegaron a la conclusión de que había sido maldito por un dios, y no le ayudaron. Por la mañana, Odiseo ató a sus hombres al vientre de las ovejas de Polifemo. Cuando el cíclope sacó a las ovejas a pastar, palpó sus lomos para asegurarse de que los hombres no las montaban, pero no palpó sus vientres y así atados huyeron los hombres (Hom. Od. IX 100; Apd. Ep. 7,4). Cumpliéronse los antiguos pronósticos de Télemo hijo de Eurímo, el cual descollaba en el arte adivinatoria que profetizó que un día Polifemo sería privado de la vista por mano de Odiseo (Od. XIII 506).

Eneas y sus compañeros, tras ser despedidos por Héleno y navegar desde Epiro hasta Sicilia, se encontraron con Aqueménides, un desventurado compañero de Odiseo, abandonado en la isla de los Cíclopes. Luego de escuchar sus súplicas de socorro y ceder ante éstas, fueron descubiertos por Polifemo quien, con un pavoroso clamor, advirtió de la presencia de los intrusos al resto de los cíclopes. Aterrorizados, Eneas, Aqueménides y el resto de la tripulación, lograron por fin escapar con ayuda de los vientos (Ov. Met. XIV 160).

Cuando la ninfa Galatea rechazó al cíclope en favor de Acis, un pastor siciliano, Polifemo, celoso, lo mató arrojándole un canto rodado. Galatea transformó la sangre de Acis en un río de Sicilia que lleva este nombre (Ov. Met. XIII 740; Nono 6, 300). Según algunas versiones, Polifemo terminó siendo padre con Galatea de Gálata, Celto e Ilirio, dioses epónimos de los Gálatas, los Celtas y los Ilirios (Baquílides fr. 59).
Fragmento de una columna de Júpiter en Atuatuca Tungrorum (Tongeren), ca. 150 - 175 d.C. Las Columnas de Júpites son un grupo de estatuas que retrata a Júpiter a caballo pisoteando gigantes con cuerpos de serpiente levantadas en los siglos II - III cerca de los asentamientos de las provincias germanas. Colección del Museo Galo-Romano, Tongeren, Bélgica.

Gigantes:

Los Gigantes nacieron de la tierra, como parece indicar su nombre griego, pues “γίγας” (Gigas, gigante), contiene la raíz “γα” (Gea, Tierra), y de ahí “γηγενής” (Gegenes, nacido de la tierra). Gea los concibió antes de la primera edad del hombre a partir de las gotas de sangre de los genitales amputados de Urano que salpicaron la tierra (Hes. Teog. 180). La madre Tierra, envidiosa del imperio Olímpico y compadeciéndose de los sufrimientos de los Titanes, parió tan gran prole, abrió Flegra y los lanzó como enemigos contra el cielo. Los Gigantes simbolizan fuerzas volcánicas o los espíritus que las animan. Más que malvados, se muestran violentos, pues en la mitología no exuste un verdadero Diablo o Genio del Mal (Alfonso Reyes). Son seres híbridos que nacieron completamente vestidos con armaduras brillantes, portaban largas lanzas en la mano (como los Espartos de Tebas) y eran anguípedos, arrastraban sus cuerpos sobre colas de serpientes como miembros inferiores (Claudiano, Gigantomaquia).

Los Lestrígones, adversarios de Odiseo en los mares remotos que parecen haber sido muy grandes y con seguridad muy violentos, son «no como hombres sino como Gigantes» (Od. X 119). Las tribus salvajes de los Gigantes son agrupadas junto con los Feacios y los Cíclopes como seres semejantes a los dioses (Il. VII 201).

Genealogía:

Gea los concibió en los tiempos más remotos a partir de las gotas de sangre que manaron de los genitales cortados de Urano y cayeron en la tierra. Crono preparó su emboscada y tomando la gran guadaña que su madre había forjado con la mano derecha, segó los genitales de su propio padre Urano y sin mirar los arrojó detrás de él. Gea recibió las gotas sangrientas que brotaron y al completar su ciclo las estaciones, dio a luz a las poderosas Erinias, a los grandes Gigantes con sus armaduras relucientes  y a las ninfas Melias (Hes. Teog. 185, los gigantes descritos podrían ser los Curetes, protectores del infante Zeus y sus hermanas, las Melias, que fueron sus nodrizas; muchas veces se confunden los Gigantes con los Titanes, en Hig. Pref. Fab. son hijos de Gea y Tártaro). Los Gigantes son guerreros poderosos que vestían armaduras brillantes y portaban largas lanzas en la mano y surgieron de la tierra totalmente armados (como los espartos en Tebas, Claudiano Gigantomaquia 6) pero en su tierra natal atacaron el cielo armados con enormes rocas y troncos de árboles (Ov. Met. I. 151)..

Como señala el rey Alcínoo a Ulises, los Feacios están cerca de los dioses, como los Cíclopes y la raza de los Gigantes (Hom. Odisea VII 200) pero los Gigantes son mortales (Paus. VIII 29.1). Los Lestrígones que atacaron las naves de Odiseo eran semejantes a gigantes y no a hombres (Od. X 119).

Eurimedonte:

Los gigantes eran una raza incivilizada y salvaje, que se vestían con pieles de animales y armados con troncos y antorchas encendidas, habitaban en el lejano oeste, en la isla de Trinacia. Eurimedonte una vez gobernó a los imponentes Gigantes, pero dio lugar a la destrucción de sí mismo y su pueblo (Hom. Od. VII 59, 206, X 120; Paus. VIII 29. 2).

Hera fue violada por el gigante Eurimedonte mientras ésta todavía vivía junto a sus padres y, fruto de ello, nació Prometeo. Cuando Zeus se enteró de esto, tras la boda, arrojó a Eurimedonte a la profundidad del Tártaro y ordenó que Prometeo fuera encadenado, utilizando como pretexto el robo del fuego (Escolio a II. XIV 295; Euforión fr. 99 Powell).

La hija menor de Eurimedonte fue Peribea que unida al dios Poseidón tuvo a Nausítoo, el rey de los feacios. Nausítoo dirigió una migración de feacios de Hiperia a la isla de Esqueria para escapar de los Cíclopes sin ley donde murallas trazó a la ciudad, construyó las viviendas, a los dioses alzó santuarios y partió las tierras. Es el padre de Alcinoo y Rexénor. Después de que Apolo matara a Rexénor, Alcinoo se casaría con su sobrina, Arete (Od. VI 4; VII 56, VIII 564).

Heracles buscó refugio en la mítica isla de Esqueria (Corfú), después del asesinato de sus hijos. Decidió descansar cerca de un lago, donde residía la ninfa Melite, hija de Poseidón y Corcira. Cuando Melite vio a Hércules, lo escondió de sus hermanos en una parte más profunda y oscura del lago donde tuvo relaciones sexuales con él y concibió un hijo llamado Hilo (Ap. Rd. IV 539). Hilo viajó al norte de Grecia donde se convirtió en rey y epónimo de la tribu doria de los Hylleis.

La llanura de Flegras:

Nacieron los Gigantes en Flegra (los campos en llamas), en Sicilia, Campania o Arcadia, o en el Palene Tracio (Apd., Paus. Ll. Cc.; Pind. Nem. I. 67; Estrabón. Pp. 245, 281, 330).

Flegra o Flegras, tradicionalmente considerado como país de los Gigantes, se identifica con Palene, la península más occidental de las tres que forman la Calcídica (aunque también la península adyacente de Sitonia y otras zonas del interior de la Calcídica). Aunque los Gigantes se enfrentaron a los dioses en su tierra natal de Flegra, la batalla pasó a territorio enemigo cuando intentaron asaltar el Olimpo. Algunos duelos se extendieron hasta el sur del Egeo y Sicilia. Algunas versiones trasladan todo el conflicto a otras regiones, como Arcadia o en la llanura de Flegras, cerca del monte Vesubio en Italia (Paus. VIII 29.1; D.S. IV 21.5).

La venganza de Gea:

En otro tiempo la madre Tierra, envidiosa del imperio celeste e indignada por el destino de sus antiguos hijos, los Titanes (Apd. I. 6.1), llenaba todo el Tártaro con monstruosos engendros (gigantes monstruosos e invencibles, con rostros temerosos y el colas de dragones en Ov. Trist. IV 7, 17), dispuesta a causar un crimen abominable. Hinchándose con tan gran prole, abrió Flegra y los lanzó como enemigos contra el cielo. Con un estruendo salen del Erebo y, neonatos todavía, ya preparan sus diestras para la guerra y provocan a los dioses celestes arrastrando estridentemente las huellas con su doble deslizamiento. Palidecen de repente los astros y da la vuelta Febo a sus ardientes caballos pues el miedo lo forzó a volver sobre sus pasos. Se precipita la Osa sobre el Océano y los Triones que nunca se ocultan, aprendieron a soportar su ocaso (Claudiano: Titanomaquia).

La ayuda de Heracles:

Los dioses tuvieron que buscar la ayuda de dos «semidioses» y convocaron a Heracles y a Dioniso (Escolio a Pínd. Nem. I 101; Erat. Catast. 11) ambos engendrados por Zeus con madres mortales. Atenea pidió ayuda al más grande de los héroes mortales, Heracles, que en ese momento se encontraba en la isla de Cos, tras haber sido arrastrado por una tormenta cuando volvía de Troya (Pínd. Nem. I 67, Pit. VIII 12). Gea supo también de ese oráculo e intentó burlarlo a través de una hierba que evitaría que sus hijos murieran a manos de un ayudante mortal. Pero Zeus desbarató su plan al ordenar a Aurora, el Sol y la Luna que no brillaran hasta que él mismo hubiera cogido la hierba. En ese momento, la suerte de los Gigantes quedó echada (Apd. I 6.1; este mitema del ayudante necesario y de que los dioses dependan de un ser inferior para lograr sus victorias como  Zeus tuvo que confiar en los Hecatonquiros para vencer a los Titanes). Heracles remató con sus flechas a todos los gigantes moribundos que fueron heridos por los dioses (Apd. I 6.2).
Atenea lucha contra Encelado, plato ático de figuras rojas, ca. 550. Museo del Louvre.
El combate de los Gigantes:

Agrio y Toante:

Agrio y Toante fueron enviados para matar a las Parcas y por tanto detener sus profecías. Las Moiras, armadas con mazas de bronce, a Agrio y Toante (Apd. I 6.1)
Las Moiras matan, con mazas de bronce, los Gigantes Agrio y Toante. Friso de la Gigantomaquia del Gran Altar de Pérgamo, siglo II a. C. Museo de Pérgamo (Berlín).
Alcioneo:

Se describe a Alcioneo como un pastor enorme como una montaña, sin especificar que era un Gigas (Pínd. Íst. VI 31, Nem. IV 25). Alcioneo provocó todo el conflicto al haber robado el ganado del dios del sol, Helios. Alcioneo se enfrentó con Heracles en Flegras cuando el héroe volvía de su campaña troyana con Telamón y otros aliados. Heracles lo hizo caer con sus disparos, aunque no antes de que él hubiera arrojado una enorme roca que aplastó doce carros. En otra versión en la que Alcioneo ataca a Heracles y sus compañeros en el Istmo de Corinto, cuando el héroe llevaba el ganado de Gerión a Argos (Escolio a Pínd. Nem. IV 43).

Alcioneo es uno de los Gigantes que lucha contra Dioniso en su Gigantomaquia (Nono 25.90; 48.44; 48.71). Su madre Gea promete a Alcioneo la mano de Ártemis si los Gigantes someten a Dioniso (Nono 48.22). Alcioneo tiene nueve codos de altura (Nono 36.242) y utiliza las montañas como armas (Nono 48.44).

Alcioneo es la primera víctima de Heracles, que lo mata con ayuda divina al comienzo de la batalla. El gigante recuperaba sus fuerzas cada vez que caía al suelo de su Palene natal atravesado por las flechas del héroe. Heracles lo arrastró más allá de las fronteras de su territorio, por consejo de Atenea, y allí le dio muerte (Apd. I 6.1).

Alcioneo se encuentra enterrado bajo el volcán Vesubio (Claudiano: Rapto de Proserpina III 186). los huesos de Alcioneo fueron considerados un prodigio por los habitantes del Vesubio, donde se dice que muchos gigantes fueron enterrados (Filóstrato: Heroico 8.15).

Las hijas de Alcioneo, las Alciónides: Alcipe, Ante, Asteria, Ctonia, Drimo, Metone, Palene y Phtonia o Fostonia, se lanzaron al mar desesperadas por la muerte de su padre, donde fueron trasformadas por la diosa Anfítrite en pájaros (Suidas).
 La diosa Atenea atacando a dos gigantes. Friso de Afrodisia (Turquía). Museos Arqueológicos de Estambul.

Aristeo:

Aristeo fue el único de los gigantes tracios que sobrevivió porque se transformó en un escarabajo de estiércol cuando huyó de la batalla con los dioses y se refugió en Sicilia donde el fuego del cielo no es capaz de alcanzarlo ni las llamas del Etna pueden dañarle (Suidas).

Encélado:

Encélado es uno de los Gigantes nacido de Gea fecundada por la sangre que cayó cuando Urano fue castrado por su hijo Cronos (Hes. Teog. 185; aunque en Hig. Fab. Prefacio, los Gigantes son hijos del Tártaro).

Los Gigantes lucharon contra Zeus y los otros dioses olímpicos en la Gigantomaquia, su batalla épica por el control del cosmos (Apd. I 6.1). Encelado el rey todopoderoso de los gigantes nacidos en la Tierra"(Claudiano, Rapto de Proserpina III 351; aunque en la Iliada el rey es Eurimedointe y en Apd. Los más poserosos son Porfirión y Alcioneo). Gea, imaginando a los Gigantes victoriosos, propone que Encelado, gobierne el mar (Claudiano, Gigantomaquia 32).

Encélado es uno de los gigantes que Dioniso lucha en la Gigantomaquia (Nono 25.90). Gea promete Atenea como su esposa a Encélado si los Gigantes someten al hijo de Zeus (Nono 48.22). Dionisio quemó los cuerpos de los Gigantes con una gran conflagración, una imagen en la tierra del rayo lanzado por Zeus. Las antorchas ardieron, el fuego rodaba por toda la cabeza de Encélado y calentó el aire, pero no lo venció, Encélado no dobló su rodilla en el vapor del fuego terrenal, ya que estaba reservado para un rayo de Zeus (Nono 48.67).

Encélado usa árboles como lanzas (Horacio, Odas III 4.49). Una estatua en Tegea de Atenea se llamaba Diosa del caballo, porque Atenea condujo el carro y los caballos contra Encelado (Paus. VIII 49.1). Encélado es derrotado por: 1) Atenea que blande su escudo de Gorgona contra Encélado (Eur., Ión 205), 2) por Zeus (Batracomiomaquia 277; Virgilio, Eneida III 578; Estacio, Tebaida XI 8; Propercio, Elegías 2.1.39; Lucilio, Etna 71), pero también por 3) Sileno, quien pretendía haber tomado parte en esa batalla al lado de su discípulo Dioniso, matado a Encélado con su lanza y sembrado el pánico entre los gigantes con los rebuznos de su asno de carga, pero Sileno está casi siempre borracho y no puede distinguir la verdad de la mentira (Eurípides, El Cíclope).

Encélado fue enterrado en vida bajo la isla de Sicilia (Calímaco Frag. 117). Atenea arrojó la isla de Sicilia al Encélado cuando huía durante la Gigantomaquia (Apd. I 6.1; Q.E., Posth. XIV 582). La tumba de Encélado se encuentra bajo el Monte Etna (Virgilio, Eneida III 578; Estacio, Tebaida XI 8; Claudiano, Rapto de Proserpina I 153, II 151, III 186) aunque en otras tradiciones es el monstruo Tifón (Píndaro, Pítica I 15, Olímp. IV 6; Antonino Lib. Met. 28; Ovidio, Fastos IV 491, Met. V 346 donde Tifoeo está sepultado bajo Sicilia, con sus manos izquierda y derecha bajo los montes Peloro y Paquino, sus pies bajo el Lilibeo y su cabeza bajo el Etna; Valerio Flaco, Argonautica II 23; Manilio, Astronómica 2.874; Séneca, Hercules Furens 46, Tiestes 808; Apd. I 6.3; Hig., Fab. 152; Filóstrato, Imágenes II 17.5) o al hecatónquiro Briareo enterrado bajo el Etna (Calímaco, Himno IV A Delos).

Además del monte Etna, también se dijo que Tifoeo estaba enterrado debajo de la isla volcánica de Isquia, la más grande de las islas Flégreas de la costa de Nápoles (Licofrón, Alejandra 688; Virgilio, Eneida IX 710, llama a la isla "Inarime"; Estrabón V 4.9, llama a la isla "Pitecusas"; Silo Itálico, Púnica VIII 540; Claudiano, Rapto de Proserpina III 183). Prócida, otra de las islas Flégreas se suponía que se asentaría sobre el Gigante Mimas (Silo Italico, Punica XII 143, que también tiene Jápeto enterrado bajo Inarime). Bajo el monte Vesubio yace el gigante Alcioneo (Claudiano, Rapto de Proserpina III 183; Filostrato, Sobre los héroes 8.15, comenta leyendas de muchos gigantes enterrados allí). El Titán Atlas también se identificó con el volcán Monte Atlas y las montañas del Atlas (Poliído, frag. 837; Ovid. Met. IV 617). 
Atenea, con la ayuda de Nike,  separa a Alcioneo del poder protector de la tierra y se prepara para el golpe letal. Gea, la Madre Tierra Gea suplica en vano por la vida de su hijo. Friso oriental del Altar de Pérgamo.

Efialtes:

Apolo, que era tan buen arquero como Heracles, ataca al gigante Efialtes. Apolo le dispara al ojo izquierdo y Heracles al derecho (Apd. I 6.2).

Éurito y Clitíos:

Dioniso y Hécate utilizan sus atributos de culto, el tirso y las antorchas encendidas respectivamente, contra otros dos gigantes, Éurito y Clitíos.
Dioniso lucha con el Giante Éurito. Peliké ático de figuras rojas, ca. 460 a. C. de Nola. Museo de Louvre.
Equidnades:

Ares también venció a un enemigo de los dioses de igual clase, Equidnades, hijo de Equidna, que escupía el espantoso dardo de un veneno terrible y poseía una doble naturaleza en un mismo cuerpo. Desde el interior de las selvas se movía agitando en espiral su cola, la espina de su madre. Crono dispuso de tan inmensa criatura para combatir el rayo, un guerrero de belicosos silbidos mientras se movía reptando como una serpiente, cuando elevaba sus manos sobre el contorno de su pecho, y luchaba contra tu Zeus.En sus aéreos caminos alzaba su cabeza elevada sobre las hileras de nubes, y devoraba de una vez, con sus enormes fauces, a las aves que a menudo vagaban entre sus intrincados cabellos. A esta extraordinaria criatura dio muerte Ares (Nono: Dionisíaca 18.274).

Gratión:

Ártemis derrota a Gratión que fue rematado por las flechas de Hércules (Apd. I 6.2).


Hipólito:

Hermes, cubierto con el casco de Hades  durante la lucha (que otorga la invisibilidad), mató a Hipólito (Apd. I 6.2).

León:

Heracles no llevaba la piel del león de Nemea, sino la de un cierto León, uno de los Gigantes asesinados por Heracles a quien había desafiado a un combate individual (Ptolomeo Hefestión: Nueva Historia II, en Focio, Myriabiblion 190).
Posiblemente el dios Éter en la batalla con el gigante León. Friso sur del Altar de Pérgamo.
Mimante:

Hefesto, el herrero divino, acribilla con proyectiles de hierro al rojo vivo a Mimante (Apd. I 6.2; en Ap. Rd. III 1226 y en Claudiano Gigantomaquia 85, Ares es el adversario de  Mimante; así aparece en la decoración de vasos de cerámica). Zeus fulmina a Mimante con un rayo (Eurípides: Ión 215). La isla de Procida, hermana pequeña de Ichia y Capri frente a las costas de Nápoles, descansa sobre el cuerpo de Mimante (Silo Itálico: Púnica XII 147).

Ares regaló al rey Eetes la rígida coraza que Ares le había dado después de matar a Mimas con sus propias manos en el campo de Flegra (Ap. Rd. III 1226).

Hefesto dio muchos obsequios como agradecimiento a Helios (el Sol), quien lo había llevado en su carro cuando se hundió exhausto en el campo de batalla de Flegra en la guerra de los Gigantes (Ap. Rd. III 221).

Moly:

La planta "moly" (Homero: Odisea X 306) que Hermes entrega a Odiseo, creció de la sangre del Gigante asesinado en la isla de Circe. Tiene una flor blanca y una raíz oscura. El aliado de Circe que mató al Gigante fue Helios (el Sol). El combate fue tan duro (en griego, μάλυς) de donde proviene el nombre de esta planta (Tolomeo Hefestión: Nueva Historia IV, en el resumen de Focio, Myriabiblion 190).

Palante:

Se lanza al combate la virgen Tritonia, mostrando su pecho con la resplandeciente Gorgona; satisfecha con solo su presencia, no usa su lanza (pues es suficiente haberla mirado una vez) y en primer lugar, a bastante distancia, transforma en piedra al furioso Palante. El Gigante, inmovilizado de lejos por súbitas ataduras, sin haber recibido herida, cuando se dio cuenta de que se petrificaba por la mortífera visión (Claudiano, Titanomaquia 91) y el cruel Damástor, buscando algo que arrojar para rechazar a los enemigos, lanzó como roca el rígido cadáver de su hermano.

Palante es considerado por algunos  padre de Atenea, a quien ella dio muerte por haber intentado forzarla; con su piel se fabricó la égida, su escudo, y las alas que tenia Palante se las puso ella en los pies (Tzetzes, escolios a Licofrón 355; Cicerón Sobre la naturaleza de los dioses III 23, 59).

Peloro:

Marte se lanzó el primero con el ardor sus caballos odrisios, con los que él suele perturbar a los gelonos o a los getas. Su escudo de oro brillaba más vivamente que el fuego y un penacho resplandeciente realzaba su casco. Entonces, habiéndose precipitado, traspasa enfrente con su su espada a Peloro, en el límite de los muslos, por donde dos serpientes enroscadas se unen a las caderas del monstruo, y de un solo golpe pone fin a tres vidas. Mientras que, saltando ansioso sobre sus miembros moribundos, los tritura con su carro y las ruedas salpicaron mucha sangre, Mimante corrió en ayuda de su hermano y arrancó de las espumeantes olas la ardiente isla de Lemnos con la morada de Vulcano; y ya la hubiese lanzado, si de su cabeza traspasada no le hubiese saltado antes los sesos la jabalina de Marte. Aquél, muriendo en todo lo que tenía de hombre, sobrevive feroz todavía con silbidos en las serpientes de su parte inferior y, tras su muerte, intenta con su parte rebelde atacar al vencedor. (Claudio Claudiano, Titanomaquia 75)

Polipotes:

Se dice que Nisiros es un fragmento desprendido de Cos. Poseidon, cuando perseguía a Polibotes, uno de los Gigantes, rompió con su tridente un trozo de la isla de Cos y lo lanzo contra el, y el proyectil se convirtió en la isla de Nisiros, que tiene debajo de ella el cuerpo del Gigante (Estrabón, Geografía, X. 5, 16. Algunos autores, sin embargo, afirman que este Gigante yace debajo de Cos ).

Porfirión:

El Gigante más peligroso era Porfirión (Pínd. Pit. VIII 12; Arist. Aves 1249). Porfirión, deslizándose en espiras al medio del mar, intenta arrancar a la temblorosa Delos, para lanzarla, claro es, impíamente contra la bóveda celeste (Claudiano, Titanomaquia). Tras la muerte de Alcioneo, Porfirión lanzó un ataque contra Heracles y Hera. Zeus lo distrajo inspirándole un deseo lujurioso por Hera y luego lo golpeó con un rayo mientras rasgaba las vestiduras de la diosa para forzarla. Heracles acabó con él con una de sus flechas (según Píndaro Pít. VIII 12 y 17-18, a Porfirión lo Flechó Apolo, no Heracles).
 
Porfirión. Friso este del Altar de Pérgamo. II a.C. Museo de Pérgamo (Berlín).
Siceo:

Siceo, uno de los gigantes, fue perseguido por Zeus y tomado bajo la protección de su madre, Gea, la Tierra, y que ella hizo que la planta la higuera creciera para placer del hijo; de él también obtuvo su nombre la ciudad de Sicea en Cicilia (Ateneo: Banquete de los eruditos III 78a).

Final de la Gigantomaquia:

Los Gigantes yacían, cuerpos rotos y sombríos aplastados en un gran colapso, y Gea, empapada en la sangre de sus hijos, dio vida a esa sangre caliente; y para preservar la memoria de sus hijos la reestructuró en forma humana. Pero esa nueva raza menospreciaba a los dioses y saboreaba la crueldad, el derramamiento de sangre y la indignación, nacidos más allá de toda duda de la sangre. (Ovid. Met. I 121; la humanidad surge de la cenizas de los Titanes en Opiano: Halieutica 5.4; Himno Homérico 37 A los Titanes; Estrabón VII 39).

En la pequeña ciudad de Leuca (Alessano, en Italia) existe una fuente de agua maloliente. La historia mítica cuenta que aquellos de los Gigantes que sobrevivieron a la batalla de Flegra en Campamnia y que se llaman los Gigantes de Leuternios fueron expulsados por Heracles, y al huir aquí se refugiaron bajo tierra y la fuente obtiene su flujo maloliente del icor de sus cuerpos y por esta razón, también, la costa aquí se llama Leuternia (Estrabón VI 3.5).

En las islas Pitecusas, el rey de los inmortales estableció una fea raza de simios, en burla de todos los que levantaron la guerra contra los hijos de Cronos (Licofrón: Alejandra 688).

Edad Heroica:

Arcadia:

Hoplodamo:

En Metidrio está el templo de Posidón Hipio que está junto al Milaonte. La montaña llamada Taumasio está más arriba del río Maletas, y los de Metidrio pretenden que cuando Rea tenía a Zeus en su vientre llegó a este monte y se procuró ayuda, en el caso de que fuera contra ella Crono, de Hoplodamo y todos los gigantes que estaban con él. Admiten que dio a luz en alguna parte del Liceo, y dicen que allí tuvo lugar el engaño a Crono y el cambio que se cuenta en la leyenda griega del niño por una piedra. Junto a la cima del monte hay una cueva de Rea, en la que no puede entrar ningún ser humano, con excepción de las mujeres consagradas a la diosa (Paus. VIII 36.2).

Azeo:

Azeo y Foroneo fueron los primeros reyes del Peloponeso (Dioniso de Halicarnaso I, 11.2). En la antigüedad Gea, la Tierra, rebosaba y dio a luz un hijo Azeo, que creció hasta convertirse en hombre en medio de las poderosas batallas de los Titanes. El gigante Azeo amó a una ninfa y engendró a Licaon; y el héroe Licaón engendró una bella doncella Deyanira. Pelasgo, el antiguo, subió al hermoso diván de Deyanira cuando estaba creciendo como mujer; él era el querido hijo de Zeus Eleuterio (Dios de la libertad) y de su cama obtuvo a Licaón, pastor de la tierra de Arcadia (Pamprepio de Panópolis, papiro griego III, n. 140b).

Asia menor:

Anax y Asterio:

Según los milesios Anax (Ἅναξ, del micénico "rey supremo"), hijo de Urano y Gea, gobernó el país, que entonces era llamado Anactoria en su honor (Paus. I 35.6). Su hijo Asterio (Ἀστέριος) le sucedió en el trono, pero el cretense Mileto, hijo de Apolo, que huía del rey Minos de Creta, conquistó el país y le cambió el nombre por el suyo. Asterio medía diez codos de alto y fue enterrado en la pequeña isla de Lade (Paus. VII 2.5).

Damasén:

Gea dio a luz al gigante Damasén tras engendrarlo por sí sola. De sus mejillas redondeadas brotaba una barba de espesos mechones que tenía desde su nacimiento. Después de nacer tuvo a Eris como nodriza. Lanzas le amamantaron en vez de pechos. Sangrientos combates tuvo en lugar de baños. Armadura en vez de pañales. Su estatura era par al cercano cielo, podía empuñar a su hermana lanza con la que nació juntamente, pues Ilitía recien nacido le armó con un escudo.

La ninfa Moria observando desde lejos vio al dragón asesino de su hermano Tilo. La ninfa temblaba de miedo cuando vio las hileras de dientes venenosos y con la guirnalda de la muerte le envolvió el cuello. Gimiendo ruidosamente al lado de la guarida del dragón, se encontró con el gigante Damasen. Ella se inclinó llorando ante él en oración, y señaló al horrible reptil, el asesino de su hermano, y a Tilo recién destrozado que todavía se agitaba en el polvo.

El gigante no rechazó su oración, agarró un árbol y lo arrancó de sus raíces en la madre tierra, luego se puso de pie y cayó furioso sobre el dragón. El sinuoso campeón trabó combate con su serpentino lazo, silbando su garganta como una trompeta en la batalla. Abrió entonces sus fauces enloquecidas, arrojando a la cara del gigante un torrente de veneno que llovía desde sus mandíbulas. Damasén se libró del peso de la espina serpentina agitando su cuerpo semejante a una montaña y con el árbol golpeó donde se unía el curvo cuello con la espina dorsal.

La serpiente yacía inmóvil en el suelo, un cadáver enrollado. De repente, la serpiente hembra de su compañera, se enroscó, raspando el suelo con su tren ondulante, y se arrastró para buscar a su compañero deforme, como una mujer que extraña a su marido. Enrolló su larga columna vertebral a toda velocidad entre las altas rocas, apresurándose hacia la ladera cubierta de hierbas. En el monte bajo, arrancó la flor de Zeus con sus mandíbulas serpenteantes, y trajo la hierba analgésica a sus labios, arrojó el antídoto de la muerte en la nariz seca del horrible muerto y dio vida con la flor al cadáver venenoso. El cuerpo se movió solo y se estremeció; parte de ella todavía no tenía vida, otra parte se agitó, el cuerpo medio restaurado sacudió otra parte y la cola se movió por sí misma. El aliento volvió a atravesar las frías fauces, lentamente se abrió la garganta y salió el sonido familiar, volviendo a emitir el mismo silbido. Finalmente la serpiente se movió y desapareció en su furtivo agujero.

Moria también atrapó la flor de Zeus y colocó la hierba que da vida en el orificio nasal de su hermano. La planta sana con sus racimos curativos trajo el alma que respiraba al cuerpo muerto y la hizo resurgir nuevamente. El alma entró en el cuerpo la segunda vez. El frío marco se calentó con la ayuda del fuego interior. El cuerpo, ocupado nuevamente con el comienzo de la vida, movió la planta del pie derecho, se levantó sobre el izquierdo y se mantuvo firme con los dos pies, como un hombre acostado en la cama que se sacude el sueño de los ojos por la mañana. Su sangre volvió a hervir, se levantaron las manos del cadáver que acababa de respirar, el cuerpo recuperó su ritmo, los pies su movimiento, los ojos su vista y los labios su voz (Nono, 25. 453).

Gegenees o Terrígenos:

Hay en el interior de la Propóntide una isla escarpada, que a poca distancia del continente rico en mieses de Frigia se adentra en el mar cuanto su istmo es bañado por las olas, y desciende en pendiente hacia tierra firme. Sus riberas poseen una doble ensenada, y está situada allende las aguas del Esepo. Monte de los Osos la llaman los habitantes de alrededor. Y la poblaban los violentos y salvajes Terrígenos, gran prodigio admirable para las gentes vecinas, pues cada uno agitaba en el aire seis brazos vigorosos, dos a partir de sus robustos hombros y otros cuatro debajo unidos a sus costados formidables. A su vez poblaban el istmo y la llanura los doliones, y entre ellos reinaba el hijo de Eneo, el héroe Cícico, a quien alumbró la hija del divino Eusoro, Enete. A éstos nunca los dañaban los Terrigenos, por temibles que fueran, gracias a la protección de Posidón, pues de él eran descendientes los doliones en su origen.

Allí arribó la Argo impulsada por los vientos tracios. El Puerto Hermoso la acogió en su navegación. Allí también, desatando la pequeña piedra del ancla por indicación de Tiflis, la dejaron al pie de una fuente, la fuente Artacia. Los doliones y también el propio Cícico, saliendo juntos a su encuentro en amistad, cuando supieron cuáles eran la expedición y su linaje, los obsequiaron con su hospitalidad.

Al alba, los Argonautas ascendieron al monte Díndimo, para observar también por sí mismos las rutas de aquel mar; mientras otros trasladaron la nave al Puerto Quito (de los Diques). Pero los Terrígenos lanzándose desde la otra parte de la montaña trataron de bloquear la bocana del Quito con innumerables rocas arrojadas al fondo, cual si tendieran emboscada a un animal marino que está dentro. Allí se encontraba Heracles con los hombres más jóvenes, el cual, tendiendo en seguida contra ellos su curvado arco, los derribó a tierra uno tras otro. Ellos, por su parte, alzaban aristadas rocas y las arrojaban, pues sin duda la diosa Hera, alimentaba aquellos terribles monstruos como trabajo para Heracles. Los marciales héroes, viniendo de regreso a su encuentro antes de alcanzar la cumbre, acometieron con él la matanza de los Terrigenos, recibiéndolos con dardos y con lanzas, hasta que los aniquilaron a todos a pesar de sus brutales e incesantes ataques. Como los leñadores arrojan en fila sobre el rompiente largos troncos recién talliados con sus hachas, para que humedecidos resistan las recias clavijas; así aquéllos en la entrada del blanquecino puerto estaban tendidos en hilera: unos, apiñados, sumergían en el agua salada sus cabezas y pechos, y extendían sus piernas sobre la tierra fírme; los otros, al contrario, con sus cabezas sobre las arenas de la playa, hundían sus pies en el fondo,  de suerte que unos y otros íueran a la vez presa de aves y de peces  (Ap. Rd.: Argonauticas I 936).

Hilo:

En una ciudad de la Lidia superior, llamada Puertas de Témeno, en una colina derrumbada a causa de una tempestad, aparecieron huesos que por su forma parecían humanos, pero que por su tamaño nunca se hubiera creído. Los lidios creen que se trata del cadáver era de Hilo, hijo de Gea y de éste había recibido el río su nombre. Heracles llamó a su hijo Hilo, por el río (Paus. I 35. 7-8).

Lestrigones:

Desde la isla de Eolo, durante seis días y seis noches navegando constantemente al séptimo día llegamos a Telepilos, la noble ciudad de los Lestrigones el alto castillo de Lamos. Allí, un pastor mientras cuando saca a sus bestias por la mañana puede llamar a otro que las está recogiendo por la noche y el segundo responderá al primero. En esa parte del mundo, un hombre que nunca duerma podría haber ganado dos veces un salario, uno para el pastoreo de ganado y otro para el pastoreo de ovejas blancas, porque los caminos del día y la noche se juntan allí.

Los griegos penetraron en un cómodo puerto; a cada lado se extiendía una larga pared de acantilado; en la boca tiene dos promontorios uno frente al otro, y la entrada es estrecha. Todas las demás tripulaciones condujeron sus barcos hacia adentro, amarrándolos cerca una de otra dentro del puerto cerrado, tan juntas que no crecia ninguna ola, ya sea grande o pequeña; había una calma límpida por todas partes. Solo Ulises mantuvo su barco afuera, donde terminaba el puerto, atado a una roca. Desde allí no había rastros del trabajo de hombres o bueyes; solo se distinguía un poco de humo que subía desde la tierra de abajo. Ulises envío a tres camaradas para averiguar qué clase de hombres eran los que vivían aquí. Después de abandonar el barco, tomaron un camino ancho como utilizado por los carros para llevar madera a la ciudad desde las colinas. Justo antes del pueblo, se encontraron con una niña que sacaba agua; ella era alta y poderosa, la hija del rey Antífates. Había bajado a la corriente clara del manantial de Artacia, que los habitantes del pueblo solían tomar. Se acercaron a ella y le hablaron, preguntándole quién era el rey de esta tierra y quiénes eran sus súbditos; y ella señaló de inmediato a la noble casa de su padre. Entraron en el rico palacio y encontraron a su esposa allí, alta como una montaña y se horrorizaron al verla. Ella envió de inmediato a buscar al rey Antífates, su esposo, del ágora, y su único pensamiento fue matarlos miserablemente.

El rey de los Lestrigones agarró a uno de los hombres de inmediato e hizo una comida de él, pero los otros dos se apresuraron y corrieron hasta llegar a los barcos. El rey dio la alarma y oyéndola por la ciudad, los otros grandes Lestrigones vinieron en tropel. No eran como hombres sino como los gigantes sin ley, y desde los acantilados comenzaron a arrojar grandes rocas contra los barcos. Un estruendo espantoso se levantó en medio de la flota cuando los hombres fueron asesinados y los barcos destrozados. Los Lestrigones ensartaban a los hombres como peces y luego los llevaron a casa como monstruosa comida. Pero mientras causaban la matanza entre las tripulaciones dentro de lo profundo del puerto, Ulises con la afilada espada cortó las resistencias de su barco, llamando urgentemente a la propia tripulación para que se apoyara con vigor en sus remos y escapara de la destrucción; y así, con el miedo a la muerte ante ellos, se unieron, todos y escaparon de debajo de los acantilados al mar abierto. Pero las otras naves perecieron allí juntas (Odisea X 80).

Argos:

Argos Panoptes:

Argos llamado Panoptes, pues tenía ojos por todo el cuerpo (Esq. Supl. 303; Ov. Met. I 625; Vir. Eneida VII 790; Hig. Fab. 145) era hijo de Agénor, de Ínaco, de Aréstor y Micene (Apd. II 1.3; Ap. Rd. I 112; Ovidio Met. I 624), del rey Argos e Ismene (Apd. II 1.3), o de Gea, engendrado por ella misma (Esq. Sup. 305 y Prometeo encadenado 566; Nono 20.35). Gigante de extraordinaria fuerza, se convirtió en el héroe de Argos por sus hazañas: mató al toro que asolaba Arcadia y se vistió con su piel, se enfrentó a un sátiro que asolaba a los arcadios y robaba los ganados y lo mató; dio muerte a Equidna, hija de Tártaro y Gea que raptaba a los caminantes, sorprendiéndola dormida en su cueva (Homero: Ilíada II 783; Hesíodo: Teogonía 295), y además vengó el asesinato del rey Apis, matando a los culpables, Telxión y Telquis (en Apd. II 1.1).

Cuando Zeus fue descubierto por Hera seduciendo a la sacerdotisa Ío, tocando a la muchacha la transformó en una vaca blanca y juró que no se había unido con ella (por eso dice Hesiodo que los perjurios por amor no atraen la cólera de los dioses). Hera pidió la vaca a Zeus y le puso como guardián a Argos Panoptes.

Argos ató la vaca a un olivo que había en el bosque de Micenas. Zeus encargó a su hijo Hermes que la robara, pero fue delatado por Hiérace y no pudo hacerlo a escondidas. Hermes mató a Argos con su espada mientras dormía y lo arrojó desde lo alto de una roca, por lo que recibió el sobrenombre de Argifontes (Matador de Argos). Hera recogió los numerosos ojos de Argos y los puso como recuerdo en las plumas del pavo real (Ov. Met. I 722).

Creta:

Olimpo:

La tumba de Zeus en Creta es en realidad la del gigante Olímpo, quien recibió a Zeus, hijo de Crono, lo crió y le enseñó cosas divinas. Zeus derribó a su padre adoptivo y maestro porque había empujado a los Gigantes a atacarlo a su vez (quizá fuesen los Curetes de Creta). Cuando golpeó su cuerpo estaba lleno de remordimiento y, dado que no podía calmar su dolor de ninguna otra manera, puso su propio nombre a la tumba de su víctima (Ptolomeo Hefestión: Nueva Historia II, resumen en Myriabiblion 190 de Focio). Quizá este Olimpo fuese el padre del sátiro Marsias a quien Apolo mandó desollar  (Apd. I 4.2)

Milino:

Zeus superó a los demás dioses en valor, inteligencia, sentido de la justicia y en todas las virtudes. Una vez que hubo heredado el reino de Cronos, otorgó muchísimos y muy importantes beneficios al ser humano. Fue el primero que enseñó a los hombres a administrar justicia entre ellos en caso de delitos, a abstenerse de actuar con violencia y a resolver sus diferencias recurriendo al juicio de los tribunales. Hizo todo lo necesario para el buen gobierno y la paz, usando la persuasión con los buenos y espantando a los malos con la amenaza de castigos e infundiéndoles terror. Recorrió toda la tierra habitada, eliminando a los bandidos y a los hombres impíos, e introduciendo la igualdad y la democracia. Fue entonces cuando acabó con los Gigantes, en Creta con Milino y sus secuaces y en Frigia con Tifón y su banda. Antes de la batalla contra los Gigantes que tuvo lugar en Creta, se dice que Zeus sacrificó un buey a Helios, a Urano y a Gea. En todas las ceremonias sagradas se reveló lo decretado por los dioses respecto a la gesta, al indicar los presagios su victoria y la defección de los enemigos en beneficio de los dioses (Diod. V 35.2).

Orión:

Era hijo de Euríale, hija de Minos, y de Posidón  y que se le concedió como don el caminar sobre las olas igual que sobre la tierra (según Paléfato 51, Orión es hijo de Zeus, Posidón y Hermes, quienes lo engendraron al derramar su orina en una piel de buey en casa de Hirieo de Tanagra).

Orión forzó bajo los efectos del vino a Mérope (llamada Aero en Partenio 20), hija de Enopión, rey de Quíos, hijo de Dioniso y Ariadna. Enopión lleno de una cólera terrible, lo cegó y expulsó de su país. En su vagabundeo llegó hasta la isla de Lemnos, donde Hefesto apiadado de él, le dio a Cedalión, su pupilo, para que lo guiara. Orión lo llevaba cargando con él sobre los hombros y así Cedalión le indicaba el camino. Viajó al este y llegó hasta Helios quien le devolvió la vista. Regresó al encuentro de Enopión, para hacerle sentir su venganza pero éste había sido escondido bajo tierra por sus ciudadanos. Tras perder la esperanza de dar con él se retiró a Creta y dedicaba su tiempo a cazar animales salvajes en compañía de Ártemis y Leto. Se cree que amenazó con matar toda fiera que naciese sobre la tierra. Irritada con él, Gea hizo surgir un escorpión gigantesco y al clavarle éste su aguijón, Orión murió (Eratóstenes 32, cf. Hesíodo fr. 148 a).

Después de su muerte, la imagen de Orión fue colocada por Zeus entre las estrellas (Hom. Il. XVIII 486, XXII 29 y Od. V. 274). Su tumba se mostraba en Tanagra (Paus. IX 20. 3).

Talos:

Era un gigante de bronce, obra de Hefesto que regaló al rey Minos o el último de los hombres de la raza de bronce que Zeus entregó a Europa como guardián, y guardaba la isla de Creta caminando tres veces por la isla cada día. Cada vez que veía a extraños acercarse, rompía trozos de roca del acantilado y se los arrojaba. Tenía en su cuerpo una sola vena, que iba desde la cabeza hasta los tobillos, y estaba cerrada en la parte superior con un clavo. Cuando los Argonautas llegaron a Creta, Medea con sus poderes mágicos lo enloqueció y con el pretexto de hacerlo inmortal, ella le arrancó el clavo de la vena y así lo hizo desangrarse hasta la muerte o fue el argonauta Peante quien lo mató hiriéndolo con una flecha en el tobillo (Apd. I 9. 26; Ap. Rod. IV 1638).
Talos en una didracma de plata de Festos, Creta (ca. 300 a. C.). Cabinet des Médailles, Paris.

Fócide:

Ticio:

Ticio (Τιτυός) hijo de Zeus y de Elara, a su vez hija de Orcómeno (Apd. I 4.1). Por miedo a los celos de Hera, Zeus es condió a su amante en el interior de la tierra (en una caverna llamada Elario, en la isla de Eubea, Estrabón IX 10.14) y allí Elara dio a luz a Ticio (por eso también se llama “hijo de Gea” en Od. VII 324).

El crimen por el que Ticio fue castigado eternamente era el intento de violación, instigado por Hera, de Leto. Cuando ésta viajaba de Panopeo a Pitón, Ticio la asaltó y rasgó sus ropas. Sus gritos atrajeron a Apolo y Ártemis, quienes acabaron con el gigante con sus flechas (Ap. Rd., Arg. I 758; muerto por el rayo de Júpiter en Hig. Fab. 55).


Ticio fue arrojado al Tártaro (a la mazmorra de los malditos, Ov. Met. IV 453) donde lo vieron Hércules, Ulises y Eneas, echado en el suelo, donde ocupaba nueve yugadas. Dos buitres, uno de cada lado, le roían el hígado, penetrando con el pico en sus entrañas, sin que pudiera rechazarlos con las manos (Séneca, Hércules Loco 747; Od. XI 575; Eneida VI 595). 

Hércules:

Heracles lucha con Gerión. Ánfora calcídica de figuras negras, ca. 540 a.C. Cabinet des Médailles, Paris.
Gerión:

Crisaor (Χρυσάωρ, ‘espada dorada’), fue engendrado por Medusa cuando fue violada por Poseidón en el templo de Atenea, por lo que ésta la transformó en una Gorgona. Crisaor nació cuando Perseo decapitó a su madre. Unido a Calírroe, hija del glorioso Océano, Crisaor engendró al tricéfalo Gerión. A éste lo mató el vigor herácleo junto a sus bueyes de tortuoso caminar en Eritía, cercada por las olas, el día en que arreó los bueyes de ancha testuz hacia la sacra Tirinto, tras cruzar el paso del Océano, matar a Orto y al boyero Euritión en un nebuloso establo, más allá del ilustre Océano (Hes. Teog. 287).

Crisaor, el de la espada dorada, quien recibió esta denominación por su riqueza, fue el rey de toda Iberia, y tenía tres hijos para luchar a su lado, que sobresalieron tanto en la fuerza del cuerpo como en los actos de coraje que mostraron en concursos de guerra. Cada uno de estos hijos tenía a su disposición grandes fuerzas que fueron reclutadas de tribus guerreras (Diod. IV 17.1). Después de que Heracles había visitado una gran parte de Libia, llegó al océano cerca de Gadeira, donde colocó pilares en cada uno de los dos continentes. Su flota lo acompañó a lo largo de la costa y en él cruzó hacia Iberia. Y al encontrar allí a los hijos de Crisaor acampados a cierta distancia unos de otros con tres grandes ejércitos, desafió a cada uno de los líderes a un solo combate y los mató a todos, y luego, después de someter a Iberia, se llevó los famosos rebaños de ganado (Diod. IV 18.2).

La ciudad de Gadeira está situada en el extremo de Europa. Sus habitantes son la gente más devota del mundo hasta el punto que han levantado altares a la Vejez y son los únicos hombres que entonan himnos a la Muerte. También tienen altares a la Pobreza, al Arte, a Heracles egipcio y al tebano, pues uno avanzó contra la cercana Eritea, en cuya ocasión tomó cautivo a Gerión y sus vacas, y el otro en su sabiduría, midió toda la tierra hasta su confín (Filóstrato: Vida de Apolonio IV 4). Se llamaba Eritea, porque se decía que los ancestros originales de los cartagineses, los tirios, provenían del Mar Rojo (Plinio: HN, IV 120).

Eritea es la isla que se encuentra paralela a la ciudad de Gades y está separada de ella por un estrecho de un estadio de ancho, es decir, en vista del excelente pastoreo allí, porque la leche de los rebaños que te pastorea no produce suero. Y cuando hacen queso, primero mezclan la leche con una gran cantidad de agua, debido a la gran cantidad de grasa en la leche. Además, los animales mueren ahogados dentro de cincuenta días, a menos que abras una vena y los desangres. La hierba sobre la que pastan está seca, pero los engorda mucho; y es a partir de este hecho, se deduce, que el mito sobre el ganado de Gerión ha sido fabricado (Estrabón III 5.4).

Reinaba Gerión esta parte de Hispania, que está formada por las islas. En ella son tan abundantes los pastos, que los rebaños reventarían, si no se interrumpiera su engorde con el ayuno. Los rebaños de Gerión fueron de tan renombre, que atrajeron a Hércules por la importancia del botín. Se cuenta que el mismo Gerión no tenía una triple naturaleza, sino que eran tres hermanos con tan gran unión, que parecían animados por un solo espíritu, y que hicieron la guerra contra Hércules cuando vieron que les robaban los rebaños (Justino: Epítome de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo, XLIV, 4).

El décimo trabajo asignado a Heracles por Euristeo fue buscar el ganado de Gerión de Eritea, una isla, ahora llamada Gadeira, cerca del Océano. En ella vivía Gerión, hijo de Crisaor y la hija de Océano, Calírroe. Tenía los cuerpos de tres hombres unidos en uno en el vientre, pero dividiéndose en tres nuevamente desde los costados y los muslos hacia abajo. Poseía ganado de color carmesí, que eran criados por Euritión y protegidos por Orto, el sabueso con dos cabezas nacidas de Equidna y Tifoeo. Mientras Heracles avanzaba a través de Europa hacia este ganado, mató a muchos animales salvajes, visitó Libia y se dirigió a Tartesos, donde colocó dos estelas una frente a la otra en las fronteras de Europa y Libia, como marcadores conmemorativos de su viaje. Luego, cuando Helios lo abrasó en el trayecto, apuntó su arco al dios y lo estiró. Helios estaba tan admirado de su osadía que le dio una copa dorada, en la que cruzó el Océano (Apd. II 5.10).

Cuando Heracles llegó a Eritea acampó en el monte Abas. El perro Orto lo olió allí y fue tras él, pero lo golpeó con su garrote, y cuando el pastor Euritión vino a ayudar al perro, también lo mató (Apd. II 5. 10). Euritión era el hijo de la hespéride Eritía. Casi enfrente de la ilustre Eritia, más allá de las aguas inagotables, de raíces de plata, del río Tartesos, le dio a luz, bajo el resguardo de una roca (Estesícoro: Gerioneida fr.15).

Menetes, que estaba allí cuidando el ganado de Hades, informó sobre estos eventos a Gerión (Apd. II 5.10). Menetes le pide que piense en sus padres y no se enfrente a él (Gerioneida fr. 18). Gerión, el poderoso hijo del inmortal Crisaor y Callíroe, responde a Menetes que si por nacimiento es inmortal y libre del envejecimiento para poder compartir la vida en Olímpo, entonces mejor soportaría los reproches de los dioses al ver cómo su ganado es expulsado lejos su reino; al contrario, si debe llegar a la vejez odiosa y pasar su vida entre mortales de corta vida lejos de los dioses benditos, entonces es mucho más noble sufrir lo que es el destino que evitar la muerte y derramar vergüenza sobre sus queridos hijos y toda su raza de aquí en adelante (Gerioneida fr. 19, Gerión prefiere la muerte al deshonor y una vejez sin gloria, como Sarpedón, Cf. Ilíada XII 332).

Su madre, la oceánide Calírroe implora en vano tratando de convencer a Gerión de que no se enfrente a Heracles (Fr. 20 -21). Un consejo de los dioses, que resuelve que Gerión debe morir. Atenea, de ojos grises, habló elocuentemente a su tío de corazón corpulento, el conductor de caballos Poseidón y le recuerda su promesa de no salvar a Gerión de la muerte (Estesícoro: Gerioneida fr. 22).

Gerión alcanzó a Heracles junto al río Antemunte mientras se llevaba el ganado (Apd. II 5.10). Heracles que estaba deliberando sobre si matar a Gerión con sigilo o en una lucha abierta, le parecía mucho mejor atacar con sigilo contra un hombre poderoso. Escondiéndose ideó para él una destrucción amarga. Gerión mantenía su escudo frente a su pecho, pero Heracles golpeó su frente con una piedra y de su cabeza inmediatamente, con un gran ruido, cayó el casco con su penacho de pelo de caballo al suelo. Entonces Heracles tomó una flecha envenenada con el veneno de la Hidra y en silencio lanzó astutamente contra su frente, y cortó la carne y los huesos por decisión del destino. La flecha se sostenía en lo más alto de su cabeza y manchaba con sangre purpúrea su coraza y sus extremidades. Al morir, Gerión dejó caer el cuello hacia un lado, como una amapola que arruina su tierna belleza y de repente desprende sus pétalos (Estesícoro: Geroneida, frag. 23). Heracles cargó el ganado en la copa, navegó de regreso a Tartesos y devolvió la copa a Helios (Apd. II 5.10).

Los árboles de Gerión. Había dos de ellos, y crecieron en el montículo elevado sobre la tumba de Gerión: eran un cruce entre el árbol de brea y el pino marítimo, que formaron una tercera especie cuya savia goteaba de su corteza, al igual que el oro gotea del álamo heliade (Filóstrato: Vida de Apolonio V 4.5).

Los toros de Caonia que, según los habitantes de Tesprotia y Epiro llaman "engordados", rastrean su descendencia de los bueyes de Gerión (Eliano: Historia de los animales 12,11).


Eritía, hija de Gerión, tuvo un hijo con el dios Mercurio llamado Nórax (Paus. X 17.5) que emigró con los íberos desde Tartesos hasta Cerdeña y fundó Nora que fue la primera ciudad en la isla (Solino: Colección de hechos memorables 4.1).

Según se recoge en la ‘‘Estoria de España’’ de Alfonso X el Sabio, escrita en el s. XIII, Gerión obligaba a sus súbditos a entregarle la mitad de sus bienes, incluso a sus hijos, hasta que llegó a estas tierras Hércules. Los aterrorizados habitantes le pidieron ayuda, y éste retó a Gerión a una lucha a muerte. Después de tres días de batalla, la cabeza del gigante fue enterrada en el mismo lugar donde se levantó la Torre de Hércules en La Coruña.
 
Caco:
 

Caco (Κακος, ‘malvado’), hijo de Hefesto, vivía en una cueva del monte Aventino, profundamente empotrada en la ladera de la colina, impermeable a los rayos del sol. Era una criatura horrible, medio humana. El suelo de su guarida estaba siempre cálido con sangre recién derramada, y clavado en sus puertas insolentes se podía ver cabezas de hombres colgadas, sus caras pálidas, espantosas, en descomposición. Mientras movía en masa de titán, exhalaba la llama mortal de su padre (Eneida).
 

Heracles condujo los rebaños de bueyes de Gerión tras haber derrotado a éste hasta las orillas del Tíber, cerca de la morada de Caco. Mientras pastaban Heracles se durmió y Caco se robó cuatro parejas de bueyes que condujo a su cueva arrastrándolos de espaldas por el rabo, para ocultar sus huellas. Cuando Heracles despertó y se dispuso a abandonar los pastos, el ganado que le quedaba empezó a mugir lastimeramente hacia la cueva, donde una vaca respondió. Su propia hermana, que tenía el mismo nombre, traicionó a Caco y así se honró con un santuario en el que le hacían sacrificios las Vírgenes Vestales (Lactancio, Instituciones Divinas I  20,36; Servio, Comentario a Eneida VIII 190; en los mitos romanos, fue Palomia quien traicionó a su hermano Caco contándole a Hércules dónde estaba la cueva en la que se escondía con el ganado robado. ).

Heracles corrió furioso hacia la cueva. Caco, aterrorizado, había bloqueado la entrada con una roca enorme que mantenían sujeta unas cadenas forjadas por Hefesto. Heracles se vio obligado a arrancar la cima de la montaña para abrirse paso, y Caco le atacó escupiendo remolinos de llamas y humo, de lo que Heracles se defendió con ramas de árboles y rocas del tamaño de piedras de molino. Perdiendo finalmente la paciencia, Heracles saltó a la cueva, dirigiéndose a la zona en la que el humo era más denso, agarró a Caco y lo mató a golpes de su garrote (Ov. Fastos I 453).

Después de matarlo, Hércules fundó un altar en el lugar donde el Foro Boario, el mercado de ganado, se celebraba posteriormente. Evandro, quien luego gobernó el país de Lacio donde Caco había residido, mostró su gratitud a Hércules al dedicarle un santuario y se nombró a las familias los Potitii y Pinarii como sus sacerdotes (Tito Livio I 6. 7; Dionisio de Halicarnaso I 38; Macrobio, Saturnalia III 6).


Anteo:

Anteo (Ἀνταῖος de ἀντάω “oponente”), hijo de Poseidón y Gea (Apd. II 5.1; Hig., Fab. 31). Se parece a una bestia salvaje, es casi tan ancho como alto, y su cuello está unido a los hombros de tal manera que parece pertenecen al cuello, y el brazo es tan grande como los hombros. Allá, el pecho y la barriga que están "forjados con el martillo" y el hecho de que la parte inferior de la pierna no es recta sino desgarbada, marca a Anteo como fuerte, de hecho, pero unido a los músculos y carente de habilidad. Además, Anteo es negro, teñido por la exposición al sol (Filóstrato).

Rey de Irasa. Anteo reinaba en Irasa, una ciudad en el territorio de Cirene. Tenía una hija Alceis o Barce, a quien le prometió que debería conquistar en la carrera a pie, como Dánao había hecho con los pretendientes de sus hijas. El premio fue ganado por Alexidamo (Pínd. Pít. IX 103).

Combate con Heracles. Anteo desafiaba y asesinaba a todo el que se adentraba en sus dominios, pues había hecho voto de construirle un templo a su padre Poseidón con cráneos humanos. Siempre vencía en sus peleas, ya que en cuanto caía a tierra o la tocaba, su madre le daba fuerzas de nuevo. Retó a Heracles, quien lo derribó tres veces, pero en vano. Heracles, dándose cuenta, lo levantantó en vilo para impedirle recibir el aliento de su madre y lo asfixió (Apd. II 5.11; Hig. Fab. 31; Diod. IV 17; Pind. Ístm. IV 87; Lucano, Farsalia IV 590; Juven. III 89; Ov., Ibis 397).

Los Pigmeos. Mientras Heracles después de conquistar Anteo, los Pigmeos, hijos de Gea, lo atacaron con la intención declarada de vengar a su hermano.El ejército de pigmeos rodea a Heracles; una de sus falanges ataca la mano izquierda, mientras estas otras dos facciones emprenden campaña hacia la derecha por ser la más fuerte; los arqueros ponen sitio a sus pies y una falange con hondas golpea sus muslos tanto como puede; el ataque a la cabeza requiere una táctica precisa: a ello se dedica el rey de los pigmeos acompañado de un cuerpo de elite: usan maquinaria como si se tratara de tomar una ciudadela, fuego para los cabellos, dobles punzones para los ojos, una especie de puertas para la boca y unos portalones para la nariz con el objeto de que Heracles no pueda respirar, cuando ya hayan tomado la cabeza. Cuando Heracles despierta, soltando una risotada ante el peligro que representan tales enemigos, los recoge con sus manos a todos de una vez, los mete en su piel de león (Filóstrato: Descripciones de cuadros II 22).

Tumba de Anteo. La tumba de Anteo, que formaba una colina modelada con la forma de hombre acostado en toda su extensión, fue excavada cerca de la ciudad de Tingis en Mauritania (Estrabón XVII 3. 8; P. Mela, III 10. 35). Se creía que cada vez que se retiraba una porción de la tierra que la cubría, comenzaba a llover hasta que el agujero se volvía a llenar. Sertorio abrió la tumba y encontró el gigantesco esqueleto de sesenta codos de longitud. Después de realizar ofrendas propiciatorias, ordenó que volviesen a cubrirlo con tierra (Plut., Sertorio 9).

Tinge. El rey Juba II de Numidia (fallecido ca. 23 a. C.), esposo de Cleopatra Selene, la hija de Marco Antonio y Cleopatra, reclamó su descendencia de la unión de Heracles y Tinge, la consorte de Anteo (Plinio: Historia Natural V 2; Estrabón XVII 3. 8). Heracles, después de la muerte de Anteo, tuvo con Tinge un hijo llamado Sofax, que nombró Tingis (Tánger) a una ciudad en el norte de África después de su madre. Sofax a su vez fue padre de Diodoro, quien conquistó a muchos pueblos libios con su ejército de olbianos y micénicos traídos a Libia por Heracles (Plut.: Sertorio 9.4). Además, algunos relataron que Heracles tuvo un hijo llamado Palemón de Ifinoe, hija de Anteo y Tinge (Tzetzes, Sobre Licofrón 662).


Rodas:

El dios Posidón, cuando se hizo adulto, se enamoró de Halia, hermana de los Telquines. Se unió a ella y engendró seis hijos varones y una hija llamada Rodo, de la que tomó su nombre la isla. Los llamados Gigantes vivían en ese tiempo, en la zona oriental de la isla. Zeus, después de haber vencido a los Titanes, se enamoró de una de las ninfas, llamada Himalia, y tuvo con ella tres hijos, Esparteo, Cronio y Cito. Cuando éstos eran jóvenes, los hijos de Posidón, que eran arrogantes e insolentes, impidieron a Afrodita que fondeara en la isla cuando se trasladaba de Citera a Chipre. La diosa, encolerizada, les infundió la locura, y los hijos forzaron a su madre a acostarse con ellos e infligieron muchos daños a los habitantes de la isla. Cuando se enteró de lo ocurrido, Posidón sepultó a sus hijos bajo tierra a causa de su acción vergonzosa,y ellos fueron llamados «Demonios Orientales». Halia se arrojó al mar, recibió el nombre de Leucotea y obtuvo los honores de una inmortal entre los habitantes de la isla. (Diodoro V 55.4).

Tiempo después, los Telquines, previendo la inminente inundación, abandonaron la isla y se dispersaron. Uno de ellos, Lico, llegó a Licia y levantó allí un templo de Apolo Licio junto al río Janto. Una vez que las aguas, debido a las incesantes lluvias, inundaron la isla, los lugares llanos se transformaron en pantanos, sólo se salvaron unos pocos refugiándose en las partes altas de la isla y entre estos se encontraban los hijos de Zeus. (Diod. V 56.1).


Sicilia:

Alpos:

Dioniso junto a la falda de la etrusca roca de Peloro, dio muerte a Alpo, hijo de la Tierra y enemigo de la divinidad, que combatía con montes y arrojando colinas. Ningún caminante podía marchar por la cumbre de aquella montaña por miedo a la hilera de fauces del furibundo gigante. Y si alguien se adentraba, por ignorancia, en el impracticable sendero fustigando a su osado caballo, en cuanto se daba cuenta el hijo de la Tierra sobre las rocas le rodeaba con sus manos, que se extendían por todas partes, y sepultaba en su garganta a ambos, jinete y montura. A menudo algún anciano pastor era devorado al atravesar el frondoso monte, cuando llevaba a sus ovejas, hacia el mediodía, en dirección a sus pastos. Ya no tocaba Pan, devoto de las Musas, sentado entre sus cabras o junto a las majadas, su flauta de cañas unidas. Y tampoco respondía Eco, la de voz postrera, al sonido de su pastoril zampoña. Pero, en cambio, aunque solía ser charlatana, el silencio sellaba su acompañamiento al acostumbrado oboe del nunca silencioso Pan, pues en aquella época el gigante lo atacaba todo. Ningún boyero y ningún grupo de leñadores entristeció el bosque de las Ninfas de edad pareja a los árboles talando madera para los barcos. Ningún sabio carpintero martilleó las vigas para construir la nave, carro que surca el ponto, hasta que finalmente Baco cruzó aquellas montañas de paso empuñando sus rituales tirsos. El inmenso hijo de la Tierra, alto como las nubes, atacó a Lieo cuando se acercaba por aquel lugar, y levantando un pétreo escudo sobre los hombros le arrojó la roca como dardo. Se precipitó sobre Baco blandiendo elevadas lanzas hechas con los árboles cercanos, ya fueran pinos o plátanos, que lanzaba contra Dioniso. Así, tenía un pino como maza, y a modo de espada, que hacía girar velozmente, arrancó de raíz el tronco de un olivo. Mas cuando hubo vaciado de proyectiles la cumbre de la montaña y desnudado la frondosa ladera de floresta umbría, entonces Baco, el del tirso enloquecedor, lanzó su propio dardo hacia el blanco con su usual silbido y alcanzó de lleno en el ancho cuello al descomunal Alpo. La verdosa pica afilada del dios se fue a clavar justo en medio de la garganta. En ese momento, el gigante, atravesado por el pequeño y agudo tiritoso, rodó medio muerto y cayó al mar más cercano, cubriendo todo el golfo de profundo regazo de las aguas. Y al levantarse las olas en torno a la roca de Tifón, causó la inundación de la ardiente superficie del lecho de su hermano, enfriando así con el impulso de las aguas su cuerpo abrasado (Nono: Dionisíaca 45. 170). 
 

Tesalia:

Alóadas:

Los Alóadas, dos hermanos gemelos llamados Oto (Ὥτος, ‘orejudo’ o puede que ‘oitos’, maldición) y Efialtes (Ἐφιάλτες, ‘pesadilla’), hijos de Poseidón e Ifimedea, hija de Tríopas y mujer de Aloeo. Poseidón sedujo a Ifimedea adoptando la forma del río Enipeo (Ov. Met. VI 117, la misma estratagema que utilizó Poseidón para seducir a Tiro, prima de Ifimedea). 

Los Alóadas quisieron derribar el cielo con sus propias manos y derrocar a Zeus (Od. XI 305). Crecían cada año un codo de anchura y una braza en altura. Cuando tuvieron nueve años de edad decidieron luchar contra los dioses, por lo que apilaron el monte Ossa sobre el Olimpo y el Pelión sobre el Ossa, amenazando por medio de estas montañas subir al cielo; y también se dice que embalsamarían el mar con montañas y lo secarían, y convertirían la tierra seca en un mar. Efialtes estaba enamorado de Hera, al igual que Otos de Ártemis (Apd. I 7.4). Encadenaron al dios Ares y lo encerraron en un caldero, de donde fue liberado por Hermes gracias a la delación de su madrasta Eribea (Ilíada V 385). Cuando quisieron atacar a Diana, Apolo envió un ciervo entre ellos. Al disparar sus jabalinas, se mataron entre ellos. En la Tierra de los Muertos sufren castigo eterno, están atados por serpientes a una columna, espalda con espalda. Entre ellos hay un búho, subido a la columna, que los vigila (Hig. Fab. 28).

Dámiso:

Tetis quemaba en un lugar secreto a los seis hijos que tuvo con Peleo. Cuando tuvo a Aquiles, Peleo lo arrancó de las llamas con solo un pie quemado y lo confió a Quirón. Este último exhumó el cuerpo del gigante Dámiso enterrado en Palene. Dámiso era el más rápido de todos los gigantes. Extirpó su astrágalo y lo incorporó al pie de Aquiles usando su habilidad. Este astrágalo falló cuando Aquiles era perseguido por Apolo y así Aquiles caído fue asesinado. El Poeta (Homero) lo llamó Podarces, porque, Tetis le dio al niño recién nacido las alas de Arce y Podarces significa que sus pies tenían las alas de Arce. Arce era hija de Taumante y su hermana era Iris; ambas tenían alas, pero, durante la lucha de los dioses contra los titanes, Arce salió del campamento de los dioses y se unió a los titanes. Después de la victoria, Zeus le quitó las alas antes de arrojarla al Tártaro y, cuando asistió a la boda de Peleo y Tetis, llevó estas alas como un regalo para Tetis (Ptolomeo Hefestión: Nueva Historia VI, en el resumen de Focio: Myriobiblion 190). 

Tracia:

Agrio y Oreo: 

Trasa fue hija de Tereine (hija, a su vez, de Estrimón) y de Ares. Se casó con Hipónoo, hijo de Tribalo, y de esta unión nació una ninfa Polifonte. Ésta desdeñó los asuntos de Afrodita, marchó al monte y se hizo camarada y compañera de juegos de Ártemis. Afrodita, por haber menospreciado todo lo referente a ella, infundió en Polifonte pasión lasciva por un oso.

Ártemis, cuando la vio, sintió un horror extremo y azuzó a todas las bestias salvajes contra ella. Polifonte, temerosa de que las fieras la despedazaran, huyó, y fue a refugiarse a casa de su padre. Allí dio a luz a dos niños: Agrio (Aγριος, ‘salvaje’) y Oreo (Ορειος, ‘montañés’); tenían un tamaño desmesurado y estaban dotados de una fuerza prodigiosa. Pero no honraban ni a la divinidad ni a los hombres; por el contrario, eran insolentes con todo el mundo. Siempre que se topaban con un extranjero, usando de violencia, se lo llevaban a su casa y lo devoraban. Zeus llegó a aborrecerlos, y envió a Hermes para que les impusiera el castigo que él quisiera. Hermes determinó cortarles los pies y las manos. Ares, recordando de Polifonte sus orígenes familiares, los libró de este destino fatal, y los metamorfoseó en pájaros. Polifonte quedó convertida en una lechuza estrige, pájaro tenebroso, que emite sonidos durante la noche, no come ni bebe, mantiene la cabeza hacia abajo y las patas en alto y es, para los hombres, presagio de guerra y de levantamientos. Oreo se convirtió en un buho «lāgos», ave que, cuando aparece, no augura nada bueno. Agrio se transformó en un buitre, el más odiado de todos los pájaros por los dioses y los hombres. E infundieron en él un deseo permanente de carne y de sangre humana. Hermes y Ares atendieron la petición de su sirvienta de no llegar a ser un ave de mal agüero para los hombres, porque ella se había visto obligada a hacer lo que le ordenaron sus amos, y la convirtieron en un pájaro carpintero. Éste un pájaro favorable para quien se dedica a la caza o frecuenta los festines (Antonino Liberalis 21).

Gigantes hiperbóreos:

Los hijos de Bóreas y Quíone, que eran tres hermanos uterinos y medían más de seis codos de altura, fueron sacerdotes de Apolo en la lejana Hiperbórea. Cuando realizaban el ritual de Apolo, descendían de los llamados Montes Ripeos bandadas incontables de cisnes y después rodeando el templo, como si quisieran purificarlo con su aleteo, bajaban hasta el recinto sagrado, que es grandísimo de tamaño y de hermosura extremada. Cuando los cantores se dirigían al dios con sus himnos y los citaredos acompañaban al coro con su música armoniosísima, los cisnes también se unían al canto acordadamente y nunca jamás lanzaban una nota discordante o destemplada, sino que, como si hubiesen recibido el tono de boca del corifeo, cantaban al unísono con los indígenas, expertos en las sagradas melodías. Luego, acabado el himno, los susodichos coreutas alados, por llamarlos así, después de tributar a su dios el honor y servicio acostumbrados y después de cantar y celebrar todo el día, se marchaban (Eliano, Sobre los animales 11.1).